Salmo comentado
Jueves, 29 de Noviembre de 2012
SALMO 99
Alegría de los que entran en el templo
.
1Aclama al Señor, tierra entera,
2servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.
3Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
4Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
5«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades».
La introducción del salmo dice: Salmo de acción de gracias (v. 1).
La Biblia de Jerusalén pone a este salmo el título de Exhortación a la alabanza.
Este himno doxológico concluye la serie de los salmos del reinado de Yahvé (Sal 93ss).
Se recitaba tal vez al entrar en el santuario para ofrecer los sacrificios de comunión (Lv 7,11-12).
El v. 5 es un estribillo antiguo, Jr 33,11, repetido con frecuencia en los salmos en forma de antífona y de preludio, y citado en otros muchos pasajes bíblicos.
Para Nácar-Colunga el título de este salmo es Acción de gracias.
La suma bondad de Dios, hacedor de todo y pastor de su pueblo, hace que se le hayan de dar incesantes gracias.
Este himno, de marcado sello litúrgico, es como una doxología que cierra los llamados «salmos del reino» (93; 96-100).
Es de tipo procesional. Y la panorámica es universalista, como Is 56,6-7
La tradición de Israel ha atribuido al himno de alabanza que se acaba de proclamar, salmo 99, el título de «Salmo para la todáh», es decir, para la acción de gracias en el canto litúrgico, por lo cual se adapta bien para entonarlo en las Laudes de la mañana.
En los pocos versículos de este himno gozoso pueden identificarse tres elementos tan significativos, que su uso por parte de la comunidad orante cristiana resulta espiritualmente provechoso.
Está, ante todo, la exhortación apremiante a la oración, descrita claramente en dimensión litúrgica.
Basta enumerar los verbos en imperativo que marcan el ritmo del salmo y a los que se unen indicaciones de orden cultual: «Aclamad..., servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con vítores.
Sabed que el Señor es Dios...
Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su nombre» (vv. 2-4).
Se trata de una serie de invitaciones no sólo a entrar en el área sagrada del templo a través de puertas y atrios (cf. Sal 14,1; 23,3.7-10), sino también a aclamar a Dios con alegría.
Es una especie de hilo constante de alabanza que no se rompe jamás, expresándose en una profesión continua de fe y amor.
Es una alabanza que desde la tierra sube a Dios, pero que, al mismo tiempo, sostiene el ánimo del creyente.
Después de la proclamación de Dios uno, creador y fuente de la alianza, el retrato del Señor cantado por nuestro salmo prosigue con la meditación de tres cualidades divinas exaltadas con frecuencia en el Salterio: la bondad, el amor misericordioso (hésed) y la fidelidad.
Son las tres virtudes que caracterizan la alianza de Dios con su pueblo; expresan un vínculo que no se romperá jamás, dentro del flujo de las generaciones y a pesar del río fangoso de los pecados, las rebeliones y las infidelidades humanas. Con serena confianza en el amor divino, que no faltará jamás, el pueblo de Dios se encamina a lo largo de la historia con sus tentaciones y debilidades diarias.
Y esta confianza se transforma en canto, al que a veces las palabras ya no bastan, como observa san Agustín:
«Cuanto más aumente la caridad, tanto más te darás cuenta de que decías y no decías.
En efecto, antes de saborear ciertas cosas creías poder utilizar palabras para mostrar a Dios; a
l contrario, cuando has comenzado a sentir su gusto, te has dado cuenta de que no eres capaz de explicar adecuadamente lo que pruebas.
Pero si te das cuenta de que no sabes expresar con palabras lo que experimentas, ¿acaso deberás por eso callarte y no alabar? (...)
No, en absoluto. No serás tan ingrato. A él se deben el honor, el respeto y la mayor alabanza. (...) Escucha el salmo: "Aclama al Señor, tierra entera".
Comprenderás el júbilo de toda la tierra, si tú mismo aclamas al Señor»
Oración
Oh Dios, a quien servir es amar; Tú acreditaste entre nosotros a tu siervo Jesús, nuestro Maestro y Señor; concédenos encontrar la suma honra sirviendo al Señor en cuerpo y alma y aprender el gozo de servir a los hermanos; de este modo esperamos, como siervos inútiles, entrar en el gozo de nuestro Señor
Tú eres, Señor Dios nuestro, el único Dios; queremos afirmarte sobre todos los valores humanos y aceptarte aun en los momentos en que nos parece escándalo y locura, porque hemos visto tu misericordia y fidelidad hecha carne en tu Cristo y sabemos que eres nuestro Dios para siempre. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Todo aclama al Señor, todo le canta
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