NUESTRAS PARROQUIAS

Buscamos unas Parroquias que sean Comunidades generadoras de vida, en ella fuimos engendrados por el Bautismo, y ella acompaña a sus hijos desde que nacen hasta que mueren. Escuela en la que nos formamos y maduramos unos con otros en la fe por la evangelización y la formación, como tarea permanente de conversión personal y comunitaria, entendida como un proceso dinámico que nunca acaba, como experiencia profunda de Dios e interiorización de la vida de Cristo (Gál 2,20; Filp 1,21). Debe ser un lugar de encuentro y vínculo de comunión, casa abierta a todos, hogar de los pobres, plataforma misionera, donde aprendemos y vivimos en libertad, fermento de nueva humanidad. Atenta a los signos de los tiempos y a las necesidades de nuestra gente


Bizitza sortzen duen Parrokia baten bila gabiltza, bertan Bataioaren bidez sortu ginen, eta gure seme-alabei jaiotzetik hil arte laguntzen diena. Katekesi eta ebanjelizazioaren fedean hezten eta heltzen garen ikastetxea da, bihurtze pertsonal eta komunitarioko etengabeko zeregin bezala, inoiz bukatzen ez den prozesu dinamiko bat bezala ulertua, Jainkoaren esperientzia sakona eta Kristoren bizitzaren barnerapen bezala (Gal 2,20; Filp 1,21). Topagune eta elkarte-lotura izan behar du, denontzat irekitako etxea, behartuen etxebizitza, plataforma misiolaria, aske ikasi eta bizitu dezakegunak, gizarte berri baten hartzigarria.


domingo, septiembre 20, 2020

EL FRACASO DE LA SOBERBIA


por Darío Mollá Llácer (Jesuita, teólogo y especialista en espiritualidad ignaciana)

Siempre he pensado, y cada vez me ratifico más en ello, que las propuestas evangélicas de vida son las más plenamente humanas para quien personalmente las vive y para la sociedad y que, al contrario, la lógica antievangélica conduce al fracaso de la persona y de la sociedad. Una de esas vías o propuestas antievangélicas más nocivas, si no la que más, es la soberbia.

Esta reflexión me ha venido sugerida por dos titulares que he leído en el diario La Vanguardia en los últimos días. El primero de esos titulares, entresacado de una entrevista, dice que el éxito de Instagram se explica por lo “bien que ha sabido cruzar el ego y el capitalismo”. El segundo titular dice que “ni siquiera Oxford sabe cómo acabar con este virus”.

Sí, vivimos en unos tiempos de exaltación desmedida del ego y de exhibicionismo vergonzoso de la propia intimidad. No sólo en los medios de comunicación o en los realitys, sino en las redes sociales. Parece que si no estás en ellas, no eres nadie. Y una vez en ellas has de contar hasta los más mínimos detalles de tu vida, a la búsqueda desesperada del “like”… ¿Adónde lleva eso, de verdad? Hace poco leí que se valoraba a una persona “porque está muy activo en las redes sociales” ¿Y?

Y la pandemia que sufrimos, con sus desastrosas y trágicas consecuencias, ha propiciado la aparición de “expertos” de debajo de las piedras: expertos en todas las ramas científicas que hoy dicen una cosa y mañana la contraria sin el más mínimo rubor y que lo único que provocan con sus contradicciones propias y con otros es el desánimo y la desmoralización.

Me van a permitir una confesión personal (una más): si algo me indigna cuando veo los debates de nuestro Parlamento son los gestos ostensibles de soberbia y de desprecio con que los unos escuchan (o no escuchan…) las palabras de los otros y viceversa.

El soberbio cree, por su soberbia, en su victoria permanente y llega a pensar aquello de “tú sí que vales” hasta creérselo. Pero la supuesta victoria del soberbio es bastante pírrica y pasajera. Y amarga cuando en la soledad no tiene más remedio que reconocer sus límites y sus fracasos. Ni eres el “estupendo” que te crees, ni los demás están tan “flipados” contigo como te piensas… Y cuando llegue el día después, te vas a encontrar vacío.

Tenemos que redescubrir seguramente eso que llamamos “humildad” y que no sabemos muy bien definir y que tan fácil es de caricaturizar. Pero vale la pena hacer un repaso a la historia pasada y presente y ver qué personas han ayudado a la humanidad a ser mejor y desde dónde lo ha hecho. Por hablar de sólo uno, y bien reciente: Pedro Casaldáliga.

Seguiremos hablando…







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