¿En qué momento nos empieza a parecer normal todo lo que está pasando en Israel? Cuando lo grave se torna en anecdótico, vemos que el corazón del hombre o de la mujer se ha endurecido. Así estamos. Y pueden dar ganas de tirar la toalla, porque no se ve manera de cambiarlo. O como diría la genial Mafalda, «que se pare el mundo, que me quiero bajar».
Pues me niego. No, señor. El ser humano es bueno. Somos fruto del amor de un Dios que es bueno. Su reflejo. Y toda oscuridad posible que esté ganando fuerza no es la altura a la que estamos llamados a vivir. Por eso el papa León criticó públicamente el recrudecimiento de la situación que está viviendo Israel con Irán, pues «nadie debe jamás amenazar la existencia del otro». Porque si uno lo piensa, es de locos.
Es de locos que los grandes mandatarios jueguen a las guerras como si fuera una partida de ludo. Es de locos que estén asesinando a miles de personas inocentes por su afán de poder. Personas con la misma dignidad y sueños que tú, que lees estas líneas. Pero más loco todavía que nosotros, consumidores de información, nos acostumbremos a ellas. Uno podría decir: «Ya, pero yo, ¿Qué puedo hacer?» Para empezar, orar sin descanso por la paz, «tomarnos en serio lo que rezamos cada día en el padrenuestro: “Como en el cielo, así en la tierra”», afirma nuestro papa.
Y considero que otro gran paso que sí que podemos dar en
nuestro microcosmos es no ceder ni a la crispación ni a la desesperanza.
Recordarnos que el corazón del ser humano es bueno y vivir todas nuestras
relaciones desde ahí. No amargarnos ni consumir el contenido que busca que
estemos enfrentadados e indignados. Que haya paz. Porque el mundo, aunque
quiera Mafalda, no se puede parar. Pero, si quieres, se puede cambiar.