NUESTRAS PARROQUIAS

Buscamos unas Parroquias que sean Comunidades generadoras de vida, en ella fuimos engendrados por el Bautismo, y ella acompaña a sus hijos desde que nacen hasta que mueren. Escuela en la que nos formamos y maduramos unos con otros en la fe por la evangelización y la formación, como tarea permanente de conversión personal y comunitaria, entendida como un proceso dinámico que nunca acaba, como experiencia profunda de Dios e interiorización de la vida de Cristo (Gál 2,20; Filp 1,21). Debe ser un lugar de encuentro y vínculo de comunión, casa abierta a todos, hogar de los pobres, plataforma misionera, donde aprendemos y vivimos en libertad, fermento de nueva humanidad. Atenta a los signos de los tiempos y a las necesidades de nuestra gente


Bizitza sortzen duen Parrokia baten bila gabiltza, bertan Bataioaren bidez sortu ginen, eta gure seme-alabei jaiotzetik hil arte laguntzen diena. Katekesi eta ebanjelizazioaren fedean hezten eta heltzen garen ikastetxea da, bihurtze pertsonal eta komunitarioko etengabeko zeregin bezala, inoiz bukatzen ez den prozesu dinamiko bat bezala ulertua, Jainkoaren esperientzia sakona eta Kristoren bizitzaren barnerapen bezala (Gal 2,20; Filp 1,21). Topagune eta elkarte-lotura izan behar du, denontzat irekitako etxea, behartuen etxebizitza, plataforma misiolaria, aske ikasi eta bizitu dezakegunak, gizarte berri baten hartzigarria.


sábado, julio 11, 2015

Ciclos vitales…

Terminamos una etapa. Al menos en España, acabamos el curso –que en otras latitudes el calendario es diferente–. Y siempre es útil, cuando llega un momento de cambio, echar la vista a lo que se va, para aprender de ello, y echar la vista a lo que viene, para proyectar, planificar, soñar y construir. Se acerca el verano. Tiempo de cambios. Cambio de actividades, de ritmo, quizás de lugares. Hemos vivido otro curso. Hemos soñado, rezado, crecido. Habrá habido golpes o alegrías, palabras o silencios, descubrimientos y aprendizajes… Y Dios también presente, en todo ello.


Aprender de lo vivido

«Siempre que me acuerdo de vosotros, doy gracias a mi Dios; y siempre que pido cualquier cosa por todos vosotros, lo hago con gozo, por vuestra participación en el anuncio de la buena noticia, desde el primer día, hasta hoy» (Flp 1, 3-5)
Enséñame, Señor, a aprender de lo vivido. A que la vida no pase por mí sin dejar huella. A que los nombres vayan quedando asociados a memorias fecundas. Enséñame a aprender de los aciertos y los errores. De lo que en los últimos tiempos me ha ayudado a crecer y lo que me ha impedido avanzar. Enséñame a admitir los fracasos que hayan podido llegar y a celebrar las victorias sin perder la humanidad. Dame, Señor, una memoria capaz de evocar, agradecer y pedir perdón por lo que haya podido ser injusto…
¿Cómo definirías el último año de tu vida? ¿Qué ha cambiado?
¿Qué tienes que agradecer?
¿En qué tendrías que rectificar algunas cosas?



 Proyectar para el futuro

 «Olvidando lo que dejé atrás, me esfuerzo en lo que hay por delante y corro hacia la meta…» (Flp 3, 13-14)

Ayúdame, Señor a mirar al futuro e imaginar posibilidades. Fijarme metas. En relación con las gentes, con lo que hago, con la vida. Metas para los momentos de descanso. Para el verano. Coger las riendas de mi tiempo. Seguir abriendo la vida a las personas. Querer cimentar algo con mi historia. ¿Qué puedo construir? Puentes para unir a quien está separado. Mesas donde puedan tener cabida los que nadie quiere. Casas que sean refugio para quien tiene miedo. Palabras que lleguen al solitario. Nuevos caminos que conduzcan a tierras fértiles, que produzcan, para todos, alegría, tolerancia, justicia y comprensión. Puedo hacer tantas cosas que solo tengo que intentar salir de la rutina, de lo ya conocido, y arriesgarme a saltar al vacío.
¿Hay algo que cambiar en tu vida?
¿Hay alguna «rienda» que tomar?
¿Hacia dónde caminas, qué estás construyendo en este momento de tu vida?

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