NUESTRAS PARROQUIAS

Buscamos unas Parroquias que sean Comunidades generadoras de vida, en ella fuimos engendrados por el Bautismo, y ella acompaña a sus hijos desde que nacen hasta que mueren. Escuela en la que nos formamos y maduramos unos con otros en la fe por la evangelización y la formación, como tarea permanente de conversión personal y comunitaria, entendida como un proceso dinámico que nunca acaba, como experiencia profunda de Dios e interiorización de la vida de Cristo (Gál 2,20; Filp 1,21). Debe ser un lugar de encuentro y vínculo de comunión, casa abierta a todos, hogar de los pobres, plataforma misionera, donde aprendemos y vivimos en libertad, fermento de nueva humanidad. Atenta a los signos de los tiempos y a las necesidades de nuestra gente


Bizitza sortzen duen Parrokia baten bila gabiltza, bertan Bataioaren bidez sortu ginen, eta gure seme-alabei jaiotzetik hil arte laguntzen diena. Katekesi eta ebanjelizazioaren fedean hezten eta heltzen garen ikastetxea da, bihurtze pertsonal eta komunitarioko etengabeko zeregin bezala, inoiz bukatzen ez den prozesu dinamiko bat bezala ulertua, Jainkoaren esperientzia sakona eta Kristoren bizitzaren barnerapen bezala (Gal 2,20; Filp 1,21). Topagune eta elkarte-lotura izan behar du, denontzat irekitako etxea, behartuen etxebizitza, plataforma misiolaria, aske ikasi eta bizitu dezakegunak, gizarte berri baten hartzigarria.


miércoles, octubre 31, 2012

salmo del día comentado,


1 de Noviembre de 2012

TODOS LOS SANTOS

SALMO 23

Entrada solemne de Dios en su templo


1Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe, y todos sus habitantes:
2él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

3-¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

4-El hombre de manos inocentes,
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
5Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

6-Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

7¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

8-¿Quién es ese Rey de la gloria?
-El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

9¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

10-¿Quién es ese Rey de la gloria?
-El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.






Una solemne procesión avanza hacia el templo, llevando quizá consigo el arca de la alianza.
En esta procesión de Dios con su pueblo hacia el lugar santo, se alternan los cantos a la grandeza de Dios y a la santidad que debe adornar al pueblo que lo acompaña:
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, él la fundó, él la afianzó; pero, ¿quién puede subir, acompañando a Dios, al monte del Señor?, ¿quién puede estar en el recinto sacro?

Al llegar ante el templo, la procesión se detiene.
Unos momentos de expectación ante las puertas cerradas, para contemplar la grandeza de Dios y sus victorias, ayudarán a que la entronización del arca sea más apoteósica:
¡Portones!, alzad los dinteles, va a entrar el Rey de la gloria, el Señor, héroe de la guerra.

Un salmo muy apto para empezar la oración de la mañana.
En esta hora, Cristo, saliendo del sepulcro como Señor, héroe de la guerra, Dios de los ejércitos, Rey de la gloria, verdadera arca en la que reside toda la plenitud de la divinidad, entró definitivamente en el templo de la gloria
En esta hora, la Iglesia, iluminada por el triunfo de su Señor, emprende nuevamente la ruta de un nuevo día que le acercará al triunfo definitivo de la Parusía, en la que ella también entrará en el templo de Dios.
Nosotros, cuerpo de Cristo en la tierra, avanzamos acompañando al Señor que, por su resurrección, subió a lo más alto de los cielos: cada día es un nuevo paso de esta procesión.
Pero, antes de empezar nuestra jornada, al mismo tiempo que recordamos la victoria del Rey de la gloria, debemos preguntarnos a nosotros mismos:
¿Quién puede subir al monte del Señor?
Que las acciones del nuevo día nos hagan dignos de acompañar al Señor que asciende a lo más alto de los cielos.
[Pedro Farnés]

El templo de Jerusalén y sus ritos no eran más que sombra, preparación e imagen de Cristo, verdadero templo de Dios, verdadero rey de la gloria por su resurrección gloriosa.
En Cristo, Dios se hace presente a los hombres, y en el acto litúrgico, en el sacrificio cotidiano, en el ritmo anual del adviento, Cristo vuelve a venir a su Iglesia: la Iglesia lo trae como en una procesión, y él viene a los suyos.
Pero también los suyos han de buscarlo sinceramente: bienaventurados los «puros de corazón», porque ellos verán a Dios.
Todo el tiempo de la Iglesia es de nuevo preparación y símbolo de la consumación celeste: por eso el salmo puede ser proyectado hacia la parusía, cuando el Señor de la gloria se manifestará para instaurar su reino celeste; también entonces declarará las condiciones para entrar y él mismo guiará la procesión gozosa, final de todas las liturgias.
[L. Alonso Schökel]

«Señor, ¿quién puede acudir a tu templo?»
Si Dios es tan poderoso que pone puertas al océano destructor, ¿no se sentirá el hombre aplastado por una fuerza tan ingente?
¿Quién podrá habitar en el monte de su morada?
Sólo quien piensa, habla y obra rectamente con relación a su prójimo pertenece al verdadero Pueblo de Dios.

Esto es valedero ante todo para el cristiano que ha de amar a Dios y al prójimo con un mismo e indiviso amor.
Quien así ama es auténtico pueblo de Dios y su corazón es tan puro que un día verá a Dios:
cuando Dios y el Cordero sean Santuario donde no tienen cabida los «cobardes, los incrédulos, los abominables, los asesinos, los impuros, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros» (Ap 21,8).

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