A DIOS ORANDO
Y CON ABBÁ CONVERSANDO
Lunes, 19 de Noviembre de 2012
Acto de fe:
Señor, creo que tu estás aquí, dentro de mí.
No te veo, ni te oigo, ni te siento, pero creo que sí estás realmente aquí.
No hay ningún rincón de mi cuerpo o de mi alma escondido para Ti, pues Tú me penetras totalmente con la luz de tu inteligencia.
Creo todo lo que Tú me enseñas por medio de tu Palabra y por medio de la santa Iglesia Católica.
Invocación al Espíritu Santo
Consagración al Espíritu Santo
Recibe ¡Espíritu Santo!, la consagración absoluta de todo mi ser, que hago en este día para que te dignes ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi director, mi luz, mi guía, mi fuerza y todo el amor de mi corazón.
Yo me abandono sin reservas a tus operaciones y quiero ser siempre dócil a tus inspiraciones.
¡Santo Espíritu! Dígnate formarme con María y en María, según el modelo de tu amado Jesús. Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén
Evangelio Lucas 18, 35-43
¿Qué quieres que haga por ti? Señor, que vea otra vez
Cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino pidiendo limosna.
Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello, y le explicaron: "Pasa Jesús Nazareno". Entonces gritó: "¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!"
Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!"
Jesús se paró y mandó que se lo trajeran.
Cuando estuvo cerca, le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?"
El dijo: "Señor, que vea otra vez".
Jesús le contestó: "Recobra la vista, tu fe te ha curado".
En seguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios.
Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.
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¿Qué quieres que haga por ti? Señor, que vea otra vez
El paso por Jericó, de camino a Jerusalén, está caracterizado por tres transformaciones.
La primera por la restitución de la visión del ciego.
Los ojos simbolizan las ventanas del espíritu para ver la creación de Dios y su acción en la historia.
Aunque muchos veían a Jesús como ‘hijo del rey David’ y restaurador de la monarquía, Él no era muy partidario de las connotaciones de ese mesianismo.
De hecho, Él no intenta cambiar esta visión por medio de discursos o reprobaciones sino con el ejemplo y la acción.
La vista recobrada le permite al ciego ir detrás de Jesús y descubrir por sus propios medios quién era realmente Él.
En nuestro tiempo asistimos a una situación semejante.
Muchas personas lo buscan porque lo ven como una fuente de milagros o, incluso, de poder.
Otras lo siguen impresionadas por los títulos con los que se exalta su figura.
El evangelio nos invita a pedirle a Jesús que sea Él quien abra nuestros ojos para que seamos nosotros mismos quienes lo descubramos en los rostros de las personas que lo sirven en los más pobres y que sufren al defender a las víctimas y al exigir justicia, como Él lo hizo hace dos milenios.
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La incomprensión de los discípulos, nuestra incomprensión (18,34) está simbolizada por la ceguera (cf. 8,10)
Junto al camino, cf. 8,12, del terreno duro donde no penetra el mensaje; sentado, no siguen a Jesús (cf. 1,79).
Hijo de David (38), el mesías de la expectación nacionalista, título que Jesús rechazará (20,41-44: mi reino no es de este mundo, nos dirá el próximo domingo).
La ceguera/incomprensión está, pues, causada por la doctrina mesiánica del judaísmo (el triunfo por la violencia y exclusivamente en favor de Israel).
Deseo de volver a ver (39-41): habían visto un día (cf. 5,11), pero su apego al nacionalismo judío los ha cegado.
La fe/adhesión a Jesús les procura la salvación plena (cf. 7,50; 17,19) (42).
Seguimiento: nueva disposición de los discípulos, que aceptan por el momento el mesianismo de Jesús.
Reacción positiva de Israel (todo el pueblo) (43).
(comentario de Juan Mateos)
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¿Cómo veo y siento el grito de los pobres: migrantes, negros, enfermos de SIDA, mendigos, refugiados, desahuciados, tantos?
¿Cómo es mi fe: me fijo más en las ideas sobre Jesús o en Jesús?
Oración final
Feliz quien no sigue consejos de malvados
ni anda mezclado con pecadores
ni en grupos de necios toma asiento,
sino que se recrea en la ley de Dios,
susurrando su ley día y noche. (Sal 1,1-2)
CONTIGO SIEMPRE, ABBÁ
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