NUESTRAS PARROQUIAS

Buscamos unas Parroquias que sean Comunidades generadoras de vida, en ella fuimos engendrados por el Bautismo, y ella acompaña a sus hijos desde que nacen hasta que mueren. Escuela en la que nos formamos y maduramos unos con otros en la fe por la evangelización y la formación, como tarea permanente de conversión personal y comunitaria, entendida como un proceso dinámico que nunca acaba, como experiencia profunda de Dios e interiorización de la vida de Cristo (Gál 2,20; Filp 1,21). Debe ser un lugar de encuentro y vínculo de comunión, casa abierta a todos, hogar de los pobres, plataforma misionera, donde aprendemos y vivimos en libertad, fermento de nueva humanidad. Atenta a los signos de los tiempos y a las necesidades de nuestra gente


Bizitza sortzen duen Parrokia baten bila gabiltza, bertan Bataioaren bidez sortu ginen, eta gure seme-alabei jaiotzetik hil arte laguntzen diena. Katekesi eta ebanjelizazioaren fedean hezten eta heltzen garen ikastetxea da, bihurtze pertsonal eta komunitarioko etengabeko zeregin bezala, inoiz bukatzen ez den prozesu dinamiko bat bezala ulertua, Jainkoaren esperientzia sakona eta Kristoren bizitzaren barnerapen bezala (Gal 2,20; Filp 1,21). Topagune eta elkarte-lotura izan behar du, denontzat irekitako etxea, behartuen etxebizitza, plataforma misiolaria, aske ikasi eta bizitu dezakegunak, gizarte berri baten hartzigarria.


miércoles, junio 29, 2016

La lucha por amar al prójimo

La idolatría que hace mas dañol no es el becerro de oro sino la enemistad contra el otro. Esto lo escribió el  antropólogo René Girard.  A casi todos nosotros nos gusta creer que somos maduros y de gran corazón, y que amamos a nuestros prójimos y estamos libres de enemistad hacia otros. Pero, ¿es esto así? pero...  no amamos a nuestros enemigos. No deseamos el bien a aquellos que nos desean el mal. No bendecimos a lo que nos maldicen. Y no perdonamos de verdad a aquellos que matan a nuestros seres queridos. Somos decentes, personas de buen corazón, pero... Podemos ser honrados, podemos ser justos, pero aún no amamos como Jesús nos pidió que hiciéramos, esto es, de modo que nuestro amor se extienda a aquellos que nos aman y a aquellos que nos odian. Aún luchamos por desear a nuestros enemigos el bien, bueno, si luchamos
Pero para la mayoría de nosotros a quienes gusta creernos maduros, esa batalla permanece escondida, principalmente de nosotros mismos. Tendemos a sentir que amamos y perdonamos porque, esencialmente, somos bienintencionados, sinceros y capaces de creer y decir todas las cosas correctas; pero hay otra parte de nosotros que no es tan noble. El jesuita irlandés Michael Paul Gallagher (que murió recientemente y a quien se le echará en falta con cariño) expresa esto bien cuando escribe “Probablemente, no odias a nadie, pero puedes estar paralizado por negativas diarias. Los mini-prejuicios y los juicios viscerales pueden producir una actitud de guerra no declarada. A través de las vallas de pinchos de alambre, vuelan balas invisibles”. Amar al otro como a uno mismo -afirma- es para la mayoría de nosotros una imposible ascensión cuesta arriba.
Así, ¿dónde nos deja eso? ¿Repartiendo una sentencia de vida mediocre e hipócrita? ¿Afirmando amar a nuestros enemigos pero no haciéndolo? ¿Cómo podemos profesar ser cristianos cuando, si somos honrados, debemos admitir que no estamos dando la medida de la prueba de fuego del discipulado cristiano, a saber, amar y perdonar a nuestros enemigos?
Quizás no seamos tan malos como pensamos que somos. Si aún estamos luchando, aún estamos sanos, si aun en nuestros fallos por cumplir lo que Jesús nos pide, si estamos luchando honradamente, hay algo de virtud.  Freud dijo que no podemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, y sin duda esto es cierto. Pero cuando aceptamos la realidad que subyace tras el mandamiento, ese prójimo  nuestro es tan digno de amor como nosotros mismos; entonces en nuestro verdadero intento de actuar con arreglo a la petición de Jesús, estamos conociendo que nuestro prójimo es digno de amor aun cuando, en este punto de nuestras vidas, seamos demasiado débiles para darlo. Y ese es el punto: Continuando la lucha, a pesar de nuestros fallos, por cumplir el gran mandamiento de amor que Jesús nos dio, conocemos la dignidad inherente de nuestros enemigos, conocemos que ellos son dignos de amor y conocemos nuestra propia negligencia. Eso es “imperfecto”, desde luego; pero -sospecho- Tomás de Aquino diría que es ¡un punto de partida!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Bienvenido amig@, gracias por tu comentario