Les anunciamos el gozo del Adviento
con la primera llama ardiendo;
se acerca ya el tiempo de salvación,
dispongan, la senda al Señor.
La esperanza consiste en la
certeza de saber que existe
una respuesta a nuestras preguntas.
Hay que cambiar el modo de vida. Pero, sobre todo, es necesario encontrar otro principio
vital, otro espíritu, otra orientación global: el amor. Zambullirse en el amor y dejarse arrastrar
por él. ¿De qué sirve ser justos, o liberadores, o luchadores contra la represión, si no
amamos a los demás? El que ama de verdad no oprime, ni explota, ni esclaviza a los otros,
de lo contrario no amaría. Hay pueblos en los que se ha establecido por decreto la justicia
y la igualdad, pero como no hay amor se ha hecho necesario volver a realizar otra vez la
revolución. Hay otros pueblos en los que su sistema ha establecido lo que llaman la
“libertad“, pero como no hay amor reina la injusticia y la desigualdad.
Convertirse a Jesucristo es dejarse arrastrar por el espíritu del amor, como única inspiración
de la vida. Sobre esto, fundamentalmente, nos deberíamos examinar. ¿Estamos dispuestos
a compartir con los otros, a entregarnos a los otros, a jugarnos por ellos la vida? Esta acción
del hombre nuevo -compartir en el amor es la llamada del adviento. El amor es el fuego
devorador, lo definitivo, que es capaz de destruir la injusticia como si fuera paja.
ORAR ES MIRAR LA VIDA COMO JESÚS
Mira con calma la vida, tu vida. ¿Qué es lo que ves? ¿Percibes solo episodios superficiales, desconectados? ¿Sientes que han fracasado las grandes esperanzas y que solo queda vivir al día?
Señor Jesús.
No quiero que la vida me resbale.
Que el misterio solo me roce.
Quiero entrar en tu amor, en tu vida.
Acércate al misterio de la vida descalzo/a; el terreno que pisas es santo. Descubre las huellas de Dios, ésas que no ven los distraídos, y sí los contemplativos. Dios es futuro y, por futuro, inagotable. La vida es para ilusionados, para los que no se contentan con poco.
Señor Jesús.
Abro mi corazón
para que todo lo humano tenga eco dentro de mí.
Abro mi corazón a ti, el Dios sorprendente.
Tu presencia me hace solidario/a
Entra sin miedo en la fiesta de la vida. Abre la puerta de tu vida a los demás; no vivas solo/a. Mira el mundo con la novedad siempre creadora de Dios. Colócate en medio de los demás como quien sirve. Trabaja con tus dones por un mundo nuevo, donde cambie la suerte de los pobres.
Hazme pasar, Señor, del recelo a la confianza.
Del poder al servicio.
Del lamento a la canción.
Del cruzarme de brazos, a unir mis manos a los que trabajan por sanar, por levantar, por compartir.
De la desilusión a la esperanza.
Del fracaso a las posibilidades.
Del desprecio al cuidado de la vida.
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