El gozo de la meditación u oración
Puedo entender que existen dos tipos de personalidades basicamente, unas que son muy disciplinadas y ordenadas y otras que son más espontáneas,
que viven más en el momento, que les cuesta trabajo ser disciplinadas.
Ya sea que estemos en una u otra categoría, por así decirlo, la
meditación u oración implica un esfuerzo – es como el ejercicio, implica un enorme
esfuerzo hacerlo diario. ¿A quién se le ocurre estar corriendo, trotando,
bicicletendo por una hora o más sin parar? Pero lo hacemos. ¿Qué es lo
que nos motiva a hacerlo? Creo que en principio, los resultados: Nos
sentimos mejor, más energéticos, más sanos, con mejor peso, con la mente
más despierta. Le empezamos a tomar gusto al ejercicio.
Al pasar el tiempo, los resultados los apreciamos, y nos gustan, pero
encontramos el elemento del gozo por el ejercicio mismo, más allá de
los resultados.
Creo que así nos pasa con la meditación o la oración. A principio podemos iniciar
muy entusiasmados, pero nos cuesta trabajo, dolor, distracciones, miedos
hasta que empezamos a ver los resultados o al menos sentirlos un poco:
Mayor paz interior, una nueva forma de ver la vida, una manera distinta
de navegar los problemas que se nos presentan, serenidad, esperanza, ilusión... Y al ver resultados,
seguimos adelante.
Y luego llega el momento en que los resultados no son lo más
importante (aunque los tenemos y los apreciamos), pero empezamos a gozar
la meditación o la oración – y meditamos, oramos con más conciencia, con más voluntad, por
el gusto mismo de meditar.
Ojalá que así sea para todos – que pronto podamos gozar la
meditación o la oración como también gozamos otras cosas de la vida – y que cada
elemento de gozo que vayamos descubriendo, abra las puertas para ese
gozo eterno que ya es en nosotros.