Vivir intensamente, a tope
Dicen que el deporte es sano, se refieren a una salud
fisiológica, corporal y mental. También se habla del deporte como lugar para
educar en valores, para favorecer la integración social, como opción favorable
de ocio para jóvenes, para aprender a vivir la frustración y el fracaso. El
deporte enseña de la vida, cierto, pero si algo se aprende al hacer deporte en
sus diversas modalidades es algo más profundo, el cómo enfrentarse a la vida.
Uno puede pasar por la vida con muy diversas actitudes, y una puede venir
marcada por esa frase tan repetida en los vestuarios antes de salir a competir:
«¡¡¡A TODO, MUCHACHOS Es decir, que se puede vivir intentando «Darlo Todo
Siempre».
Así puede ser nuestra existencia: vivida a tope o a medias;
y lo que hace que uno pueda disfrutarla hondamente es el vivir intensamente: en
los estudios, en la familia, en las celebraciones, en las amistades, en el
seguimiento de Jesús etc. El Evangelio nos invita a entregarnos, a dar la vida
por los demás. Y la vida es la vida, no sólo un pedacito de ella. Es evidente
que el fruto de nuestro esfuerzo no depende sólo de nosotros, pero en nuestra
mano sí que está el intentarlo como si así fuese.
La vida es como un gran partido en el que se puede acabar
perdiendo pero contento de haber hecho todo lo posible, y en el que se puede
ganar pero tener el vacío y desasosiego de haberse reservado energías y de
haber podido hacerlo mejor. En la vida hay muchas cosas que están cuesta
arriba: acabar unos estudios, conseguir un buen empleo, tener una personalidad
propia, llevar a cabo una vocación, vivir en un país lleno de injusticias, incluso
alcanzar la propia felicidad. Decía José Luis Martín Descalzo que «ninguna
felicidad verdadera es barata», por ello creo que todo lo realmente valioso en
la vida supone algún tipo de esfuerzo, y aquí es donde el deporte nos enseña a
luchar y a desgastarnos por aquello que merece la pena.
El vivir a medias es un modo de no vivir. Darlo todo a
tope, siempre, eso es vivir… pero claro está que cuesta, y que es difícil. Por
eso es necesario entrenar, ir esforzándose en pequeñas cosas que nos van
haciendo crecer en entrega. Y, por supuesto, confiar en que el trabajo dará su
fruto y que el Señor obrará en nosotros. Nadie ha dicho que no suponga un
esfuerzo (pregúntenselo a cualquier deportista que pasa horas y horas entrenando
para mejorar o un músico), pero vale la pena arriesgar y gastar el tiempo en
ello. La vida merece ser amada y, por ello, merece la pena ir desgastándose por
crear vida alrededor, merece la pena vivir a tope.
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