NUESTRAS PARROQUIAS

Buscamos unas Parroquias que sean Comunidades generadoras de vida, en ella fuimos engendrados por el Bautismo, y ella acompaña a sus hijos desde que nacen hasta que mueren. Escuela en la que nos formamos y maduramos unos con otros en la fe por la evangelización y la formación, como tarea permanente de conversión personal y comunitaria, entendida como un proceso dinámico que nunca acaba, como experiencia profunda de Dios e interiorización de la vida de Cristo (Gál 2,20; Filp 1,21). Debe ser un lugar de encuentro y vínculo de comunión, casa abierta a todos, hogar de los pobres, plataforma misionera, donde aprendemos y vivimos en libertad, fermento de nueva humanidad. Atenta a los signos de los tiempos y a las necesidades de nuestra gente


Bizitza sortzen duen Parrokia baten bila gabiltza, bertan Bataioaren bidez sortu ginen, eta gure seme-alabei jaiotzetik hil arte laguntzen diena. Katekesi eta ebanjelizazioaren fedean hezten eta heltzen garen ikastetxea da, bihurtze pertsonal eta komunitarioko etengabeko zeregin bezala, inoiz bukatzen ez den prozesu dinamiko bat bezala ulertua, Jainkoaren esperientzia sakona eta Kristoren bizitzaren barnerapen bezala (Gal 2,20; Filp 1,21). Topagune eta elkarte-lotura izan behar du, denontzat irekitako etxea, behartuen etxebizitza, plataforma misiolaria, aske ikasi eta bizitu dezakegunak, gizarte berri baten hartzigarria.


domingo, diciembre 11, 2016

Adviento, Esperanza desde el Grito del mundo, desde el Grito de Dios

Que sería de la vida del ser humano sin la esperanza! Naufragaríamos en el mar de la vacilación, del sufrimiento, del dolor, del mal, sin que nada nos alentara a seguir confiando, luchando, trabajando....
Alguien ha podido decir que "el siglo XX ha resultado ser un inmenso cementerio de esperanzas".  El mundo moderno sigue plagado de crueldades, injusticias e inseguridad. 
Por otra parte, el debilitamiento de la fe cristiana, en nuestra cultura, no ha traído una mayor fe en el ser humano. Al contrario, el abandono de Dios parece ir dejando al hombre contemporáneo sin horizonte último, sin meta y sin puntos de referencias. Los acontecimientos se empujan unos a otros, pero no conducen a nada nuevo. La civilización del consumismo produce novedad de productos, pero sólo para mantener el sistema en el más absoluto inmovilismo. 
Esta crisis de esperanza está configurada por múltiples factores, pero, probablemente, tiene su raíz más profunda en la falta de fe del hombre contemporáneo en sí mismo, en su capacidad de avance, en la falta de confianza en la vida y en el futuro. 
¿No estará el hombre, la mujer de hoy necesitando más que nunca al "Dios de la esperanza"? Ese Dios del que muchos dudan, al que bastantes han abandonado, pero un Dios por el que tantos siguen preguntando. Un Dios que puede devolvernos la confianza radical en la vida y descubrirnos que el ser humano sigue siendo "un ser capaz de proyecto y de futuro". 
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La Iglesia no debería olvidar hoy "la responsabilidad de la esperanza" pues ésa es la misión que ha recibido de Cristo  Resucitado. La Iglesia ha de entenderse a sí misma y vivir como "comunidad de la esperanza". Una esperanza que no es una utopía más, ni una reacción desesperada frente a las crisis e incertidumbres del momento. Una esperanza que se funda en Cristo resucitado. En El, en Jesús Resucitado, descubrimos los creyentes el futuro último que le espera a la humanidad, el camino que puede recorrer el hombre hacia su plena humanización y la garantía última frente a los fracasos, la injusticia y la muerte. 
En nuestro Adviento“que no se embote la mente.. Estar siempre despiertos”(Lc 21, 25-36). Es una llamada a despertar la esperanza. Hoy necesitamos, más que nunca, recuperar la esperanza. La esperanza no tuya, no mía, la de todos, la de los pobres, los olvidados, los asesinados, los…


Quizás Dios en éste Adviento, en éste tiempo del Ven Señor Jesús amplifica el grito de los pobres de la tierra para que sepamos los creyentes de su participación en el sufrimiento del mundo. Sabemos por Mateo 25 y otros pasajes bíblicos que se podría deducir esta frase de parte de Jesús: “la marginación y el sufrimiento de los pobres de la tierra, lo experimento también en mi propio ser”. Dios sufriendo con los aporreados de la historia, el Señor prolongando su pasión viviendo la exclusión de tantos humanos hechos a imagen y semejanza de su Creador. Quizás Dios también grite uniéndose al quejido de los pobres usando su grito que, desgraciadamente, muchos humanos quieren silenciar haciéndose los sordos ante el grito de aquél a quien dicen seguir. 
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Esa es la gran tragedia de muchos que viven un cristianismo sordo y ajeno a los gritos lanzados a través del grito de Dios. Es posible que Dios debiera aumentar la amplificación de ese grito hasta el infinito, pero nunca se podrá oír si no se comprende el compromiso y el reto de la auténtica vivencia de la espiritualidad cristiana. El sonido de ese grito capaz de amplificar el gemido de los pobres, se escucha a lo largo de infinidad de páginas bíblicas que, con una radicalidad dura y brusca, intenta llegar a los oídos del alma, pero muchas veces ésta permanece sorda y atenta a otras músicas más suaves y menos comprometedoras en busca de un solaz alejado del compromiso con el prójimo. La amplificación a través de ese grito de Dios del clamor bíblico a favor de los pobres de la tierra, el grito que nos llama al amor en acción, a una fe actuante a través de ese amor, queda bastante silenciado o no es escuchado hoy con la urgencia. Muchas veces podemos dar la espalda a estos dolores, mientras que nos dirigimos al templo a alabar a Dios con bellas palabras alejadas del mensaje de solidaridad con los que sufren. Silenciamos el Grito de Dios, para escucharnos a nosotros mismos porque nuestras palabras y alabanzas no llegan a lo alto, no pasan del techo de nuestros templos. Los profetas escucharon ese Grito de Dios y se sintieron movidos a misericordia. No pudieron callarse y se unieron a ese grito a favor del pobre, de la viuda, del extranjero, del enfermo… Clamaron por justicia y, por tanto, no tenían otro remedio que denunciar al injusto causante de esos dolores que se amplificaban con el Grito de Dios que les mandaba a ellos también a “gritar”. Hay que destruir esos gruesos y rústicos paños de silencio, de búsqueda de una paz de cementerio, para poder dar entrada en el mundo al grito de los pobres amplificado por el Grito de Dios. Un grito por justicia, un grito amplificado contra los opresores, contra los que desequilibran el mundo con su egoísmo acumulador, un grito de denuncia contra los que ponen cada día en sus lujosas mesas la escasez del pobre, por ejemplo: La ONU, La OEA, El Fondo Monetario Internacional, La OPEP, El Parlamento Latinoamericano, La Comunidad Europea, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Banco Mundial. Los que decimos ser los seguidores del Maestro no tenemos otro camino, no tenemos otra salida, no tenemos otra opción ni otro remedio que escuchar el grito de los pobres.  Y esto es Adviento, esto es el Ven Señor Jesús. Lo otro es ir en contra del concepto de prójimo que nos ha enseñado Jesús. Al creyente no le queda otro remedio que unir su grito al de los pobres para que todo sea amplificado por ese Grito de Dios, único que puede hacer que el mundo cambie hacia otro mejor, más solidario. Y eso es Adviento. ¿Acaso unirse a ese grito no es parte constitutiva de la vivencia de la espiritualidad cristiana? No nos equivoquemos. No seamos cómodos. 
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Cuando unimos nuestro grito al de los pobres y dejamos que se amplifique a través del Grito de Dios es cuando estamos habilitados para asumir la causa de los empobrecidos, la denuncia contra la pobreza, la violencia de nuestro mundo. Los que con bellos paños religiosos acallan ese Grito de Dios, lo están negando, están ocultando el verdadero rostro de Dios, su verdadera identidad. No neguemos al Dios de la vida fomentando nuestra sordera por comodidad, para no ser interpelados hacia el compromiso con el prójimo. Muchas veces ese grito es silenciado por la adhesión fuerte y radical que el hombre hace hacia el consumismo, hacia el lujo y el disfrute insolidario de los bienes de este mundo. Pero no seamos torpes no sea que algún día nos encontremos con este grito dicho a nuestro oído amplificado hasta el infinito: ¡Necio, lo que has almacenado con tu sordera egoísta y de espaldas al grito de los pobres, ¿para quién será?... y hayas perdido el sentido de lo eterno, de lo esencial y de loauténtico

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