NUESTRAS PARROQUIAS

Buscamos unas Parroquias que sean Comunidades generadoras de vida, en ella fuimos engendrados por el Bautismo, y ella acompaña a sus hijos desde que nacen hasta que mueren. Escuela en la que nos formamos y maduramos unos con otros en la fe por la evangelización y la formación, como tarea permanente de conversión personal y comunitaria, entendida como un proceso dinámico que nunca acaba, como experiencia profunda de Dios e interiorización de la vida de Cristo (Gál 2,20; Filp 1,21). Debe ser un lugar de encuentro y vínculo de comunión, casa abierta a todos, hogar de los pobres, plataforma misionera, donde aprendemos y vivimos en libertad, fermento de nueva humanidad. Atenta a los signos de los tiempos y a las necesidades de nuestra gente


Bizitza sortzen duen Parrokia baten bila gabiltza, bertan Bataioaren bidez sortu ginen, eta gure seme-alabei jaiotzetik hil arte laguntzen diena. Katekesi eta ebanjelizazioaren fedean hezten eta heltzen garen ikastetxea da, bihurtze pertsonal eta komunitarioko etengabeko zeregin bezala, inoiz bukatzen ez den prozesu dinamiko bat bezala ulertua, Jainkoaren esperientzia sakona eta Kristoren bizitzaren barnerapen bezala (Gal 2,20; Filp 1,21). Topagune eta elkarte-lotura izan behar du, denontzat irekitako etxea, behartuen etxebizitza, plataforma misiolaria, aske ikasi eta bizitu dezakegunak, gizarte berri baten hartzigarria.


sábado, abril 12, 2014

SEMANA SANTA

 


Hace siglos Jerusalén fue signo de todos los pueblos del mundo. La Iglesia recoge ese signo. Y así como Jerusalén vivió aquel Domingo de Ramos bajo la luz de su esperanza, sus realidades de entonces, ahora cada ciudad, cada nación, cada pueblo, este domingo encarna esa esperanza que Cristo trae en las propias realidades nacionales, en las propias realidades de nuestra vida. Esto es lo que se llama el sentido litúrgico de las celebraciones.
La liturgia no es recuerdo, aquí no estamos solamente recordando que hace veinte siglos Cristo entró a Jerusalén. La liturgia es presencia, es signo de realidades. La realidad es que hoy, este día  de 2014, entre pnosotros, Cristo está entrando aquí, a nuestras realidades; y donde quiera que se está celebrando el Domingo de Ramos allí está Cristo entrando como hace veinte siglos a Jerusalén en la realidad de esta presencia de la liturgia de nuestra Iglesia.
Por eso, hermanos, yo les invito, desde este solemne pórtico de la Semana Santa, a vivir esta Semana Santa no como un recuerdo del pasado sino a vivirlo con la esperanza, con la angustia, con los proyectos, con los fracasos de nuestro mundo de hoy, de nuestra patria de hoy, para que Cristo nos cobije así como hace veinte siglos a Jerusalén y al mundo entero que había de vivir de su redención.
Para vivir este día recordemos los dos aspectos de la ceremonia. La primera parte triunfal: Cristo entra a Jerusalén y un pueblo sale a su encuentro entre hosannas y alegrías. Pero al entrar, como si Cristo entrara a Jerusalén, el ambiente se ensombrece y todo se torna de pasión. Y acaban de escuchar,  la lectura de la pasión de Cristo.
Yo quisiera preguntar, hermanos, a la luz de esta celebración y para vivir plenamente nuestra Semana Santa, estas tres preguntas que debían de estar flotando en la conciencia de todo cristiano reflexivo de esta Semana Santa de 2014.
- ¿Qué encuentra Cristo cuando entra a Jerusalén y qué encuentra Cristo ahora aquí?
- ¿Quién es el que entra a Jerusalén, y el que va a cargar con esa cruz y el que va a morir entre ignominias tan espantosas?
- ¿Qué compromiso supone para nosotros, su pueblo, esa fe en ese Cristo que vive redimiendo todavía a nuestra Patria y a todo el mundo?

¿QUÉ ENCUENTRA CRISTO CUANDO ENTRA A JERUSALÉN Y QUÉ ENCUENTRA CRISTO AHORA AQUÍ?

LO QUE ENCONTRO CRISTO EN JERUSALÉN

A la primera pregunta ¿qué encontró Cristo cuando entró a Jerusalén? Encontró visiblemente un pueblo bueno, unos niños, una juventud, una muchedumbre de peregrinos que salieron a su encuentro. Lo acabamos de representar al vivo. Uds. son esa muchedumbre buena, ese pueblo sencillo, esas almas que acogen con esperanza a Cristo, es el "resto" de Israel. Las promesas desembocaban entonces en ese pequeño pueblo que salió a recibirlo. Las promesas hechas a Abraham, a Moisés, a David; toda la veta del Antiguo Testamento viene a aflorar en este domingo de Ramos. El pueblo que había recibido promesas de un Redentor siente que ha llegado ese Redentor y le sale al encuentro. Hay un momento de luminosa fe, es el pueblo que acoge a Jesús.
Yo veo en Uds., querido pueblo que ha acudido a esta ceremonia y está rodeando los altares de todos nuestros templos en la Patria, el pueblo que espera de Cristo y sale feliz y sencillo a su encuentro. Dios no lo puede defraudar. Pero lamentablemente Cristo encuentra debajo de este pueblo que se alegra, el pecado. Él viene a quitar el pecado del mundo, Él viene a enfrentarse con esa fuerza de infierno, Él va a sentir ya en su propia carne el latigazo del demonio, del pecado, por meterse a redentor. Y así encuentra un templo convertido en mercado: "Quitad de aquí todo esto -dice Cristo-, mi casa es casa de oración y vosotros la habéis hecho cueva de ladrones".
Encuentra Cristo unas autoridades que tergiversan su mensaje. Encuentra una clase dirigente que ha torcido los destinos de ese pueblo y que lo puede orientar de este hosanna del Domingo de Ramos a una petición de condena el Viernes Santo. ¡Ah, lo que son los dirigentes de los pueblos! Si son buenos y competentes orientan al pueblo hacia el encuentro de Cristo, Redentor de los pueblos; pero si son ineptos y si llevan el pecado, la ambición, el egoísmo, seducen al pueblo hacia la perdición. Así sucede que Cristo encuentra maquinaciones hipócritas para perderlo, encuentra envidias que le dicen: "¿que no miras lo que gritan esos muchachos? Cállalos, que haya orden". Y Cristo les dice: "Si ellos callaran, las piedras hablarán. A Uds. lo que les pasa es que tienen envidia, pero si ustedes y los hombres no quieren aclamarme, las piedras mismas me aclamarían. Soy Dios que vengo a redimir al mundo y no tengo que encontrar oposiciones". Encuentra Cristo una tremenda injusticia social, un pueblo del cual Él ha dicho: "Me da lástima esta muchedumbre porque anda como ovejas sin pastor".

  
 LO QUE ENCUENTRA CRISTO ENTRE NOSOTROS
Eso encuentra Cristo en Jerusalén; y trasladando el paisaje, porque la liturgia no es recuerdo sino vivencia, ¿qué encuentra Cristo este domingo de Ramos de 2014, aquí, entre nosotros? También hermanos, un pueblo bueno. Yo estoy feliz de este pueblo que ha salido hoy con palmas y alegría a cantarle hosannas al Redentor. Yo siento la pureza de tantos niños, de tantos jóvenes, de tanta gente consagrada al Señor en la piedad sencilla, orando, pidiendo misericordia. Yo siento la presencia de un pueblo verdaderamente "resto" de fe y esperanza. Acrezcamos ese pueblo, hermanos, el pueblo que ha salido hoy al encuentro del Señor.
Pero lamentablemente así como en Jerusalén, encuentro detrás de esta muchedumbre que llena de alegría el corazón de Cristo, encuentro también el pecado, el pecado en sus formas horripilantes que van a matar también a Cristo en esta Semana Santa, lo están matando. Es la Semana Santa de un tiempo en España que da lástima, paro, deshaucios, abortos, asesinatos, drogas, corrupción

 CRISTO CON SU PUEBLO
El que hoy entra a Jerusalén lo describen las lecturas de hoy. La primera lectura del profeta Isaías nos presenta un pueblo casi desesperanzado, un pueblo abatido. Y Dios suscita un misterioso siervo al que le dice: "Escucha mis palabras, tú vas a ser el representante de todos los crímenes, sobre ti va a descargarse mi justicia divina, pero tú vas a aprender en tu sufrimiento a consolar, a dar liberación, a orientar a los pueblos". Y este siervo de Yahvé, que los comentarios de la Biblia no aciertan a decir con seguridad quién es, ciertamente puede ser el pueblo pero puede ser Cristo y más Cristo, pero no un Cristo sin su pueblo. Este misterio que en la Biblia se conoce como personalidad comunitaria, es decir, un hombre que encarna una personalidad y una personalidad que se difunde en un conglomerado, un Cristo que se ha hecho solidario de todos nosotros y nosotros que sentimos que la Suerte de Cristo es nuestra suerte. Sentimos en el Cristo de la Semana Santa con su cruz a cuestas, que es el pueblo que va cargando también su cruz. Sentimos en el Cristo de los brazos abiertos y crucificados, al pueblo crucificado pero que desde Cristo, un pueblo que crucificado y humillado, encuentra su esperanza: "Te he enseñado a dar palabras de consuelo, has aprendido en el dolor a consolar a los demás".
Queridos hermanos, este llamamiento de la Semana Santa, del Domingo de Ramos, no es para predicarles un conformismo; es para decirles: denle a su sentido de tribulación, un sentido de pobreza divina; denle a su sufrimiento, un sentido de redención; acepten la cruz, abrácenla como Cristo; no pasivistas pero sí con amor que construye una civilización de libertad y de amor, que aunque no la veamos aquí como el siervo de Yahvé, la alcanzaremos aunque sea a través de la muerte como Cristo. No importa la muerte cuando detrás de la muerte está el clima de libertad, de amor, de igualdad, de felicidad. Caminamos entonces hacia ese clima que el Redentor nos ofrece.

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