MARÍA DE TODAS LAS MUJERES
«¿De Nazaret puede salir algo bueno?», dijo alguien en el
evangelio. Pero sí, resultó que sí, que de Nazaret salió lo bueno. Por ejemplo,
un «sí» pronunciado por una mujer anónima, y que, a día de hoy, aún resuena en
la Historia.
Me pregunto qué alboroto por dentro de esa joven en el
momento de aquella afirmación. Con sus dudas, con esas preguntas que el
evangelio de la Anunciación nos cuenta, con ese azoramiento con el que afronta
una petición de la que no se sentía ni digna ni capaz. El sí de María es el sí
de la generosidad y el desasimiento. Un sí que no se quedó en el momento de
pronunciarlo, sino que se perpetuó en cada una de sus labores diarias: la de
cuidadora, educadora, consejera, misionera, protectora… Imagino la de veces
que, sentada en el hogar donde cocinaba o mirando por la ventana, rezó con
todas aquellas preguntas que guardaba en su corazón sin entenderlas, esperando
que algún día tuvieran alguna respuesta.
El sí de María es el de muchas mujeres que lo han dado todo
para que muchas otras mujeres podamos llegar hasta donde ellas no pudieron.
Muchas madres y abuelas que, consciente o inconscientemente, aparcaron sus
propias voces para que nosotros, las hijas y nietos, encontráramos la nuestra y
la hiciéramos sonar bien fuerte. Madres y abuelas que guardaban también muchas
preguntas en el corazón acerca de los nuevos tiempos que no entendían; del
futuro de sus hijos; de un matrimonio que, en ocasiones, se hacía cuesta arriba
o del sentido que tendría la rutina que a veces las atrapaba.
No olvidemos a las mujeres que optaron por quedarse en casa
y se olvidaron de sí mismas para cuidar de los suyos. A las que no hicieron
caso del dolor de cabeza que en ese momento tenían; o decidieron no comprarse
el bolso que les gustaba para que las cuentas en casa salieran; a las que
diariamente llevaban y recogían del colegio a los hijos y que sólo gozaban de
descanso cuando todos se habían acostado ya.
Todas ellas y sus quehaceres fueron pequeños «síes» diarios
que hicieron posible que la salvación entrara poco a poco en los hogares. En
ellas veo, si me lo permiten, a mi bisabuela, mis abuelas, mi madre o mi vecina.
Y también a un trocito de aquella María de Nazaret. Esa María que nunca pensó
en sí misma, esa «María de todas la mujeres».
Legado de María en servicio y amor
En el corazón de la fe cristiana, encontramos el cántico de María, conocido como el Magníficat, que resuena a través de los siglos como un eco de esperanza y transformación. Este cántico no es solo una melodía de palabras piadosas, sino un himno revolucionario que invita a una reflexión profunda sobre el sentido de la existencia y la verdadera naturaleza del poder.
María, una mujer de humilde procedencia, se convierte en la portadora de una verdad divina que trasciende el tiempo y el espacio. Su cántico es un anuncio de cambio radical, una inversión de valores que desafía el orden establecido. En su mensaje, lo pequeño y lo humilde son exaltados, mientras que los poderosos y autosuficientes se enfrentan a la vacuidad de sus manos.
La parábola del hombre rico y el mendigo Lázaro sirve como un recordatorio sombrío de que la riqueza material y el éxito mundano no garantizan un lugar en el reino celestial. Es un llamado a la introspección: ¿Dónde encontramos nuestro valor? ¿En el acumular bienes terrenales o en la generosidad del espíritu?
El Magníficat nos enseña que el verdadero poder reside en el servicio, que reinar es sinónimo de amar. María, al ser llevada a la gloria del Cielo, no solo celebra su propia exaltación, sino que también profetiza un mundo donde el amor y la humildad prevalecen sobre la fuerza y la opulencia.
Este cántico es una invitación a cuestionar nuestras prioridades. ¿Buscamos la felicidad en lo efímero o aspiramos al paraíso eterno? ¿Nos dejamos consumir por el pesimismo ante los desafíos del mundo o, al igual que María, somos capaces de discernir la obra de Dios que se manifiesta en la mansedumbre y la pequeñez?
María no solo canta la esperanza, sino que la reaviva en nosotros. Nos muestra que el Cielo está al alcance si resistimos la tentación del pecado y vivimos una vida de alabanza humilde y servicio generoso. Nos recuerda que la cercanía, la compasión y la ternura son reflejos del amor divino, y que al seguir su ejemplo, podemos vislumbrar el Cielo en la tierra.
María, con su vida y su cántico, nos invita a redefinir el significado del éxito y el poder. Nos anima a mirar más allá de lo material y a encontrar la grandeza en el acto de servir. En su ascenso al Cielo, nos deja un legado de amor y servicio como las verdaderas llaves para alcanzar la gloria eterna.
El cántico de María es más que una oración; es una declaración profética que nos desafía a vivir de manera diferente. Nos llama a ser agentes de cambio, a abrazar la humildad y a servir con amor. En un mundo que a menudo valora el poder y la riqueza por encima de todo, el Magníficat nos recuerda que el camino al Cielo se pavimenta con actos de bondad y compasión. Que cada uno de nosotros pueda encontrar la sabiduría y la fuerza para seguir este camino y, como María, cantar la esperanza en nuestros corazones.
MARÍA MUJER FUNDAMENTAL EN EL CAMINO SINODAL.
El Papa Francisco ha convocado para el año 2023 a un Sínodo con los obispos del mundo, titulado “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, que involucra una experiencia de comunión eclesial: recorrer un camino juntos y sentirse iglesia corresponsable de la vida y fe de todos. Las distintas fases del sínodo serán una gran instancia de diálogo y discernimiento en el camino de la renovación de nuestra Iglesia.
Pensando en este esperanzador camino sinodal y viviendo este tiempo en que celebramos a la Santísima Virgen María, Madre del Redentor y Madre nuestra, deseo poner la mirada y corazón en ella. Estamos cercanos al tiempo de Adviento. Nadie esperó el nacimiento de Jesús como ella. María, una mujer silenciosa, oyente de la Palabra de Dios, discípula, misionera, acompañante y peregrina; vivió su vida inmersa en el misterio de su Hijo, reflejando en su rostro una mirada materno-sinodal.
El Evangelio de Lucas 2, 49-50 nos relata que María junto a José no comprendieron las palabras de Jesús cuando se perdió en el templo de Jerusalén y les dijo que debía estar en las cosas de su Padre; sin embargo, ella “conservaba todas estas cosas en su corazón”, es decir asumió un silencio profundo y fecundo que posteriormente le daría el entendimiento para lo que vendría en el futuro (El Misterio Pascual). María comprende y respeta la vida de su Hijo, sabe que no es la continuidad de su vida, sino un proyecto distinto. Debemos, como María, comprender que cada ser humano es diferente en su ser, que cada uno tiene su misión en el mundo y que deberá descubrirla para ser feliz.
María, mujer que tiene una sensibilidad y sutileza divina, se da cuenta de las cosas que suceden a su alrededor y actúa como en las bodas de Caná (Jn 2, 1-12). Presenta a su hijo la falta de vino, diciendo a los sirvientes: “Hagan lo que Él les diga”. Ella realiza lo que está en sus manos. Esta actitud es una invitación a abrir nuestros sentidos al Espíritu Santo, frente a distintas situaciones de necesidad y peligro por las que pasa la iglesia y el mundo, para actuar oportunamente.
María camina junto a algunas mujeres, y al discípulo amado, acompañando a su Hijo que carga con la cruz en camino al Calvario. Se hace parte del dolor de su Hijo y de la humanidad entera, cae junto a Él, y junto a las mujeres, llora por las injusticias (Lc 23, 28-31). Es necesario, como María, hacer un camino con aquellos hermanos que sufren a causa de egoísmos, vanidades, soberbia y otros males tan enraizados en la sociedad actual.
P. Ariel Valdés.
Papel de María en nuestra vida espiritual
No olvidemos que desde la crucifixión de su Hijo, ella se transformó en madre nuestra también
El papel de María en nuestra vida espiritual no puede ser diferente al que jugó en la vida de Cristo. No olvidemos que desde la crucifixión de su Hijo, ella se transformó en madre nuestra también.
1.- María, Madre de Jesús y nuestra
Mt 1: 18: “La generación de Jesucristo fue así: María, su madre, estaba desposada con José, y antes de que conviviesen se encontró con que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo.”
Jn 19: 26: “Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, le dijo a su madre: -Mujer, aquí tienes a tu hijo.” Y desde entonces María se convirtió también en madre nuestra.
Ella nos cuida y nos ama. Ella hará que Cristo “nazca” en nuestro corazón
2.- María, Educadora y Maestra de oración
Jesús creció bajo los cuidados de José y María: Lc 2:51: “Bajó con ellos, vino a Nazaret y les estaba sujeto. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.”
María también cuidó de los discípulos de Jesús: Act 1:14: “Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y con María, la madre de Jesús, y sus hermanos.”
Ella es una de las mejores maestras de oración que podemos tener. Recordemos el “Magnificat” (Lc 1:46ss) o cómo consigue ayudar a los recién casados en las Bodas de Caná (Jn 2). Ella nos habla de Jesús y nos enseña a hablar con Él.
3.- María, Intercesora y Consejera
Ella, como en Caná, siempre está atenta a nuestras necesidades, al tiempo que nos dice qué es lo que debemos hacer.
Aconseja a su Hijo qué hacer: Jn 2:3: María le dijo a Jesús: “No tienen vino”
Ella es nuestra mejor consejera: Jn 2:4: María dijo: “Haced lo que Él os diga”. Si seguimos estas indicaciones podemos estar seguros de no equivocarnos nunca y de tomar siempre el mejor camino.
4.- María, Modelo de todas las virtudes
Ella ha sido modelo en todas las virtudes para todas las generaciones. Ella ha sido modelo de: virginidad, generosidad, pureza, fe, caridad, esperanza, obediencia, entrega…
María ha sido modelo en todas las virtudes para todas las generaciones.
5.- María, Consuelo de los afligidos
Jn 19:25: “Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre”. Ella siempre acompañó a su Hijo. Nunca lo abandonó.
Como madre nuestra que es, también nos acompaña siempre en todos nuestros sufrimientos y penas.
6.- María, Mensajera de Jesús
Otros mensajeros nos anuncian la venida de Jesús a través de María:
Gen 3:15: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te herirá en la cabeza, mientras tú le herirás en el talón.”
Is 7:14: “Mirad, la virgen está encinta y dará a luz un hijo, a quien pondrán por nombre Enmanuel”.
Mic 5:1: “Pero tú, Belén Efrata, aunque tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me saldrá el que ha de ser dominador en Israel”.
Ella nos trae a Jesús y nos lleva a nosotros a Él. Lc 1:39-45: “María se levantó y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y cuando oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando en voz alta, dijo: -Bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. ¿De dónde a mí tanto bien, que venga la madre de mi Señor a visitarme? Pues en cuanto llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno; y bienaventurada tú, que has creído, porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor.”
Como el más fiel mensajero, Ella siempre llevó a Jesús, primero en su vientre, luego en su corazón. Ahora, ella, es quien nos trae a Jesús.
7.- María, Corredentora
Gen 3:15: “Establezco perpetua enemistad entre ti y la Mujer, entre tu linaje y el suyo. Tú le acecharás el calcañar mientras que Ella te aplaste la cabeza”. Así es como se representa la imagen de la Inmaculada Concepción. María aplasta con el pie la cabeza de la serpiente. Ella se transforma en corredentora al vencer al demonio y al traernos a Cristo Redentor.
En Is 7:14 se presenta a María como la madre del Enmanuel (Dios con nosotros)
8.- Otras funciones de María
Causa de nuestra alegría. Estrella de la mañana. Salud de los enfermos. Refugio de los pecadores. Reina de los hogares.
Sólo tenemos que repasar las letanías para que recordemos los muchos otros papeles que María juega en nuestra vida.
María, nuestra Madre, fue siempre una mujer humilde.
María demostró su humildad estando siempre dispuesta a servir a los otros, como a su prima Isabel, a la que no le importó ayudarle durante tres meses, cuando ya sabía que Ella sería la Madre de Dios.
María como mujer humilde nunca buscó destacar ni ser ensalzada, nunca se lee en el Evangelio que María se presentase en público cuando Jesús era recibido en triunfo, como cuando entró en Jerusalén con tantos honores entre palmas y vítores, pero sin embargo sí lo acompañó en los momentos más difíciles y no le importó estar presente en el Calvario a la vista de todos, sin importarle la deshonra, ante todo el pueblo, de darse a conocer como la madre de un condenado que moría como un criminal
Por eso Madre hoy queremos ser HUMILDES como Tú.
Navidad y Maria
Virgen de Nazaret de Dios nacida
Sin savia intoxicada de pecado
Barbecho de Belén, recién arado
Tierra abierta, sin sangre y sin herida.
OH Virgen de la tierra florecida
Con el agua de estrellas y el sembrado
Del amor y del tiempo inmaculado
Que espera en el misterio hacerse vida
Oh virgen del Edén y de la cueva
Bálsamo de la antigua pecadora
Que manchó con su pie nuestro camino
Hoy se acerca al portal la madre Eva
Llorando de emoción porque a la aurora
Ve salir de tu arcilla al Dios divino. Amen.
LA VIRGEN DEL ADVIENTO
María la madre de Jesús es la más bendecida entre las mujeres, la mas altamente favorecida por Dios y la mujer mas admirada por las demás. Fue la elegida por Dios de entre todas las mujeres para traer a Su Hijo al mundo.
- Gracia y Privilegio: María misma testificó en Lucas 1:48 "Porque ha mirado la bajeza de su sierva; pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones". María se reconoce como una mujer bendecida por Dios.
- Mujer de Fe: Era una mujer de Fe madura y creyente del verdadero Dios. Recibió la Palabra de Dios de parte del ángel Gabriel y oyó y creyó en ella. María tuvo la fe de creer en lo Imposible.
- Humildad: María solo reconoce y magnifica a Dios, reconoce Su Gracia y Su Poder. Dios vio en ella su humildad.
- Mansedumbre: María no era altiva ni vanidosa. Sufrió con paciencia las ofensas cuando estaba embarazada. Esperó pacientemente en Jehová.
- Sencillez: María era un alma sencilla de cualidades comunes comprometida con un hombre trabajador. María era una mujer con un perfil bajo.
- Bondadosa y Piadosa: María siguió el liderazgo piadoso de José quién era el cabeza de familia lo cual fue un gran beneficio para toda su familia.
- Confianza y Dependencia en Dios: María era una mujer con una gran confianza en Dios.
- Gran Compromiso: María era una mujer comprometida con la tarea que Dios le había encomendado al punto que arriesgo su vida. Con los que le necesitan.
- Sincera y Fiel: María fue fiel hasta la muerte de Jesús, aún en medio de su dolor y sufrimiento estuvo al lado de su hijo hasta el fín. También fue una esposa fiel de José.
- Madre: María como madre de Jesús ejerció una gran influencia en su vida ya que lo crió basado en las Escrituras. Le enseño principios morales sólidos desde pequeño.
- Valiente: El privilegio de ser la madre del Mesías tenía un alto costo que pagar porque el mundo pensó de ella como una mujer embarazada sin estar casada a pesar de ser una joven virgen y casta. María pudo haber sido expuesta a la vergüenza pública y morir apedreada pero Dios obró en el corazón de José y le reveló su plan divino en sueños
- Valor: María fue una mujer de valor, con temple que vivió una vida honesta y transparente. Vivió una vida de acuerdo a la verdad y honestidad por lo cual no se avergonzó de estar embarazada. Era una mujer de acción que no permitió que la culpa, vergüenza, temor o miedo sea parte de su vida.
- Adoración Ferviente: Se lleno de júbilo y alabanzas a Dios ya que había sido bendecida sobrenaturalmente. Al visitar a su pariente Elisabet quien también estaba embarazada y era una mujer cercana a los 80 años que nunca había tenido hijos, ambas adoraron al Señor y María alaba Solo a Dios con una canción llena de gozo indescriptible con verdadera adoración. Lucas 1:46-55
- Gozo, Júbilo y Regocijo: Sintió alegría y asombro al saber que sería la madre del Salvador del mundo. Con humildad y gozo se sometió a la voluntad de Dios sin dudar ni preguntar. Sintió gran regocijo por el plan de Dios en su vida.
- Discípula Fiel: María como madre de Jesús sabía lo que le pasaría pero nunca permitió que sus sentimientos maternales interfieran en los planes de Dios. En las Bodas de Canaá ella dirigió a la gente para que escucharan y siguieran las enseñanzas de Jesús, los animó a tener fe en Jesús. Después de la muerte y ascensión de Jesús, María estaba en el aposento alto junto a los discípulos esperando la llegada del Espíritu Santo.
- Servidora del Señor:María se describe a si misma como la Servidora del Señor en Lucas 1:48 lo cual no significa sirvienta o esclava del Señor, sino amiga de Dios
- Mujer del pueblo, pobre: Mujer sencilla y pobre de Nazarteh. Un pichón de ofrenda.
La Natividad de la Virgen María, ¿cuándo y por qué se celebra?
Se celebra el 8 de septiembre, nueve meses después de la dedicada a la Inmaculada Concepción de la Virgen que se celebra el 8 de diciembre. Esta fiesta, como la de la Asunción, tiene su origen en Jerusalén. Comenzó en el siglo V como la fiesta de la basílica «Sanctae Mariae ubi nata est», emplazada en el supuesto lugar donde nació María, actualmente la basílica de Santa Ana.
Todos conocemos bien la historia de María de Nazaret, la chica elegida por Dios para convertirse en la madre de Jesús, el Salvador. Desde la infancia se nos insta a verla como una especie de madre celestial, que nos ama tanto como a nuestra verdadera madre, y que ama a todos los niños del mundo de la misma manera. Al crecer, este es uno de los pocos cuentos de hadas dulces que nunca deja de ser real. Porque la Virgen sigue siendo verdaderamente la Madre misericordiosa de toda la humanidad, ella que, en virtud de su vínculo privilegiado con Jesús, puede hacerse cargo de todos los sufrimientos de los hombres, para llevarlos a la atención del Padre y actuar como una intermediaria entre Él y todas sus criaturas.
Gracias a María, Dios Padre quiso y pudo reconciliarse con el hombre. Otra famosa figura femenina, Eva, había provocado la pérdida de la gracia de toda la humanidad y la expulsión del Paraíso Terrenal. Cómo Eva fue maldecida por Dios por su pecado, y con ella todas las mujeres (“Multiplicaré tus dolores en el parto, y darás a luz a tus hijos con dolor” Génesis 3,16), así que la Virgen María fue en cambio bendita entre las mujeres. “Bendita tú eres entre todas las mujeres” le dice el arcángel Gabriel, cuando llega a anunciar su próxima maternidad. Y esta bendición, esta elección hecha por Dios de traer a Su Hijo al mundo, y con él la salvación para todos, fue determinada precisamente por María, por cómo ella era, por su carácter dócil y dulce, por su sencillez, pero también por su coraje, con el que aceptó asumir el difícil papel que el Todopoderoso había querido para ella.
Virgen de la Asunción
Origen, significado y por qué se celebra el 15 de agosto
El 15 de agosto es el día de la Asunción de la Virgen María, que hace referencia al día en el que María subió al cielo sin morir. Se trata de una de las celebraciones más consagradas de la Iglesia.
La primera referencia oficial a la Asunción se halla en la liturgia oriental; en el siglo IV se celebraba la fiesta de El Recuerdo de María,3 que conmemoraba la entrada al Cielo de la Virgen María y donde se hacía referencia a su asunción. Esta fiesta en el siglo VI fue llamada la Dormitio (κοίμησις, koimesis) o Dormición de María, donde se celebraba el fin de la vida terrena y la asunción de María al Cielo. En el siglo VII el nombre pasó de «Dormición» a «Asunción».
En 1849 llegaron las primeras peticiones a la Santa Sede de parte de los obispos para que la Asunción se declarara como doctrina de fe; estas peticiones aumentaron conforme pasaron los años. Cuando el papa Pío XII consultó al episcopado en 1946 por medio de la carta Deiparae Virginis Mariae, la afirmación de que fuera declarada dogma fue casi unánime.
El 1 de noviembre de 1950 se publicó la constitución apostólica Munificentissimus Deus en la cual el papa, basado en la tradición de la Iglesia católica, tomando en cuenta los testimonios de la liturgia, la creencia de los fieles guiados por sus pastores, los testimonios de los Padres y Doctores de la Iglesia y con el consenso de los obispos del mundo, declaraba como dogma de fe la Asunción de la Virgen María:
MARÍA Y LA PRIMERA COMUNIDAD
María está presente. En los momentos más importantes de la vida de Jesús, María como buena Madre está ahí. Pero no solo circunscribe su estar a la presencia de su hijo, sino que ella es la primera que cree en Él. Cuando Jesús muere, ella sigue creyendo y cuando resucita no abandona a esa primera comunidad que tiene miedo y dudas, sino que los acompaña durante todo ese tiempo. Es Pedro quien lleva las riendas, pero es María quien hace de modelo para todos. Ella se mantiene en un segundo plano, siempre presente y siempre cercana, todos saben que está ahí pero ella no hace por que se note, tampoco hace falta.
María representa esa Iglesia que no es solo jerarquía ni solo institución, sino también Pueblo de Dios. Es el rostro mariano de la Iglesia el modelo para todos, para llevar el Reino de Dios a toda nuestra vida, desde las labores cotidianas a las más espirituales.
Hoy es un buen momento para preguntarte, ¿cómo estás tú en la Iglesia?, ¿tienes una presencia cercana o eres distante cuando hay que hablar de fe?, ¿qué actitudes tomas en tu día a día para acercar con los demás el Pueblo de Dios?
PRESENCIA DE MARÍA EN LA PASIÓN DE JESÚS.
MARÍA Y LA CUARESMA
Si preparamos nuestro corazón y nos consagramos en Cuaresma bajo la compañía de María, podremos ir reflexionado el misterio pascual, reconocer la importancia del tiempo de reconciliación, la oración y la penitencia. María es la mejor compañía para poder participar del banquete de la Resurrección una vez vivida la penitencia, el perdón y la humildad de los corazones humanos.
Al vivir la cuaresma tenemos la gran oportunidad que el cristiano está buscando: encontrar el amor en Cristo y para Él, y bajo qué guía podemos sentir nuestra cercanía esta Cuaresma con Cristo, bajo la guía de María quien permaneció atenta y a la escucha de la Buena Nueva. Es por ello que en esta edición te presentamos algunas formas para vivir la Cuaresma de la mano de María.
SILENCIO Y ORACIÓN
El tiempo cuaresmal es un momento de recogimiento de nuestros corazones, es la oportunidad para abrir nuestras vidas al silencio y a la oración. La mejor persona para aprender de la experiencia de Dios a través del silencio y la oración fue María; a través de ella podemos ver la vida con calma y justo ella es quien enseña al cristiano a vivir una vida de fe en silencio, un silencio como el espacio íntimo de Dios, y la Cuaresma es el momento del silencio, de la confianza, de la voluntad puesta en manos de Jesús.
Pero, ¿cómo podemos los cristianos entender el silencio y la oración a través de María? Desde la espera confiada en Dios, la oración del Rosario, la visita al Santísimo, desde la mirada mariana de nuestras oraciones, aprendiendo a reconocernos pequeños como ella misma.
Si pedimos la compañía de María durante los 40 días del tiempo cuaresmal podemos reconocer y explicarnos el misterio de Dios. El silencio y la oración son redentoras, la imagen de la Virgen María es una imagen orante, su actitud nos enseña que la figura humana se conmueve en la oración al Cristo Crucificado y se reaviva en la Resurrección, así que una de las mejores formas para vivir esta Cuaresma es mediante cinco minutos de silencio y oración marianos, espacio de recogimiento para que la Madre de Cristo nos enseñe a meditar sobre el silencio amoroso de Dios con la humanidad.
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María, imagen de la mujer.
INTRODUCCION
El Nuevo Testamento nos propone en María un modelo sublime de vida cristiana y un ejemplo de auténtica emancipación femenina, en el cual toda mujer debería inspirarse para comprender plenamente su propia dignidad.
Contemplando a la Virgen María todos los prejuicios contra los presuntos defectos o debilidades de la mujer son desmentidos, y todos los valores de la personalidad femenina son ensalzados.
En ella se realiza efectivamente la auténtica emancipación de la mujer. En ella Dios ha puesto la insistuibilidad del rol de la mujer en el desarrollo de la humanidad y en la historia de la salvación. La nobleza de todas las mujeres es iluminada por el culto católico a la Virgen María.
LA DIGNIDAD DE LA MUJER
En la Virgen María aparece de manera espléndida la dignidad de la mujer según en plan de Dios. La Anunciación revela la voluntad de Dios de pedir la cooperación de la mujer en la obra de salvación del mundo. La realización del misterio de la salvación está condicionada al consentimiento libre de María. Esto nos hace comprender que Dios considera a la mujer, no como un ser pasivo o inferior a los demás, sino como un ser responsable y libre, una persona con su dignidad y autonomía.
María preguntó al ángel: ‘¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?’ (Lucas 1:34). Y solamente después de la aclaración del ángel, ella aceptó y dio su consentimiento al proyecto de Dios. Toda acción de Dios en la historia de los humanos respeta siempre la voluntad libre del ‘yo’ humano. Lo mismo acontece en la Anunciación de Nazaret. También la mujer es persona y tiene la misma dignidad y responsabilidad del hombre.
LOS VALORES DE LA PERSONALIDAD FEMENINA
Siguiendo las huellas del Evangelio, vamos a presentar algunos de los valores de la personalidad femenina, que resplandecen en la figura de María.
1.- La capacidad de entrega a Dios.
‘He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según su voluntad’ (Lucas 1:38). El consentimiento de María es una ofrenda total a Dios y manifiesta toda la fuerza de entrega, propia de la mujer. El carácter de la mujer se manifiesta en esto: ‘Hágase en mí según tu voluntad’; es decir, en hacerse receptiva y disponible para dar la vida. Cuanto más la mujer se hace ofrenda, entrega y olvido de sí misma, tanto más se hace auténtica, tanto más se hace mujer, y por eso, grande.
Jamás una mujer tuvo un influjo tan decisivo en la historia de la humanidad. De su ‘sí’ depende la venida del Redentor al mundo. María acepta en nombre de toda la humanidad. Es designada por Dios como cooperadora de la Nueva Alianza. ‘Eva, todavía virgen, se hizo desobediente y llegó a ser, para sí misma y para todo el género humano, causa de muerte. María, virgen obediente, se convierte para sí misma y para todo el género humano en causa de salvación’. (Ireneo, AH, 3:22).
2.- La capacidad de entregarse al prójimo
La visita a Santa Isabel manifiesta la capacidad de la mujer de entregarse y de santificar al prójimo. María se fue con prontitud a la región montañosa de Judá y se puso al servicio de Isabel en el momento de la necesidad (Lucas 1:39). El encuentro de las dos madres es, en realidad, el encuentro de los dos hijos, a cuya misión están colaborando ellas dos. Aquí María es la auxiliadora. La presencia de Cristo en María se hace presencia santificadora para Juan Bautista e Isabel: ‘La criatura se movió en el vientre y ella quedó llena del Espíritu Santo’ (Lucas 1:41).
Por su riqueza interior y personal, por sus cualidades características, la presencia de la mujer puede tener un influjo humanizador y santificador en beneficio del individuo, de la familia y de la sociedad.
3.- La capacidad de iniciativa
La boda de Caná manifiesta la capacidad de intuición y de iniciativa de la mujer. Con osadía, María se dirige a Jesús y le convence para anticipar su hora. El milagro le revela como Salvador y suscita en los discípulos la fe que salva (Juan 2:11). La iniciativa de María obtiene un claro reconocimiento.
En la Iglesia la mujer no es solamente una ayudante, una ejecutora con el único papel de obedecer. Ella toma la iniciativa, así como el hombre. En la Iglesia y en la sociedad es llamada a dar su contribución característica según sus cualidades y carismas personales.
4.- La fortaleza en la prueba
La mujer no es debilidad e inconstancia, el llamado ‘sexo débil’. En el momento del sufrimiento María manifiesta su fortaleza moral, su fidelidad absoluta y el seguimiento generoso al Señor. Ya Simeón había profetizado sus sufrimientos (Lucas 2:35). Toda la vida de María es atravesada por el dolor y el sacrificio.
Junto a la Cruz ella testimonia que en los momentos dramáticos la mujer es constante, es fiel y es fuerte. El Evangelio dice ‘Stabat’; es decir, ‘estaba de pie, parada’ (Juan 19:25). Es la firmeza sin vacilación de la mujer. En las tragedias de la vida, María es el símbolo de la mujer que está de pie. En ella el amor al Señor es más fuerte que la turbación del dolor.
5.- La maternidad universal
Junto a la Cruz, María es consagrada como cooperadora en la obra de salvación, con una misión de maternidad universal. Jesús confía a María al ‘discípulo amado’ para asegurarle una cariñosa asistencia: ‘Ahí tienes a tu madre’. Luego confía el discípulo a la Madre: ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo’ (Juan 19:26-27). Jesús usa la palabra ‘mujer’ para significar a ésta, no en su debilidad o en su función, sino en todo el valor de su personalidad femenina. Jesús confía a María una maternidad que se extiende a los discípulos. El ‘discípulo amado’ del Evangelio es símbolo de todos los discípulos que, amados por Cristo, reciben a María por madre. María influye en la generación espiritual de todos los discípulos de Cristo.
Asimismo, la mujer es llamada, fuera de las paredes domésticas, a ejercer una misión de maternidad espiritual, en vista de la humanización y cristianización del mundo entero. La figura de María ofrece el modelo perfecto del discípulo del Señor, artífice de la ciudad terrena y temporal, pero peregrino diligente hacia la celeste y eterna. Es un testigo del amor, que edifica a Cristo en los corazones.
ORIGINALIDAD DE LA MISION DE LA MUJER
Aunque sea la ‘llena de gracia’ y cumpla una misión extraordinaria en la historia de la salvación, María no fue llamada al sacerdocio ministerial en el número de los Apóstoles. Eso significa que la misión de la mujer en la Iglesia y en la sociedad es concebida de manera diferente a la misión del hombre. Sin embargo, diversidad no quiere decir inferioridad. La misión de María en la línea de la feminidad y de la maternidad no es inferior a la de los Apóstoles, sino que es diferente.
Se trata de una diferencia funcional, la cual no significa forzosamente inferioridad o desigualdad. El sacerdocio, en efecto, no es superioridad, sino servicio. En la Iglesia hay varios ministerios complementarios entre sí, que no se pueden nivelar sobre el modelo del sacerdocio.
En el plan de Dios, la mujer es complementaria al hombre. Tiene papeles complementarios que, sin embargo, son tan importantes como los del hombre. En consecuencia, lo ideal para la mujer no es asemejarse totalmente al hombre transformándose en una especia de copia del mismo, sino afirmarse a sí misma, ser plenamente mujer con su personalidad original. El papel de la mujer en la sociedad y en la Iglesia no es superior ni inferior al del hombre. Sencillamente, es diferente.
RESPETO Y VALORIZACION DE LA MUJER
En nuestro ambiente, la mujer es despreciada de mucha maneras, instrumentalizada, violentada en el cuerpo y en el espíritu, y además considerada una cosa u objeto de placer.
Si María es la imagen de la mujer en sus potencialidades positivas y en sus valores esenciales, contemplarla y venerarla significa tomar conciencia de la dignidad de toda mujer, en cuanto a persona creada a imagen y semejanza de Dios, y valorarla y respetarla bajo todos los aspectos y en toda circunstancia.
En María la mujer puede comprender su propia dignidad trascendente y tener confianza en sus capacidades, en la misión singular a la cual cada una es llamada en la sociedad y en la Iglesia. Debe tomar conciencia de la inmensa posibilidad de bien que se le abre delante como mujer.
La propia Iglesia sigue insistiendo en cuanto que para la mujer cristiana, y especialmente la religiosa, asuma en la sociedad y en la Iglesia las responsabilidades y los cargos que a ella le corresponden.
QUE DIOS SE HABIA HECHO HOMBRE EN MARIA.
Eso está muy claro para la comunidad: que María es la madre de Jesús de Nazaret, y que este Jesús, y no otro, es el Hijo de Dios que se hizo hombre en María.
Para los primeros cristianos, Dios Padre, por medio del ángel Gabriel, anunció a María, una jovencita en Nazaret, que iba a ser la Madre de su Hijo.
Se presentó Gabriel a María y le dijo:
"Alégrate tú, la Amada y favorecida, el Señor está contigo. Ella se turbó al oír esta palabras, preguntándose qué saludo era aquel. El ángel le dijo: Tranquilízate, María, que Dios te ha concedido su favor. Pues, mira, vas a concebir, darás a luz un hijo y le pondrás de nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David su antepasado; reinará para siempre en la casa de Jacob y su reinado no tendrá fin. María le dijo al ángel: ¿Cómo sucederá eso si no vivo con un hombre? El ángel le contestó: El Espíritu Santo bajará sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra: por eso al que va a nacer lo llamarán "Consagrado", Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel: a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y la que decían que era estéril está ya de seis meses; porque para Dios no hay nada imposible. María contestó: Aquí está la esclava del Señor, cúmplase en mí lo que has dicho. Y el ángel le dejó". (Lc. 1, 28-38)
QUE MARIA, LA MADRE DE JESUS, ES MUJER ANTES QUE MADRE.
María, antes que madre, fue mujer. Una mujer que consciente y libremente se arriesgó y asumió sus responsabilidades: Ante Dios: dio su SI a Dios después de cerciorarse bien sobre lo que se le pedía (Lc. 1, 34-38)
Ante la sociedad: arriesgándose a ser criticada (Mt. 1,18).
Ante la historia: respondiendo a Dios con todo su yo humano, femenino, en la misión más importante encomendada por Dios a una persona (Lc. 1,31-33. 38; Jn. 19,25).
María contó con un esposo, José, que la respetó (Mt. 1,18-19), creyó y confió en ella (Mt. 1,24-25), la defendió (Mt. 2,14).
QUE MARIA, LA MADRE DE JESUS, ES UNA MUJER POBRE, UNA MUJER DEL PUEBLO.
Dios fue enteramente libre para escoger a la madre de su Hijo. ¿A qué María escoge Dios, de entre tantas mujeres, para Madre de su Hijo hecho hombre? ¿A qué "señora" elige?
A UNA MUJER JUDIA. María pertenece al pueblo judío, un pueblo pequeño, entonces pobre, colonizado y ocupado militarmente por el Imperio Romano (Lc. 2,1-7).
María es de una región, Galilea, despreciada por los de la capital (Jn. 7,52), de un pueblito del que se dice "¿De Nazaret puede salir algo bueno?" (Jn. 3,46)
A UNA MUJER POBRE. Esta es la realidad. Dios no escoge a una princesa, a una persona importante, Lo podía hacer. Pero María ni siquiera es la prometida de un sacerdote judío (y había 7.200 en aquella nación tan pequeña), ni de un doctor (escriba), ni siquiera de un piadoso fariseo. Mucho menos es la mujer de un hacendado, ganadero o comerciante judío. De una mujer pobre nació el Hijo de Dios en la tierra.
A UNA MUJER DEL PUEBLO. La madre de Dios es María de Nazaret, un pueblecito pequeño, más bien caserío. Es una mujer campesina. Como su hijo Jesús "el de Nazaret" (Cf. 1,45-46), nació y vivió pobre en medio de su pueblo.
Da a luz a su hijo en un establo y no tiene otra cuna para él que un pesebre de animales (Lc. 2,7-19).
Cuando su esposo José lo lleva por primera vez al templo, presentan la ofrenda de los pobres (Lc. 2,34; cfr. Lev. 12,8).
María y José no tenían plata para dar estudios a Jesús: "Los dirigentes judíos se preguntaban extrañados ¿cómo sabe éste tanto si no ha estudiado?" (Jn. 7,15) Cuando Jesús vuelve a Nazaret, donde se había criado, como profeta que dice y hace cosas maravillosas, lo desprecian por ser hijo de una pobre mujer de pueblo: "El hijo de María" (Mc. 6,1-6).
QUE A ESA MARIA Y NO A "OTRA" ESCOGIO DIOS.
Los hijos queremos lo mejor para nuestras madres. Y lo mejor que quiso Dios, lo mejor que quiso Jesucristo para su madre es que ella fuese una mujer pobre, una mujer del pueblo, ¿por qué será? Por supuesto que María era consciente de ser una mujer pobre, del pueblo, y lo aceptó, y lo quiso, y dio gracias por el hecho de que ella, siendo pobre y del pueblo, fuese la favorecida por Dios: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque se ha fijado en su humilde esclava" (Lc. 1,46-48-49)
El buen hijo no se avergüenza de su madre. Dios, Jesús, no se avergüenza de María de Nazaret. ¿Y nosotros nos vamos a avergonzar de ella cubriéndola con galas que no van con una mujer del pueblo, con una mujer pobre? Dios la quiso con otras "prendas".
María de Nazaret, la única Virgen María que existe, no es un ídolo extraño, de otro mundo, con afeites, enjoyado, arrancada del pueblo, apartada, y sentada e identificada con los poderosos. Así no la quiso Dios. El único Dios vivo y verdadero, el Dios de Jesús, quiso y buscó a la madre de su hijo donde mejor, según El, podía estar al alcance de todos y ser buscada: en el pueblo pobre y humillado, donde todos, pobres y ricos, podían fácilmente encontrarla. Porque así es Dios.
'YO, EL SEÑOR, QUE SOY EL PRIMERO, YO ESTOY CON LOS ULTIMOS' (Is. 41.4)
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Nos encontramos inmersos en el tiempo del Adviento, esas cuatro semanas en las que nos disponemos para celebrar la venida de Jesús, escuchando más y mejor su Palabra, abriendo la mirada para descubrir su presencia, acercándonos a quienes han perdido la esperanza para ayudarles a recobrarla. Tal vez hoy más que nunca, en esta cultura impregnada de consumo individualista, necesitamos un tiempo así de estimulante.
Cada año el Adviento nos recuerda que Dios “vino” al encarnarse en Jesús, pero también “viene” ahora, cada día, en cada vida; más aún, “vendrá” al final de los tiempos para consumar su obra salvadora. Tiempo, por tanto, de despertar, vigilar y preparar caminos de acogida a Jesús, manteniendo viva la esperanza de que Él siempre viene.
El mejor ejemplo de lo que significa el Adviento lo encontramos en María, cuya Inmaculada Concepción celebramos hoy. Ella supo vivir en estado de constante esperanza. Esperó a Jesús, el Mesías, entregándose con generosidad y acompañándole hasta la cruz. Sostuvo la fe de los discípulos cuando todo parecía perdido. Sabía leer los tiempos de Dios, que se mueven a otro ritmo, más profundo que las apariencias.
Desear, entregarse, acompañar, alegrarse… son actitudes que expresan la esperanza que vivió María y que nosotros, a nuestra medida, somos invitados a cultivar aprendiendo de ella.
Hace unos meses, con motivo del 375 aniversario del Patronazgo de la Virgen de Belén, la imagen de la Patrona de Almansa recorrió parroquias, colegios y residencias de ancianos. Cuando en la Parroquia de San Roque se preparaba el programa de actividades, alguien sugirió la idea de celebrar un pequeño recital de poesía dedicado a la Virgen María.
Así, nos encontramos con este precioso poema, publicado por el carmelita Pedro de Padilla, a finales del siglo XVI, cuyos versos han sido incorporados a la versión actual de la Liturgia de las Horas:
Ninguno del ser humano
como vos se pudo ver;
que a otros les dejan caer
y después les dan la mano.
Mas vos, Virgen, no caíste
como los otros cayeron,
que siempre la mano os dieron
con que preservada fuiste.
Yo, cien mil veces caído;
os suplico que me deis
la vuestra y me levantéis
porque no quede perdido.
Y por vuestra concepción,
que fue de tan gran pureza,
conserva en mí la limpieza
del alma y del corazón,
Para que, de esta manera,
suba con vos a gozar
del que solo puede dar
vida y gloria verdadera.
No se puede expresar, más bellamente, el misterio que hoy celebramos. María, la Inmaculada, la que fue preservada de todo pecado por la mano de Dios, tiende su mano hacia nosotros, los “cien mil veces caídos”, para levantarnos y llevarnos hacia su Hijo Jesús. Celebrar este Adviento muy cerca de María, nos ayudará a acoger con un corazón limpio y alegre al Dios hecho carne, al dador de la vida verdadera.
MARÍA LA INMACULADA
¿Qué queremos decir los cristianos cuando a María la llamamos "La Inmaculada", "La Purísima"? ¿Qué es lo más grande de María de Nazaret: ser "La Inmaculada" o ser "La Madre de Dios"? ¿Por qué?
1 - LO QUE LA BIBLIA DICE
En la Biblia no encontramos ninguna afirmación explícita y directa sobre la Inmaculada Concepción de la Virgen María.
2 - LO QUE LA IGLESIA AFIRMA
El Papa Pío IX el año 1854, en la Bula "Inefabilis Deus", solemnemente proclama como dogma de fe la Inmaculada Concepción de María: "Con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y la nuestra, declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios Omnipotente, en atención a todos lo méritos de Jesucristo, Salvador del género humano, está revelada por Dios".
¿Qué es lo que nos quiere decir el Papa?
1 - El Papa proclama, con todo el peso de su autoridad infalible, la Inmaculada Concepción como dogma de fe que debe ser creído firme y constantemente por todos los fieles.
2 - Se trata de María de Nazaret, la María de los Evangelios.
3 - El Papa afirma positivamente que María no tuvo pecado original.
4 - María desde el primer momento de existencia como persona estuvo libre de pecado. Es decir: que desde siempre María fue toda y radicalmente de Dios.
5 - Ese es un favor que Dios ha hecho gratuitamente a María. Es el único caso en toda la humanidad. Al menos sólo consta que se le ha concedido a ella.
6 - La santidad de María depende de los méritos de Cristo. Pues, Cristo es el único salvador de todos los hombres.
7 - El Papa no afirma más que el hecho de la revelación. Nada dice de cómo ha sido revelada esta doctrina. Ciertamente no por la Biblia que es la revelación escrita. Podemos decir que la fe de la comunidad cristiana se ha ido abriendo camino a través de los siglos.
3 - LO QUE LA INMACULADA SIGNIFICA PARA NOSOTROS.
El que María sea "Inmaculada" ¿no la hace totalmente una fuera de serie? Añadiendo nuevos "privilegios" a la corona de María, ¿no la alejamos del pueblo pobre, pecador y creyente?
Puebla nos habla de María y dice:
a - Que "en nuestros pueblos… María constituyó el gran signo de rostro maternal y misericordioso, de la cercanía del Padre y de Cristo" (Puebla 282), "presencia sacramental de los rasgos maternales de Dios (Puebla 291).
b - Citando palabras de la Encíclica "Marialis Cultus" de Pablo VI, dice de María que es "algo del todo distinto de una mujer remisiva o de espiritualidad alienante" (Puebla 293).
4 - MARIA, LA INMACULADA: SACRAMENTO DE LA OPCION DE DIOS POR LOS POBRES.
Dios ama y defiende a los pobres (ver en Mt. 5,45: St. 2,5) cualquiera que sea la situación moral o personal en que se encuentren, porque su imagen está en ellos ensombrecida y aun escarnecida (Puebla 1.142).
Esa ha sido siempre la conducta de Dios en toda la Historia de la Salvación (lee Dt. 7,7-8; Jer. 22,1-5; Sal 72,3-4.12-14; 1 Cor. 1,26-31; Lc. 4,18; San. 2,5-7, etc. etc.)
María, la que Dios elige para Madre de su Hijo hecho Hombre y, por ello, la hace "Inmaculada", no es otra que María de Nazaret: Una mujer del pueblo, un pueblo pobre, dominado y despreciado por los poderosos. Una mujer campesina, desconocida. Casada con José, un muchacho pobre, emigrante o hijo de emigrantes (lee Lc. 2,4-5). Que dio a luz a su hijo "y lo acostó en un pesebre, porque no encontraron sitio en la posada" (Lc. 2,7). Una mujer que terminaría siendo la madre del crucificado injustamente "entre bandidos" (Mc. 15,10; Mt. 27,24; Lc. 23,2-5, 13-15; Mc. 17,27).
María de Nazaret, no solamente fue pobre sino que siempre estuvo al lado de los pobre (Lc. 1,39.56; Jn. 2,1-5), y como Dios, con El, claramente rechazó a los soberbios, a los poderosos, a los ricos (¿Quieres comprobarlo? Lee Lc. 1,46-55).
Dios hace esa "gracia", hace Inmaculada, a la mujer que nace, vive pobre y asume la causa de los pobres.
María, todo lo que es María de Nazaret, personifica esta opción de Dios por los pobres, la parcialidad de Dios en favor de los que "no cuentan" en el mundo. Dios siempre, incondicional, apasionada y exclusivamente a favor de los débiles, marginados, oprimidos, empobrecidos, humillados, y nunca comprometido con los poderosos.
Es el Dios que gratuita y generosamente da a quien nada tiene ni merece. Es el Dios que regala su perdón y su amistad.
El pueblo sabe que María es suya, del pueblo; que, como él ha experimentado la escasez, el destierro, la inseguridad, la angustia, la soledad, el sufrimiento, la paciente espera… El pueblo sabe también que ella es la preferida del buen Dios, la Madre de Cristo, la Inmaculada.
Y por eso, el pueblo acude a ella seguro de encontrar en ella y por ella la ternura, la bondad, las entrañas de misericordia del buen Dios. María Inmaculada personifica la opción de Dios por los pobres: "El Señor está contigo". El Señor está con María y está con el pobre. En María Inmaculada ve el pueblo pobre el rostro materno de Dios.
5 - MARIA LA INMACULADA: LA MUJER COMPROMETIDA
El hecho de ser la Madre de Dios, de ser Inmaculada, ¿se le subió a la cabeza a María? ¿La hizo pasiva y temerosa en su seguridad? ¿Es María como aquellos que se pasan la vida agradeciendo a Dios y celebrando por los privilegios que Dios les ha dado generosamente, sin hacer ellos más nada? ¿O reaccionó María como otros que no se comprometen, no se arriesgan por temor a perder los privilegios que tienen y celosamente guardan?
El Papa Juan Pablo II dice que María, la Inmaculada, respondió activamente "con todo su yo humano, femenino" ("La Madre del Redentor", n. 13) al plan de Dios sobre su reinado en el mundo, al plan de Dios sobre ella en función de ese reinado (ver en Lc. 1,26-38).
El no tener pecado no quiere decir no tener tentaciones, dificultades para cumplir la voluntad de Dios. Las tuvo Cristo (Mc. 1,13; 3,21; 6,1-6ª; 8,11-12.16-21.31-33; 14,32-36; 15,34 etc.) Tampoco a María, sin pecado original, llena de la gracia de Dios, se le dio todo hecho. Toda gracia y privilegio de Dios es también responsabilidad. La gracia de Dios previene y socorre, pero no nos evita las dificultades y tentaciones. María diariamente cooperó con la gracia del buen Dios cuyo poder no nos ayuda a evitarlo todo sino a poder superarlo todo. Por eso María cooperó para que la Salvación, el Reinado de Dios: Se diese en ella: Al hacer de su vida toda, en las alegrías y en las dificultades concretas, un sí al plan de Dios.
Recorriendo "todo su camino de fe", con un heroísmo de fe cada vez mayor, a pesar de la "particular fatiga del corazón unida a una especie de noche de fe", sin ceder a la desesperación, a la amargura, a la venganza, acogiendo al pie de la cruz aun a los verdugos de su hijo (ver Jn. 19,26). La Inmaculada nos dice que la victoria sobre el pecado es posible, concreta y real en cada uno de nosotros.
Se diese en el mundo: Puebla dice, citando las palabras de Juan Pablo II, que María "en el Magníficat se manifiesta como modelo para quienes no aceptan pasivamente las circunstancias adversas de la vida personal y social, ni son víctimas de la alienación" (Puebla 297) y "proclama que la salvación tiene que ver con la justicia hacia los pobres" (Puebla 1.144). Y de nuevo, citando las palabras del mismo Juan Pablo II, afirma Puebla: que "De María… parte también el compromiso auténtico con los demás hombres, nuestros hermanos, especialmente por los más pobres y necesitados y por la necesaria transformación de la sociedad" (Puebla 1.144). La Inmaculada nos dice que la victoria sobre el pecado es también posible, real y concreta en nuestra sociedad.
María, La Inmaculada: No fue la madre posesiva que retiene a su hijo para sí. Lo dejó ser libre.
Colaboró en su obra liberadora hasta la cruz (Jn. 19,25). Hasta el nacimiento de la iglesia en Pentecostés María oró juntamente con los apóstoles (Hch. 1,14 ; lee Hch. 2,1-4).
REFLEXIONA Y RESPONDE
1 - El pueblo presenta a María, La Inmaculada, serena, limpia y sencilla, pisando triunfadora a la serpiente del mal que rodea con su veneno al mundo. ¿A qué nos invita esa representación de María?
2 - Explica en qué sentido María es el gran signo, de rostro maternal y misericordioso, de la cercanía del Padre y de Cristo.
3 - ¿Cómo traduces tú en tu vida el compromiso de María en la suya?
4 - La Inmaculada nos dice que Dios es más fuerte que el pecado. Y él triunfará definitivamente en nosotros, en el mundo. En María no hay pecado, no hay mentira, no hay violencia. ¿Y en ti? ¿Cómo superarás eso? "En todo somos vencedores, gracias a Aquel que nos amó" (Rom. 8,37)
5 - ¿Qué puedes hacer para superar el mal colectivo de la injusticia, del abuso de poder, de la discriminación por el color de la piel, por mentalidad, por militancia en partidos o ideologías políticas distintas?
María era del pueblo
Atenta y preocupada por los otros
La amplia acogida de la Palabra de Dios en la vida de María
no hizo de ella una persona etérea, desligada de las cosas de la vida y del
pueblo. Al contrario, hizo de ella una persona muy atenta y preocupada por los
problemas de los otros. Por ejemplo, cuando María aceptó la Palabra de Dios,
transmitida por el ángel, su primer pensamiento no fue para sí misma, sino
para su prima Isabel. El ángel le había informado que Isabel, señora ya de
cierta edad, estaba embarazada por primera vez (Lc 1, 36).
Isabel necesitaba ayuda. María no lo dudó y se marchó para
Judea, a más de 120 kilómetros de Nazaret. Hizo el viaje solamente para poder
ayudar a su prima en los tres últimos meses de embarazo (cfr Lc 1, 39-56). Y en
aquel tiempo no había tren ni autobús.
Un campesino, al leer este trozo del Evangelio, dijo:
"Siempre que voy a visitar a mi madre llego a casa diciendo que voy a estar
poco tiempo, pues voy apurado. Veo a mi madre en sus tareas de casa; cuando va a
buscar y recoger leña, a la pobre le cuesta mucho trabajo y apenas consigue la
que necesita. La próxima vez que vaya a verla en su casa, voy a hacer como la
Virgen María, y me voy a quedar más tiempo con mi madre para ayudarle".
En otra ocasión María fue invitada a una fiesta de bodas en
Caná (Jn 2,1). Jesús también estaba allá. En las fiestas de boda en aquel
tiempo se comía y se bebía mucho, a discreción. Llegó el momento en que
María se dio cuenta de que les estaba faltando vino. Y ella, no sólo notó la
falta de vino, sino que hizo lo posible para conseguirles más vino, y habló
con Jesús: "Estos no tienen más vino" (Jn 2,3). Y así fue como
María consiguió que Jesús hiciese su primer milagro en favor de una familia
pobre, para que no quedasen en ridículo ante los invitados a su fiesta (Jn 2,
6-11).
En vez de permanecer ella pensando sólo en sí misma y en su
salvación, la Palabra de Dios hizo que María saliese de sí misma y se
olvidase de sus problemas para pensar en los problemas de los otros y ayudarles.
No abandona a los amigos en la hora de la necesidad
Aunque María no siempre entendía todo lo que Jesús hablaba
y hacía, ella siempre lo apoyó. Y por eso, tuvo problemas con sus parientes.
¿Quién es el que no los tiene?
Sus familiares estaban preocupados con Jesús y se lo
achacaban a que María lo dejaba demasiado; que Jesús había perdido el juicio
(Mc 3,11). Querían traerlo y recogerlo en su casa (Mc 3, 21). Y consiguieron
que María lo buscase para decírselo (Mc 3, 31-32).
Pero Jesús no hizo caso, y les hizo saber a los parientes
que ellos no tenían ninguna autoridad sobre él. Sólo Dios tenía autoridad, y
lo importante era hacer su voluntad (cfr Mc 3,33-35). En otra ocasión, los
parientes querían que Jesús fuese un poco más atrevido y que se fuese hasta
Jerusalén, la capital, para conseguir más fama (cfr Jn 7, 2-4).
En el fondo, los parientes no querían a Jesús (cfr Jn 7,
5). Eran oportunistas. Sólo querían aprovecharse de su primo famoso. Es lo que
Jesús dijo: "Los enemigos del hombre serán sus propios familiares" (Mt
10,36). Es lo que estaba pasando con él mismo, dentro de su propia familia.
¡María debe haber sufrido mucho con esto!
Pero cuando, al final, apresaron a Jesús como un malhechor (Lc
23,2) y lo condenaron como un hereje (Mt 26, 65-66), los parientes se callarán
todos y no habo ninguno que diera la cara, a no ser algunas mujeres.
Pero María siguió fiel. No huyó ni tuvo miedo. Hasta los
apóstoles, menos Juan, huyeron todos (Mt 26,56). Ella no. Se quedó con Jesús
y lo apoyó. Fue con él hasta el Calvario y allí estuvo firme, asistiendo a su
agonía (Jn 19,25). Eso hacía parte de su misión, asumida delante del ángel:
"Soy la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra".
Las autoridades condenarán a Jesús como anti-Dios y anti-Pueblo
(enemigo de Dios y del pueblo). A María no le importó. Fue la única persona
de la familia que no lo abandonó. Ella no abandona a las personas en la hora de
la necesidad, de la prueba y del dolor. ¡Va con ellos hasta el fin!
Lo mismo hizo con los apóstoles. Aunque todos huyeron, ella
no los abandonó. Estuvo con ellos perseverando en la oración, durante nueve
días, para que la fuerza de Dios les ayudase a superar el miedo que los
inmovilizaba y los hacía huir (Hch 1,14).
Era del pueblo por decisión propia y por condición de vida
Todo esto demuestra que María no solamente era de Dios, sino
también del Pueblo de Dios.
¿Qué significaba para ella ser del Pueblo de Dios?
Para María eso significaba ser del pueblo pobre y vivir sus
problemas.
María era del pueblo pobre, no como quien desciende de lo
alto del trono para dar una pequeña ayuda o limosna a los pobres necesitados,
allá abajo. Era del pueblo porque vivía la misma vida de todos. No era rica,
ni poderosa (cfr Lc 1, 52-53). Para los pobres como ella, no había lugar en los
hoteles y sólo tenía el abrigo de los animales, las grutas y los barrancos (Lc
2,7).
Pero existen pobres que, a pesar de ser pobres, están al
lado de los ricos y de los poderosos, y desprecian a sus compañeros pobres.
María no era así. El canto hecho por ella en casa de Isabel demuestra muy bien
de qué lado escogía ella vivir: en el lado de los humildes (Lc 1,52), de los
que pasan hambre (Lc 1,53), de los que temen a Dios (Lc 1,50).
Aparte de esto, ella se separó claramente de los orgullosos
(Lc 1,51), de los poderosos (Lc 1,52) y de los ricos (Lc 1,53). Para María, ser
del Pueblo de Dios significaba vivir una vida pobre y asumir la causa de los
pobres, que es la causa de la justicia y de la liberación.
Todo esto puede chocar a los ricos y a los poderosos a
quienes también les agrada ir detrás de la Santísima Virgen María con
devoción y fervor, como también lo hace el pueblo humilde. Pero ésta es la
verdad. Si no se convencen, que lean y reflexionen en el Evangelio el Cántico
de María (Lc 1,46-55).
Finalmente, María era del pueblo, porque llevaba en sí la
misma esperanza de todos, la misma fe y el mismo amor.
Todo lo pasado, desde Abrahán, corría por sus venas y le
hacía actuar (cfr Lc 1,54-55).
MARIA DE NAZARET: UNA MUJER INMACULADA
El pueblo latinoamericano ha llamado y llama a María "La sin pecado" o "La sin mancha". En el Cuzco la llaman "La Linda" y en Lima "La Sola". En Nicaragua, donde "La purísima" se celebra hasta en los caseríos más remotos de las montañas, un antiguo documento remonta la fiesta de "La Inmaculada" hasta el 7 de diciembre de 1742: "Pongan la noche de este día, por ser Víspera de la limpia y pura concepción de Nuestra Señora, luminarias en sus ventanas y nadie lo excuse".
¿Qué queremos decir los cristianos cuando a María la llamamos "La Inmaculada", "La Purísima"? ¿Qué es lo más grande de María de Nazaret: ser "La Inmaculada" o ser "La Madre de Dios"? ¿Por qué?
1 - LO QUE LA BIBLIA DICE
En la Biblia no encontramos ninguna afirmación explícita y directa sobre la Inmaculada Concepción de la Virgen María.
2 - LO QUE LA IGLESIA AFIRMA
El Papa Pío IX el año 1854, en la Bula "Inefabilis Deus", solemnemente proclama como dogma de fe la Inmaculada Concepción de María: "Con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y la nuestra, declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios Omnipotente, en atención a todos lo méritos de Jesucristo, Salvador del género humano, está revelada por Dios".
¿Qué es lo que nos quiere decir el Papa?
1 - El Papa proclama, con todo el peso de su autoridad infalible, la Inmaculada Concepción como dogma de fe que debe ser creído firme y constantemente por todos los fieles.
2 - Se trata de María de Nazaret, la María de los Evangelios.
3 - El Papa afirma positivamente que María no tuvo pecado original.
4 - María desde el primer momento de existencia como persona estuvo libre de pecado. Es decir: que desde siempre María fue toda y radicalmente de Dios.
5 - Ese es un favor que Dios ha hecho gratuitamente a María. Es el único caso en toda la humanidad. Al menos sólo consta que se le ha concedido a ella.
6 - La santidad de María depende de los méritos de Cristo. Pues, Cristo es el único salvador de todos los hombres.
7 - El Papa no afirma más que el hecho de la revelación. Nada dice de cómo ha sido revelada esta doctrina. Ciertamente no por la Biblia que es la revelación escrita. Podemos decir que la fe de la comunidad cristiana se ha ido abriendo camino a través de los siglos.
3 - LO QUE LA INMACULADA SIGNIFICA PARA NOSOTROS.
El que María sea "Inmaculada" ¿no la hace totalmente una fuera de serie? Añadiendo nuevos "privilegios" a la corona de María, ¿no la alejamos del pueblo pobre, pecador y creyente?
Puebla nos habla de María y dice:
a - Que "en nuestros pueblos… María constituyó el gran signo de rostro maternal y misericordioso, de la cercanía del Padre y de Cristo" (Puebla 282), "presencia sacramental de los rasgos maternales de Dios (Puebla 291).
b - Citando palabras de la Encíclica "Marialis Cultus" de Pablo VI, dice de María que es "algo del todo distinto de una mujer remisiva o de espiritualidad alienante" (Puebla 293).
4 - MARIA, LA INMACULADA: SACRAMENTO DE LA OPCION DE DIOS POR LOS POBRES.
Dios ama y defiende a los pobres (ver en Mt. 5,45: St. 2,5) cualquiera que sea la situación moral o personal en que se encuentren, porque su imagen está en ellos ensombrecida y aun escarnecida (Puebla 1.142).
Esa ha sido siempre la conducta de Dios en toda la Historia de la Salvación (lee Dt. 7,7-8; Jer. 22,1-5; Sal 72,3-4.12-14; 1 Cor. 1,26-31; Lc. 4,18; San. 2,5-7, etc. etc.)
María, la que Dios elige para Madre de su Hijo hecho Hombre y, por ello, la hace "Inmaculada", no es otra que María de Nazaret: Una mujer del pueblo, un pueblo pobre, dominado y despreciado por los poderosos. Una mujer campesina, desconocida. Casada con José, un muchacho pobre, emigrante o hijo de emigrantes (lee Lc. 2,4-5). Que dio a luz a su hijo "y lo acostó en un pesebre, porque no encontraron sitio en la posada" (Lc. 2,7). Una mujer que terminaría siendo la madre del crucificado injustamente "entre bandidos" (Mc. 15,10; Mt. 27,24; Lc. 23,2-5, 13-15; Mc. 17,27).
María de Nazaret, no solamente fue pobre sino que siempre estuvo al lado de los pobre (Lc. 1,39.56; Jn. 2,1-5), y como Dios, con El, claramente rechazó a los soberbios, a los poderosos, a los ricos (¿Quieres comprobarlo? Lee Lc. 1,46-55).
Dios hace esa "gracia", hace Inmaculada, a la mujer que nace, vive pobre y asume la causa de los pobres.
María, todo lo que es María de Nazaret, personifica esta opción de Dios por los pobres, la parcialidad de Dios en favor de los que "no cuentan" en el mundo. Dios siempre, incondicional, apasionada y exclusivamente a favor de los débiles, marginados, oprimidos, empobrecidos, humillados, y nunca comprometido con los poderosos.
Es el Dios que gratuita y generosamente da a quien nada tiene ni merece. Es el Dios que regala su perdón y su amistad.
El pueblo sabe que María es suya, del pueblo; que, como él ha experimentado la escasez, el destierro, la inseguridad, la angustia, la soledad, el sufrimiento, la paciente espera… El pueblo sabe también que ella es la preferida del buen Dios, la Madre de Cristo, la Inmaculada.
Y por eso, el pueblo acude a ella seguro de encontrar en ella y por ella la ternura, la bondad, las entrañas de misericordia del buen Dios. María Inmaculada personifica la opción de Dios por los pobres: "El Señor está contigo". El Señor está con María y está con el pobre. En María Inmaculada ve el pueblo pobre el rostro materno de Dios.
5 - MARIA LA INMACULADA: LA MUJER COMPROMETIDA
El hecho de ser la Madre de Dios, de ser Inmaculada, ¿se le subió a la cabeza a María? ¿La hizo pasiva y temerosa en su seguridad? ¿Es María como aquellos que se pasan la vida agradeciendo a Dios y celebrando por los privilegios que Dios les ha dado generosamente, sin hacer ellos más nada? ¿O reaccionó María como otros que no se comprometen, no se arriesgan por temor a perder los privilegios que tienen y celosamente guardan?
El Papa Juan Pablo II dice que María, la Inmaculada, respondió activamente "con todo su yo humano, femenino" ("La Madre del Redentor", n. 13) al plan de Dios sobre su reinado en el mundo, al plan de Dios sobre ella en función de ese reinado (ver en Lc. 1,26-38).
El no tener pecado no quiere decir no tener tentaciones, dificultades para cumplir la voluntad de Dios. Las tuvo Cristo (Mc. 1,13; 3,21; 6,1-6ª; 8,11-12.16-21.31-33; 14,32-36; 15,34 etc.) Tampoco a María, sin pecado original, llena de la gracia de Dios, se le dio todo hecho. Toda gracia y privilegio de Dios es también responsabilidad. La gracia de Dios previene y socorre, pero no nos evita las dificultades y tentaciones. María diariamente cooperó con la gracia del buen Dios cuyo poder no nos ayuda a evitarlo todo sino a poder superarlo todo. Por eso María cooperó para que la Salvación, el Reinado de Dios: Se diese en ella: Al hacer de su vida toda, en las alegrías y en las dificultades concretas, un sí al plan de Dios.
Recorriendo "todo su camino de fe", con un heroísmo de fe cada vez mayor, a pesar de la "particular fatiga del corazón unida a una especie de noche de fe", sin ceder a la desesperación, a la amargura, a la venganza, acogiendo al pie de la cruz aun a los verdugos de su hijo (ver Jn. 19,26). La Inmaculada nos dice que la victoria sobre el pecado es posible, concreta y real en cada uno de nosotros.
Se diese en el mundo: Puebla dice, citando las palabras de Juan Pablo II, que María "en el Magníficat se manifiesta como modelo para quienes no aceptan pasivamente las circunstancias adversas de la vida personal y social, ni son víctimas de la alienación" (Puebla 297) y "proclama que la salvación tiene que ver con la justicia hacia los pobres" (Puebla 1.144). Y de nuevo, citando las palabras del mismo Juan Pablo II, afirma Puebla: que "De María… parte también el compromiso auténtico con los demás hombres, nuestros hermanos, especialmente por los más pobres y necesitados y por la necesaria transformación de la sociedad" (Puebla 1.144). La Inmaculada nos dice que la victoria sobre el pecado es también posible, real y concreta en nuestra sociedad.
María, La Inmaculada: No fue la madre posesiva que retiene a su hijo para sí. Lo dejó ser libre.
Colaboró en su obra liberadora hasta la cruz (Jn. 19,25). Hasta el nacimiento de la iglesia en Pentecostés María oró juntamente con los apóstoles (Hch. 1,14 ; lee Hch. 2,1-4).
Lo contrario del miedo no es valor, sino confianza
Dicen que los niños vienen con un pan debajo del brazo…y cuando eres madre, te das cuenta de que sí, traerán el pan, pero también otros muchos regalos. Por supuesto el amor, la alegría, el compromiso…pero también la preocupación, las dudas, la inseguridad y, como no, el miedo.
De repente, lo que nunca había tenido importancia, se convierte en un peligro. Un peldaño, el borde de una mesa, un hueso de aceituna. Y con el tiempo, un paseo sin acompañante, la elección de amigos, un viaje, la carrera, el trabajo… Todavía no me he visto en esas, pero imagino que, según el momento de la vida, pasan unos miedos y aparecen otros.
Y pienso en María. ¡Madre mía, María! “Concebirás al hijo de Dios”, dile a tu marido que el niño es de otro, de Dios ni más ni menos. Mira cómo lleva la contraria a los poderosos, cómo pone todo patas arriba; cómo dice verdades como puños que escandalizan a tantos, que le tienen ganas, que ya está bien de tocar la narices. Y para rematar, acompáñale a la cruz. Madre mía María… tuviste que echarle narices.
Tengo tres hijos. Aún nos queda mucho que recorrer. A ellos como individuos. A mí como madre. Ojalá tenga el coraje, como María, de permitirles equivocarse, para aprender, a pesar de mis miedos. Ojalá tenga la capacidad, como María, de dejarles espacio para decidir, para elegir, para ser libres, a pesar de mis miedos. Ojalá tenga el valor de, como María, lanzarles a vivir su vida, que no es de nadie más. SU VIDA. Ojalá….
En definitiva, ojalá sepa, como María, CONFIAR. Confiar en ellos, como María confió en Jesús, confiar en Dios, en la vida, en los demás, en sí misma, como ella lo hizo. Porque, no nos engañemos, lo contrario de miedo no es valor. Es confianza.
Madre de la esperanza, del amor más hermoso
Sin duda alguna el Amor más hermoso es Jesús, el hijo de Dios vivo, salido de las entrañas de María Santísima. Jesús es un Amor Y es un amor hermoso. “El es el más bello de los hombres; en sus labios se derrama la gracia” (cf. Sal 44,3). El es el amor hermoso por excelencia. Y la nota principal del amor hermoso es ser “virgi- nal”. El amor de Jesús es un amor virginal.
El camino espiritual
La consideración o contemplación de la belleza, y en nuestro caso de la belleza del amor de María, además de ser una forma de honrar, alabar y dar gracias al Señor por el regalo que nos ha hecho en la Madre del Señor, y una forma de acercarnos a una justa consideración de María, es un “camino espiritual”, del que todavía se ha hablado muy poco, aunque en realidad ha sido el camino seguido por los místicos.
Madre del amor hermoso
La expresión “Madre del amor hermoso” aparece en el libro del Eclesiástico y reza así: “ Yo soy la madre del amor hermoso, del temor, del conocimiento y de la santa esperanza” (JLc\o 24,18). Texto que desde el siglo X se ha empleado frecuentemente en las Misas de María. Como se lee en la introducción a la Misa n. 36, “la Iglesia, según la tradición tanto del Oriente como del Occidente, celebrando el misterio y la función de María, contempla con gozo su espiritual belleza. La belleza como resplandor de la santidad y de la verdad de Dios, «fuente de toda belleza», e imagen de la bondad y de la fidelidad de Cristo, el “más bello de los hijos de los hombres”.
El título de la misa “Madre del amor hermoso”, nos sitúa directamente ante la contemplación del misterio de “la maternidad divina y humana de María”. Se trata de María, Madre. Y otorga el calificativo de “hermoso/a” no a María, como lo hacen la antífona y el canto mariano que hemos recordado: “Toda hermosa eres María”, sino al amor, María es “la Madre del amor hermoso”. Pero la expresión tiene una doble aplicación:
- En primer lugar María es la Madre del “amor más hermoso”, la Madre del Hijo de Dios, el Hijo de su amor, Jesús.
- Pero, en segundo lugar, también se puede aplicar al amor de María. Su amor no es un amor cualquiera; su amor es el amor más hermoso después
del de Dios. María es la criatura más divinizada, la que mejor reproduce la belleza del amor de Dios. Por ser llena de gracia, la piedad cristiana la ha cantado sin cesar, “toda hermosa eres María”, “no hay en ti mancha alguna”.
La vía de la belleza
Recientemente la Iglesia ha tratado de resaltar “la vía de la belleza”,
de abrir este camino para suscitar en los hombres una respuesta al amor
de Dios. La vía de la belleza es la vía de la contemplación. Cuando
contemplamos un paisaje maravilloso, una formidable puesta de sol o una
creación artística, pictórica o musical, no nos preguntamos si aquello
es verdadero o si es bueno, sencillamente nos embriagamos de su belleza.
Nos dejamos cautivar, hasta el éxtasis por lo bello.
Pablo VI, en 1975, quiso cerrar el decenio de silencio mariano
proponiendo a los mariólogos el camino de la belleza, la llamada por él
“via pulchri- tudinis”. Posteriormente, Juan Pablo II habló en diversas
ocasiones del tema, pero especialmente en su exhortación postsinodal
sobre la Vida Consagrada. En este documento propuso como icono de la
vida consagrada el icono de la transfiguración del Señor, cargado de
esplendorosa hermosura: “Para captar con una visión de conjunto los
rasgos esenciales de la vocación al seguimiento de Jesús, dirá el Papa,
ayuda singularmente contemplar el rostro radiante de Cristo en el
misterio de la Transfiguración” (VC 14). Jesús es el hijo amado en quien
el Padre se complace, en El tiene sus complacencias.
Nos encontramos, más que ante la verdad o la bondad, ante la belleza del Hijo del hombre. La vocación habrá que considerarla como una fascinación, una seducción. La seducción y la fascinación que producen las cosas bellas.
El descubrimiento de la belleza supone la victoria en nosotros, a menudo lograda con fatiga, de la verdad sobre la mentira, de la bondad sobre la maldad, del amor sobre el odio. Por eso María es hermosa. Es bella cuando, con espíritu humilde y con palabra verdadera, acoge la voluntad de Dios y se deja poseer por el Espíritu de paz; cuando en su regazo virginal se recompone la unidad entre Dios y el hombre; la tierra y el cielo; cuando con su sencillez y su humildad borra una antigua doblez y una soberbia insensata.
María es hermosa porque el Espíritu la ha preservado del dominio del pecado. Los títulos de “Toda Santa”, y “Toda Hermosa” designan la misma realidad y tienen la misma motivación. En María no hay mancha de pecado. Por eso con confianza y amor filiales digamos muchas veces a María: “Madre de la esperanza, del amor hermoso, rogad, rogad por nosotros”.
Asterio Niño Picado, cmf.
Presencia de María en la pasión de Jesús
. Palabra de Dios
Le 2, 1-14: Una gran alegría para
todo el pueblo: "Os ha nacido un salvador".
Le 1, 26-38: Le pondrás por nombre
Jesús, Salvador.
Is 7, 10-15: Le pondrán por nombre
Emmanuel, Dios-con-nosotros.
Texto antológico
"Esta unión de la madre y del Hijo va mucho más allá de lo que parece a simple vista. Una madre ordinaria engendra a su hijo sin asociarse por eso a su obra futura. Ella echa las bases remotas, pero no se compromete con sus trabajos, que se llevarán a cabo mañana aparte de ella. No ocurre lo mismo con María: su maternidad la compromete en la obra redentora, así como la encarnación lleva ya en germen a la redención. María no es la madre de alguien que un día será redentor y salvador del mundo, como la madre de un sacerdote es la madre de un hijo que un día será llamado al sacerdocio. El Hijo que nace de ella viene al mundo como redentor y salvador. No es accidental para Jesús el ser sacerdote y la víctima de la Nueva Alianza.
Nace ya sacerdote y nace ya cordero de Dios. Los Padres griegos han insistido
fuertemente sobre esta salvación del mundo incluida en el nacimiento de Cristo.
No debe jamás olvidarse que la madre del Salvador está asociada, desde el
principio, a la obra de la salvación".
Cardenal Suenens
Reflexión
Jesús significa
"salvador". Y Jesús lo es. El nos trajo el sentido, la paz, la
utopía, la palabra definitiva y total de Dios, el sacramento original, la
salvación presente. Jesús es el Emmanuel, el Dios con nosotros, Dios mismo en
medio de nosotros, dándonos la salvación que desde siempre ofreció a los
hombres. El vino para dar la vida. Para que tengamos vida, y la tengamos en
abundancia. El vino a salvar al mundo, no a condenar.
Y todo eso en una humanidad concreta
histórica, en Jesús de Nazaret. Dios hecho hombre. Y María es la madre de este
hombre, Jesús, el Salvador.
Por eso María siempre tendrá un
puesto importante en la fe de los seguidores de Jesús. Además, su función
materna no acabó entonces: "La Virgen fue en su vida ejemplo de aquel amor
maternal con que es necesario que estén animados todos aquellos que en la
misión apostólica cooperan a la salvación de los hombres" (LG 65).
Examen
-¿Somos signos y vehículos de la
salvación que Dios nos ha hecho realidad en Jesús?
-¿Sentimos a María cercana, como
madre de Jesús que es?
-¿Estamos animados de su espíritu de
amor maternal, sintiéndonos corresponsables de la extensión de la salvación a
todos los seres humanos?
Conversión
Procurar convertir nuestra vida en
cauce de saIvación para todos los que nos rodean. Sentir como nuestra la
preocupación por la salvación de los hombres en todo lo ancho del mundo.
EL PAPA FRANCISCO HABLA SOBRE MARÍA
MADRE DE TODOS LOS CRISTIANOS
Jn 19, 25-27: Ahí tienes a tu hijo.
He 1, 14; 2, 44-47: María oraba con
la comunidad cristiana. Esta tenía un solo corazón y una sola alma.
Jn 17, 20-23: Que sean uno, como tú
y yo somos uno.
Por su carácter eclesial, en
el culto a la Virgen se reflejan las preocupaciones de la Iglesia misma, entre
las cuales sobresale en nuestros días el anhelo por el restablecimiento de la
unidad de los cristianos. La piedad hacia la madre del Señor se hace así
sensible a las inquietudes y a las finalidades del movimiento ecuménico, es
decir, adquiere ella misma una impronta ecuménico. Y esto por varios motivos.
En primer lugar, porque los fieles
católicos se unen a los hermanos de las Iglesias ortodoxas, entre las cuales la
devoción a la Virgen reviste formas de alto lirismo y de profunda doctrina al
venerar con particular amor a la gloriosa Theotocos y al aclamarla 'Esperanza
de los cristianos'; se unen a los anglicanos, cuyos teólogos clásicos pusieron
ya de relieve la sólida base escriturística del culto a la madre de nuestro
Señor, y cuyos teólogos contemporáneos subrayan mayormente la importancia del
puesto que ocupa María en la vida cristiana; se unen también a los hermanos de
las Iglesias de la Reforma, dentro de las cuales florece vigorosamente el amor
por las Sagradas Escrituras, glorificando a Dios con las mismas palabras de la
Virgen (cf Lc 1,46-55).
En segundo lugar, porque la piedad
hacia la madre de Cristo y de los cristianos es para los católicos ocasión
natural y frecuente para pedirle que interceda ante su hijo por la unión de
todos los bautizados en un solo pueblo de Dios. Más aún, porque es voluntad de
la Iglesia católica que en dicho culto, sin que por ello sea atenuado su
carácter singular, se evite con cuidado toda clase de exageraciones que puedan
inducir a error a los demás hermanos cristianos acerca de la verdadera doctrina
de la Iglesia católica y se haga desaparecer toda manifestación cultual
contraria a la recta práctica católica".
Pablo VI, Marialis cultus
Es el mismo Pablo VI quien nos
recuerda que en el culto mariano se han de reflejar las preocupaciones de la
Iglesia, entre las que sobresale la del ecumenismo. Muchas comunidades
cristianas no tienen tal preocupación, ni en el culto mariano ni fuera de él...
Aunque pueda tener un sentido
correcto aquello de que de María nunquam satis (nunca se podrá decir
suficiente), también es cierto que en el culto mariano se han producido
exageraciones, supersticiones, vana credulidad, falta de coherencia y
compromiso... y otras cosas que perturban las relaciones entre las confesiones
cristianas, según dice Pablo VI en la Marialis cultus.
Una comunidad cristiana consecuente
y responsable ha de tener en cuenta esos aspectos. Ha de examinar hasta qué
punto su espiritualidad mariana debe verse afectada por esa preocupación
ecuménico.
Hace falta volver al evangelio y a
la palabra de Dios, ser rigurosos en la fundamentación de toda espiritualidad,
actuales en su aplicación, coherentes y comprometidos en evitar toda alienación
o evasión...
Y hace falta, sobre todo, tener una visión amplia, ecuménico. Saber y creer que no tenemos la exclusiva de la Verdad completa, ni el monopolio de la salvación. Aceptar en la fe que el Espíritu de Jesús está vivo y actúa eficazmente en muchos hombres, grupos y pueblos. Y vivir en una práctica coherente con estas convicciones ecuménicas. Colaborar fraternalmente con todos los que luchan realmente por el Reino, sea cual fuere su bandera
Oración
Dios, Padre nuestro, que sufres al
ver dividido al pueblo de Dios en diversas confesiones cristianas. Haz que
llegue pronto el día en que nos unamos todos los seguidores de Jesús en una
sola gran comunidad, para que seamos fermento de unidad entre todos los hombres
de buena voluntad.
MARÍA MUJER FUERTE
LLENA ERES DE GRACIA
Palabra de
Dios
Lc 1, 26-38:
Alégrate, llena de gracia.
Mt 5, 43-48:
Sed perfectos, como vuestro Padre.
Texto
antológico
"Es
posible sintetizar así la vida religiosa de María. La revelación es más que una
simple comunicación de verdad o de conocimiento. Es, al mismo tiempo, un
acontecimiento salvador que ha de ser considerado constantemente con amor y que
debe ser experimentado activamente en la fe y por medio de la fe, de suerte que
podamos penetrar en el misterio de esta revelación, que se va desdoblando
gradualmente, aunque siempre permanece velada. María nos proporciona aquí un
sublime ejemplo. Ella es el prototipo, el primerísimo ejemplo de una vida
cristiana de fe, verdaderamente sacramental. María estuvo hondamente envuelta y
plenamente implicada en los acontecimientos visibles de la vida humana de
Cristo en el mundo. Precisamente por esto María se levantó para aceptar -con
fe- el divino misterio que se había hecho visible, y ciertamente público, en el
signo sacramental externo de la humanidad de Cristo, y se dejó empapar del
vigor que sobre ella derramaba la gracia de esa humanidad de Cristo. Su
vigorosa fe y su confianza la capacitaron para traspasar el 'velo' humano de
Cristo y penetrar en el mundo divino. El misterio de la vida religiosa y de la
fe de María tenemos que buscarlo en su fe, esperanza y amor. La Escritura nos
presenta muy pocos hechos concernientes a la vida de María. Y sólo de vez en
cuando nos ofrece algunos destellos de luz que ilumina la imagen concreta de su
fe en su crecimiento gradual hacia la victoria última: la imagen de su vida
sacramental. Ahora bien, lo que conocemos de hecho es más que suficiente para
que podamos dar a María el título de 'Reina de los confesores"'.
Edward
Schillebeeckx
Reflexión
Algunas
afirmaciones-imperativos que nos hace el capítulo quinto de la Lumen Gentium
del Concilio Vaticano II nos pueden servir de reflexión. El capítulo trata de
la "universal llamada a la santidad en la Iglesia".
"En la
Iglesia, todos están llamados a la santidad. Esta santidad se manifiesta y debe
manifestarse sin cesar en los frutos de gracia que el Espíritu produce en los
'creyentes" (LG 39).
"Jesús
predicó a todos y cada uno de sus discípulos, cualquiera que fuese su
condición, la santidad de vida de la que él es iniciador y consumador. Los
seguidores de Cristo han sido hechos por el bautismo verdaderos hijos de Dios y
partícipes de la divina naturaleza, y por lo mismo realmente santos. Todos los
fieles, de cualquier estado y condición, están llamados a la plenitud de la
vida cristiana y a la perfección del amor. Esta santidad suscita un nivel de
vida más humano incluso en la sociedad" (LG 40).
"Quedan
invitados y aun obligados todos los cristianos a buscar insistentemente la
santidad y la perfección dentro del propio estado" (LG 42).
María, la
"llena de gracia", es modelo de santidad para el pueblo de Dios.
Examen
-¿Tenemos
todavía una idea de la santidad como reservada a clérigos, monjes... o ñoña,
anticuada?
-¿Contribuimos
con nuestra palabra y con nuestra vida a renovar la santidad en el pueblo de
Dios?
-¿Creemos de
verdad que es posible vivir en santidad, plenamente de acuerdo con el
evangelio, en nuestro estado y condición particular?
Conversión
*Tomar
decisiones para secundar esta llamada y obligación universal a la santidad
dentro de las ocupaciones y preocupaciones de nuestra vida personal diaria.
*Estudiar
las exigencias concretas que tiene, en nuestra situación comunitaria real, la llamada
universal a la santidad.
FE EN LA OSCURIDA
Palabra de Dios
Lc 2,48-50: Quedaron sorprendidos y
no comprendieron.
Gén 22,1-13: Toma a tu hijo y
ofrécelo en sacrificio.
Heb 11,1 - 12,3: Los testigos de la
fe.
Mt 14,22-33: ¿Por qué has dudado,
hombre de poca fe)
Heb '13,1-3: Fijos los ojos en Jesús, pionero y consumador de la fe.
Texto antológico
"Con frecuencia nos inclinamos
a pensar que la vida íntima que María, José y Jesús vivieron en su hogar de
Nazaret fue una especie de existencia de 'cuento de hadas'. ¡Qué fácil y qué
idílica debió ser la vida en un hogar lleno de los sonidos de la voz del Niño
Jesús, en un hogar que, cada vez que !a madre abrazaba con ternura a su propio
hijo, estaba teniendo en sus brazos a la divinidad! Pero podemos estar seguros
de que las cosas no fueron así. La realidad viva de la Sagrada Familia distaba
mucho de ser un mundo de cuento de hadas. Tendemos a olvidar que toda la vida
terrena de María transcurría bajo el velo de la fe: de una fe que ni veía ni
comprendía, pero que seguía confiando en la Providencia divina. Tendemos a
olvidar el peso abrumador de la vida de fe que vivió María: una vida de fe que
la convirtió en la 'Reina de los confesores'. Nos inclinamos a dotar a María -a
María tal como vivió en la historia de una especie de visión intuitiva (en
miniatura) de Dios, aunque nada se nos dice de ésta en la Escritura ni en la
tradición, y aunque queda contradicha realmente por todos los relatos genuinos,
y especialmente por los que leemos en el evangelio de Lucas. Por lo demás, no
captamos la verdadera grandeza de la vida de María: su vida de fe.
María empleó toda su vida en la
severa prueba de esta fe: no comprendiendo, sino creyendo con una fe que se iba
acrecentando por medio de la meditación y por vivir en contacto íntimo con
aquel Hijo que iba creciendo".
Edward Schillebeecks
Reflexión
La tradición, la literatura clásica
y la iconografía habitual nos presentan una imagen de María que lo sabía todo,
que lo veía todo claro. Como si viviera anticipadamente en la esfera de la
divinidad, con un conocimiento explícito previo que le ahorrara la oscuridad de
la fe, las dudas, el desconcierto, el no entender.
La palabra de Dios, con la ayuda de
la teología y las ciencias bíblicas, nos ha devuelto a Jesús como también
creyente. Jesús tenía fe. Y no sabía, no entendía... La vida de Jesús tuvo que
ser de un laborioso discernimiento en fe... María no fue caso aparte.
Creer no es saber, no es ver claro, sino fiarse, entregarse en oscuridad. Sin oscuridad no hay fe. Cuando se ve todo claro, cuando se sabe, ya no hace falta que creamos, porque lo vemos. Creer es caminar en medio de la oscuridad, sin otra luz que la de la propia entrega y confianza en Aquel a quien creemos. Todas las demás luces y certezas restan posibilidades a la fe.
Examen
-¿Cómo soportamos las dudas, las
perplejidades, los desconciertos en la fe?
-¿Tenemos todavía la idea de que la
fe nos va a evitar toda oscuridad?
-¿Mantenemos la fidelidad a pesar de
la oscuridad?
Conversión
No medir nuestra fe por las dudas o
las oscuridades, sino por la fidelidad a toda prueba.
Poner de verdad nuestra vida en las
manos de Dios.
Invocación
- Feliz tú, que has creído...
- ...ayúdanos a creer a pesar de las
dificultades.
Oración
Dios, Padre nuestro: queremos
entregamos a ti con una fe fuerte, inconmovible, serena y confiada, a pesar de
la tentación y de la más dura oscuridad. De una fe así nos dio ejemplo tu Hijo,
abandonado en la cruz, y María, su madre. Te damos gracias por su ejemplo y por
tu gracia.
MARIA, VERDADERAMENTE HUMANA
Palabra de Dios
Mt 2, 13-15: Huida a Egipto.
Jn 2, 1-12: Fiesta de bodas en Caná
de Galilea.
Texto antológico
"Haremos bien en considerar la familia de Nazaret como compuesta de personas que estaban comprometidas en una batalla por su fe, de personas que se enfrentaban valientemente con todas las dificultades de la vida gracias a una completa sumisión a las disposiciones supremas de Dios. La verdadera y completa pintura de la vida de María no la hallamos en los apócrifos del Nuevo Testamento, sino en el sobrio relato de los evangelios. La vida de María no sigue el esquema de los cuentos de hadas, como el de Blancanieves. No hay pajaritos silvestres que le traigan aderezos preciosos en su piquito ni que la saquen del peligro en medio de una deliciosa música celestial.
Si María hubiese sido así, no habría constituido para
nosotros un ejemplo de fortaleza en nuestro cotidiano batallar con las duras
realidades de una vida que es cualquier cosa menos un bello cuento de hadas. La
vida de María sería sencillamente un narcótico. Y una vez pasados sus efectos,
tendríamos que enfrentarnos en la austera realidad de la vida, llevando en
nosotros un sentimiento de inconsolable aridez: de una aridez mucho mayor que
la que teníamos antes. La vida de María, como la nuestra, fue verdaderamente
humana. Y también ella estaba envuelta en la misma clase de situaciones sociales
opresoras, desesperanzadoras y con frecuencia insolubles, al parecer: esas
situaciones en que todo ser humano se encuentra situado de vez en cuando. Pero
María, con su ejemplo, nos mostró cómo la fe en el misterio del Dios vivo es
más poderosa que la vida humana, más poderosa -también- que la muerte, e
incluso que la muerte de su propio Mesías".
Edward Schillebeeckx
Reflexión
La tradición piadosa volcó tantas
alabanzas imaginadas sobre María que acabábamos por verla alejada, distante, de
otro planeta, inimitable, cuasi divina. Las imágenes de escayola optaron por
presentárnosla revestida de su gloria celeste, ocultándonos el ropaje de su
vida diaria, como madre laboriosa y sencilla del caserío de Nazaret... Alguien
llegó a decir que fue preservada por Dios de todo dolor desde el primer
instante de su ser natural...
Al pensar en María, nos fuimos
dejando llevar, a lo largo de los siglos, por un sentimiento de fantasía y
romanticismo y por un vergonzante sentido de desprecio maniqueo hacia todo lo
que es "muy humano": el cuerpo, la vida cotidiana, las servidumbres
humanas más sencillas... Pensábamos que enaltecíamos a María cuanto más la
alejábamos de su sencilla y verdadera y profunda humanidad. Como si el
nacimiento de Jesús fuera más digno de él y de su madre siendo "como un
rayo de sol que atraviesa un cristal"...
Fue una filosofía, unos influjos,
una mentalidad extrabíblica, hecha de platonismo, de maniqueísmo, de idealismo.
Lo mismo nos había pasado. con
Jesús. Hoy redescubrimos con fe admirada su profunda y completa humanidad. En
Jesús, Dios nos manifiesta su rostro profundamente humano. La vida y la persona
de Jesús nos muestran que tan profundamente humano sólo puede ser Dios mismo.
María puede ser modelo para nosotros
porque es una mujer de nuestra raza, de nuestra tierra, miembro del pueblo de
Dios, la primera creyente, profundamente humana.
Examen
-¿Dejamos que nuestra fe nos modele
y nos haga ser profundamente humanos al irnos purificando de todo vestigio de
intolerancia, rigorismo, legalismo, puritanismo, escrúpulo?...
-¿Da la Iglesia -y nosotros con
ella- testimonio de ser profundamente humana?
-¿Tenemos alguna idea maniquea de
precio de lo humano en pretendido beneficio de lo "espiritual" o
"sobrenatural como contrapuesto, alternativo, opuesto?
-¿Somos de los que se extrañan y no
aceptan redescubrir a Jesús y a María, según evangelio, como profundamente
humano
-¿Tenemos acaso (inconscientemente)
la idea de que Jesús es Dios a costa de ser menos hombre? ¿Somos de los que
piensan que a veces se presenta a Jesús y a María como "demasiado
humanos"?
Conversión
*Valorar y desatar las energías
humanizadoras que posee nuestra fe.
*Emprender alguna acción concreta para
hacer más humana a la Iglesia.
*Comprender a los que abandonaron la
religión porque la encontraron demasiado ¡idealista o poco humana.
*Humanizar las acciones y relaciones
en nuestra comunidad cristiana, en nuestra familia
*Educar los ojos de la fe para saber
ver la presencia de Dios, que palpita detrás de las vivencias de verdadera
humanidad.
Invocación
-Madre de Jesús, el Hombre Nuevo...
- ...haznos participar de su
Humanidad Nueva.
Oración
Padre, tú que nos has dado en María,
la madre de Jesús, un ejemplo de vida verdaderamente humana, no sustraída a
ninguna de las duras realidades de la vida real cotidiana, y en Jesús nos has
mostrado tu rostro humano, tipo y modelo de toda humanidad, haznos
profundamente humanos, para ser mejor hijos tuyos, en Jesús, tu Hijo, el Hombre
Nuevo.
BBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBB
HIJA DEL PADRE
Palabra de Dios
Lc 10, 17-22: Nadie es bueno, sino
sólo Dios.
Mt 7, 7-1 1: Cuánto más vuestro
Padre, que está en el cielo.
Mt 5, 46-48: Sed buenos como vuestro
Padre del cielo.
Lc 15, 11-32: El hijo pródigo.
"Asimismo, hemos de ser mucho
más cuidadosos en la utilización que hagamos, a este respecto, de las analogías
humanas, si es que queremos seguir siendo plenamente conscientes de la función
específicamente mariana que la madre de Dios desempeña en el orden cristiano de
la redención. Un ejemplo de esto es la idea de la llamada 'Escuela Francesa' de
que María está calmando sin cesar la justicia de Dios -y la justicia de
Cristo-, y de que en el último instante es capaz de sujetar el brazo de Cristo
que se levanta para descargar el castigo. Esta imagen, indudablemente,
desempeñó un papel importante en el caso de los visionarios de La Salette. Y no
podemos negar que e una manera muy impresionante de ilustrar la intervención de
María por medio del poder de súplica. Pero, indudablemente, no promueve u
verdadero aprecio de la genuina función salvíflca de Cristo. La misericordia de
María se deriva enteramente, tiene su función en la compasión del mismo Cristo,
el Dios-hombre, el cual había mostrado superabundancia de compasión hacia
María, como primicias que ella era de la redención. María despliega en su
persona el aspecto maternal de esta divina misericordia de Dios Pero nunca
estará permitido considerar la intervención maternal de María como una especie
de contrapeso de la justicia divina de Cristo, aunque la intervención mariana
sea realmente eficaz".
Edward. Schillebeeckx
Reflexión
Ha habido una visión mariológica
que, inconscientemente, ha desarrollado una imagen de María como una especie de
correlato femenino de la divinidad. Ha querido poner en Dios las cualidades
pretendidamente masculinas, como el poder la creación, la ley, la fuerza
legisladora, el poder judicial, el poder sancionador y castigador implacable...
Y, por otra parte, ha imaginado conconcentradas en María las cualidades de la
bondad, el perdón, la misericordia...
Fruto de todo ello es una imagen
mítica de María deteniendo en el cielo el brazo de la cólera de Dios...
Esto es sencillamente falso,
inaceptable en una visión cristiana realmente concorde con el evangelio. Es un
flaco servicio a la piedad mariana. Hay que superarlo.
Pero todavía nos quedan vestigios de esta mentalidad cuando atribuimos a ciertas prácticas de piedad una eficacia automática de salvación eterna desconectada enteramente del evangelio, cuando no tenemos nuestra visión cristiana enteramente centrada en el Padre de nuestro Señor Jesucristo, cuando no centramos toda nuestra práctica en la lucha por la causa de Jesús tal como aparece en el evangelio.
Exámen
-¿Hay en nuestra piedad mariana algo desenfocado?
-¿Qué cosas, ideas o prácticas, que
en otro tiempo tuvimos, debemos dar ya por superadas?
-¿Qué hacemos por recuperar a
aquellas personas que abandonaron la fe escandalizadas ante prácticas
cristianas alejadas del evangelio?
Conversión
*Situar a María en nuestra
espiritualidad dentro de un marco enteramente centrad en el evangelio.
*Desterrar toda idea negativa sobre
Dios que pudiera filtrarse en la devoción mariana.
*Dar testimonio de un cristianismo entera mente evangélico ante aquellos que tienen la idea de religión como superstición, mitificaciones, prácticas ritualistas..
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LA MIRADA DE ISABEL
Dolores Aleixandre
Apenas se oyó el sonido leve de sus sandalias sobre la grava
de mi patio, el niño que llevo en las entrañas se estremeció dentro de mí.
-¡Shalom, Isabel!, había dicho ella, y su voz me llenó de
una alegría desconocida en la que se desbordaba toda la energía del Espíritu. Nos
abrazamos en silencio y fue entonces cuando tuve el presentimiento de que no
éramos sólo tres, ella, mi hijo y yo, quienes nos fundíamos en el abrazo.
Cuando nos separamos, puso sus manos sobre mi vientre y me miró riendo al
sentir los pies del niño que se movían con impaciencia dentro.
Nos sentamos a la sombra del limonero y le hablé largamente
de los difíciles años de mi esterilidad, tejidos de desolación y de oscura
vergüenza. Le conté que, lo mismo que Raquel, también yo había deseado mil
veces decirle a Zacarías: "Dame hijos o me muero" (Gen 30,1), aunque
sabía que, lo mismo que Isaac por Rebeca, también él rezaba por mí para que el
Poderoso retirase mi afrenta.
Había pasado infinitas noches desahogando mi corazón ante el
Señor como Ana, la madre de Samuel, suplicándole que remediara mi humillación
(1Sm 1,10-16). Y a pesar de que conocía la historia de Sara, también sonreí con
incredulidad cuando Zacarías volvió mudo del santuario y trató de hacerme
entender que nuestra oración había sido escuchada... No fui capaz de creerlo
hasta que tuve la certeza de que en mi seno se había alumbrado la vida: el
Señor se había acordado de mí lo mismo que de nuestras madres, y me había
visitado con el don de la fecundidad. Por eso necesité esconderme muchos meses:
tenía que dar tiempo a mi corazón para agradecer en el silencio y la soledad
que el Señor me hubiera desatado el sayal de luto para revestirme de fiesta.
Cuando terminé mi relato comenzó a hablar María y pude
asomarme al brocal del pozo que escondía su misterio. Al escucharla, mis ojos
deslumbrados sólo conseguían ver su rostro reflejado en el agua: contemplé la
imagen resplandeciente de la llena de gracia y reconocí a la verdadera hija de
Sión convocada a la alegría, a la elegida para ser el orgullo de nuestro
pueblo. La alabanza me nació de dentro: "¡Bendita seas entre todas las
mujeres, bendito el fruto de tu vientre...! Dichosa tú que te has fiado de Dios
como nuestro padre Abraham..."
Recibió mis palabras como acoge el agua clara de un arroyo
al sol que ilumina su fondo pero, al volver a hablar, me di cuenta de que
deseaba hacerme ver a través de ella, el rostro de Otro.
-"No te pares en mí, Isabel, es a Él a quien tenemos
que dirigir la bendición, al que se ha inclinado a mirar a la más pequeña de
sus hijos, y en mí ha visto a todos los que como yo no poseen ni pueden nada y
se apoyan solamente en Él. Porque cuando alguien confía en su amor, Él hace
cosas grandes y lo sienta a su mesa, mientras que a los que se creen algo, los
aleja de su presencia.
Yo sólo era una tierra vacía y pobre pero Él ha pronunciado
sobre mí su palabra y, como en la primera mañana de la creación, ha hecho
brillar la luz de un nombre nuevo, el del hijo que está creciendo dentro de mí.
Dios se ha acercado tanto que nos pertenece como la semilla a la tierra que la
ha hecho germinar.
Yo sólo podía decir: "Aquí estoy, hágase..." y
dejar atrás cualquier inquietud. No sé cómo va a suceder todo esto, pero estoy
al amparo de su sombra y mis ojos están puestos en Él, como los de una esclava
en las manos de su señora... (Sal 123,2)
Nos quedamos en silencio y de pronto sentí que acariciaba
mis manos ásperas y rugosas y repetía: -"Como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora"... Anda, Isabel, dime dónde guardas el
cántaro y no te muevas tú, que yo me voy a traer el agua para lavar la ropa. Antes
de atravesar el umbral se volvió hacia mí y dijo:
- "Aún no te he dicho el nombre de mi hijo: se va a
llamar Jesús..."
El nombre se quedó suspendido en el sosiego de la tarde y,
mientras la miraba alejarse cantando, supe que ella era ahora la verdadera Arca
de la Alianza y pensé que era aquí donde Zacarías tendría que realizar su
ofrenda para que el aroma del incienso se mezclara con el de hierba segada,
leña y pan recién hecho. Porque el Santo de Israel habitaba ya en otro
santuario, en aquella muchacha que, con un cántaro al hombro, iba dejando a su
paso un rastro de silencio y una algarabía de pájaros en los cipreses que bordean
el camino hacia la fuente.
MARÍA LA MADRE DE JESÚS
¡Ave María!
La primera parte de esta oración viene del ángel Gabriel, cuando saludó a María invitándola a ser Madre de Jesús. El ángel entró en casa:
“Ave María, llena de gracia
el Señor está contigo”. Lc 1,28
La otra parte la pronunció Isabel, prima de María. ésta fue a visitarla, y cuando se encontró con ella, le dijo:
“Bendita eres tú entre las mujeres.
Y bendito es el fruto de tu vientre”. Lc 1, 42
Después los cristianos completaron los saludos del ángel y de Isabel con estas palabras:
“Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte!”.
Después del Padre Nuestro, el Ave María es la oración más conocida de todos los cristianos. Hace siglos que millones de personas la repiten sin cesar. Cuando se reza el rosario se repite cincuenta veces.
Es difícil encontrar en el mundo cristiano a alguien que no haya rezado nunca o no sepa rezar el Ave María. Mucha gente comienza su instrucción religiosa aprendiendo a rezar el Ave María.
Entusiasmo por la Virgen, Nuestra Señora
La historia de nuestro pueblo cristiano parece un inmenso caminar con entusiasmo y fervor hacia la Virgen María, Madre y Señora nuestra, que ha conquistado los corazones. Un fervor vivido ardientemente, a través de los siglos por la gente sencilla y humilde.
Aunque no lo parezca, aunque la gente no lleve un letrero con el nombre de María, sin embargo, sí lleva en lo más íntimo de su corazón a María; por eso adornan sus altares y ponen flores con fervor a la imagen de la Virgen. Por todas partes se ve el nombre y la imagen de la Virgen Santísima, aclamada e invocada por millares de voces que en el fondo de su alma la invocan continuamente y con entusiasmo, con estas palabras: ¡Ave María!.
Llevando en su corazón el amor a la Virgen, el pueblo expresa en la veneración a María su esperanza de poder llegar a donde ya llegó ella, o sea, a gozar de la total libertad de los hijos de Dios, en el cielo. Venerando públicamente la imagen de la Virgen María, el pueblo da a todos la prueba concreta de que, caminando con Dios, es posible realizar esta esperanza.
La historia de María es el modelo de la historia del pueblo humilde. Es una historia que todavía no ha terminado. Continúa hasta hoy, en las pequeñas y grandes historias de este pueblo que camina en la vida, llevando en su corazón su amor y devoción a la Virgen, rezando sin parar: ¡Ave María!
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La imagen de María es pobre y sencilla
La imagen de Nuestra Señora que se venera en muchos santuarios del mundo suele ser pequeña, cubierta de un manto azul, manto precioso, ricamente adornado. ¡Regalo del Pueblo! Porque al pueblo le agrada adornar y enriquecer a quien venera y ama. Pero el manto rico acaba por esconder gran parte de la imagen pobre y sencilla de María. Solamente mirando a la Imagen descubierta es como el pueblo sencillo se da cuenta de que María es humilde y pobre. El manto es bonito y bueno. No se puede tirar. Pero la gente viéndolo no puede darse cuenta de que la imagen de la Virgen es sencilla y humilde, como tantas otras jóvenes del pueblo que la gente encuentra por la calle.
Aquello que sucedió con su imagen, sucede con la misma Virgen María. Glorificada por el pueblo y por la Iglesia como Madre de Dios, ella recibe un manto de gloria, regalo de la fe del pueblo. Pero el manto de gloria acaba escondiendo gran parte de la sencillez y humildad que ella tiene.
La hace una persona diferente; y la gente casi olvida que la Virgen fue y es todavía una joven pobre y sencilla de pueblo.
Solamente contemplando abiertamente los retratos que la Iglesia conserva en su álbum, la gente puede ver que María en la Biblia es pobre y sencilla, muy semejante a la mayoría de nuestro pueblo.
La Biblia habla muy poco de la Virgen María, pero lo poco que dice es muy importante. Es lo suficiente para que la gente pueda conocer la grandeza de su sencillez y la riqueza de su pobreza. Es lo suficiente para que la gente pueda descubrir su mensaje para nosotros.
Cuando María no sabía que era la virgen –
Alberto Maggi.
Alberto Maggi
(Ancona, 1945), fraile de la orden de los Siervos de María, es teólogo y
biblista católico. Ha estudiado en las Facultades de Teología
«Marianum» y Gregoriana de Roma, y en la Escuela Bíblica y Arqueológica
de Jerusalén. Desde 1995 dirige el Centro Studi Biblici «G. Vannucci» en
Montefano.
María
Ya en el siglo IV, algunos Padres de la Iglesia amonestaban a los cristianos para que no se divinizase la figura de María porque ella “era el templo de Dios, y no el Dios del templo” (San Ambrosio, El Espíritu Santo, III, 78-80).
No obstante estas advertencias, los predicadores no tuvieron freno en el pasado a la hora de alabar y exaltar a la virgen. Abusando de la expresión atribuida a Bernardo de Claraval: “De María no se habla nunca demasiado”, a los predicadores les faltó el pudor de callar.
La muchacha de Nazaret, que había proclamado que el Señor “derriba del trono a los poderosos” (Lc 1,52), ha llegado a ser repetidamente entronizada y coronada como reina, con coronas de retórica que le han deformado la figura. “La sierva del Señor” (Lc 1,38) ha sido llamada “Reina del cielo”, atribuyendo a la virgen por excelencia el título que en la Biblia se le dio a la licensiosa Astarté (Ishtar), diosa del amor y de la fertilidad (Jr 7,18).
Los innumerables títulos y privilegios, añadidos uno a otro durante siglos, han terminado por sepultar a la madre de Jesús bajo un cúmulo de detritos piadosos que ha impedido ver lo que María era, cuando todavía no sabía que era la Virgen.
El Mesías castiga-locos
Los escasos apuntes sobre María contenidos en los evangelios ofrecen el retrato de una mujer bien distinta de la mujer omnisciente que sabe ya lo que debe decir y hacer, pues todo está escrito en el guión preparado para ella por el Padre eterno.
En realidad en los evangelios se dice muchas veces que María no comprendía lo que le estaba sucediendo, desorientada por la sacudida que había provocado su hijo Jesús en su vida y en su fe.
María había acogido el mensaje de Dios anunciado por el ángel en Nazaret y se había fiado de él (“Cúmplase en mí lo que has dicho”, Lc 1,38). Pero no imaginaba cuánto le iba a costar y qué llevaría consigo creer en aquella palabra.
La primera sorpresa se la dan los pastores de Belén cuando nace Jesús.
Estos pastores eran considerados los rechazados de la sociedad y tratados como pecadores por excelencia, porque, a fuerza de estar con las bestias, también ellos se habían bestializado. Excluidos del reino de Dios, se creía y se esperaba, que serían eliminados con la llegada del Mesías, venido para destruir a los pecadores. Esta gentuza refiere a María y a José “las palabras que le habían dicho acerca de aquel niño”, (Lc 2,17) cuando “un ángel del Señor” (Lc 2,9) les anunció, los primeros, el nacimiento de Jesús.
En lugar de decir que había llegado el Mesías justiciero, con la hoz en mano para abatir y quemar los árboles que no dan fruto, el ángel animó a los pastores (“no temáis”), anunciándoles: “Os ha nacido un salvador” (Lc 2,10-11).
Precisamente para ellos, los pecadores que esperaban el castigo de Dios, se reserva una “gran alegría” (Lc 2,10), porque el Señor ha venido a salvarlos.
La reacción a estas palabras es de gran desconcierto: “Todos los que lo oyeron quedaron sorprendidos de lo que decían los pastores” (Lc 2,18).
Hay algo que no cuadra.
Desde siempre la religión había enseñado que Dios premiaba a los buenos y castigaba a los malos, sobre los que “haría llover ascuas y azufre, y les tocaría en suerte viento huracanado” (Sal 11,6).
¿Qué es esta novedad de que el hijo de Dios sea anunciado como “el salvador” precisamente de estos pecadores?
A María, el ángel le había asegurado que Dios daría a Jesús “el trono de David su padre” (Lc 1,32), lo que significaba que no solo reinaría, sino que se comportaría como David, el rey enviado por Dios para “dar sentencia contra los pueblos, amontonar cadáveres y quebrantar cráneos sobre la ancha tierra” (Sal 110,6).
¿Cómo, pues, los pastores aseguran, sin embargo, que “la gloria del Señor los envolvió de claridad” (Lc 2,9)?
Todos, incluida María, se sorprendieron de esta novedad, que ella, sin embargo, no rechaza: “María, por su parte, conservaba el recuerdo de todo esto, meditándolo en su interior” (Lc 2,19).
Pero las sorpresas no han acabado.
Colisión en el Templo
A pesar de que el ángel había dicho a María que Jesús “será llamado hijo de Dios” (Lc 1,35), ella y José piensan que tienen que hacerlo hijo de Abrahán. Por esto lo circuncidan y lo llevan a Jerusalén “tal como está prescrito en la Ley del Señor” (Lc 2,23).
Y es precisamente en el templo donde tiene lugar un suceso, el primero entre los muchos conflictos entre la Ley y el Espíritu que marcarán la vida de Jesús.
María y José van al Templo para cumplir un rito que el Espíritu intenta impedir por ser inútil: consagrar al Señor a quien era ya el consagrado desde el momento de su concepción.
Así, “en el momento en que entraban los padres con el niño Jesús para cumplir con él lo que era costumbre según la Ley” (Lc 2,27), Simeón, impulsado por el Espíritu, va también al Templo.
Era inevitable que entre el profeta “impulsado por el Espíritu” (Lc 2,27) y los padres observantes que van a cumplir “todo lo que prescribía la Ley del Señor” (Lc 2,39) se produjese una colisión: Simeón quita el niño de los brazos de sus padres y pronuncia sobre él palabras que dejan pasmados al padre y a la madre de Jesús que “estaban sorprendidos por lo que se decía del niño” (Lc 2,33).
El motivo del estupor es que Simeón afirma que Jesús no ha venido sólo para Israel, sino que será “luz para todas las naciones” (Lc 2,23).
La luz, símbolo de vida, no se limita a iluminar un solo pueblo, sino que se extiende a toda la humanidad, paganos incluidos. Isaías había escrito en otro sentido. Había dicho que la luz del Señor brillaría solamente sobre Jerusalén y que los paganos serían sometidos sin ninguna alternativa, porque “el pueblo y el rey que no se te sometan, perecerán; las naciones serán arrasadas” (Is 60,12).
Ahora, sin embargo, Simeón afirma que no serán los paganos los que serán arruinados, sino los hebreos, porque Jesús “está puesto para que en Israel unos caigan y otros se levanten” (Lc 2,34).
María no comprende estas palabras pero no hay tiempo ni siquiera para comprenderlas, pues Simeón le dice: “Y a ti, tus anhelos, te los truncará una espada” (Lc 2,35).
La espada se usa con frecuencia en el Nuevo Testamento como imagen de la incisividad de la palabra del Señor (“Tomad por casco la salvación y por espada la del Espíritu”, Ef 6,17; Ap 1,16), que se describe como “viva y enérgica, más tajante que una espada de dos filos, penetra hasta la unión de alma y espíritu, de órganos y médula, juzga sentimientos y pensamientos”, Heb 4,12). Será la palabra de Jesús la espada que atravesará el alma y la vida de María; no comprendida, su palabra le causará sufrimiento, invitándola a hacer una elección radical.
La extraña fuerza de la Resurrección
Estos hechos históricos demuestran cómo la historia de María continúa hasta hoy en las pequeñas y grandes luchas de nuestra vida. Silencioso y sin nombre, el pueblo va siguiendo a la Virgen María por las calles y plazas de la vida con fervor y esperanza. Casi nadie le conoce por su nombre; el pueblo no habla. ¿Hablar, para qué?, si nadie le escucha. Solo se oye el murmullo de su voz, allá debajo del “paso” de la Virgen en la procesión, mezclado con las voces de millares de hombres y de mujeres de todas las lenguas y naciones, llorando y rezando sin parar: ¡Ave María!
Pero aquél que sabe escuchar la voz del silencio del pueblo y de su dedicación a la vida, ése capta su mensaje y comienza a entender algo de la extraña fuerza de resurrección que hay en la cruz. La cruz de Cristo, la cruz del pueblo, escándalo para unos y locura para otros, pero para nosotros expresión de la sabiduría y del poder de Dios (1 Cor 1, 18. 23).
El comienza a comprender que de los que aplastan la vida, no puede venir la fuerza de vida. De éstos sólo viene la muerte, pues ellos mismos están muertos, envueltos de pensamientos de muerte, sin vida. Ellos mismos necesitan la redención y la liberación, que sólo podrá venir de los débiles y de los oprimidos. Pues la fuerza de vida sólo nace allí donde la vida está crucificada y oprimida, torturada y perseguida. Y sólo allí aparece la fuerza de la Resurrección. Sólo resucita quien muere primero.
A muchos les gustaría que el pueblo no tuviese que pasar por el Viernes Santo, sino llegar directamente al Domingo de Resurrección. ¿Vivir como si el Viernes Santo continuase también hoy en la vida del pueblo? ¿Abandonar el Calvario antes de tiempo y dejar a los hermanos solos sufriendo en la cruz? Por el simple hecho de que el pueblo se quede al pie de la Cruz, junto con la Virgen María, ella anuncia a todos su fe en la resurrección y en la vida. Si no lo creyesen, la vida ya hubiese cesado hace mucho tiempo sobre la faz de la tierra.
Hablar así parece “locura y escándalo” (1 Cor 18. 23). Pero hay motivo para eso. Lo mismo que el “pueblo humilde y pobre” del tiempo del profeta Sofonías (Sof 3, 12), así nuestro pueblo parece que no cree más en ideas y promesas humanas, por muy buenas que sean. Ha sido engañado durante siglos enteros. Sufre demasiado para poder creer todavía en los hombres que prometen un futuro mejor. Solamente cree en Dios y en la vida: solamente con estos dos -con Dios y con la vida- se comprometen ellos. El pueblo adquirió una sabiduría y una sabia desconfianza que no se deshace con sermones y discursos políticos. Para que los pobres puedan creer, exigen pruebas y testimonios concretos. Solo así el pueblo acepta y se compromete. Antes que alguien quiera que el pueblo crea en él, debe merecer esta fe del pueblo con su testimonio personal. La Virgen María la mereció.
Por eso mismo, a pesar de estar oprimido este pueblo, es libre. Libre, tanto frente a sus opresores, como a sus libertadores, y a ambos los juzga.
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¿Y qué podemos decir de María en la última Cena?
Dejemos que San Juan Pablo II (†2005) nos lo diga: “En el relato de la institución, la tarde del Jueves Santo, no se menciona a María. Se sabe, sin embargo, que estaba junto con los Apóstoles, «concordes en la oración» (cf. Hch 1, 14), en la primera comunidad reunida después de la Ascensión en espera de Pentecostés. Esta presencia suya no pudo faltar ciertamente en las celebraciones eucarísticas de los fieles de la primera generación cristiana, asiduos «en la fracción del pan» (Hch 2, 42). Pero, más allá de su participación en el Banquete eucarístico, la relación de María con la Eucaristía se puede delinear indirectamente a partir de su actitud interior. María es mujer «eucarística» con toda su vida. La Iglesia, tomando a María como modelo, ha de imitarla también en su relación con este santísimo Misterio” (Encíclica Ecclesia de Eucharistia, n.53).
Lo que nos enseñó Juan Pablo II es muy hermoso: María es la mujer eucarística. Por eso, este jueves santo, día en que recordamos la institución del Sacramento de los sacramentos que es la Eucaristía, pidámosle de manera especial a María que valoremos más la Santa Misa, que celebremos la Eucaristía con más fe, piedad y amor. Aprendamos de María a ser verdaderamente eucarísticos, a esforzamos por ser sagrarios vivos.
MUJER CREYENTE - MUJER MILAGRERA
La María del Evangelio es una mujer creyente (¡La primera
cristiana!):
Que libre y totalmente
acoge la palabra de Dios, su voluntad, en la fe: "Aquí está la esclava del
Señor, cúmplase en mí lo que has dicho" (Lc. 1,38).
Que se mantiene fiel a
Dios en su fe, sin signos y prodigios, sin milagros; "estaban de pie junto
a la cruz de Jesús su madre…" (Jn. 19,25), mientras los soldados se
reparten la ropa de Jesús echándola a suertes (lee Mc. 15,24) y los sumos
sacerdotes, en compañía de los letrados se burlan del agonizante Jesús, el
"Hijo del Altísimo" (lee Lc. 23,35; Mc. 15,31-32, Lc. 1,31-33).
Esa María del Evangelio, María de Nazaret ¿es la que se
aparece en medio de una parafernalia de signos, prodigios, milagros, multitudes
"para que la gente crea": "para que le veamos y creamos"
(Mc. 15,32)?
María de Nazaret, la única Madre de Dios ¿es la que presenta
en la apariciones dispuesta a "vendernos" a un Dios, que compramos al
bajo precio de creer en esas apariciones, de realizar ciertos ritos y
penitencias, de rezar determinadas oraciones?
La fe de los cristianos pendientes de las apariciones, que
van a ellas a ver si les toca la "lotería", "el 5 y 6" de
un milagro, ¿es como la María de Nazaret?
¿o se acerca a mucho a la de aquellos a quienes Jesús
reprocha: "como no ven señales portentosas, no creen" (Jn. 4,48). ?
Si nuestro Dios no es el "mago todopoderoso" que
milagrosamente nos evita todos los males y sufrimientos de la vida, sino el
"Dios todo débil" que, muriendo en Jesús, abandonado en la cruz, nos
da fuerza para superarlo todo, ¿será
María la santera y maga "todopoderoso"? ¿Estaría
María en lugar de Dios?
MUJER QUE INVITA, PROPONE - MUJER QUE SE IMPONE A LA FUERZA
La María del Evangelio, María de Nazaret, es un mujer que:
Sugiere:
Cuando faltó el vino en la boda de Caná de Galilea a la que
habían sido invitados la madre y el hijo.
" le dijo a Jesús su madre: No tienen vino".
Invita propone:
(compruébalo en Jn. 2,1-5).
Ante la respuesta de Jesús "¿Qué nos importa a tí y a
mí, mujer?", María propone a los sirvientes: "Cualquier cosa que les
diga, háganla" (Jn. 2,1-5).
Esa María del Evangelio ¿es la que se aparece amenazando con
calamidades y castigos terribles, hasta de guerras nucleares, trastornos
cósmicos, si no se hace lo que ella dice?
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Figuras simbólicas de fidelidad y maternidad espiritual
La figura femenina se fue perfilando con cada vez mayor profundidad en el Antiguo Testamento; Israel era la Esposa, la Jerusalén celestial, Jerusalén, construida cual ciudad de compacta armonía, (Sal 122,3) es una imagen que refleja el ideal femenino, en María Dios construye la más hermosa ciudad compacta, sin brechas, armonía de Dios. ¡Bendito sea Yahveh desde Sión, el que habita en Jerusalén! (Sal 135,21). Dios habita en María, la hija de Sión.
¡Celebra a Yahveh, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión! (Sal 147,12). Nos recuerda a María, alégrate llena de gracia, proclama mi alma la grandeza del Señor. Hermosa eres, amiga mía, como Tirsá, encantadora, como Jerusalén, imponente como batallones. (Ct 6,4). Se refleja la belleza femenina, Jerusalén es la ciudad donde Dios 9 habita, hermosa, así es María, hermosa porque Dios habita en ella. ¡Despierta, despierta!¡Revístete de tu fortaleza, Sión!¡Vístete tus ropas de gala, Jerusalén, Ciudad Santa! Porque no volverán a entrar en ti incircuncisos ni impuros. (Is 52,1). Aquí se percibe la restauración que Dios está haciendo, habrá un lugar, una ciudad santa donde no entrará el pecado, nos recuerda a María, la ciudad de Dios donde nunca entró el pecado.
Como uno a quien su madre le consuela, así yo os consolaré (y por Jerusalén seréis consolados). (Is 66,13). Aquí se refleja la maternidad espiritual, el consuelo de una madre, Jerusalén es imagen de María; Dios va a consolarnos desde el amor maternal de María. Sión era el alto donde estaba colocado el templo de Jerusalén y representa lo más hermoso, lo más fiel, el lugar más querido por la religión de Israel, la figura de la Hija de Sión refleja el ideal femenino que ha recuperado plenamente la gracia y es fiel a Dios. Desde Sión, la Hermosa sin par, Dios resplandece, (Sal 50,2) aquí percibimos el sentido de María, la toda santa, la toda hermosa, cuando el ángel Gabriel la llama “llena de gracia”. Estas figuras forman parte de lo femenino que recupera la presencia de Dios. Pero de Sión se ha de decir: «Todos han nacido en ella», y quien la funda es el propio Altísimo. (Sal 87,5). Sentimos aquí la gracia poderosa de Dios que ha querido derramar en la humanidad, comenzando por María, una nueva creación, una nueva madre de los vivientes, María es la madre espiritual, madre de la Iglesia, la Nueva Eva donde comienza la nueva creación de personas que ya no estarán sometidas al demonio, libres del pecado y de la muerte. …cuando Yahveh reconstruya a Sión, y aparezca en su gloria, (Sal 102,17).
Vemos cómo se siente la gloria de Dios dentro de la figura femenina, María es la persona femenina, donde se refleja de la manera más sublime la gloria de Dios. El cetro de tu poder lo extenderá Yahveh desde Sión: ¡domina en medio de tus enemigos! (Sal 110,2). Percibimos aquí el poder de Dios, María no es vencida por el demonio, el enemigo de Dios.
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La Iglesia junto con María ofrece la Palabra de Dios encarnada
María escuchó con corazón puro la Palabra de Dios y creyó en ella, como Abraham, y la Palabra se hizo carne en María; en su vientre purísimo tomó la carne humana y de ella nació Jesús, su propio Hijo, el Hijo único de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su tienda entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria que recibe del padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad (Jn 1,14).
La Iglesia como María, ofrece la Palabra Viva a los fieles, para que se alimenten de ella, la hagan parte de su vida y su tierra cambie, se haga hermosa y dé muchos frutos. María es el comienzo de la tierra hermosa, renovada por Dios, llena de su Espíritu, llena de su Gracia, la que nos enseña el camino que tenemos que recorrer, cada día creer con mayor profundidad y amor en su propio Hijo, la Palabra hecha carne, Jesús, y obedecerle, cumplir las cosas que Dios nos dice y nos pide.
Creer, amar y obedecer a Jesucristo es la esencia de la Iglesia y del ser cristiano, y María es la persona que más creyó, amó y obedeció a Jesucristo, porque no solamente fue una fiel creyente y discípula sino que fue en ella que se encarnó la Palabra y por eso la fe de María es más fuerte y profunda que la de nosotros, porque ella es la madre del Verbo Encarnado, su amor es también único dentro de la Iglesia, por ser amor de discípula y de madre y su obediencia es única 7 y perfecta.
Por esta nueva obediencia de Cristo, reflejada en María de la manera más perfecta, Dios comenzó la restauración de la humanidad, la desobediencia de Eva y Adán se resolvieron en la nueva obediencia de María junto a Jesús. La Nueva Creación, la Nueva Alianza que supera la Antigua y lleva de nuevo la humanidad a su inocencia original.
MARÍA Y LA PALABRA
1. María escucha y encarna la Palabra de Dios La persona que con mayor humildad y perfección escuchó y escucha la Palabra de Dios es María. Cuando el ángel Gabriel le comunica la voluntad de Dios, ella escucha con atención y luego acepta lo que Dios le propone (cf. Lc 1,26ss). Así la Palabra de Dios no solamente es creída por su Pueblo sino que ahora se Encarna en el seno de María. El fruto más grande que ha dado la humanidad es Jesucristo, no puede haber nada más grande que Jesús, y es el fruto bendito del vientre de María (cf. Lc 1,42). María no solamente escuchó sino que encarnó la Palabra de Dios. Los cristianos debemos seguir el ejemplo de María, encarnar la Palabra en nosotros, para dar también muchos frutos de vida eterna. Si de verdad escuchamos con amor y humildad la Palabra de Dios daremos muchos frutos para todos. Una vez que la Palabra entra en nosotros nos va transformando a la imagen de Dios, y damos frutos que perduran, frutos para la vida eterna. María es la tierra fecunda, la humanidad donde se siembra la Palabra y Dios está con nosotros Emmanuel, se queda para siempre. Dios se hace uno de nosotros para acompañarnos, iluminarnos, redimirnos y salvarnos.
La Palabra de Dios se hace carne en María y pone su tienda entre
nosotros (cf. Jn 1,14). Cristo viene a este mundo a redimirnos del pecado, a
dar su vida en la Cruz. Para poder 2 encarnar la Palabra hay que creer en ella,
María creyó en lo que el ángel le anunciaba, y la Palabra se encarnó en ella.
María siempre escuchaba con atención y meditaba en su corazón los
acontecimientos y las palabras que ocurrían de parte de Dios en su vida (cf. Lc
2,19), ella se disponía a cumplir lo que Dios le pedía cada vez. María no
solamente aceptó que la Palabra encarnara en su ser sino que además encarnó la
Palabra en su vida, porque ella siempre hizo lo que Dios le pidió, cambió sus
planes para seguir los de Dios, siempre estuvo humildemente escuchando y
cumpliendo la voluntad de Dios. La Palabra se hizo carne y puso su morada entre
nosotros, en la casa de María y de José, ese hogar de Nazareth se iluminó con
la Palabra encarnada, Jesús, y desde allí se fue regando por toda la tierra, en
la Iglesia de Cristo, que ilumina a todas las gentes de todos los tiempos. De
los escuchadores de la Palabra María es la más perfecta, ella la encarnó en su
seno, y se acomodó en todo a esa Palabra, ella nunca pecó en contra de Dios,
siempre cumplió lo que su palabra le pedía, ella siempre fue fiel y humilde
ante esa Palabra y acomodó su vida a Dios. María recuperó con su obediencia a
Dios lo que Eva había perdido.
2. María cumple la Palabra de Dios Como Abraham, María salió de sus planes, de sus comodidades, para seguir el camino de Dios, sirvió a la Palabra con su propia vida, y estuvo siempre a su lado, sobre todo en los momentos más difíciles, sobre todo en la Cruz, cuando la Palabra se debía encarnar en la humanidad y formar la Iglesia, y fue abandonada por todos, rechazada, burlada, pero María permaneció fiel a la Palabra, nunca hubo en ella ni una rendija de infidelidad o soberbia, siempre estuvo aceptando en su ser y en su vida la Palabra viva de Dios. María es Discípula y Misionera de la Palabra de Dios. Cuando Jesús murió en la Cruz la Palabra se sembró definitivamente en la humanidad, en la tierra de todos, Jesús entregó todo su ser, Cuerpo y Sangre, para darnos la Vida, para sembrarse en nosotros y darnos su Amor, su Presencia, su Caridad, su Perdón, que nos llevan hasta la vida eterna, nos salvan del pecado, del mal y de la muerte.
Dios envió
su Hijo, su Palabra, la expresión de sí mismo, la misma Palabra que había
enseñado a los Profetas del Antiguo Testamento, lo envió para que se hiciera
carne en el seno virginal de María, y una vez hecho hombre se entregara a sí
mismo en la Cruz, de 3 esa manera Dios nos ha perdonado, Cristo nos ha redimido
y si aceptamos su Palabra, si creemos en él y acoplamos nuestra vida a esa
Palabra, como lo hizo María, entramos en la Vida de Dios, en su Reino y así nos
salvamos.
El Señor quiso preparar el corazón de los justos del Antiguo Testamento con las condiciones necesarias para recibir al Mesías. Entre más estuvieran llenos de fe y confianza en las promesas recibidas, más llenos de esperanza por verlas realizadas y más ardieran de amor por el Redentor, más listos estaban para recibir la abundancia de gracias que el Salvador traería al mundo. A medida que pasaba el tiempo, Dios iba preparando con mayor intensidad a su pueblo, derramando gracias, hablando, despertando más el anhelo de ver al Salvador y levantando hombres y mujeres que prefiguraban a quienes estarían en relación directa con el Salvador en su venida.
¿Quién es la que ha esperado en perfección la venida del Salvador? La Virgen Santísima. Toda esta preparación de Dios a su pueblo alcanza su culmen en la Santísima Virgen María, la escogida para ser la Madre del Redentor. Ella fue preparada por el Señor de manera única y extraordinaria, haciéndola Inmaculada. Tanto le importa a Dios preparar nuestros corazones para recibir las manifestaciones de su presencia y todas las gracias que Él desea darnos, que vemos lo que hizo con la Santísima Virgen María. Ella fue concebida inmaculada, sin mancha de pecado, sin tendencias pecaminosas, sin deseos desordenados, su corazón totalmente puro, espera, ansía y añora solo a Dios. Toda esa acción milagrosa del Espíritu Santo en ella tuvo un propósito: prepararla para llevar en su seno al Salvador del mundo. Eso es lo que requiere ser la Madre del Salvador.
Si entre la fe en las promesas, la esperanza en verlas realizadas y el ardiente amor hacia el Salvador hacía a un corazón más capaz de recibir al Señor, imagínense la intensidad de la fe, la esperanza y la caridad que residían en el Corazón de María, que lo hizo capaz de concebir en su seno al Hijo de Dios.
El Adviento de la Virgen María está marcado por las tres grandes virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad.
La Fe es la virtud por la que creemos firmemente en las verdades que Dios ha revelado. “La fe es la garantía de los bienes que se esperan, la certeza de las realidades que no se ven” (Hebreos 11:1).
La fe es una virtud infusa, o sea, dada por Dios directamente en el alma. Pero hay que alimentarla y hacerla madurar a través de nuestros actos de obediencia y confianza. Creer nunca ha sido fácil, ya que siempre implica una renuncia a las medidas propias para aceptar la medida de Dios, que es infinitamente superior a las nuestras.
La Virgen Santísima tuvo una fe ejemplar. No ha existido criatura alguna que se pueda comparar a la fe de Nuestra Madre, ya que su vida requirió de su corazón una fe heroica capaz de poder responder en plenitud al misterio al cual se le llamó y en el cual siempre viviría.
Según el Evangelista San Lucas, la Virgen María se mueve exclusivamente en el ámbito de la fe.
LA FE DE MARÍA EN LA ANUNCIACIÓN
Desde el saludo: “Ave, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lucas 1:28), requiere fe, pues el ángel le presentaba toda una identidad de la que ella no estaba consciente. Es por eso que leemos que María se turbó ante aquellas palabras. La razón es porque el ángel la invita a darse cuenta de lo privilegiada que había sido por Dios y de lo sublime que era la elección de Dios hacia ella. Solo la fe le permite aceptarse por lo que el ángel le dice que es en el plan de Dios: la llena de gracia. La fe de María la lleva a aceptar con humildad el misterio de su propio ser, ya que ella es situada en un lugar singular para una criatura humana.
Fe para creer que su Hijo sería llamado hijo del Altísimo. El Dios hecho hombre, la Palabra encarnada.
La pregunta de María: “¿y cómo será esto pues no conozco varón?”, no es una duda o falta de fe, sino como muchos padres de la Iglesia concuerdan en decir, María aparentemente había hecho un voto de virginidad y aunque estaba desposada con José de hecho no intentaba romper su voto. Y es por eso la pregunta, pues ella debía oír de Dios cómo se daría esta concepción siendo ella virgen, ya que humanamente su maternidad era imposible. Pero es precisamente este camino de la imposibilidad el que Dios elige para demostrar que en realidad para Dios todo es posible.
La fe se convierte para María en la única medida para abrazar no solo su propio misterio, sino el de su mismo hijo: un puro don que Dios le ha dado no para su gozo o su exaltación, sino para el bien de todos.
Las palabras con que la Virgen María da su asentimiento: “Hágase en mí según Su Palabra", nos revelan la consciente aceptación de su función ante el desafío de una realidad y de un conjunto de acontecimientos que están más allá de la medida de la inteligencia y de los pensamientos humanos. Y esta respuesta solo la pudo dar un corazón lleno de fe.
“He aquí la esclava del Señor”. Esta es una profunda confesión de humildad y obediencia, pero sobre todo de confianza total en la palabra de Dios que, precisamente porque no encontrar el más mínimo obstáculo o una sombra de vacilación en el corazón de María, se convertirá de manera absoluta en palabra creadora (“La Palabra se hizo carne”). Ella creía tanto en la Palabra de Dios, que se hizo carne en su seno virginal. “Si tuvieran fe como grano de mostaza”, nos dijo el Señor (Mateo 17:20), “dirían a las montañas muévete y se moverían”. Qué clase de fe la de María Santísima que alcanzó ese inexplicable milagro: una concepción virginal....
San Agustín: “Ella concibió primero en su corazón (por la fe) y después en su vientre”.
María escucha plenamente, acoge y medita dentro de su corazón para dar fruto. Esta palabra, que requiere fe, disponibilidad, humildad, prontitud, es aceptada tal como se deben acoger las cosas de Dios. En María debemos reconocer las palabras de Jesús: “Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen” (Lucas 11:27-28) Por lo tanto, la maternidad de María no es solo ni principalmente un proceso biológico. Es ante todo el fruto de la adhesión amorosa y atenta a la palabra de Dios.
Cuando María dijo: "Hágase en mí según Su Palabra", dio su consentimiento no solo a recibir al Niño, sino un sí a todo lo que conllevaba el ser la Madre del Salvador. Este consentimiento de María pone de relieve la calidad excepcional de su acto de fe. Fe es, ante todo, conversión, o sea, entrar en el horizonte de Dios, en la mente de Dios, en los pensamientos de Dios y de sus obras.
En el cántico del Magníficat, Isabel dice a la Virgen María: “Bienaventurada por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor” (Lucas 2:45), e inmediatamente después María responde a ese reconocimiento de su fe con el cántico del Magníficat, que considero es un canto de fe profunda, que fluye de un corazón auténticamente humilde. Pues la fe solo nace en un corazón humilde y sencillo.
“Miró con bondad la humillación de su sierva”. Solo reconociéndose nada es que puede apreciar y a la vez necesitar fe para creer en las maravillas que Dios había hecho y haría con ella.
“En adelante me felicitarán todas las generaciones”. Fe de que la vida plena en Dios da frutos abundantes.
“El poderoso ha hecho grandes cosas en mí”. Fe de que Dios interviene en la vida de sus hijos.
“Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que le temen”. Y empieza a describir lo que por fe sabe que Dios hará con su pueblo.
A María en Belén
LAS APARICIONES, LA IGLESIA Y LA FE
Tan sólo apunto algunos aspectos de la doctrina de la Iglesia que pueden ayudarnos a situarnos cristianamente ante el fenómeno de las apariciones:
Todo lo que los hombres necesitamos saber en orden a Dios y a la salvación, nos ha sido comunicado definitiva y plenamente por Cristo. Dios no hace las cosas a medias. Jesucristo es nuestro único y definitivo salvador (Concilio Vaticano II, Constitución "Dei Verbum", n. 4).
Esta comunicación o revelación de Dios está contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición Apostólica (Dei Verbum, nn. 7-9).
Esta revelación está ya completa. No esperemos nuevas recetas de salvación, ni fórmulas inéditas de santificación. Sólo puede crecer la compresión de los contenidos de esa revelación.
El Magisterio de la Iglesia no puede aumentar esa revelación, ni reconocer una nueva revelación que exija la fe de los fieles como la exigen la Escritura y la Tradición Apostólica.
El Magisterio de la Iglesia, y sólo él, tiene el oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios, oral o escrita, la revelación en ella contenida (Dei Verbum, N. 10).
Indudablemente que a Dios no le podemos poner límites. Dios puede revelarse, comunicarse a alguna o algunas personas por medio de María. Esa revelación siempre será privada, porque la revelación divina destinada a todos los hombres acabó con los apóstoles, con lo que ellos transmitieron (Dei Verbum, n. 8).
Cuando la Iglesia interviene reconociendo una "aparición", no impone, ni puede imponer la obligación de fe divina, la obligación de creer en el mensaje de esa aparición como mensaje divino, ni siquiera en el hecho de la aparición como hecho divino.
Esa aprobación de la Iglesia (que da rarísima vez) significa única y exclusivamente, que ese hecho no contiene nada en contra de la fe, ni de la moral de la Iglesia Católica.
Un cristiano conserva íntegra y salva su fe católica cuando, actuando en conciencia, no cree, no presta asentimiento a esa apariciones, revelaciones y mensajes.
Si todas las apariciones resultasen falsas, la fe católica no sufriría menoscabo alguno. El depósito de la fe, la fe de la Iglesia, no dependen de las "apariciones" y revelaciones consiguientes. Y nuestra fe personal y comunitaria tampoco deben depender de ellas.
María, nuestra Madre, fue siempre una mujer humilde.
María demostró su humildad estando siempre dispuesta a servir a los otros, como a su prima Isabel, a la que no le importó ayudarle durante tres meses, cuando ya sabía que Ella sería la Madre de Dios.
María como mujer humilde nunca buscó destacar ni ser ensalzada, nunca se lee en el Evangelio que María se presentase en público cuando Jesús era recibido en triunfo, como cuando entró en Jerusalén con tantos honores entre palmas y vítores, pero sin embargo sí lo acompañó en los momentos más difíciles y no le importó estar presente en el Calvario a la vista de todos, sin importarle la deshonra, ante todo el pueblo, de darse a conocer como la madre de un condenado que moría como un criminal
María, nuestra Buena Madre, fue siempre una mujer servicial.
Desde el primer momento estuvo dispuesta a servir a Dios y a aceptar lo que tenía preparado para ella.
Siempre estuvo atenta a las necesidades de su hijo, Jesús, y de sus amigos, los apóstoles, y de todos aquellos que la rodeaban, como nos cuenta el Evangelio en el pasaje de las bodas de Caná, donde preocupada por los novios convenció a Jesús para que les ayudara a resolver el problema que se les presentaba.
María, nuestra Buena Madre, fue siempre una mujer fuerte. Pero su fortaleza no fue una fortaleza física, sino de espíritu.
Durante toda su vida fue capaz de afrontar con fortaleza las dificultades y momentos duros que se le presentaron. Superó todos los momentos duros que se le presentaron, dio a luz a Jesús en establo, después no dudó en afrontar un duro viaje y huir a Egipto para proteger a su hijo recién nacido.
Pero sobre todo fue capaz de estar siempre junto a Jesús incluso cuando lo abandonaron sus amigos, los discípulos, y tuvo que ver como lo maltrataron y lo crucificaron.
María: Discípula y misionera fiel y audaz
Olga
Consuelo Vélez es una teóloga, colombiana,
La figura de María siempre ha sido considerada una presencia invaluable para la vida de fe personal y para la comunidad cristiana. Ella, como Madre de Jesús y Madre nuestra, tiene mucho que enseñarnos. Por una parte, su vida histórica –aunque es poco lo que podemos decir con certeza- ilumina nuestra vida y nos abre horizontes que tal vez nunca habíamos imaginado. Por otra, su reconocimiento como Madre del Hijo de Dios nos permite sentirnos también sus hijos y contar con su amor maternal e incondicional.
Siguiendo los pocos datos que podemos rescatar de los evangelios, es posible afirmar que ella fue una mujer sencilla, pobre, inserta en su cultura, destinada a cumplir los designios trazados en su tiempo, para la mujer. Así nos lo describe el evangelista Lucas: “Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María” (1, 26-27). Nada de extraordinario nos revelan estos datos sino que, por el contrario, muestran el destino de todas las mujeres en ese tiempo: Muy jóvenes eran destinadas a casarse y a cumplir de esa forma, su papel en aquella sociedad.
Pero los caminos de Dios, sorprendentes como siempre, tenían otro destino para ella. El Señor quiere que sea la Madre del Salvador, cambiando definitivamente el curso de su historia. Más sorprendente, sin embargo, es la respuesta que María da ante esa propuesta: ¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón? (Lc 1, 34). Es decir, parece que María rompe los moldes de las mujeres judías de aquel momento y se atreve a buscar razones, a preguntar modos, a ser sujeto activo del plan de salvación. Solo después de esa implicación personal responde con una generosidad excepcional: “he aquí la esclava del Señor; Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38).
No es el único momento en que María es
presentada por los evangelistas como sujeto activo del plan de salvación. Lucas
continúa el relato sobre María, poniéndola en camino para visitar a su prima
Isabel la cual reconoce el momento salvífico que está aconteciendo en María y
la alaba por su fe: “Feliz tú porque has creído que se cumplirían las cosas que
te fueron dichas de parte del Señor” (Lc 1, 45). María, por su parte, responde
con las palabras del Magnificat (Lc 2, 46-56), –palabras de una hondura
profética inigualable-: En un primer momento, reconociendo la bondad de Dios al
haberse revelado a ella y con la consciencia de que no es mérito suyo:
“Proclama mi alma al Señor (…) porque ha puesto los ojos en la humildad de su
esclava (…) porque ha hecho en mi favor maravillas el Todopoderoso” y, en un
segundo momento, explicitando la promesa divina hecha a Abraham y a su linaje,
como un cambio de situaciones donde por la misericordia con Israel, el Señor
“dispersa los soberbios de corazón, derriba a los potentados de sus tronos y
exalta a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos”. La promesa de Yahvéh se cumplirá en Israel y con Jesús esta
promesa se hará carne, historia, presencia.
Las bodas de Caná, relatadas por el evangelista Juan (2,1-12), muestran a María como discípula activa en el seguimiento de su Hijo. No solamente adelanta “su hora” –cuando María le pide a Jesús que haga algo para solucionar el problema de la falta de vino en la boda y Jesús le responde: “todavía no ha llegado mi hora”-, sino que nos brinda la recomendación más propia para un discipulado auténtico: “hagan lo que Él les diga”. De aquí nace la conciencia eclesial de una María que siempre nos lleva a Jesús, que nos enseña a escucharle y nos exhorta a seguir sus palabras. En esta misma dinámica del discipulado, aquellas palabras que parecen tan duras para una Madre –recordemos el texto donde María y los hermanos quieren hablar con Jesús y Él responde: “¿Quién es mi Madre y mis hermanos? Todo aquel que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ese es mi hermano, mi hermana y mi Madre” (Mt 12, 46-50)-, nos muestran a una María discípula, capaz de entender la dinámica del reino, asumiendo el seguimiento de Jesús en las nuevas relaciones familiares que éste implica.
El culmen de este seguimiento se manifiesta en la cruz donde quienes permanecen en pie son “María, su hermana, la mujer de Clopás y María magdalena” (Jn 19, 25). Es entonces cuando Jesús señala el modo de relación entre María y todos los cristianos: ella es nuestra verdadera Madre y nosotros somos sus hijos: “Mujer ahí tienes a tu hijo (…) hijo ahí tienes a tu Madre (Jn 19, 26-27). La familia del reino está compuesta por los seguidores de Jesús de los cuales la primera y más auténtica discípula, es su propia Madre. Finalmente, María está reunida con los discípulos y otras mujeres perseverando en la oración (Hc 1, 14) y es de suponer que estaba presente el día de Pentecostés (Hc 2, 1-12) donde el espíritu confirma a la iglesia naciente y la lanza a la misión de anunciar el acontecimiento pascual hasta los confines de la tierra.
La iglesia, por tanto, no se entiende sin esta
presencia mariana que le imprime unas características especiales y la mantiene
en el camino del discipulado misionero, que ha de ser señal distintiva de su
actuar en el mundo. La comunidad eclesial expresa esta presencia mariana
constitutiva de su ser, en la multitud de santuarios y advocaciones que recorren
nuestro suelo latinoamericano. Pero también, ha de incorporar más, una devoción
mariana que nos convoque al testimonio del evangelio del reino y a una apuesta
misionera más arriesgada y audaz, adelantando la “hora del hijo” al buscar
nuevas y creativas respuestas para los desafíos actuales. Así responderemos
mejor a esta Iglesia en “salida” de la que habla el Papa Francisco (Evangelii
Gaudium 20-24), en la que la figura de María es promotora y garante de su
realización. Es tiempo propicio, entonces, de renovar nuestra experiencia
mariana, acogiéndola como madre nuestra y madre de la Iglesia, para hoy
secundar sus pasos, seguir sus insinuaciones, mantener, como ella, su ser
discípula y misionera fiel y audaz.
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Soy Millennial y mi modelo a seguir no es cualquier mujer, es María
Vanessa Urdaneta (periodista venezolana)
Sé que podrían pensar que las generaciones tienen características diferentes, que los millennials no son iguales a la generación X y que distan de ser parecidos a los baby boomers. Pero el ejemplo de María sigue aún vigente como modelo de vida para la mujer del Siglo XXI
Dentro de las actividades diarias en nuestros trabajos, hogares y oficinas hacen falta muchas Marías, que se atrevan a decir «sí» sin preguntar. Con valentía y alegría, enfrentando cada reto que se presente, confiando en Dios padre y los maravillosos dones que ha dispuesto para cada una de nosotras.
Esa mujer que ante las adversidades se mantuvo serena, pensando antes de actuar, hablando solo lo necesario, con palabras asertivas (Todas las palabras que usó María fueron Keywords en su momento) y «meditando cada palabra en su corazón». (Lc 2, 19).
El feminismo de la época actual se encuentra confundido con el ideal de querer hacer todo lo que hace un hombre para que la mujer pueda ser tomada en cuenta. Pero lo que muchas desconocen es que las habilidades propias de la mujer son suficientes para posicionarse de manera exitosa, y María es un gran ejemplo con estas características:
1. María cuidaba de los detalles
En las Bodas de Caná fue ella la
primera en darse cuenta que faltaba vino y aunque parezca algo sencillo, fue lo
que impulsó aquel primer milagro.
Nos enseña que como mujeres estamos para atender los detalles que hacen la diferencia y logran grandes resultados. Aquellos que si estamos trabajando como hombres difícilmente seríamos capaces de notar.
2. María demostró su valentía al emprender un largo viaje sola
Viajó para ir a visitar a su
prima Isabel. Para cuidar de ella ya que se encontraba en la recta final de su
milagroso embarazo. ¿Cuántas de nosotras hoy en día somos capaces de hacer
actos tan nobles y valientes?
Hace falta que en los trabajos exista una o más Marías, que demuestren cercanía con las personas que las rodean, nobleza, valentía y espíritu de servicio para cada obra que se encuentre sin sentimiento.
Si aterrizamos este ejemplo a nuestros tiempo podríamos fijarnos en el estudio «The future of Jobs», realizado por World económic Forum, en donde se menciona que dos de las habilidades necesarias para la época actual son las relaciones personales y la capacidad de crear engagement con los usuarios y potenciales clientes. ¿Qué pasaría si imitáramos más a María en nuestros lugares de trabajo
3. Ante cualquier dificultad María se mostró serena
Y no solo serena, sino curiosa.
No se detuvo y el miedo no paralizó sus actos, ejemplo de ello fue la muerte de
su Hijo y el dolor tan grande que sentía su corazón. A pesar de eso, no se
recuerda a María gritando o reclamando a los responsables de la muerte de
Jesús.
Siempre con una pregunta justa antes de actuar. Como en el momento en que su hijo, con solo 12 años, se extravió, y al encontrarlo, solo le preguntó: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo hemos estado muy angustiados mientras te buscábamos». (Lc 2,48)
Antes de actuar es importante
pensar y al hacerlo se debe hacer con una actitud serena y equilibrada. Siempre
buscando que nuestros actos no dañen a nadie y que edifiquemos con nuestro
ejemplo.
Hablar de María es contarles todo lo que Dios quiere de la humanidad, siempre he tenido la pregunta ¿Por qué a ella? Y deseo de todo corazón invitarla un día a tomar café; estoy segura de que llevará algo para compartir y me dará ese abrazo que por tantos años he esperado, mientras le digo lo mucho que la amo. Y sí, María es mi modelo a seguir, ¿y el tuyo?
A todos nos nacieron, a todos nos hicieron espacio, a todos nos dieron la vida. No la pedimos, no nos la ganamos, no nos la merecimos. Nos la dieron gratuitamente. El proceso de gestación −si alguien ha estado cerca de una mujer durante el embarazo, lo sabe bien– es sorprendente y molesto al mismo tiempo. Sobre todo, en las últimas semanas previas al parto. Hacer sitio a una nueva vida es una experiencia ilusionante y esperanzadora, pero supone también un esfuerzo incómodo y doloroso.
La metáfora del embarazo nos ayuda a comprender el modo en que Dios se relaciona personalmente con cada una de sus criaturas y, en un sentido más amplio, a imaginar la creación del mundo. La metáfora resulta útil también para imaginar nuestra misión como cristianos y el modo como estamos invitados a vivir. En ambos casos, la figura de María –de quien afirmamos, nada menos, que es la Madre de Dios– resulta de gran ayuda.
Empecemos por el libro del Génesis. Cuando nos paramos un momento y pensamos en el conocido relato de la creación tendemos a imaginar a Dios creando de la nada –ex nihilo–, rellenando un escenario vacío. Tras la aparición de los astros, el agua, la tierra, los animales y las plantas, Dios coloca al hombre y a la mujer en el centro, completando así un proceso que dura simbólicamente siete días. Misión cumplida. Tarea finalizada. Creación completada.
Sin embargo, algunos creyentes han imaginado también a Dios apartándose o echándose a un lado a la hora de crear, dejando un hueco –valga la expresión– en su propio interior, posibilitando así la aparición del universo. El mundo, visto de este modo, no es solo la realidad material, externa, creada activamente por Dios, que percibimos a nuestro alrededor; es también el espacio interno que Dios habría dejado al echarse a un lado, permitiendo que existiese, continuando su labor creadora.
Dicho con otras palabras, la creación está en Dios, pero no es Dios mismo, sino un espacio de libertad entregado como regalo al ser humano. Dios crea activamente, interviniendo en el mundo, pero también se retira pasivamente, dejando espacio a la creatividad humana.
Este modo complementario de entender el relato del Génesis puede parecernos una pura especulación teológica que no conduce a ninguna parte (al fin y al cabo, ¿quien puede comprobar cualquiera de estas afirmaciones?), pero quizá puede ayudarnos a comprender cómo Dios al crearnos personalmente –igual que al gestarnos nuestra madre– nos hizo sitio, para que pudiésemos existir y participar del proceso creativo, continuándolo con nuestras vidas. La sicología evolutiva hoy en día dice algo similar respecto al desarrollo humano. Los padres engendran biológicamente a un hijo. Sin embargo, el espacio –físico, en un primero momento– hay que seguir haciéndolo en otros ámbitos –sicológico, educativo, económico–, si queremos que crezca como persona autónoma, madura y libre.
Los padres sensatos reconocen que sus hijos no les pertenecen del todo, se los dejaron en préstamo durante unos años para que luego tomaran las riendas de sus propias vidas.
Su función consiste en dejarles, progresivamente, más y más espacio. La historia de salvación –la narración de la relación de Dios con su pueblo y de Jesús con la Iglesia– puede entenderse también desde esta clave evolutiva, como un lento proceso pedagógico de crecimiento, aprendizaje y maduración.
Estos modos complementarios de entender la creación del mundo, el desarrollo humano y la historia de salvación –como actividad creadora y como pasividad facilitadora– clarifican también algo central para la comunidad cristiana: la misión de la Iglesia.
Cristo hace y deja hacer, transforma y posibilita, libera y permite usar esa libertad. De ahí que la Iglesia, si quiere parecerse a Jesús, está llamada a imitar este particular modo de ser y de hacer.
Dicho de forma negativa, difícilmente comunicaremos la presencia de Dios si –además de hablar de Él y dar testimonio con nuestra propia vida– no le hacemos sitio primero en nuestra propia vida, si no nos echamos a un lado para que Dios, simplemente, sea.
En este punto merece la pena volver a la figura de María, porque la Madre de Dios integra ambas actitudes de modo ejemplar. Además de dejar espacio físicamente a Jesús, la joven de Nazaret hizo también espacio a Dios espiritualmente. De este modo, se convirtió en modelo de creyente al escuchar, acoger e imitar la acción libre y creadora de Dios. Su respuesta activa y agradecida brota, precisamente, de su capacidad de escucha y contemplación.
Algunos teólogos han afirmado que la tarea de la teología consiste en hablar bien de Dios. De forma similar, la misión principal de la Iglesia y de cualquier cristiano no consistiría en otra cosa que en dejar a Dios ser Dios, en hacerle sitio en nuestra vida para que, simplemente, sea. María representa un modelo único y una fuente permanente de inspiración para llevar adelante esta misión.
En el mes de mayo, el mes de la Virgen, nos puede ayudar pensar en ella como la mujer que dejó a Dios ser Dios. Nos puede ayudar rezarle y pedirle que interceda por nosotros, para que seamos oyentes de la palabra, hombres y mujeres capaces de escuchar y hacer sitio a Dios.
Ojalá podamos decir, con María y como María, «Hágase en mí según tu palabra».
MARIOLOGÍA
La mariología es la parte de la teología cristiana que se dedica a la Virgen María. Además del estudio de su vida, tal como se refleja en los Evangelios, realiza interpretaciones acerca de distintos dogmas y doctrinas marianos: su naturaleza (Inmaculada Concepción de la Virgen, Asunción de la Virgen, Coronación de la Virgen etc.), su papel en la salvación (mediación -Maria Mediatrix- o co-redención -Corredentora-), sus advocaciones (Reina de los Cielos, Madre de la Iglesia, Perpetuo Socorro, Esperanza, Auxiliadora etc.), y cómo debe realizarse su veneración o culto (el culto mariano, denominado hiperdulía). Mientras que en el protestantismo el papel de la Virgen es muy reducido, en el catolicismo, el anglicanismo y la iglesia ortodoxa se destaca mucho más.
MARIA DE NAZARET:
MARIA DE NAZARET: LA MUJER QUE ES
MARIA DE NAZARET: UNA MUJER QUE ES MADRE
MARIA DE NAZARET: UNA MUJER SOLIDARIA
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