OTRA VEZ EN SIRIA
Desde 2011, más de 250.000 sirios han perdido la vida en conflictos armados y más de 11 millones más se han visto obligados a abandonar sus hogares debido a la guerra civil y la penetración de las fuerzas del ISIS en Siria.
Somos Comunidades Cristianas que intentamos con nuestras vidas construir un mundo mejor basados en los valores del Evangelio de Jesús: Izalzu Ochagavía Ezcároz Jaurrieta Oronz Esparza de Salazar Ibilcieta Sarriés Igal Güesa Izal Gallués Iciz Uscarrés Ustés Navascués Aspurz Zaraitzu Almiradioetako Elizak Gure bizitzarekin, eta Jesusen Ebanjelioaren balioetan oinarrituz, mundu hobe bat eraikitzen gabiltzan hainbat Kristau Komunitate gara. Gauzak ondo egiteko asmoarekin elkartutako parrokiak.
Bizitza sortzen duen Parrokia baten bila gabiltza, bertan Bataioaren bidez sortu ginen, eta gure seme-alabei jaiotzetik hil arte laguntzen diena. Katekesi eta ebanjelizazioaren fedean hezten eta heltzen garen ikastetxea da, bihurtze pertsonal eta komunitarioko etengabeko zeregin bezala, inoiz bukatzen ez den prozesu dinamiko bat bezala ulertua, Jainkoaren esperientzia sakona eta Kristoren bizitzaren barnerapen bezala (Gal 2,20; Filp 1,21). Topagune eta elkarte-lotura izan behar du, denontzat irekitako etxea, behartuen etxebizitza, plataforma misiolaria, aske ikasi eta bizitu dezakegunak, gizarte berri baten hartzigarria.
OTRA VEZ EN SIRIA
Desde 2011, más de 250.000 sirios han perdido la vida en conflictos armados y más de 11 millones más se han visto obligados a abandonar sus hogares debido a la guerra civil y la penetración de las fuerzas del ISIS en Siria.
OTRA VEZ SIRIA
Sí otra vez Siria, nuestro amigo Livio lleva una semana en Siria viviendo experiencias muy duras de dolor y amor humano, entremezclados. Es duro cuando muere un familiar, un niño, uno de los esposos y es bueno porque puedo estar ahí acompañando a su lado. Estar ahí para Livio no es cuestión de valientes o cobardes, ahí está Dios su fuerza.
"SIN AMOR LAS MANOS NO AYUDAN A NAIDE"
De nuevo Siria, el campo de "refugiados" Para mi siempre nuevo. Para qué vengo? Quiero mirarle a Él para que reubique mi mirada. No podré ver los dolores de los otros si no rehago mi mirada. Sin abrir los sentidos a la realidad del otro, sin cercanía sin contacto real no podré limpiar mi mirada. Lo importante no es tanto lo que voy hacer: Atender, empujar, sanar, reír , llorar. Lo importante será el modo como lo haga, la presencia el cariño con el que esté. Una mirada interior sobre ellos que me ayude a descubrir la luz q brota de sus heridas y las perlas de humanidad ocultas en los márgenes del mundo. Quiero vivir este viaje como un proceso transformador. Como dijo Benavides "sin amor las manos no ayudan a nadie".
Generalmente, a mí me parece que una gran fuente de sabiduría es el refranero, porque qué enseña más a uno que la experiencia. En particular, pienso que el dicho «por la boca muere el pez» puede aplicarse en la convulsión internacional que se vive desde hace días. El conflicto entre Israel y Palestina ha llegado a España como un tema político y la sociedad se ha apresurado a dividirse y designar unos buenos y unos malos. Ante esta situación, que me desconcierta, me surgen varias preguntas: ¿moralmente es lícito no tomar partido? ¿soy libre para mantenerme al margen? ¿el conflicto entre dos países lejanos me tiene que importar?
Estas cuestiones me han hecho reflexionar, y creo que para su entretenimiento la sociedad necesita pequeños conflictos o discusiones –los cuales se simplificarían en dos visiones antitéticas–. Este hábito es muy común en escenarios banales como partidos de fútbol. Sin embargo, la guerra no encaja en estos esquemas pese a que en los debates parezca que se hable de una competición deportiva, un mero entretenimiento durante una sobremesa.
Para mí, esta premura de la sociedad a elegir un bando es una falacia vil, que nos hace enfrentarnos por un conflicto del que no podemos comprender ni un ápice y en el que nuestra capacidad de actuar es más que limitada. Y mejor no hablar de la visión infantiloide de «buenos y malos» que se intenta imponer, cuando defender a capa y espada cualquier bando conlleva respaldar terribles masacres en el campo de batalla presentes y pasadas.
Así que, para mí, no tomar partido no sólo es lícito, sino que es lo correcto. Y la decisión más atinada es ignorar los debates de «quién tiene la culpa» o «quién tiene razón» porque nos llevan a una encrucijada irresoluble y traicionera.
No obstante, no defiendo la indiferencia ante la realidad de un conflicto armado, sino todo lo contrario: abandonar la dimensión política puedo ver el dolor de las personas en su totalidad, sin banderas. Desde la impotencia, debo pedir por aquellos que anhelan la paz y sufren la amenaza de la violencia. Pedir por aquellos que se juegan la vida en sus labores humanitarias. Pedir por las almas de aquellos segados por la guerra. Hoy, la fe es mi única arma y la charlatanería lo que me hará picar el anzuelo.
Renos en Navidad, conejitos en Pascua y calabazas en Todos los Santos; la cultura muchas veces nos hace perder el foco de lo que realmente celebramos. Hallow-een (literalmente Vigilia de Santos en inglés) se reivindica cada vez más como una festividad neo-pagana. Mientras tanto, católicos en todo el mundo recordamos a tantos hombres y mujeres de fe que, con sus vidas, dieron testimonio de lo que supone permitir que el amor de Dios dirija su vida.
Sin embargo, este no es un día para recordar a los santos puramente como modelos a seguir; ni siquiera únicamente como la esperanza de que, así como Cristo hizo posible que ellos alcanzasen la santidad, también nosotros seamos santificados por su Amor.
¿De qué les sirven a los santos nuestras devociones y alabanzas, si ya viven en plenitud junto a Dios? Nuestros honores y elogios no añaden nada, en realidad, a su estado en el cielo, pero nuestras oraciones no quedan abandonadas. Dios ha querido que su revelación llegue a nosotros a través de otros cristianos, que nuestros sacramentos sean efectuados a través de personas de carne y hueso, y ha querido que nuestra salvación sea fortalecida por la oración de personas que suplican a Dios por nuestra alma. Y así, igual que una madre ora incesantemente alentando a su hijo en la vida, los santos en el cielo oran por nosotros alentándonos en nuestro peregrinaje por la tierra, peregrinaje que ellos mismos recorrieron una vez, siguiendo los pasos de Cristo.
Así pues, nuestra devoción por los santos no es una admiración pasiva, sino una relación: pedimos su intercesión y recibimos el calor de aquellos que, desde el cielo, anhelan que nos unamos a su compañía, en esta vida por medio de la Eucaristía y, definitivamente en el cielo tras nuestra muerte, cuando veremos a Cristo como Él es.