NUESTRAS PARROQUIAS

Buscamos unas Parroquias que sean Comunidades generadoras de vida, en ella fuimos engendrados por el Bautismo, y ella acompaña a sus hijos desde que nacen hasta que mueren. Escuela en la que nos formamos y maduramos unos con otros en la fe por la evangelización y la formación, como tarea permanente de conversión personal y comunitaria, entendida como un proceso dinámico que nunca acaba, como experiencia profunda de Dios e interiorización de la vida de Cristo (Gál 2,20; Filp 1,21). Debe ser un lugar de encuentro y vínculo de comunión, casa abierta a todos, hogar de los pobres, plataforma misionera, donde aprendemos y vivimos en libertad, fermento de nueva humanidad. Atenta a los signos de los tiempos y a las necesidades de nuestra gente


Bizitza sortzen duen Parrokia baten bila gabiltza, bertan Bataioaren bidez sortu ginen, eta gure seme-alabei jaiotzetik hil arte laguntzen diena. Katekesi eta ebanjelizazioaren fedean hezten eta heltzen garen ikastetxea da, bihurtze pertsonal eta komunitarioko etengabeko zeregin bezala, inoiz bukatzen ez den prozesu dinamiko bat bezala ulertua, Jainkoaren esperientzia sakona eta Kristoren bizitzaren barnerapen bezala (Gal 2,20; Filp 1,21). Topagune eta elkarte-lotura izan behar du, denontzat irekitako etxea, behartuen etxebizitza, plataforma misiolaria, aske ikasi eta bizitu dezakegunak, gizarte berri baten hartzigarria.


lunes, noviembre 19, 2012


Salmo comentado

Martes, 20 de Noviembre de 2012

SALMO 14

¿Quién es justo ante el Señor?


1Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda
y habitar en tu monte santo?

2El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
3y no calumnia con su lengua,

el que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
4el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor,

el que no retracta lo que juró
aun en daño propio,
5el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.

El que así obra nunca fallará.

Condiciones para ser huésped de Yahvé en el templo (vv. 1-3).
Primero, en el preludio (v. 1), una voz plantea un interrogante: ¿quién puede ser huésped de Yahvé en su santuario?
Dios es santo, y, por tanto, para acercarse a Él es necesario cumplir determinadas condiciones que no le hagan indigno de la presencia del Altísimo.
En Lev 11,44 se dice al pueblo de Israel: «Sed santos como yo soy santo».
Nada contaminado puede entrar en relación con Yahvé, que vive en una atmósfera de santidad y pureza.
Para acercarse a Él es preciso «santificarse» con ritos especiales de purificación y, sobre todo, tener ciertas cualidades morales excepcionales.

La morada en el templo de Yahvé ha sido considerada siempre como una garantía de seguridad y de felicidad íntima espiritual.
El salmista no restringe su perspectiva a los sacerdotes y levitas -funcionarios oficiales del recinto sagrado-, sino que se refiere a todo el que se acerca a la casa de Dios.
Para poder acercarse dignamente y ser huésped del santuario se debe llevar una vida en conformidad con las prescripciones divinas, obrando con justicia y rectitud, lo que implica sinceridad en las relaciones con el prójimo, ausencia de engaño y abstención de todo lo que pueda causar daño o injuria al prójimo.
Se enumeran diez condiciones para la integridad de la vida moral en su manifestación de palabra y obra.

Exigencias de fidelidad (vv. 4-5).
Para ser digno de Dios es necesario tener una valoración religiosa de los hombres; es decir, no se debe uno dejar llevar de las apariencias, honrando a los que triunfan en la sociedad a pesar de ser réprobos ante Dios. Los honores deben reservarse a los temerosos de Yahvé, los que conforman su vida a sus mandatos, sabiendo sacrificar muchas veces sus intereses materiales por seguir la ley de Dios.
Los tiempos del salmista eran difíciles, y prevalecían los que hacían caso omiso de los preceptos divinos.
Lo más fácil era adular a los poderosos que se habían creado una posición social por su carencia de escrúpulos morales.
Estos son para el salmista réprobos ante Dios, y por eso deben ser menospreciados por el que pretenda ser huésped de Yahvé.
Al contrario, los temerosos de Dios eran comúnmente despreciados porque por sus escrúpulos religiosos y morales no habían logrado ascender en la escala social; sin embargo, ellos son los predilectos a los ojos divinos, y por eso deben ser honrados por el que aspira a ser amigo de Dios y entrar en su casa.


La integridad de vida exige también fidelidad a los juramentos prestados, aunque su cumplimiento sea en perjuicio propio (v. 4c).
La usura es también algo de lo que debe estar alejado el amigo de Dios.
La usura estaba prohibida en la Ley cuando se hacía entre israelitas, pero estaba permitida con los extranjeros. Aquí el salmista no distingue, pero en su perspectiva parece que se refiere a las relaciones con los connacionales.
En realidad, a pesar de la Ley, la usura era una plaga en la sociedad hebrea, como nos lo dicen los profetas.

Prohíbe la venalidad en la administración de la justicia.
Era corriente que los jueces dictaminaran por cohecho en contra de los intereses de los más débiles.
Vemos cómo al salmista no le preocupan los problemas de pureza ritual, sino los valores ético-religiosos, lo que está en consonancia con la predicación profética.
El ideal que propone es muy alto, pero el premio por parte de Yahvé no se hará esperar: al que tal hace, nadie jamás le hará vacilar (v. 5c).
Tal es el epifonema con que se concluye esta bella composición salmódica.
Probablemente es una adición de tipo litúrgico, cuando se adaptó el salmo al culto del templo.
El que es fiel a Dios cumpliendo sus preceptos, será inconmovible, porque está anclado en lo eterno, que es el mismo Dios.



Todo aclama al Señor, todo le canta

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