Ante la noticia de la creación de una web para ayudar a las mujeres a abortar. Y el juego entre los políticos, votando leyes para informar sobre un síndrome post aborto que algunos afirman tajantemente que no existe. Reconozco que, como médico y mujer creyente, hay muchas cosas que me queman por dentro.
Uno. No entiendo por qué los políticos han de decidir qué información se nos da a los ciudadanos. La información nos hace libres, porque sólo desde el conocimiento más amplio posible, puedo realmente tomar decisiones plenamente libres adaptadas a la situación concreta. El tráfico de mentiras y medias verdades nos somete.
Dos. ¿No se informa y se hace firmar a cualquier persona que va a entrar en un quirófano, a pesar de ser una cirugía aparentemente “fácil”, de las posibles complicaciones? ¿No llevan todos los medicamentos un amplio desplegable con todos los efectos adversos posibles? ¿Por qué no va a ser lo mismo con las consecuencias que produce en la mujer, la interrupción voluntaria del embarazo?
Claro, aquí entra lo del “aval científico” que se escucha. Que lo que no se nombra en el CIE-10 (Clasificación Internacional de Enfermedades y Problemas Relacionados con la Salud) o en el DSM 5 (guía de clasificación de trastornos mentales publicada por la American Psychiatric Association), no existe. Parece que nadie ha decidido validar los artículos que se han publicado al respecto. Quizás tampoco interese realizar un estudio con todas las mujeres que han pasado y pasarán por este proceso. No hace falta que entremos en cuestiones de creencias. Es evidente que a nivel físico y mental un aborto (voluntario o no), afecta a la mujer. Básicamente porque no somos robots, y no necesito ser médico para saber esto.
Tres. No puedo aguantar que se use una realidad tan dura para la persona como arma política. Sembrando más y más polarización. ¿Para cuándo un proyecto común en el que el ser humano esté en el centro? Que las mujeres, los migrantes, los ancianos… los más vulnerables de nuestra sociedad por la causa que sea, no sean usados para dar color a una banderita.
Ojalá crezcamos en la línea de ser una sociedad más libre y
fraterna.
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