NUESTRAS PARROQUIAS

Buscamos unas Parroquias que sean Comunidades generadoras de vida, en ella fuimos engendrados por el Bautismo, y ella acompaña a sus hijos desde que nacen hasta que mueren. Escuela en la que nos formamos y maduramos unos con otros en la fe por la evangelización y la formación, como tarea permanente de conversión personal y comunitaria, entendida como un proceso dinámico que nunca acaba, como experiencia profunda de Dios e interiorización de la vida de Cristo (Gál 2,20; Filp 1,21). Debe ser un lugar de encuentro y vínculo de comunión, casa abierta a todos, hogar de los pobres, plataforma misionera, donde aprendemos y vivimos en libertad, fermento de nueva humanidad. Atenta a los signos de los tiempos y a las necesidades de nuestra gente


Bizitza sortzen duen Parrokia baten bila gabiltza, bertan Bataioaren bidez sortu ginen, eta gure seme-alabei jaiotzetik hil arte laguntzen diena. Katekesi eta ebanjelizazioaren fedean hezten eta heltzen garen ikastetxea da, bihurtze pertsonal eta komunitarioko etengabeko zeregin bezala, inoiz bukatzen ez den prozesu dinamiko bat bezala ulertua, Jainkoaren esperientzia sakona eta Kristoren bizitzaren barnerapen bezala (Gal 2,20; Filp 1,21). Topagune eta elkarte-lotura izan behar du, denontzat irekitako etxea, behartuen etxebizitza, plataforma misiolaria, aske ikasi eta bizitu dezakegunak, gizarte berri baten hartzigarria.


viernes, julio 15, 2016

LA FE SON MIS MANOS Y MIS PIES

 Tener fe es darse cuenta de que cada día ponemos nuestra vida en manos de los demás; la fe supone reconocer que, queramos o no, confiamos en los demás; la fe es la constatación de que venimos de otros y somos para otros.
En el mismo momento que lo reconocemos, lo aceptamos como maravilloso. Y, en ese momento, descubrimos la responsabilidad ante tantas vidas puestas también en nuestras manos.
Pero esta fe esencial, humana y humanizadora, se puede escribir con “F” mayúscula cuando se eleva más, cuando sube a ese Otro absoluto, inicio, fin y sostén de la existencia.
Muchas veces me pregunto ¿por qué tengo esa “Fe”? No lo sé. Es uno de los misterios de mi vida. ¿Por qué otras personas muy cercanas (amigos, familiares) no tienen Fe, y yo sí? No tengo respuesta. Lo cierto es que siento que mi vida está segura, mantenida, sostenida por Dios. Él no me abandonará: nunca me ha abandonado. Lo sé y no necesito demostración. Siempre lo he sabido y lo tengo tan presente como la respiración o el latir de mi corazón. Quizá sea un don gratuito, quizá algo recibido de mi madre, o quizá el resultado de una educación que me ha enseñado a ser agradecido, a reconocer el regalo de la vida, o a valorar lo mucho que recibo de los demás.

¿Es razonable tener Fe? Esta es también una pregunta obligada. Pero no puedo sino contestar con más preguntas: ¿Qué es más razonable: tener Fe, o no tenerla? ¿Es más razonable afirmar que lo que yo veo como orden (leyes físicas, organismo humano, un sentido para mi vida) proviene de un ser superior personal e inteligente que nos quiere, o afirmar que proviene del puro azar? ¿Es más razonable afirmar que todo tiene explicación, o afirmar que hay lugar para el misterio? ¿Es más razonable confiar, o no confiar?
La fe no es creer en lo imposible, sino creer posible lo que desde algún punto de vista parece imposible. La fe no es afirmar lo irracional, sino hallar razones para defender lo que desde algún punto de vista parece irracional. La fe no es esperar ingenuamente un milagro, sino construir la esperanza y el sueño de que juntos (y quizá con alguna ayuda) podremos lograr un mundo más justo y feliz.
Por todo ello, cuando busco una imagen para expresar el significado vital que le doy a la fe, me aparecen unas manos y unos pies.
La fe, para mí, son unos pies. Pies que nos ayudan a avanzar y superar dificultades. Pies que avanzan el camino hacia el encuentro con el otro, con el diferente, con el necesitado, o con el que te puede dar lo que necesitas. Pies que soportan incansables el peso de una vida. Pies que han aprendido a caminar porque un ser querido le ha enseñado, con mucha paciencia, cómo hacerlo.
La fe, para mí, son unas manos. Son esas manos en las que Dios tiene tatuado nuestro nombre. Son esas manos que tiende un padre o una madre a su hijo. Son manos que sostienen, acarician y regalan. Son manos que crean la belleza de la música, el regalo de la solidaridad, y el camino hacia la utopía

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