Las crueldades vividas por los
refugiados y migrantes en Siria pasan una dolorosa factura: desde la
depresión y el estrés postraumático hasta ataques de ira e intentos de suicidio,
lamentablemente hay seis a la semana y de niños.. Por el momento, pocos son los
centros en los campos que consiguen atender a tiempo, y de modo adecuado, los
daños mentales de quienes huyen de la violencia.
La prioridad para los
inmigrantes son elementos de primera necesidad, seguridad, comida, salud…pero
hay un aspecto que preocupa mucho y es la importancia de atender las
cicatrices mentales dejadas por la guerra.
Cuando el gobierno
turco les autoriza entrar al campo es una luna de miel para las personas, uf
por fin, seguros, con comida… en los primeros meses están muy contentos de
haber salido de los bombardeos, pero en meses, hay crisis mental. Es en ese
momento cuando la realidad los alcanza y de verdad
necesitan mucha atención de salud mental.
Ahmad Alkhalaf, un niño
de 9 años que llegó dijo que antes dormía
bien pero ahora pasa noches en vela en las que revive los
gritos de su madre la
noche en que una bomba mató a tres de sus hermanos y le dejó a él sin brazos.
No pueden dormir interrumpidamente. Hablan de
flashbacks
(
acto de recordar un suceso importante. Los
afectados sufren una pequeña convulsión,
En algunos casos el
afectado puede gritar como un loco o balbucear palabras referentes al suceso,
especialmente si éste fue muy sanguinoliento o también puede revolcarse por el
suelo con las manos en la cabeza mientras echan espuma por la boca. Existen otros
casos entre los que los afectados símplemente sufren en silencio en posición
pensante, pero por lo general exteriorizan su sufrimiento hasta el extremo de
arrancar por completo su cabellera cuando se agarran los pelos o de intentar
suicidarse)
. Algunos se sienten perseguidos, incluso
víctimas de maniobras inexistentes. Sufren de ansiedad, depresión leve o
estrés. Otros soportan apatía y cansancio crónico. No se fían. Manifiestan
síntomas somáticos, como hinchazones en la piel, dolores de cabeza y de
estómago. Cuando no pueden más, tienen explosiones de rabia incontrolada que,
en la gran mayoría de los casos, acaban con actos de autolesión, es decir,
contra ellos mismos. Los hay que han deseado suicidarse. El anhelo de salir de
la guerra, su difícil fuga de la guerra y acosos. Las brutalidades que han
experimentado. Son los inmigrantes y refugiados con trastornos mentales, un
colectivo que, en los últimos años, ha ido en aumento en el mundo, donde
muchos, demasiados, no reciben una atención médica adecuada, pues todavía el
debate está verde y los recursos de personal −tanto operadores como
investigadores− y los fondos económicos escasean.

Una
situación que ahora se añade a los traumas originados precisamente durante las
estancias en los centros de acogida o campos de refugiados en los cuales, en
muchos casos, las condiciones de vida son pésimas. El temor es que algunas enfermedades las estemos
fomentando nosotros, acogiéndolos en campos saturados, en los que no se toman
en consideración sus diferencias étnicas y culturales y donde no son poco
frecuentes las peleas, las agresiones y la violencia doméstica. ¿Cómo se
sentiría usted? Los largos tiempos de espera que enfrentan antes de
saber si el resultado de sus solicitudes ha sido positivo o negativo hacen lo
suyo, afectando al equilibrio psicológico.
No hay suficientes ambulatorios de atención
psicológica en los campos y los pocos psicólogos disponibles no dan abasto y
los que trabajan no están
suficientemente formados para esta novedad, los profesionales trabajamos
en otro entorno, ni los psiquiatras, ni toda la estructura de salud mental
están preparados para este tema.
La
salud o enfermedad mental no sólo afecta a los refugiados, afecta a los
militares, a los voluntarios, enfermeros, bomberos, médicos… a todas las
personas que de una u otra manera estamos en contacto con ésta situación, el
dolor es tal, que la mente debe bloquear este dolor de alguna manera, la Fe, la
oración ayuda mucho (esto lo tocaré en otro memento). Al final los soldados,
bomberos, médicos, enfermeras… manifiestan que se sienten inquietos, dados a
estallidos de violencia, enfrentados a sus monstruos internos. Sufren depresión
grave o trastorno de estrés postraumático, una mezcla tóxica de depresión,
desesperación, ataques de pánico, dolores psicosomáticos, ira e insomnio.
Necesitamos
dar acompañamiento adecuado a esta gente de lo contrario, en años, tendremos muchas
personas inseguras y violentas.
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