Está bien la preocupación por la salud, por cuidarse, por llevar una vida sana. Pero la línea que separa dicha preocupación de la obsesión por la imagen, y la idealización de un único tipo de físico, de delgadez o de perfección, tiene mucho de imposición mediática irreal y dictatorial. Hay que buscar liberarse de esas presiones. Es interesante, además, reflexionar sobre cómo podemos funcionar a base de deseos e impulsos de temporada. Ahora trago como una lima. Después picoteo como un pajarito... Y así, saltamos del exceso a la austeridad, o del desenfreno al ascetismo autoimpuesto. Una imagen que está lejos del dominio de sí que, en muchas ocasiones, es bastante necesario.
Leer esta noticia, y es en todos los países igual, resulta, de algún modo, chocante en un mundo turbulento. Y ese contraste invita a no perder nunca la perspectiva sobre lo que de verdad es preocupante. En medio de este comienzo de año marcado por la violencia y las discusiones sobre la libertad de expresión. Cuando la Iglesia acaba de celebrar la Jornada de las Migraciones, y vienen a la mente las historias de tantas personas que buscan respuestas y soluciones a la vida lejos de casa. Ante el tono de la política diaria, que arreciará a medida que nos vayamos adentrando en el próximo ciclo electoral, por lo menos en España. Viendo, a lo lejos, al Papa en Filipinas, y su encuentro con gente terriblemente golpeada por la vida, muchos de ellos tras caminar 14 horas para llegar a compartir una celebración. En medio de todo eso, la preocupación por los kilos de más navideños, por el buen tipo, por la imagen, invita a pensar en qué es lo que nos preocupa, con qué nos comprometemos y en lo lejos que podemos estar de las urgencias y agobios más reales de esta humanidad nuestra, si acaso llegamos a sacar de quicio algunas preocupaciones. Ojalá que esto de la báscula sea, en el caso de existir, una batalla menor.
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