PERFIL DEL LAICO CRISTIANO
De manera breve, vamos a señalar algunos rasgos propios del laico cristiano, que es necesario tener en cuenta para cultivar una espiritualidad laical.
1. Seguidor de Cristo
El primer rasgo que define al laico cristiano es su adhesión a Cristo, su respuesta a la llamada de Cristo, su seguimiento fiel. Ahí está la fuente de toda vocación cristiana: en la adhesión incondicional a su persona y a su Evangelio. Ahí está la fuente del ser y del obrar laical.
Esto exige una espiritualidad de seguimiento y discipulado. El laico se siente llamado a encarnar los mismos sentimientos y actitudes que tuvo Cristo. Seguir a Cristo es identificarse con él, adherirse a su persona, dejarse configurar por él, inspirarse en su espíritu, mirar la vida como la miraba él, tratar a la gente como él la trataba, poner la esperanza donde la ponía él, defender su causa... Irse haciendo «cristiano».
El Vaticano II proclama que «todos los cristianos, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor», naturalmente, desde su propia condición laical.
2. Al servicio del Reino de Dios
Seguir a Cristo es ponerse al servicio del Reino de Dios, que es el objetivo al que se entregó, por el que vivió y murió Jesús. Esto tiene diversas exigencias.
Lo primero es renunciar a toda clase de ídolos y falsos dioses (dinero, bienestar, poder), para rendir nuestro ser sólo a Dios nuestro Padre y buscar sólo su voluntad, que es la felicidad de todas y cada una de sus criaturas.
Exige, además, trabajar por una sociedad donde reine Dios. Si reina Dios, no pueden reinar los fuertes sobre los débiles, los ricos sobre los pobres, los varones sobre las mujeres, el Primer Mundo sobre el Tercero... Donde reina Dios como Padre, ha de reinar la fraternidad (no la insolidaridad), la justicia (no el abuso), la libertad (no la opresión y las servidumbres), la paz (no la violencia), la verdad (no el engaño y la mentira).
El laico cristiano tiene muy claro hacia dónde ha de dirigir sus esfuerzos y trabajos, hacia dónde ha de orientar su vocación laical, dónde ha de poner su mirada, sus objetivos y aspiraciones.
3. Miembro activo y responsable del Pueblo de Dios
Lo hemos dicho ya. Es un rasgo esencial. El laico se ha de sentir sujeto de pleno derecho en la comunidad eclesial. Está animado por el Espíritu que alienta a toda la Iglesia. Con derecho y obligación de manifestar sus necesidades, sugerencias y opiniones por el bien de la Iglesia. Con derecho a tomar parte en la vida y en la marcha de la comunidad según su vocación, sus cualidades y posibilidades.
Para que el laico pueda tomar parte en la comunidad es importante el esfuerzo por discernir y encontrar la propia vocación, el servicio que cada uno puede realizar, individualmente, con su pareja, en un grupo o movimiento...
4. Enviado al mundo
Seguidor convencido de Cristo, animado por el Espíritu para el servicio del Reino de Dios, constituido en sujeto integrante del Pueblo de Dios con pleno derecho, el laico se siente enviado al mundo donde ha de desarrollar su misión a través del testimonio y del compromiso transformador.
Esto exige descubrir la vocación matrimonial y la espiritualidad conyugal, vivir la vocación cristiana de madre o padre, descubrir el valor cristiano del trabajo y la profesión secular, la importancia de la transformación de la sociedad, el valor cristiano del ocio y del tiempo libre...
El laico cristiano ha de tener muy claro que está llamado a ser testigo, apóstol, militante, agente transformador. Esto es ser «practicante». Habría que ampliar el contenido de practicante más allá de la participación en la Eucaristía dominical y hacer que abarque la praxis, el comportamiento en la vida y en la sociedad.
5. Enraizado en la Palabra de Dios y en la Eucaristía
La vida del laico se alimentan en dos fuentes: la Palabra de Dios y la Eucaristía dominical.
Es de gran importancia la lectura personal habitual, a solas o en grupo, el contacto frecuente con el Evangelio (aprendizaje, práctica, método, en grupo, en pareja...). Y, junto a todo ello, la Eucaristía dominical participada de manera gozosa, activa, consciente, comulgando con Cristo y con la comunidad, alimentando la propia fe y la vocación cristiana.
Sólo así se puede luego leer el libro de la vida, escuchar a Dios en los acontecimientos, ver a Cristo en los pobres, hacer una lectura creyente de la realidad, comulgar con hombres y mujeres, crecer en el servicio al Reino de Dios.
6. Radicalidad evangélica
La espiritualidad del laico no es menos exigente que otras formas de vida, pues está marcada por la radicalidad evangélica del seguimiento. Es falsa aquella división clásica que separaba a los cristianos en dos sectores: el sector llamado a una vida de perfección en la consagración de los tres votos (pobreza, castidad y obediencia), y la mayoría de los cristianos, llamados solamente al cumplimiento de los mandamientos de Dios: cristianos de segunda categoría.
Todos estamos llamados a seguir a Cristo según el espíritu de las bienaventuranzas, todos hemos de vivir con el corazón entregado a Dios como único Señor, todos hemos de usar los bienes materiales desde y para el amor, todos hemos de buscar la obediencia a la voluntad del Padre. No hay estados más o menos perfectos, sino formas diversas de escuchar y vivir la llamada al seguimiento.
Lo que sí hemos de destacar es algunas virtudes y actitudes que reclaman hoy un cuidado más especial en el mundo actual de competitividad, consumo, apariencia, agresividad... Así, la misericordia, la honradez, la libertad personal, el desprendimiento, la lucha incansable por la justicia, la cercanía y solidaridad con los más necesitados, el perdón y la actitud de reconciliación, la esperanza.
7. La formación
No es posible un crecimiento responsable del laicado si no se cuida y promueve debidamente su formación. Sólo con una formación y capacitación adecuadas, podrán los laicos, educados desde otras claves y otra sensibilidad, adquirir personalidad, seguridad e iniciativa dentro del Pueblo de Dios.
Es importante promover medios, jornadas, procesos que ayuden a descubrir la personalidad cristiana laical y su misión en la Iglesia y en el mundo. Junto a esto, es necesaria la capacitación especializada para cada campo pastoral o ámbito secular.
No hemos de esperar a la actuación de los presbíteros o de la jerarquía. Son los mismos laicos y laicas quienes han de tomar la iniciativa para pedir, promover y poner en marcha los instrumentos y servicios necesarios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Bienvenido amig@, gracias por tu comentario