La mujer en la Biblia y la verdadera identidad femenina
Escuchamos muchas veces decir que la religión oprime a la mujer, o que el “patriarcado” es responsable de la mayoría de las cosas malas que le ocurren a las mujeres. Y que este patriarcado viene impuesto por la religión, principalmente, la judeocristiana.
Es fundamental cuando escuchamos este tipo de afirmaciones, antes de repetirlas o creerlas, asegurarnos de que sean reales. Y para eso es importante ir a las fuentes.
¿De dónde vienen los fundamentos principales del judeo-cristianismo? De la Biblia. Y para eso debemos consultar en este“libro”, acerca de qué es lo que se dice acerca de la mujer y su rol.
¿Es realmente un rol secundario? ¿Un papel accesorio, opacado por el protagonismo de los hombres?
En el principio...
Comencemos primero por ver cuál fue el rol de la mujer desde la creación. ¿Cuál era el plan original de Dios?
“Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza; y que le estén sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el ganado, las fieras de la tierra, y todos los animales que se arrastran por el suelo». Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer. Y los bendijo, diciéndoles: «Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra»” (Gén 1, 26-28).
Este texto nos dice muchas cosas, pero principalmente nos muestra que Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen. Ambos son imagen de Dios, como una unidad: varón y mujer. El hombre y la mujer tienen cualidades propias de Dios, algunas particulares de la mujer y otras del hombre que, en su unidad, en su comunión, en su complementariedad, hacen a la imagen de Dios. Ninguno separado del otro puede reflejar esa imagen divina.
El hombre y la mujer fueron creados con la misma dignidad y a ambos se les da potestad de dominar sobre los seres vivientes, pero jamás el uno hacia el otro. Cualquier acto de dominio que se haya hecho en la historia, o se haga hoy en día, tanto del hombre hacia la mujer o viceversa, no tiene que ver con el plan de Dios.
¿Q ¿Qué entiende la Biblia por Justicia
A. Justicia es un orden comunitario adecuado La forma más ordinaria y clara como se expresa en la Biblia el concepto de justicia es a través de esta raíz filológica: sdqh (tse-da-qáh), que significa “orden adecuado”. El orden adecuado lo establece Dios a través de su actuar, de sus promesas hechas a los padres, de las estipulaciones de la alianza (los mandamientos) y de los contenidos que tienen los oráculos o juicios que los profetas han hecho a lo largo de la historia. Por eso, el conocimiento de esta historia es la que va creando un criterio seguro de justicia, que permite obrar con rectitud, es decir, de acuerdo al orden que Dios ha ido estableciendo a lo largo de la historia. Por lo mismo, alguien es “justo” porque se relaciona con los demás dentro de ese orden establecido por la Divinidad, a lo largo de la historia. Cuando alguien así actúa, recibe una cualidad que lo hace pertenecer permanentemente a dicho orden, es decir, se convierte en “justo”.
B. La finalidad de la justicia es crear un orden que mantiene “en armonía” a la comunidad. Cuando uno examina a fondo el actuar de Dios, que es el modelo de nuestro comportamiento, se da cuenta de que aquel siempre corresponde a la propuesta de un “orden adecuado” que busca mantener “en armonía” las relaciones comunitarias. Aquí estaría, pues, la clave de la justicia, que no es otra cosa que entrar o participar de un orden comunitario, creado por Dios, y que ha ido dejando huellas a lo largo de la historia. Es la participación en este orden lo que convierte a cada persona en “justa”. Por eso, justicia, a la hora de la verdad, es estar en armonía con la comunidad, guardándole fidelidad a la misma. Esta es la razón por la cual los conceptos de justicia y fidelidad se intercambian y hasta se confunden.
Biblia ¡un libro como fuego! Un libro a través del que habla Dios.
La reforma de Martín Lutero
La reforma iniciada por Martín Lutero, que tomaba a la Sagrada Escritura como única autoridad en materia de fe, influyó en que muchos cristianos fueran dejando de lado su lectura, quedando reducida esta al uso litúrgico y al estudio de personas especializadas.
La constitución dogmática Dei Verbum en el capítulo 4 en el número 21 nos dice que las Sagradas Escrituras junto con el Cuerpo del Señor son el pan de vida y juntamente con la Sagrada Tradición, se le considera como la regla suprema de la fe. Es necesario, por consiguiente, que toda la predicación eclesiástica, como la misma religión cristiana, se nutra de la Sagrada Escritura, y se rija por ella.
Motivados por el Concilio que deseaba poner la Biblia en manos del pueblo, se inició un movimiento bíblico en diferentes países. Luego, a la lectura de la Biblia con el pueblo se integró la opción por los “pobres” en la que tanto insistieron tanto el Concilio, como Medellín y Puebla en América Latina.
El pueblo sencillo comenzó a leer la Biblia desde su propia vida, pero en una forma un tanto desorganizada. Por eso algunos especialistas que quisieron ayudar al pueblo a leer la Biblia aplicaron el método VER-JUZGAR-ACTUAR a la lectura de la Biblia y este método se aplicó sobre todo en la lectura que hacen las Comunidades Eclesiales de base. Una lectura que parte de la vida en orden a caminar en la fe de acuerdo a lo que Dios quiere.
Descubrimos entonces que la lectura popular de la Biblia va creando una nueva espiritualidad en el seguimiento de Jesucristo, para vivir más de acuerdo con sus enseñanzas y ejemplos.
Una espiritualidad que busca construir la Iglesia como comunidad que escucha la Palabra, hace oración y vive para el amor y la solidaridad. Una espiritualidad que continúa construyendo el reino de Dios. Una espiritualidad en donde el Espíritu construye una Iglesia ministerial.
Para llevar a la práctica la lectura popular de la biblia nos puede ser muy útil seguir el método de la Lectio divina: Lectura, meditación, oración, contemplación.
Antes de hacer la lectura hemos de encomendarnos a Dios y platicar un poco de nuestra vida personal y social de modo que hagamos una lectura creyente y actualizada.
La lectura consiste en leer atenta y detenidamente el texto, (de preferencia varias veces); aquí tratamos de responder a la pregunta ¿Qué dice el texto?
La meditación sería relacionar lo que el texto nos dice a nosotros; responde a la pregunta ¿Qué nos dice el texto?
La oración consiste en responder a Dios que nos ha hablado por medio del texto; responde a la pregunta ¿Qué respuesta damos a Dios que nos ha hablado?
Y finalmente la contemplación consiste en formular un compromiso para llevar a cabo lo que Dios nos pide. Responde a la pregunta ¿A qué nos comprometemos?
Intentemos hacer la lectura comunitaria de la Palabra de Dios. Mucho ánimo.
No es difícil imaginar cuáles eran los sentimientos de los presos políticos cuando en juliode 587 emprendieron el sombrío camino del exilio: confusión, pesar, desesperación y, sobre todo, la convicción de haber contribuido, cada uno a su manera, al suicidio de lanación elegida.
En adelante no cabía posibilidad alguna de engañarse: habían dejado de existir como pueblo, ya no tenían líderes como en tiempos de Moisés o de los Jueces, por eso estaban condenados a desaparecer como colectividad, lo mismo que había pasado con los deportados de Samaria. No eran más que los desafortunados sobrevivientes de un
pueblo muerto… Así pensaban ellos al recorrer los agotadores mil doscientos kilómetros que hay desde Jerusalén a Babilonia.
EXAMEN DE CONCIENCIA COLECTIVO
Si bien se les ocurría a unos pocos echar la culpa a los demás, la mayoría prefería más bien hacer su propio examen de conciencia, individual y colectivo. Unos remordimientos candentes invadían las mentes y los corazones: “¿Por qué hemos despreciado las
amenazas de Jeremías? ¿Por qué no hemos respondido a tiempo a sus desesperados llamados?” Todos pensaban en él. Y ese hombre que tanto había sido perseguido, vino a ser el más apreciado de los profetas. No estaba con ellos en Babilonia, porque había sido autorizado para quedarse en Judá (lea B 29). Sin embargo su influencia iba creciendo a
medida que recordaban su mensaje. A la luz de sus palabras comprendieron, por fin, que cuando se olvida a Dios y se menosprecia su santa voluntad, el hombre se destruye a sí mismo, los hogares se vienen abajo por la infidelidad, la violencia arruina la sociedad. Los
exiliados reconocieron sus pecados y los confesaron (lea C 59).
Pero lo más importante quedaba pendiente: la reconciliación, el perdón que sólo viene de Dios. ¿Era acaso posible que Yavé los abandonara a su suerte y los tratara como había tratado a los pecadores de Sodoma y Gomorra o, más cerca, los de Samaria? De nuevo fue Jeremías quien les abrió la puerta de la esperanza, porque se bien había profetizado castigos, había hablado también de conversión y de la posibilidad del perdón, ya que Dios es un padre cuyas entrañas se conmueven ante las quejas y gemidos del niño castigado (Jer 31, 20).
Más aún, Jeremías había escrito una carta a los exiliados de la primera deportación (año 598), para decirles que el castigo iba a ser largo, pero no definitivo: “Cuando se cumplan los setenta años de Babilonia, los visitaré y cumpliré mi promesa de hacerlos volver a su
patria” (Jer 29, 10).
Cuando los recién desterrados se juntaron con los primeros, se dieron cuenta de que las pruebas de diez años de exilio habían producido ya ciertos frutos de renovación espirit. Privada de todo, esa gente había escogido cuidadosamente los recuerdos y las tradiciones de su fe, para meditarlos en búsqueda de conversión ye fidelidad. Un grupo de
sacerdotes les recordaba su historia, desde la conquista de la tierra con Josue y los tiempos heroicos de los Jueces hasta Samuel y los Reyes. Todo ese pasado fue pensado e interpretado a la luz del pensamiento y del ideal de Moisés tal como está expresado en el “Libro de la Ley” o Deuteronomio. Remontaron hasta los recuerdos más antiguos de los
Patriarcas y descubrieron en esta herencia espiritual la Palabra de Dios que se dirige a todo hombre y exige una respuesta.
Entre los promotores de este movimiento se destacó un hombre de una imaginación tremenda y capaz de comunicar su entusiasmo a los demás: Ezequiel, sacerdote deJerusalén desterrado en el año de 598; cuatro o cinco años después, Yavé hacía de él uno de los profetas más grandes.
Ya en su primera visión, la de su vocación, Ezequiel contempló la gloria de Yavé que se trasladaba de Jerusalén a Babilonia (Ez 1): Dios va al encuentro del hombre. En adelante, los exiliados podían contar con la presencia de Dios y darle “un culto en espíritu y en verdad” (Lea Juan 4, 20-26)
En visiones posteriores, Ezequiel vio un campo cubierto de huesos humanossecos que de repente se animaron por el soplo de Dios, como en la creación (Ez 37), y una corriente de agua que salía del Templo y bajaba a comunicar vida al Mar Muerto (Ez 47). Las dos visiones simbolizaban y anunciaban que Yavé iba a resucitar a su pueblo muerto, pero también algo aún más profundo, es decir esa vida nueva que Cristo nos comunicará por el don de su Espíritu la en este orden:
Jn 2, 19-22; 19, 34; 7, 37-39).
De ese pueblo Yavé será el pastor que reúne a sus ovejas para entregarlas
después a un hijo de David (Ez 34; lea también Lc 15, 4-7 y Jn 10, 11-16).
Un día Yavé contraerá una nueva alianza con su pueblo (Ez 36, 24-28), obra de Jesús, como lo sabemos
La Navidad se celebra el 25 de diciembre, (visitar el enlace del párrafo anterior para más información sobre el tema). Navidad no es el 24 de diciembre, es TODO el 25 de diciembre. Eso sí: Navidad NO ES LA CELEBRACION DE UNA FECHA, SINO DE UN HECHO, el nacimiento del Salvador, evento absolutamente decisivo en la historia de la salvación. Es entonces una conmemoración del significado de ese hecho. Se lee en las profecías:
Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; le ponen en el hombro el distintivo del rey y proclaman su nombre: "Consejero admirable, Dios fuerte, Padre que no muere, príncipe de la Paz." (Is 9, 5)
Ese hecho fue de tal magnitud que todo el cielo lo celebró:
De pronto una multitud de seres celestiales aparecieron junto al ángel, y alababan a Dios con estas palabras: "Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra paz a los hombres: ésta es la hora de su gracia". (Lc 2, 13-14)
Nosotros, los beneficiados con este hecho, tenemos no solamente motivos sino una verdadera obligación de celebrarlo.
Como lo importante es el significado, todo lo anterior se resume en que debemos ser conscientes de que hubo un día en el que Dios encarnado llegó a nuestras vidas, las cuales deben estar listas para fructificar bajo su luz ("Yo soy la luz del mundo" dijo Jesús en Jn 8, 12), de aquí que la temporada de adviento sea de penitencia y reflexión (ese es el sentido del color morado en los trajes de los sacerdotes en las misas, el mismo color de la cuaresma). Como dijo el Santo Padre Juan Pablo II:
"Jesús nace para la humanidad que busca libertad y paz; nace para todo hombre oprimido por el pecado, necesitado de salvación y sediento de esperanza."
3.- LA NAVIDAD CRISTIANA Y LA NAVIDAD CONSUMISTA:
Navidad es una fiesta que está bajo un ataque tremendo en estos últimos tiempos. Santa Claus ha tomado el lugar de Jesús-niño y el mall o el centro comercial ha tomado el lugar del templo. Que triste que el Domingo antes de Navidad los estacionamientos de las Iglesias estén vacíos y en los centros comerciales sea una hazaña encontrar un lugar donde estacionar el automovil. Dice la Palabra de Dios:"Donde está tu tesoro, allí esta tu corazón" (Mat.6:21) ¿Dónde está tu corazón? ¿En un centro comercial?…. ¿Cuando llegue la tribulación a tu vida, a donde vas a ir a buscar consuelo y paz? ¿Al centro comercial?
Navidad es una fiesta de cumpleaños donde se le compran regalos a todos menos al niño que se festeja. Donde se hace una fiesta y no se invita al homenajeado, donde hoy -tristemente- se trata de que no se mencione el nombre del niño que nació, su nombre es Jesús.
El Apóstol Pablo, un hombre que un día fue su enemigo y que se rindió a El, dice que: frente a ese nombre se doblará toda rodilla en el cielo, en la tierra, y hasta en el infierno y a este "nombre sobre todo nombre" lo queremos borrar de nuestras vidas.
Para más confusión y desconsuelo en los últimos años, hemos visto surgir ciertos lideres de distintas denominaciones cristianas que se han sumado a la campaña de enemigos de la Navidad. Ellos, desde estaciones radiales gritan: ¡Es una fiesta pagana!, y basan su "guerra santa" contra la celebración del nacimiento de Jesús, en la creencia de que en la antigua Roma ese día la fiesta del "sol invicto"... al diablo no le faltan "casualidades". Otros estudiosos de la Palabra de Dios reclaman que Jesús no nació en esta fecha y proponen como solución al tema el olvidarse de esta fiesta. Pobres predicadores que quieren privar al cristianismo de lo más hermoso de Aquel que le dio vida, la sensibilidad.
Para los que unen sus fuerzas con el enemigo aclaremos algunos puntos:
Los cristianos no celebramos fechas, celebramos hechos. Nosotros nos alegramos y celebramos el hecho de Aquel que no cabe en el universo quiso nacer de una virgen en este pequeño planeta del inmenso universo para reconciliar al hombre con su Creador.
Como todo hecho neotestamentario, la Navidad tiene precedencia bíblica. Inclusive, el día 25 de Diciembre ya era celebrado en el antiguo pacto.
En 1 Macabeos 4, 52-53 leemos:
"52 El día veinticinco del noveno mes, llamado Quisleu, del año ciento cuarenta y ocho, se levantaron al despuntar el alba y ofrecieron un sacrificio conforme a la Ley, sobre el nuevo altar de los holocaustos que habían erigido"
Obviamente los no católicos no incluyen este libro en su canon, no lo consideran libro de inspiración divina, pero no pueden negar su valor histórico.
Judas Macabeo y sus hermanos ordenaron a los sacerdotes que purificaran el santuario y echaran fuera el altar profanado. En su lugar se edificó un nuevo altar y en la madrugada del 25 de Quisleu, correspondiente a nuestro mes de diciembre, fue consagrado. La fachada del templo fue adornada, se encendieron luces y fue grande la alegría en el pueblo.
También en la madrugada del 25 de quisleu, los cristianos celebramos el nacimiento de Jesús. Así como el altar profanado fue echado fuera y se construyó un altar nuevo, así también el sacrificio antiguo y una ley profanada por preceptos humanos fueron anulados con el nacimiento del Mesías y un nuevo altar con un sacrificio perfecto fue instaurado para regocijo y salvación de toda la humanidad.
Este es el verdadero sentido de la Navidad, cuyo centro es Jesús y no un evento comercial o una fiesta pagana. Rescatemos la Navidad para Cristo y cantemos con los ángeles de Belén: "Gloria a Dios en las alturas y Paz en la tierra a los hombres que confían en Él."
¿Hemos de limitarnos a llenarnos de signos exteriores, como hermosos adornos, guirnaldas y enormes árboles de navidad?, ¿hemos de limitarnos a servir opulentas cenas y entregar costosos regalos?, ¿hemos de limitarnos a arreglarnos y vestirnos lo mejor que podamos?, todo eso tan sólo son adornos para el exterior.
Recordemos lo que el Señor Jesús nos dijo:
"Cuiden de ustedes mismos, no sea que la vida depravada, las borracheras o las preocupaciones de este mundo los vuelvan interiormente torpes y ese día caiga sobre ustedes de improviso..." Lucas 21, 34
"¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos, que son unos hipócritas! Ustedes son como sepulcros bien pintados, que se ven maravillosos, pero que por dentro están llenos de huesos y de toda clase de podredumbre. Ustedes también aparentan como que fueran personas muy correctas, pero en su interior están llenos de falsedad y de maldad. " (Mt 23, 27-28)
"El Señor le dijo: "Así son ustedes, los fariseos. Ustedes limpian por fuera las copas y platos, pero el interior de ustedes está lleno de rapiñas y perversidades. ¡Insensatos! " (Lc 11, 39-40)
La dureza de la expresión es significativa, porque el que se concentra tan sólo en lo exterior, está irrespetando a Dios, siendo que lo sensato es preparar nuestro corazón para que el Señor venga, hacer renovación de nuestro interior, renovación que no es posible sin el Señor. Por eso pide el salmista:
"Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un firme espíritu." (Sal 51, 12)
Y es que el Señor no rechaza el corazón que se convierte honestamente:
"Mi espíritu quebrantado a Dios ofreceré, pues no desdeñas a un corazón contrito." (Sal 51, 19)
En fin, que esta temporada de Adviento camino de la Navidad, y la Navidad misma, sean ocasión especial para que el Señor nos regale un corazón sensato:
"Enséñanos lo que valen nuestros días, para que adquiramos un corazón sensato." (Sal 90, 12)Así es que tiene sentido la Navidad. Así es que tienen sentido los adornos y las celebraciones, pero en la sencillez que gusta al Señor que es la que conviene a nuestra naturaleza y todo como testigos de una realidad eterna y no pasajera.
"Les daré un corazón nuevo y pondré en su interior un espíritu nuevo. Quitaré de su carne su corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Así caminarán según mis mandamientos, observarán mis leyes y las pondrán en práctica; entonces serán mi pueblo y yo seré su Dios." (Ez 11, 19-20)
Que esta Navidad sea otra ocasión para el nacimiento de Jesús pero en nuestro corazón, lo que supone que nazcamos a la nueva vida como El mismo nos lo enseñó:
"En verdad te digo que nadie puede ver el Reino de Dios si no nace de nuevo desde arriba". Nicodemo le dijo: "¿Cómo renacerá el hombre ya viejo? ¿Quién volverá al vientre de su madre para nacer otra vez?" Jesús le contestó: "En verdad te digo: El que no renace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, y lo que nace del Espíritu es espíritu". (Jn 3, 4-6)
Pero hoy, cuando la Iglesia con tanto acierto, movida por el Espíritu Santo nos ha invitado a poner la Palabra de Dios en el Centro de la Vida y Misión de la Iglesia, me parece oportuno que nos preguntemos: ¿Qué nos dice la Biblia del Adviento?
Adviento, término derivado de la palabra latina “Adventus”, significa venida. En el lenguaje cristiano adquiere significado propio al referirse a la venida de Cristo. En la Biblia, no vamos a encontrar literalmente el término ADVIENTO, pero sí encontramos muchos pasajes de lo que significa adviento y lo que quiere suscitar en nosotros.
Desde el Antiguo Testamento el pueblo era exhortado a preparar la venida del Señor (y recordemos que adviento, significa venida “adventus”). Esta preparación se daba sobre todo declarando algunos días consagrados a Dios, esto es lo que hacemos en Adviento: prepararnos para recibir al Señor.
En el libro de Nehemías 8,9-10 leemos: Entonces Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote escriba, y los levitas que instruían al pueblo, dijeron a todo el pueblo: «Este es un día consagrado al Señor, su Dios: no estén tristes ni lloren». Porque todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley.
BIBLIA Y VIDA
CAPITULO I
LA SABIDURIA DEL PUEBLO
1. La amistad
Primero: relájate, tómate éste tiempo para ti y para Él, pídele te ilumine
A LECTURA DEL TEXTO DE LA VIDA
Un hecho de la vida de hoy: Que otro me haga esto, pero que me lo haya hecho Antonio, mi mejor amigo, no me lo esperaba. ¡No puedo entender cómo ha podido traicionarme, cuando yo le había dado toda mi confianza! Se puso a contar nuestro secreto a todo el mundo, como si no fuésemos amigos. ¡Es insoportable, eso no se hace! Pepe creía que podía contar con Antonio, pero se equivocó y fue traicionado. Su decepción fue terrible.
Un hecho de la vida del tiempo de la Biblia: Juan 15,15 Jesús era tan buen amigo que ya no podía tener secretos con sus amigos. Pero tuvo una decepción demasiado grande. Cuando fue tomado preso en el huerto de los olivos, sus amigos dormían (Mt 26, 40), Pedro le negó (Mt 26,69-74), Judas lo traicionó (Mt 26,48). La pregunta de Jesús a Judas muestra que grande fue la decepción del Señor: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre? (Lc 22,48)
Reflexión sobre el hecho de vida
Nadie puede vivir sin amigos. Todos sabemos eso, tengamos o no fe en Dios. Parece que cuando alguien actúa no como una amiga hiere la amistad produce una herida que no cicatriza. Vamos a ver eso en forma más detenida.
- Piensa un caso de tu vida en que tú hayas experimentado el valor de la amistad y en el que la amistad te haya ayudado a vencer en la vida.
- ¿Por qué será que Pepe, Jesucristo, tú y todos nosotros le damos tanta importancia a la amistad?
- ¿Qué faltó en la amistad de Antonio, de Judas y de Pedro para que llegara al punto de negar o traicionar al amigo?
- ¿Has sufrido tú alguna vez en la vida por causa de una amistad mal entendida?
B. LECTURA DEL TEXTO DE LA BIBLIA
Oigamos lo que la Biblia enseñaba al pueblo de aquel tiempo sobre la amistad:
La amistad hace parte de la vida; hace que la vida se vuelva más feliz y alegre. Por eso Dios que tanto quiere nuestra felicidad inspiró que fuese escrito en la Biblia aquello que la vida enseñó a su pueblo sobre la amistad. Escuchemos:
Lectura del libro del Eclesiástico (El libro fue compuesto en hebreo hacia el año 197 a.C por Jesús Ben Sirá) Vamos a leer: 22, 19-24 y 27, 16-21
Descubramos del mensaje que nos trae la palabra de Dios hoy
- De todas las frases que has oído, ¿cuál fue la que te gustó?:
¿Recordemos algún pasaje del Evangelio que muestre cómo Jesús tenía amistad grande para con otros
Se dirige hacia los demás con un corazón abierto, sin aislarse o evadir el trato; va al encuentro de todos los que ama ( Mt 11, 28). Cura, consuela, perdona, da de comer, procura hacer descansar a sus íntimos.
Se compadece de quien está necesitado ( Mt 9, 36).
No discute con sus amigos; los corrige, pero no choca con disputas hirientes (Mt 20, 20-28).
Se alegra con ellos en sus momentos felices ( Lc 10, 21).
Rechaza sus intenciones desviadas (Mt 16, 23).
Hoy nosotros
- Mirando a nuestro lado en la sociedad, ¿qué es lo que más destruye la amistad entre las personas?
- Ahora que hemos oído lo que la Biblia y la vida dicen de la amistad, revisemos lo que tenemos que corregir en nuestra propia manera de vivir la amistad.
- ¿Qué vamos a hacer en concreto para poner en práctica las palabras que hemos oído y meditado?
NOTA: Los evangelios se llaman sinópticos: La primera parte, sin, significa “juntos.” La segunda parte, óptico, significa “vista.” Por tanto, sinóptico significa “visto junto.” Llamamos Mateo, Marcos y Lucas los Evangelios sinópticos porque ellos “ven todo junto.” Es decir, ellos describen la vida y las enseñanzas de Cristo de la misma manera. En todos ellos se mantiene una misma estructura y un contenido muy similar. Los sinópticos tratan la
naturaleza humana de Jesús, Juan en cambio escribe un «evangelio espiritual», en el que trata principalmente el «lado divino»
Los historiadores calculan que ese año quince del imperio de Tiberio corresponde al año 27 ó 28 de nuestra era. Esto quiere decir que desde los tiempos de los Macabeos - contexto histórico de los dos capítulos anteriores- había transcurrido mucho tiempo, durante el cual varios cambios se produjeron en el mundo y en la patria de los judíos.
romano, siendo Poncio Pilato el más conocido (del año 26 al 36).
El citado pasaje del evangelio llama la atención por su solemnidad. Lucas quiere presentar un acontecimiento muy significativo para el Pueblo de Dios y el mundo.
Consiste en que la Palabra de Dios fue dirigida a Juan. Esta fórmula, común en el Antiguo Testamento sirve para indicar la vocación de un profeta, por ejemplo Jeremías 1, 2 y 4; Ezequiel 1,3; Oseas 1,1; Miqueas 1,1. Así que el gran acontecimiento ocurrido en el año 15 del imperio de Tiberio fue el llamado del hijo de Zacarías a la misión de profeta.
Juan volvía a tomar el hilo de los profetas, que había sido interrumpido más de trescientos cincuenta años antes. El último profeta se llamaba Zacarías, como el padre de Juan.
Mientras la corriente popular esperaba un mesías “triunfalista” llegando al poder por un golpe de estado, él había anunciado un mesías manso y pacífico (Za 9,9). Cien años antes, otro profeta, Malaquías, había hablado de un misterioso mensajero de Dios que ibaa preparar el camino al Mesías (Mal 3,1), aparentemente el mismo Elías (Mal 3,23). Así que cuando Juan empezó a hablar en nombre de Yavé, muchos se daban cuenta de que pasaba algo importantísimo y se preguntaban se ése no era Elías o el profeta, prometido por Deuteronomio 18,15 que había de venir (Jn 1,21)
En realidad tenía muchos motivos para asimilarlo con Elías, el gran profeta de Samaria, a
que los dos hombres tenías varios rasgos comunes:
Los dos aparecieron de repente en la historia, sin explicación previa: Marcos 1,4 y 1 Reyes 17.
penitencia, sin lujos. (Mt 3,4; 11,8s; 2 Reyes 1,8; lea C 79)
Ambos denunciaron abusos cometidos por las autoridades: la injusticia de Acab
(1Reyes 21) y el adulterio de Herodes (Marcos 6,18), lo cual acarreó el desprecio
hacia Juan por parte de dos crueles mujeres, Jezabel y su hija Herodías.
reencarnación del profeta del siglo 9 (Jn 1,21). Sin embargo desempeñó el papel de
precursor que Malaquías asignaba a Elías. Así lo entendió el mismo Jesús, quien
además hizo de él este elogio: “Entre los nacidos de mujer no ha nacido uno mayor que
Juan” (Mt 11,11).
arrepentían confesaban sus pecados y eran bautizados en el Jordán (mc 1,5). Por laconfesión de sus pecados renunciaban a su orgullo personal, se reconocían clientes y
deudores de Dios. Por el bautismo en el agua, manifestaban su deseo de purificación y de
vida nueva (más detalles en B 42).
Por supuesto, los llamados de Juan quedaron sin efecto para los que se creían buenos, esos fariseos y otros parecidos que no sentían necesidad de Dios. Por lo general las autoridades judías permanecieron desconfiadas ante Juan y no recibieron su bautismo (Mt 21, 24-26). Al contrario en los ambientes populares se produjo un movimiento de conversión caracterizado por la oración, el ayuno y la justicia (Lc 11, 1; 5,33; 3,11-14)
Mientras la gente desfilaba, Juan la miraba detenidamente en búsqueda de Aquel que
había de venir. Tenía la firme convicción de que iba a llegar algún día. Y de hecho, un día
de primavera, se presentó Jesús de Nazaret, humildemente, como cualquiera, entre los
pecadores. Juan descubrió algo especial en la mirada de ese hombre de unos treinta
años (lea B 43). Por eso no quería bautizarlo (Mt 3,14). Pero Jesús insistió: así conviene
cumplir todo lo ordenado por Dios (Mt 3,15). Juan obedeció.
Entonces Yavé dio señales a Jesús, tal vez a Juan: los cielos se abrieron, el Espíritu
Santo bajó sobre Jesús como una paloma y se oyó una voz del cielo (Mc 1, 10s; Mt 3, 16s; Lc 3, 21s). Estos hechos enseñan muchas cosas sobre la persona y la misión de
Jesús. Busquemos a la luz de las Escrituras.
El Antiguo Testamento menciona dos veces la apertura o ruptura de los cielos: en
Ezequiel 1,1 donde se trata de la vocación del profeta y en Isaías 63, en medio de una
oración que pide a Dios librar a su pueblo tal como lo hizo en tiempos de Moisés (Isaías
63, 11-14), lo que lleva al profeta a decir: “Ah, si rompieses los cielos y bajases” (Is 63,19)
El bautismo de Jesús no corresponde propiamente a una vocación de profeta
como en Ezequiel 1,1. Faltan dos elementos: el llamado de Dios y la respuesta del
hombre. La reflexión posterior del Nuevo Testamento colocará la vocación de Jesús en el mismo momento de su concepción (Hb 10, 5-7). Aquí se trata más bien del comienzo de su ministerio público.
Por otra parte, la posible alusión a Isaías 63 hace del bautismo de Jesús una
etapa esencial de la historia de la salvación, comparable al milagro que preparó
la creación del Pueblo de Dios: el paso del Mar. Jesús aparece como un Moisés que lleva a cabo las aspiraciones y esperanzas del Antiguo Testamento.
En la persona de Jesús, Dios ofrece al nuevo Pueblo que va a nacer la posibilidad
de comunicarse con Él.
En el Antiguo Testamento, cuando el Espíritu tomaba posesión de algunos personajes,
era con el fin de comunicarles la fuerza divina para que cumplieran bien un papel especial
en favor del pueblo de Israel. Su bajada sobre esos hombres marcaba el punto de partida
de su misión liberadora, por ejemplo la del juez Gedeón, del rey Saúl, del profeta Eliseo
(Jueces 6, 34; 1 Samuel 10, 6; 2 Reyes 2,9). Se sabía también que el Mesías, más que
cualquier otro, tenía que recibir en plenitud el don del Espíritu. El libro de Isaías lo afirma
en varios textos (léalos en C 82) que atribuyen al Mesías:
El Espíritu de los profetas: Is 11,2; 61, 1ss
El Espíritu del Siervo de Yavé: Is 42, 1ss
El Espíritu liberador que acompañó a los hebreos en el paso del Mar: Is 63, 13s.
Al bajar sobre Jesús, el Espíritu lo revela como lleno del poder de Dios (Hc 10, 38), el Mesías anunciado por los profetas, a punto de empezar su misión liberadora. Pero esto no es todo, hay que interrogar el tercer elemento.
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LA BIBLIA, HISTORIA DE UN PUEBLO
Un pueblo que se siente querido por su dios
y que poco a poco, descubre
que su dios es el único Dios.
La Biblia está toda ella llena de leyendas, relatos míticos, símbolos, alegorías, incluso importadas, a veces, de culturas no israelitas, es decir, paganas. Y por no haber sabido admitir esas leyendas y esas alegorías, como tales leyendas y alegorías- que ni siquiera eran originales del pueblo hebreo-, se convirtieron en relatos históricos, y sobre ellos se fundamentaron muchos dogmas y gran parte de la piedad y culto cristianos.
Recuérdese la creación del mundo, el pecado original, la serpiente, el paraíso, el Diluvio, la Torre de Babel, los ángeles que van y vienen, los sueños como lugar de encuentro con la divinidad. O auténticas novelas como los relatos de José en Egipto y la del santo Job. La fantasiosa epopeya del Mar rojo, el Desierto, el Sinaí con sus truenos y sus tablas de madera y piedra. Viejas leyendas como la de Sansón con su cabellera. Intervenciones milagrosas con tantas mujeres estériles que dan a luz niños providenciales, y hasta la parada del sol (¡Yahvé lo puede todo!). Sin olvidar al fanático y tremendista Elías que se va al cielo, en un carro de fuego, después de haber degollado a un montón de profetas de otras religiones, etc.
Incluso en los Evangelios y en los Hechos de los Apóstoles. ¿Y por qué se iba a cambiar esta forma de concebir y de escribir la “historia” en tiempos de Jesús? En el nuevo testamento, no se esfuman los ángeles. Siguen los sueños. El diablo entabla conversaciones programáticas con Jesús, y martiriza a una piara de cerdos. En los Evangelios, las estériles siguen pariendo, las vírgenes dan a luz. Y las estrellas caminan y se paran a gusto del historiador. Al enviado de Dios se le exigen signos (milagros) para demostrar quién era.
¿Cómo contar la “venida del Espíritu” sino en forma de lenguas de fuego? ¿Cómo narrar que Jesús se fue con el Padre, sino desde un monte, elevándose, y finalmente corriendo el velo de una nube?
Y entonces, salta la pregunta lógica, ante la que no cabe el miedo, sino el estudio:
Si, en la Biblia, hay tanta leyenda, tanto mito, tanta alegoría, tanto género literario… ¿no será todo un cuento sin ningún fondo de historia? ¿No serán, también, Yahvé y el mismo Jesús un mito más?
En principio, todo pueblo que se precie tiene en sus orígenes un cúmulo de leyendas, de mitos, de historias nebulosas que intentan explicar sus más profundas y lejanas raíces. Recuerden a D. Pelayo, el Cid, el moro que lloró como mujer al salir de Granada y tantas otras historias en las que es difícil separar leyenda y reportaje. Pero, incluso lo que es sólo leyenda como el “Santiago y cierra España”, sirve para entender la historia.
La Biblia es la historia de un pueblo que se siente querido por su dios. Que, poco a poco, descubre que su dios es el único Dios. Que descubre que las normas de la convivencia humana son queridas por Dios. Que cuenta entre los suyos a personajes llenos de fe en ese Dios y cuya fe les impulsa a hablar al pueblo, a los jefes del pueblo, y a los sacerdotes del templo haciéndoles ver su apostasía diaria, su hipocresía, su injusticia y su manipulación del nombre de Dios.
Y resulta que en esa historia actúa Dios. Y a través de esa historia, Dios se manifiesta a ese pueblo. Y finalmente, aparece claro que no es sólo a ese pueblo sino a todo hombre y a todos los pueblos a quienes se manifiesta Dios. Que es Dios quien “está hablando” en medio de la bruma del acontecer humano. Y cuando llegó la plenitud de los tiempos, ese Dios se hace Palabra y acampa entre los hombres. Esa Palabra de Dios – ¡todo un discurso! – es Jesús, el de Nazaret.
Pero la actuación de Dios, la palabra de Dios en esa historia de un pueblo, escrita como todas las historias de cualquier pueblo, sólo se descubre con buena voluntad, con estudio y con fe. Y siempre habrá quien tiene “ojos y no ve, y tiene oídos y no oye”.
María en el nacimiento de Jesús
1. En la narración del nacimiento de Jesús, el evangelista Lucas refiere
algunos datos que ayudan a comprender mejor el significado de ese
acontecimiento.
Ante todo, recuerda el censo ordenado por César Augusto, que obliga a José, «de la casa y familia de David», y a María, su esposa, a dirigirse «a la ciudad de David, que se llama Belén» (Lc 2, 4).
Al informarnos acerca de las circunstancias en que se realizan el viaje y el parto, el evangelista nos presenta una situación de austeridad y de pobreza, que permite vislumbrar algunas características fundamentales del reino mesiánico: un reino sin honores ni poderes terrenos, que pertenece a Aquel que, en su vida pública, dirá de sí mismo: «El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Lc 9, 58).
2. El relato de san Lucas presenta algunas anotaciones, aparentemente poco importantes, con el fin de estimular al lector a una mayor comprensión del misterio de la Navidad y de los sentimientos de la Virgen al engendrar al Hijo de Dios.
La descripción del acontecimiento del parto, narrado de forma sencilla,
presenta a María participando intensamente en lo que se realiza en ella: «Dio
a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre»
(Lc 2, 7). La acción de la Virgen es el resultado de su plena disponibilidad a
cooperar en el plan de Dios, manifestada ya en la Anunciación con su «Hágase
en mí según tu voluntad» (Lc 1, 38)
María vive la experiencia del parto en una situación de suma pobreza: no puede dar al Hijo de Dios ni siquiera lo que suelen ofrecer las madres a un recién nacido; por el contrario, debe acostarlo «en un pesebre», una cuna improvisada que contrasta con la dignidad del «Hijo del Altísimo».
3. El evangelio explica que «no había sitio pare ellos en el alojamiento» (Lc 2, 7). Se trata de una afirmación que, recordando el texto del prólogo de san Juan: «Los suyos no lo recibieron» (Jn 1, 11), casi anticipa los numerosos rechazos que Jesús sufrirá en su vida terrena. La expresión «para ellos» indica un rechazo tanto para el Hijo como para su Madre y muestra que María ya estaba asociada al destino de sufrimiento de su Hijo y era partícipe de su misión redentora.
Jesús, rechazado por los «suyos», es acogido por los pastores, hombres rudos y no muy bien considerados, pero elegidos por Dios para ser los primeros destinatarios de la buena nueva del nacimiento del Salvador. El mensaje que el ángel les dirige es una invitación a la alegría: «Os anuncio una gran alegría que lo será para todo el pueblo» (Lc 2 10), acompañada por una exhortación a vencer todo miedo: «No temáis».
En efecto, la noticia del nacimiento de Jesús representa para ellos, como para María en el momento de la Anunciación, el gran signo de la benevolencia divina hacia los hombres. En el divino Redentor, contemplado en la pobreza de la cueva de Belén, se puede descubrir una invitación a acercarse con confianza a Aquel que es la esperanza de la humanidad.
El cántico de los ángeles: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace», que se puede traducir también por «los hombres de la benevolencia» (Lc 2, 14), revela a los pastores lo que María había expresado en su Magníficat el nacimiento de Jesús es el signo del amor misericordioso de Dios, que se manifiesta especialmente hacia los humildes y los pobres.
4. A la invitación del ángel los pastores responden con entusiasmo y prontitud: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado» (Lc 2, 15).
Su búsqueda tiene éxito: «Encontraron a María y a José, y al niño» (Lc 2, 16). Como nos recuerda el Concilio, «la Madre de Dios muestra con alegría a los pastores (...) a su Hijo primogénito» (Lumen gentium, 57). Es el acontecimiento decisivo para su vida.
El deseo espontáneo de los pastores de referir «lo que les habían dicho acerca de aquel niño» (Lc 2, 17), después de la admirable experiencia del encuentro con la Madre y su Hijo, sugiere a los evangelizadores de todos los tiempos la importancia, más aún, la necesidad de una profunda relación espiritual con María, que permita conocer mejor a Jesús y convertirse en heraldos jubilosos de su Evangelio de salvación.
Frente a estos acontecimientos extraordinarios, san Lucas nos dice que María «guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19). Mientras los pastores pasan del miedo a la admiración y a la alabanza, la Virgen, gracias a su fe, mantiene vivo el recuerdo de los acontecimientos relativos a su Hijo y los profundiza con el método de la meditación en su corazón, o sea, en el núcleo mas íntimo de su persona. De ese modo, ella sugiere a otra madre, la Iglesia, que privilegie el don y el compromiso de la contemplación y de la reflexión teológica, para poder acoger el misterio de la salvación, comprenderlo más y anunciarlo con mayor impulso a los hombres de todos los tiempos.
¿Quién es Jesús para nosotros?
La vivencia que enriqueció la
formación de los evangelios
Para que el entusiasmo de la Buena Noticia se mantenga siempre activo, debe ser alimentado. Y no solamente de la ciencia que investiga, sino también y sobre todo de la fe que intuye, penetra y celebra. No es sólo la palabra que nos viene del pasado, sino también la seguridad de que Cristo vive, hoy: "Estoy con vosotros todos los días hasta el final de este mundo" (Mt 28,20). El deseo de conocerlo y amarlo cada vez más, de profundizar en la vivencia, es lo que moti-
va a decir: "Ya no vivo yo, sino que es Cristo que vive en mí"
(Gal 2,20).
Cuanto más se ama a u n a persona, tanto más nombres recibe. Los primeros cristianos dieron muchos nombres a Jesús, Con el nombre, decían lo que Jesús significaba para ellos.
El comienzo de la Cristología es el esfuerzo de verbalizar y compartir la experiencia de fe en el Cristo vivo, sentida como algo profundamente beneficioso para la vida de los cristianos. ¡Imagina la vida sin las funciones indicadas en el
punto II! ¡O sin los elementos del punto IV! ¡O el Antiguo Testamento sin los valores del punto V! Por ahí se podría evaluar lo que Jesús significaba para los primeros cristianos. ¿Qué sería para ellos la vida sin Jesús?
Aquí se abre todo un campo de meditación y estudio personal. Sugerimos para una profundización posterior:
- ¿Cuál es el contexto del origen de cada nombre o título?
- ¿Cuál es el significado de cada nombre en su contex-
to original?
- ¿Qué experiencia humana representa?
- ¿Cuál es el alcance de la aplicación de este nombre a
Jesús?
- ¿Qué títulos recibe hoy Jesús en nuestro país?
- ¿Cuáles son los títulos más antiguos que se le dieron?
- ¿Qué nombres le das a Jesús? ¿Por qué?
LA IGLESIA DE AYER Y DE SIEMPRE
La Iglesia, que nació el día de Pentecostés, es un regalo de Dios. Como lo enseñan los Hechos de los Apóstoles, la acción del Espíritu Santo ha sido decisiva para que surgiera una comunidad permanente destinada a reemplazar al antiguo pueblo de Israel, en la continuidad de la historia de la salvación iniciada con el llamado de Abraham. Pero, ¿qué es la Iglesia?
ANTE TODO, UN MISTERIO
La Iglesia es ante todo una realidad invisible, misteriosa, que sólo con la fe se puede mirar correctamen. Fue al recordar ciertas palabras de Jesús que los
Apóstoles descubrieron lo que ella es. Lo expresaron con imágenes del Antiguo
Testamento y nuevos símbolos que encontramos ahora en los escritos del Nuevo
Testamento. Según Pedro, la Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, anunciado por Jesús (Mate16, 18; 19, 28). Se aplica a la comunidad de los que fueron bautizados en nombre de Jesús lo que el Éxodo decía de Israel: un pueblo de sacerdotes, una nación santa, una raza elegida (1 Pedro 2, 9-10; .
Pablo presenta a la Iglesia primero como Cuerpo de Cristo, siendo Este la
cabeza, nosotros los miembros. Y esto recalca la unidad de la Iglesia y la
solidaridad mutua que existe entre ella y su Jefe y la comunidad de los miembros
entre sí (Romanos 12, 4-5; 1 Corintios 12, 12-30; Efesios 4, 15-16). La idea de
cuerpo lleva a Pablo a presentarla, en otros pasajes, como la Esposa de Cristo,
imagen que sugiere el amor, la unión íntima y la fidelidad que existe entre Él y ella
(2 Corintios 11, 2; Efesios 5, 23-32). Los profetas habían presentado como
relación matrimonial los lazos que existían entre Yavé y su Pueblo. Al aplicar esta
imagen a la relación del Señor con la Iglesia, Pablo afirma que Cristo la amó hasta
entregarse a sí mismo para santificarla, alimentarla y cuidarla con cariño.
Juan se vale de otras imágenes bíblicas que confirman lo que dicen Pedro y
Pablo. Su Evangelio utiliza el símbolo de rebaño que recalca la idea de Pueblo
(10, 1-16; vea Ezequiel 34) y el de viña, que se asemeja a la idea de cuerpo (15,
1-6; vea Isaías 5, 1-7). En el Apocalipsis, Juan designa a la Iglesia como Esposa
del Cordero, lo que nuevamente recuerda la doctrina de Pablo (Apocalipsis 19, 7;
21, 2, 9). También la presenta como la nueva Ciudad Santa, La Nueva
Jerusalén, es decir el lugar donde Dios habita (Ap 21, 2; ).
PERO TAMBIEN ES UNA COMUNIDAD VISIBLE
Pero la Iglesia no existe sólo como un misterio invisible, es también una realidad externa, concreta, histórica, encarnada como lo fue el Hijo de Dios. Los Hechos de los Apóstoles narran su nacimiento, sus primeras luchas, sus crisis de crecimiento, sus problemas, su extensión fuera de Jerusalén, es decir en Judea, en Samaria y hasta los confines de la tierra con la llegada de Pablo a Roma. Son textos fáciles de leer y de gran provecho para todos, porque demuestran que el Señor está siempre con su Iglesia, hoy como ayer y mañana.
Tres pasajes de los Hechos merecen una atención especial: (lea Hechos 2, 42-47; 4, 32- 35; 5, 12-16). Son breves descripciones de lo que fue, en todo el fervor de sus comienzos, la comunidad de Jerusalén. La característica principal de esos primeros cristianos consistía en cuatro fidelidades: 1) Acudían asiduamente a la enseñanza de los Apóstoles;
2) A la convivencia; 3) A la fracción del pan; 4) A las oraciones.
LA ENSEÑANZA DE LOS APOSTOLES: El anuncio del Evangelio por los Apóstoles se hacía en dos etapas principales: la proclamación o predicación y la enseñanza.
La primera partía de un hecho que no se puede explicar humanamente, por
ejemplo, el don de lenguas, la curación de un tullido, la visión de Pedroo y de
Cornelio. Contiene tres elementos íntimamente relacionados que constituyen el
mensaje central de nuestra fe: a) Un hecho pasado: El Señor Jesús ha resucitado;
b) Una realidad actual: Su Espíritu está en nosotros; c) Un misterio futuro: El
Señor volverá en gloria.
La meta de la predicación o proclamación es la conversión y el bautismo de los
oyentes (Hechos 2; 3; 10).
La enseñanza, en cambio se dirige a los convertidos. Su meta es instruirlos más
sobre Cristo y su doctrina, no por la mera satisfacción de saber más, sino para
comprometerlos a imitar al Señor.
LA CONVIVENCIA: Los primeros cristianos eran fieles también a la convivencia o, mejor dicho, a la unión fraterna: “Tenían un solo corazón y una sola alma” (Hechos 4, 32), es
decir, se amaban como hermanos. Antes que Pablo lo expresara, formaban un solo cuerpo, así como hay un solo Espíritu, una sola esperanza, un solo Señor, una sola fe, un solo Dios y Padre de todos (Efesios 4, 4-6).
El vínculo de amor que les unía era tan fuerte que llegaron a compartir su pan. Lucas añade que vendían sus bienes y entregaban el dinero para ser repartido según las necesidades (Hechos 2, 44; 4, 34) y señala el caso de Bernabé que lo hizo (Hechos 4,35s). Pero esta práctica no era obligatoria, como Pedro lo recordó a Safira y Ananías que trataron de engañar al Espíritu Santo (lea Hechos 5). Esta triste pareja pudo constatar que el dinero malversado echa a perder las relaciones humanas y tiene el poder de matar hasta dentro de las comunidades cristianas.
Todos comieron
Después que los discípulos regresaron de la misión a la cual los había enviado Jesús, él intenta retirarse con ellos a un lugar apartado, para evaluar la experiencia y para descansar. Pero la gente no los deja tranquilos, y llega hasta ese lugar. Jesús no se muestra molesto y la acoge, alimentándola con su palabra y sanando a los enfermos.
Pero el pan de la Palabra no basta. El hambre de la muchedumbre y el lugar desierto hacen recordar el antiguo éxodo, cuando Moisés sació al pueblo con el maná. Ahora hay alguien que es más que Moisés. La gente parece no acusar el hambre, a pesar de que es tarde, y ni se da cuenta de la noche inminente. Hay algo demasiado importante que ocupa su corazón, la presencia de Jesús, al punto que todo el resto es relativo.
Son los apóstoles que se preocupan de la comida y del alojamiento de toda esa gente, y ya tienen la solución: “Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento”. Despide, que vayan: que cada uno piense por sí mismo y solucione sus problemas. No importa si la consecuencia son la dispersión, la soledad, la angustia frente a problemas que no tienen solución. Es la lógica de siempre, y el más fuerte sabrá aprovechar de las necesidades de los demás.
Jesús tiene una propuesta diferente: “Denles de comer ustedes mismos”. Háganse cargo ustedes de los problemas del pueblo, y busquen soluciones comunes. No importa la escasez de los recursos: “No tenemos más que cinco panes y dos pescados”. Si los recursos se comparten, habrá lo suficiente para todos.
El evangelista Lucas lo demuestra, describiendo los gestos de Jesús según la celebración de la eucaristía de su tiempo: “Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud”. Como diciendo que Jesús mismo se ofrece primero como pan para el hambre de todos, y por eso indica el camino para vencer toda clase de hambre: hacerse pan, como Jesús. Participar en la eucaristía significará comprometerse con las necesidades concretas del pueblo, abriendo caminos de comunión y solidaridad, contra la dispersión, compartiendo los bienes en justicia y equidad: “Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas”. Desde dentro de la comunidad brota la abundancia.
Sin duda la solución extraordinaria que Jesús dio ese día al problema contingente del hambre de sus seguidores puede ser llamativa. Pero mucho más llamativa tiene que ser la indicación que este signo ofrece para una convivencia en que juntos se enfrenten los problemas fundamentales de la sociedad, sin que nadie tenga demasiado y otros no tengan lo suficiente, o sin que nadie sea obligado a gastar tiempo, salud y vida para que pocos acumulen inmensas fortunas. El verdadero milagro es el cambio del corazón
EL ESPIRITU PROMETIDO Y RECIBIDO
En La lección anterior, hemos visto que los Apóstoles llegaron a convencerse de la Resurrección de Jesús por dos caminos: el hallazgo del sepulcro abierto y vacío y las múltiples apariciones del Señor. Ahora hay que añadir un tercer elemento, tal vez el más
importante: el don del Espíritu Santo tantas veces anunciado y prometido como señal y efecto de la glorificación de Jesús (Lea C 109).
Según el cuarto evangelio, los Apóstoles reciben el don del Espíritu en la tarde del día de la Resurrección (Juan 20, 21-23). Jesús sopla sobre ellos, gesto que recuerda lo que hizo Yavé al principio cuando creó al hombre (Génesis 2,7). Mediante este “soplo” Jesús transforma a los Apóstoles en hombres nuevos, dotándolos del poder real de perdonar y retener los pecados, tal como se lo había prometido durante su vida (Mt 18, 18). Desde
siempre la fe católica ha visto en este episodio la institución del sacramento de
Penitencia (Lea C 110)
LA PREPARACION DE UN GRAN EVENTO
San Lucas tiene, en cambio, dos maneras de presentar los hechos. En su relato del evangelio coloca la Ascensión en el mismo día de la Resurrección (Lc 24, 50-52), de acuerdo con Marcos (16,19). Pero cuando empieza la segunda parte de su obra, es decir los Hechos de los Apóstoles, vuelve a hablar de la Ascensión y la describe como la última aparición del Resucitado, su último mensaje. Lo más importante del pasaje puede ser la recomendación hecha a los Apóstoles de no alejarse de Jerusalén antes de recibir la Promesa del Padre, es decir “El Bautismo en el Espíritu Santo” (Hechos 1,5), que hará de
ellos testigos de Jesús en el mundo entero (Hechos 1, 8). Y a continuación Lucas
describe el misterio de la Ascensión, lo reconstituye por medio de símbolos bíblicos y textos inspirados.
Podemos destacar cinco elementos:
1. La mención de los cuarenta días: simbolizan el tiempo necesario para llevar a
cabo la última preparación de los Once Apóstoles.
2. La mención del Monte de los Olivos: recuerda un pasaje de Ezequiel (10, 18-22)
diciendo que la gloria de Yavé, al abandonar Jerusalén en tiempos del exilio de
Babilonia, se detuvo un momento en ese lugar ubicado frente a la Ciudad Santa, y una profecía de Zacarías (14, 1-5) anunciando que Yavé, al fin de los tiempos,
posará sus plantas sobre ese mismo monte.
3. La mención de la nube es siempre señal de la presencia de Dios en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento (por ejemplo, en el Monte Sinaí: Éxodo 24, 15-18 y en la Transfiguración: Marcos 9,7). Un texto común a ambos Testamentos describe al Hijo del Hombre rodeado de nube: es un ser divino (Daniel 7, 13 y Marcos 14, 62): Jesús es DIOS hecho carne.
4. Los ángeles: son ministros de Dios, sirven para traer a los hombres mensajes
sobrenaturales. En el relato de la Ascensión anuncian que Jesús que se va volverá un día: la vida cristiana es esperanza.
5. La insistencia de Lucas para decir que los Apóstoles miraban subir al Señor (vv.
9-11): una clara alusión a la despedida del profeta Elías, cuando Eliseo le pidió
partes de su espíritu (Lea 2 Reyes 2, 1-18, sobre todo v. 11). Los Apóstoles,
porque han visto subir a Jesús, recibirán a su Espíritu, serán sus continuadores y
los depositarios de su mensaje. Tal parece ser, en sus grandes líneas, el significado del misterio de la Ascensión del Señor descrito por Lucas al comienzo de los Hechos de los Apóstoles. Es, ante todo, la preparación de un gran evento anunciado por los profetas del Antiguo Testamento y por Jesús: el misterio de Pentecostés.
VIENTO Y FUEGO
La venida del Espíritu sobre los Apóstoles ocurrió el día de la fiesta de “los primeros frutos”, llamada también fiesta de “las siete semanas”, lo que en la Biblia griega fue traducido por “Pentecostés”, término que significa “El 50° día”. Era una de las tres fiestas de peregrinación de los judíos a Jerusalén, junto con la de las Tiendas y La Pascua. Esta última se celebraba la noche luna llena del primer mes del año judío (marzo-abril), costumbre que está siempre en vigencia y explica que la fecha de nuestra Pascua cambie de un año a otro. Siete semanas después era Pentecostés.
Lucas describe en cuatro pequeños versículos la bajada del Espíritu Santo ocurrida ese día (Hechos 2, 1-4: lea C 111). Es muy importante notar aquí el uso de la palabra “como” que está escrita dos veces en este pasaje, pero bastante frecuente en los escritos de Lucas (por ejemplo 3,22; 9,14; 22,31, 44; y Hechos 2,41; 6,15), palabra que matiza la descripción y es una pauta para no tomar todos los elementos al pie de la letra. El Espíritu Santo se manifestó como una ráfaga de viento, y esto significa que Él es fuerza de Dios, como lenguas de fuego, y esto anuncia el testimonio ardiente que Él haría brotar de los
labios de los Apóstoles.
Esta descripción recuerda el cuadro de la antigua Alianza del Sinaí, la que también se celebró en medio de truenos, relámpagos y humo porque “Yavé había bajado en forma defuego” (Éxodo 19, 16-20)
DE BABEL A LA IGLESIA UNIVERSAL
Como primer resultado de tal evento milagroso, los Apóstoles empezaron a hablar en otras lenguas, gracias a un don o carisma del Espíritu. Los judíos piadosos acudidos de distintos países a Jerusalén por motivo de la fiesta oyeron proclamar las grandezas de Dios en sus propios idiomas. La predicación del Evangelio volvía a hacer la unión entre los hombres, unión que había sido quebrada dese el episodio de la Torre de Babel
(Génesis 11, 1-9)
Luego, según parece, los Doce comenzaron a pronunciar sonidos incomprensibles, como lo habían hecho antiguos profetas (por ejemplo en Números 11, 25 y 29; 1 Samuel 10,5s). Era otro don del Espíritu, un efecto del entusiasmo y de la alegría que llenaban los corazones de los Apóstoles; se lo llama “glosolalia” (más detalles en B 61). Pero algunos testigos empezaron a burlarse de los Apóstoles y decían: “Están borrachos” (Hechos 2,
13).
Entonces Pedro tomó la palabra. Rechazó la acusación mediante una profecía de Joel (3, 1-2): todo lo ocurrido, lo explicó más bien por la intervención de Jesús, perseguido por los judíos, crucificado por un misterioso designio divino, pero ahora vivo y constituido Señory Mesías.
Al escuchar estas palabras de Pedro, tres mil personas se convirtieron y fueron
bautizadas en nombre de Jesucristo. La Iglesia había nacido. Y ella existirá hasta que el Señor vuelva al final de los tiempo.
CARLOS MESTERS oc
LA PRACTICA LIBERADORA
DE JESÚS
Contenido:
1. Jesús se presenta con su mensaje al pueblo
2. Jesús se coloca al lado de los excluidos del sistema
3. Jesús niega y combate las divisiones creadas por los hombres
4. Jesús combate los males que dañan la vida humana
5. Jesús desenmascara la falsedad de los grandes
6. Jesús propone un nuevo orden
7. Obediente hasta la muerte, Jesús revela el rostro del Padre
1ra parte
No se puede pedir al Evangelio lo que él no puede dar. En los tiempos de Jesús no había fábricas de coches, ni organización de sindicatos. No había buses, ni tantas otras cosas que existen hoy. El Evangelio no tiene una receta para resolver todos los problemas existentes.
Pero en el tiempo de Jesús ciertamente existían:
• Gente explotada por un sistema injusto.
• Desempleo creciente.
• Empobrecimiento y endeudamiento creciente.
• Acaparamiento de tierras y creciente número de campesinos sin tierras.
• Ricos poderosos a los que no les importaba la pobreza de sus hermanos.
• Tensiones y conflictos sociales.
• Represión sangrienta que mataba sin piedad.
• Clases altas comprometidas con los romanos en la explotación del pueblo.
• La religión oficial era ambigua y opresora.
• Una piedad confusa y resistente de los pobres.
1. Jesús se presenta con su Mensaje al pueblo
Después de treinta años (Lc. 3,22) de vida escondida en Nazaret, Jesús se presenta al pueblo con su mensaje (Lc. 4,18). En Nazaret, El ha convivido largos años (Lc. 2,51-52) con los campesinos de Galilea, explotados por el sistema de los impuestos heredados de los persas y de los griegos y por el latifundio creado por los romanos.
El era carpintero (Mc. 6,3). Mientras crecía (Lc. 2,40) en sabiduría, edad y estatura delante de Dios y de los hombres, presenciaba las explosiones de violencia tan numerosas entonces en Galilea, la progresiva organización de los guerrilleros zelotes, la transferencia de la capital de su región a Tiberíades, las tentativas infructuosas de los romanos para reducir a la obediencia al pueblo rebelde de Galilea.
Veía cómo los escribas y fariseos reunían y organizaban al pueblo en torno a las sinagogas, enseñándoles la tradición de los antiguos (Mc. 7,1-5), dándoles fuerza para resistir, preparándolos para la próxima venida del Mesías, aguardada por todos como inminente. Veía también cómo ellos, en lugar de enseñar la ley de Dios y mostrar el rostro verdadero del Padre, los escondían tras una cortina espesa de normas y obligaciones que hacían imposible la observancia de la ley para los pobres (Mc. 7,6-13). Estos se veían condenados por sus líderes como ignorantes (Jn 7,49) y pecadores. Se les decía que eran malditos de Dios y que el Reino de Dios no era para ellos.
Veía también Jesús la piedad confusa y resistente de los pobres, tan bien expresada en el cántico de María (Lc. 1,46-55) y en la esperanza difusa de un nuevo éxodo. Los pobres esperaban que llegase el tiempo de la liberación prometida desde los tiempos antiguos (Lc, 1,71-73).
Creciendo en medio de esta realidad conflictiva de explotación económica, de explosiones sociales, de desintegración creciente de las instituciones, de explosiones mesiánicas, Jesús, unido al Padre, se convierte en alumno de los acontecimientos, descubre dentro de ellos la llegada de la hora de Dios y anuncia al pueblo: "El plazo se ha vencido. El Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Nueva" (Mc. 1,15).
Jesús presenta su programa de predicación del Reino en la sinagoga de Nazaret: "El Espíritu del Señor está sobre mí: el Señor me consagró por su Espíritu. Me envió a traer la Buena Nueva a los pobres, a anunciar a los cautivos su libertad y devolver la luz a los ciegos; a despedir libres a los oprimidos y a proclamar el año de la gracia del Señor" (Lc. 4,18-19).
Según el evangelio de Marcos la Buena Nueva del Reino anunciada por Jesús tiene como primer efecto reunir a las personas en torno a Jesús y entre sí, esto es, la formación de comunidades (Mc. 1,16-20). El segundo efecto es hacer nacer conciencia crítica en el pueblo oprimido frente a sus líderes (Mc. 1,21-22). El tercer efecto es combatir el poder del mal, expulsarlo, y así liberar al hombre (Mc. 1,23-28). El cuarto es restaurar y salvar la vida del pueblo para el servicio (Mc. 1,29-34). El quinto efecto es permanecer unido a la raíz que es el Padre, a través de la oración (Mc. 1,35). El sexto es mantener la conciencia de la misión y no encerrarse en los resultados obtenidos (Mc. 1,36-39). El séptimo resultado es liberar y reintegrar en la sociedad a los marginados ((Mc. 1,40-45).
Jesús se presenta como el que viene a realizar las esperanzas del pueblo fomentadas y alimentadas, a lo largo de los siglos, por los profetas. El se presenta como el Mesías-Siervo anunciado por Isaías (Is 42,1-9; 61,1-2). Propone la realización del Año del Jubileo, es decir, "el año de gracia del Señor". El Año del Jubileo ya intentó realizarlo Nehemías (ver Neh 5). Se trata de la tentativa de reorganizar todas las cosas, especialmente la repartición de la tierra, de modo que el pueblo pueda recomenzar de nuevo y realizar la Alianza con Dios, que había sido rota por la infidelidad (ver Lev 25).
2. Jesús se coloca del lado de los excluidos del sistema
Jesús convive, la mayor parte de su tiempo, con los que no tenían lugar dentro del sistema social existente en su época. Veámoslo:
• Prostitutas: son preferidas a los fariseos (Mt. 21,31-32; Lc 7,37-50).
• Publicanos: tienen preferencia sobre los escribas (Lc. 18,9-14; 19,1-10; Mc. 2,14).
• Leprosos: son acogidos y sanados (Mt. 8,2-3; 11,5; Lc. 17,12) y los sacerdotes son obligados a darles comprobante de su purificación (Lc. 17,14; Mc 1,44; Mt. 8,2-4).
• Enfermos: son curados aun en día sábado, en contra de las costumbres de entonces (Mc. 3,1-5; Lc. 14,1-6; 13,10-13).
• Mujeres: forman parte del grupo que acompaña a Jesús (Lc. 8,1-3; 23,40-55).
• Niños: son presentados como profesores de adultos (Mt. 18,1-4; 19,13-15; Lc. 9,47-48).
• El pueblo sencillo: entiende el misterio del Reino mejor que los sabios prudentes (Mt. 11,25-26).
• Los samaritanos, considerados enemigos políticos y religiosos: son presentados como modelo a los judíos (Lc. 10-33; 17,16).
• Los hambrientos: son acogidos como rebaño sin pastor (Mc. 6,34; Mt. 9,36; 15,32). Les da de comer (Jn 6,5-11) y anima en ellos la solidaridad de compartir (Jn 6,9).
• Los ciegos: les devuelve la vista (Mc 8,22-26; 10,46-52; Jn 9,6-7). En cambio, los fariseos son declarados ciegos (Mt. 23,16).
• Los rengos: su curación es señal de que Jesús puede perdonar pecados sin blasfemar (Mc. 2,1-12).
• Los poseídos: la expulsión de los demonios es señal de que llegó el Reino de Dios (Lc. 11,14-20).
• La adúltera: es acogida y defendida en contra de la ley y de la tradición (Jn. 8,2-11).
• La anciana: es defendida dentro de la sinagoga contra el coordinador de la sinagoga (Lc. 13,10-13).
• Los extranjeros: son acogidos y atendidos (Lc. 7,2-10). Una cananea hasta consigue cambiar los planes de Jesús (Mt. 15,22).
• Los pobres: dice que el Reino de Dios es de ellos (Mt. 5,3; Lc. 6,20) y no de los ricos (Lc. 6,24).
• Los mendigos: en la parábola, ellos reciben la vida eterna y el rico Epulón va al infierno (Lc. 16,19-31).
• Los pescadores: los llama para que sean sus discípulos (Mc. 1,16-20), pero no llama a ningún doctor de la ley.
• Un ladrón: es condenado por el sistema y Jesús lo recibe en su Reino (Lc. 23,40-43).
• Guerrilleros zelotes: algunos de ellos están en el grupo de Jesús (Mt. 10,4; Mc 3,18).
Estas actitudes concretas de Jesús presentan un peligro muy grande para el sistema de los judíos, pues Jesús acoge a los "inmorales" (prostitutas y pecadores), a los "marginados" (leprosos y enfermos), a "herejes" (samaritanos y paganos), a los "colaboradores" (publicanos y soldados), a los débiles y los pobres, que no tienen poder ni saber. ¡Los que no tienen "lugar", reciben un "lugar"! ¡Y los que tienen un "lugar" en la convivencia social, no reciben un "lugar" en la convivencia con Jesús!
La opción de Jesús es muy clara. También la invitación es clara: no es posible ser amigo de Jesús y continuar apoyando al sistema que margina a tanta gente. Algunos lo entendieron así y respondieron afirmativamente:
• Nicodemo (Jn 3,1-2), que defendió a Jesús ante el tribunal (Jn. 7,50-52), pero fue injuriado y corrió el riesgo de ser expulsado (Jn. 19,39).
• José de Arimatea, que tuvo el coraje de pedir el cuerpo de Jesús para enterrarlo (Mt. 25,57-60), pero fue acusado de ir en contra de los romanos y contra los jefes judíos.
• Zaqueo, que dio la mitad de sus bienes a los pobres y devolvió cuatro veces lo que había robado Lc. 19,1-10).
El pueblo de los pobres rápidamente recibió la novedad, acogió a Jesús y dijo: ¡Esta sí que es una nueva enseñanza dicha con firmeza, (Mc. 1,27) del todo diferente a la de los escribas y fariseos! (Mc. 1,22). Y se fueron detrás de Jesús (Mt. 14,13-14), olvidándolo todo: casa, comida, hijos... Hasta llegaron tras de El a un desierto (Mc. 6,35-36), sin comida, casi desfallecidos (Mc 8,1-3). ¡Para el pueblo hambriento y pobre Jesús era una figura sumamente atrayente y simpática!
3. Jesús niega y combate las divisiones creadas por los hombres
Las divisiones y conflictos existentes en aquel tiempo venían de las relaciones de producción, de raza y de la religión. Todo mezclado. Todas ellas contradecían la voluntad del Padre, ya que por su medio mucha gente era marginada, dejada de lado, sin esperanza de poder obtener una vida mejor. Y muchas veces esta situación era justificada y legitimada en nombre de Dios, a través de una interpretación equivocada de la Biblia.
Jesús denuncia todas estas divisiones y las combate a través de actitudes bien concretas:
• La división entre el prójimo y el no-prójimo, ya no depende sólo de la raza, ni de observaciones exteriores, sino de la disposición que tiene cada uno de aproximarse al otro, sea quien sea (Lc. 10,29-37).
• La división entre pagano y judío: Jesús entra en casa de un centurión romano (Lc. 7,6) y atiende el pedido de una cananea (Mt. 15,28).
• La división entre obras santas y profanas es redimensionada (oración: Mt. 6,5-8; ayuno: Mt. 6,16-18; limosna: Mt 6,1-14).
• La división entre puro e impuro: Jesús cuestiona toda la legislación de la pureza legal (Mt. 23,23; Mc. 7,13,23) y llega hasta a ridiculizarla (Mt. 23,24).
• La división entre tiempo sagrado y profano: Coloca el sábado al servicio del hombre (Mt. 12,1-12; Mc. 2,27; Jn. 7,23-24).
• La división entre lugar sagrado y profano: Dice que Dios puede ser adorado no sólo en el templo, sino en cualquier lugar, mientras sea en espíritu y en verdad (Jn. 4,21-24; Mc. 11,15-17; 13,2; Jn. 2,19).
• La división entre pobres y explotadores: denuncia a los explotadores que se hacen llamar bienhechores del pueblo (Lc. 20,46-47; Lc. 22,25), y derriba las mesas de los cambistas a quienes llama ladrones (Mc 11,15-17; Mt. 21,12-17).
Actuando así, Jesús sacude y relativiza los pilares del sistema judío: observancia del sábado, sacralidad del templo, las obras santas como ayuno, oración y limosna, la ley de la pureza legal (Mt 23,25-28), la práctica de la justicia hecha por los fariseos (Mt 5,20), la propia ley de Moisés (Mt 5,17.21.27.31.33.38). Jesús denuncia la tentativa de llegar a Dios a través del propio esfuerzo y del propio mérito: "somos siervos inútiles" (Lc. 17,10). De este modo, libera al pueblo de la tiranía de la ley, de la tiranía de los intérpretes de la ley, de la tiranía de los que, en nombre de su mayor saber, imponían pesadas cargar al pueblo ignorante (Mt. 23,4).XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX
A. DEL APOSTOL JUAN A NOSOTROS
Para terminar este estudio de la Biblia, veremos lo que dice el último de los testigos
oculares del Señor Jesús, el Apóstol Juan, a quien se atribuye el cuarto Evangelio, tres
cartas y el Apocalipsis.
LA IGLESIA A FINES DEL PRIMER SIGLO
El Evangelio según Juan se distingue netamente de los primeros tres. Esto no debe
extrañarnos, ya que Juan escribió entre el año 95 y 100, es decir unos treinta añosdespués de los demás Evangelistas. En otros términos, se dirigió a otra generación de cristianos, la segunda. De esta constatación se pueden sacar dos consecuencias.
Primero, Juan no tenía que repetir lo que Mateo, Marcos y Lucas habían dicho
anteriormente y que los cristianos ya sabían. Tomemos el caso de los milagros. De los siete que hay en el cuarto Evangelio, sólo dos se hallan también en los sinópticos: la multiplicación de los panes y la marcha de Jesús sobre las aguas. Los demás son propios de Juan: el milagro de Caná, la curación del hijo del funcionario de Cafarnaúm, de un paralítico de Jerusalén y del ciego de nacimiento, y la resurrección de Lázaro.
Por otra parte, Juan tenía que tomar en cuenta la situación de la Iglesia a fines del primer siglo. En aquellos tiempos, así como pasa hoy, dos clases de peligros amenazaban al Pueblo de Dios. Algunos venían de adentro: la ausencia de fervor y la aparición de las primeras doctrinas falsas o herejías. Otros venían de afuera: las persecuciones.
DENUNCIAS Y EXHORTACIONES
Las siete cartas que están al principio del Apocalipsis nos informan sobre ese contexto en
el cual vivió la segunda generación de cristianos.
En varias comunidades se había perdido el entusiasmo del comienzo. Las cartas a las Iglesias de Éfeso, Sardes y Laodicea son muy reveladoras al respecto (Ap 2, 1-7; 3, 1-6; y 14-22). Jesús había insistido: “El que persevere hasta el fin, ése se salvará” (Mateo 10,22). De ahí las exhortaciones de Juan, que las debemos tener presente: “Date cuenta de dónde has caído, arrepiéntete y vuelve a tu conducta primera... Reanima lo que te queda y está a punto de morir” (Ap 2,5; 3,2). Ese ambiente de tibieza (Ap 3, 15s) fomentaba la difusión de errores. Cuando uno no está firme en la fe, se deja engañar fácilmente (lea 2 Timoteo 4, 3-4; Mateo 7, 24-27; 15, 14).
Juan menciona la acción dañosa de falsos apóstoles (Ap 2,2), de una falsa profetisa (Ap 2,20) y de la secta de los nicolaitas (Ap 2,6 y 15).
Por otra fuente sabemos que discípulos de Juan Bautista no reconocieron a Jesús y seguían sembrando la confusión (Hechos 19, 1-7). Era necesario recordar a
todos las palabras del mismo Bautista: “Es preciso que Él crezca y que yo disminuya” (Juan 3,30). Era bueno también hacer comentarios como éste: “No era él (Juan Bautista) la luz, sino quien diera testimonio de la luz” (Juan 1,8).
También sabemos que en aquel tiempo había herejes que tenían el cuerpo
humano por malo; por lo tanto negaban la Encarnación de Dios y sacaban la
conclusión de que Jesús no podía ser Hijo de Dios. Otros decían que Jesús había tenido sólo un cuerpo aparente, no un cuerpo real de carne y huesos.
Frente a estas desviaciones, Juan no podía quedarse callado, porque negar la
Encarnación equivalía a negar el plan salvador de Yavé. La primera carta de Juan, tan linda e importante, y sobre todo la segunda ponen en guardia contra los anti cristos. De ahí la afirmación del Apóstol: “El que reconoce que Jesucristo ha venido en carne humana es de Dios” (1Juan 4,2; también 1, 1-4). El Evangelio manifiesta la misma insistencia, por eso habla mucho de la carne: el Verbo o la Palabra de Dios se hizo carne (Juan 1,14), Jesús da su carne en alimento (Juan 6, 51-54), Tomás toca el cuerpo real del Resucitado (Juan 20,2).
FRENTE A LA PRESECUCIÓN, LA ESPERANZA
La persecución es la otra serie de males que afectaban a la Iglesia en los últimos años de Juan. No era la primera vez que los cristianos sufrían por el nombre de Jesús (Hechos 5,41). El Señor, que fue insultado, burlado y condenado, lo había anunciado claramente (Mateo 10,25). La persecución empezó el día que nació la Iglesia y terminará al final de los tiempos (Hechos 2,13; Mateo 10,35). El que no sufre nunca por ser cristiano, ¿será cristiano de verdad? (juan 15, 18-27).
A fines del primer siglo, en tiempos del emperador Domiciano, una persecución muy violenta se extendió a todas partes del imperio romano. Lo mismo había pasado treinta años antes (64), bajo Nerón, cuando Pedro y Pablo dieron el testimonio supremo de su fe. La persecución era inevitable porque los cristianos, por su manera de actuar y hablar, denunciaban la opresión de la Roma imperial, la cual exigía, entre distintas otras cosas, que todos rindieran culto a sus dioses y a la persona del emperador. Los fieles, una vez más, habían de elegir entre la idolatría y el martirio.
Tal fue el contexto en el cual Juan escribió el Apocalipsis, su primera obra, pero la más difícil, ya que las alusiones al Antiguo Testamento, son muy numerosas y no siempre podemos interpretar los símbolos que llenan el libro. Pero la idea general sí se puede captar bien.
Es una profecía, es decir ante todo un juicio sobre el presente: las persecuciones pertenecen a la gran pugna que existe entre Dios y las fuerzas del mal, entre el Cordero (Jesús) y la Bestia (el Estado totalitario, la Roma Imperial) que actúa a instigación del Dragón (Satán). Es también una predicción del futuro: los adversarios de Dios serán derrotados, luego vendrá una era de paz y felicidad para los fieles y su triunfo definitivo, cuando reciban de Cristo la corona de Vida en la Jerusalén celestial. Así que el Apocalipsis es el gran poema de la esperanza cristiana
REFLEXIONES SOBRE LOS DIÉZ MANDAMIENTOS
1ro Amarás a Dios sobre todas las cosas
No tendrás otros dioses aparte de mí.
El primer mandamiento se divide es tres: Es como un tronco con 3 gajos. Dios dice:
"No
tengas otros dioses aparte de mí.
no te hagas ningún ídolo ni figura
de lo que hay arriba en el cielo,
ni de lo que hay abajo en la tierra,
ni de lo que hay en el mar debajo de la tierra.
No te inclines delante de ellos ni les rindas culto,
porque yo soy el Señor tu Dios... (Ex 20,3-6)
¿Cuál es el sentido de este mandamiento? ¿Es sólo cuestión de saber sé allá en el cielo existe un Dios o más dioses? ¿Es sólo cuestión de saber si puedo o no tener una imagen o figura de santo en casa? ¡NO! Si fuese sólo eso, entonces casi todos estaríamos observando la primera parte del mandamiento que dice "no tendrás otros dioses". Pues actualmente, la mayoría ya no cree que haya más de un solo Dios en el cielo. Y si fuese sólo eso, entonces nadie estaría observando la segunda parte que prohíbe hacer imágenes o figuras de cosa alguna. Actualmente todo el mundo, tanto paganos como creyentes o católicos, todos tienen imágenes, pinturas, fotografías o figuras en casa. El primer mandamiento trata de cosas mucho más serias. Trata de la liberación del pueblo oprimido. Responde a un clamor real del pueblo y quiere atacar y destruir una de tantas causas de la opresión y sufrimiento del pueblo.
Moisés, que recibió la ley de manos de Dios, fue educado en la escuela del Faraón (Hch 7, 21; Ex 2, 10. Allá enseñaban lo siguiente. Decían que Dios no es el padre de los pobres que gritan, sino el padre del Faraón que oprime y explota. Enseñaban que el pobre debe decir siempre: "Paciencia. Vamos a aguantar no más". "Dios lo quiere así". Decían además que la voluntad de Dios se manifiesta a todos por la boca del Faraón. Así, abusando de la fe del pueblo oprimido, el Faraón mantenía sus privilegios y explotaba impunemente a sus propios hermanos
El sistema del Faraón consiguió meter esa enseñanza horrible de su escuela en la cabeza del propio pueblo. Casi todos pensaban así. No desconfiaban que todo estaba errado y que todo debía ser cambiado y transformado. El dios del Faraón, que no pasaba de una invención humana para mantener al pueblo allá abajo, en la pobreza y la ignorancia, bendecía esta esclavitud del pueblo.
Y para dar más brillo y más vigor a esta enseñanza de la escuela del Faraón, ellos hacían grandes imágenes y esculturas de piedra y madera, de oro y plata. Algunas, de muchos metros de altura, que hasta ahora existen. Construían templos y santuarios, inventaban ritos y ceremonias grandiosas para dar al pueblo una idea de fuerza de estos dioses inventados y decían a los pobres: "Si ustedes participan y sirven a nuestros dioses, recibirán de ellos una gran recompensa después de la muerte".
Esta era la situación del pueblo oprimido en Egipto. Era esto lo que resonaba en su grito, en su clamor. Era de esto de lo que Dios quería liberarlo. Esta enseñanza de la escuela del Faraón "mantenía la verdad como prisionera de la injusticia" (ROM 1, 18) y "cambió la gloria del Dios incorruptible por imágenes del hombre corruptible y de animales" (Rom 1, 23). Esta enseñanza del Faraón era como agua venenosa que iba cayendo en el terreno y llegaba a todas las raíces, envenenando todas las plantas.
Pero había un grupo, cuyas raíces resistían y no absorbían esta agua venenosa. Era el pueblo de Moisés. Allá había otro modo de pensar y de vivir, que ellos, a su vez, aprendían de los padres, que venían desde Abraham. Esta otra enseñanza decía: "Dios, nuestro Dios, no quiere eso, no", Esta enseñanza débil y frágil que estaba allá abajo, no tenía templos ni imágenes. Pasaba de padres a hijos y resistía contra la enseñanza de la escuela del Faraón que venía de allá arriba. ¡No había azada que pudiese cortar la raíz de este pensamiento subversivo de la fe en Dios!
Era una fe diferente. Era también un Dios diferente. Era el Dios de los padres, el Dios de la Promesa, que continuaba presente, no en las palabras y la enseñanza del Faraón, pero sí en el pueblo oprimido, Este Dios no escuchaba los pedidos del Faraón, pero escuchaba los clamores de su pueblo. Él le dijo a Moisés: Yo soy Yavé que me aparecí a Abraham, a Isaac ya Jacob como Dios Todopoderoso, pues no quise revelarles este nombre mío: ¡Yavé! También pacté mi Alianza con ellos para darles la tierra de Canaán, la tierra donde estuvieron como peregrinos. Y ahora me acuerdo de mi alianza al oír los gemidos de los hijos de Israel oprimidos por los egipcios. Por lo tanto diles de mi parte: "Yo soy quien quitaré de sus espaldas los duros trabajos de Egipto y los liberaré de la esclavitud. Yo les devolveré la libertad con golpes tremendos de mi mano y con intervenciones manifiestas" (Ex 6, 2-7), Y Moisés recibió su misión: "Ve, pues, yo te envío al Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel" (Ex 3, 10).
Aquello que Dios más condena y que de ninguna manera soporta es que haya gente que use su imagen para oprimir a los hermanos. Por eso, si alguien quiere tener a Dios de su lado y pertenecer al pueblo del Dios verdadero, la primera cosa que Dios le pide es romper con el Faraón y con todo el sistema inventado de los falsos dioses. Por eso dice el primer mandamiento: "No tendrás otros dioses fuera de mí, no te inclinarás delante de esos dioses y no los servirás" (Ex 20, 3-5). Jesús repite el mismo mandamiento diciendo: "Ustedes no pueden servir a dos señores a la vez". (Lc 16, 13). Y El dice claramente de qué se trata: "Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al dios dinero" (Lc 16, 13) .
Yavé es un Dios celoso (Ex 34, 15). No soporta que su pueblo, su comunidad, tenga a su lado esos otros "dioses de propaganda" de la escuela del Faraón. Es como un marido celoso: no soporta que su esposa tenga otros amores. Esto destruye el matrimonio, rompe la alianza. ¡Sería prostitución! (Ex 34, 15). El único Dios verdadero, preocupado realmente por el bien del pueblo es capaz de liberarlo, es El, Yavé. Los otros no pasan de ser meras invenciones humanas para dar cobertura a la opresión del pueblo.
Así, afirmando que sólo Yavé es Dios, el primer mandamiento tira el tejado de la casa del Faraón, derrumba la fachada bonita y piadosa del sistema opresor y lo desenmascara. Pone al descubierto la injusticia, el desorden, la mentira y la corrupción practicadas bajo la protección de un falso dios.
Este es el primer mandamiento de la Ley de Dios. La comunidad que quiere ser realmente la comunidad del Dios verdadero, debe estar siempre atenta para no dejarse envolver por la enseñanza de la escuela del Faraón. Debe estar atenta, para que no cambie su Dios Yavé por los falsos dioses de propaganda de los grandes. No puede arrodillarse delante de las imágenes y figuras que hoy se construyen en todas partes para afirmar que el sistema es justo y bueno. La comunidad sólo puede tener un único Dios: Yavé, el Dios que oye el clamor del pueblo oprimido, que desciende para ver de cerca su situación (Ex 3, 8), y quiere que su pueblo sea libre y feliz.
Hay personas que para obedecer al primer mandamiento quitan de casa cualquier imagen o figura. Encuentran que es suficiente. Pero eso no está bien, no es eso lo que el primer mandamiento pide. Pide no adorar ni apoyar al sistema que, en nombre de un falso dios, explota y oprime al pueblo.
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DOMINGO DE RAMOS
El tema central de las lecturas del Domingo de Ramos, como bien puede verse, es el Mesianismo. Éste tiene varias etapas en la Biblia. «Mesías» es una palabra hebrea, que significa «ungido», que en griego se dice «xristós». Claro, lo importante de ungir a alguien era que ese acto, la unción, se hacía para dar a una persona el mandato de ir, se le enviaba con poderes, se le encomendaba una misión. Por eso, las palabras Mesías y Xristós, que significan el Ungido, se refieren a aquel personaje que el pueblo de Israel esperaba, un líder carismático descendiente de David que habría de instaurar definitivamente en la tierra «el derecho y la justicia».
En el Primer Testamento es Isaías el profeta que más profetiza y anuncia la llegada del Mesías de Dios, mesías que él entiende como el Siervo de Yavé que llega. El Mesías es para el profeta la gran realidad de Dios viviendo con nosotros, la realidad del gran restaurador que libera de la esclavitud, de la gran violencia (violencia estructural diríamos hoy), de la gran miseria (pobreza extrema y masiva diríamos actualmente) a la que ha sido condenado el pueblo de Dios (los muchos pueblos de Dios). El Mesías, en su calidad de Ungido de Yavé, no es sino su enviado, su representante, el encargado de promulgar sus designios.
La idea del Mesías y de los tiempos mesiánicos estaba fundada en la esperanza de que Dios cumpliera plenamente las promesas hechas al pueblo elegido, a la nación que se creía a sí misma la elegida por Dios. La llegada del «Mesías» es la instauración del reinado de Dios en la historia y en el tiempo, y es allí donde, según la concepción judía (según, pues, un pensamiento muy humano, no según una revelación divina), Israel se vengaría de los «paganos» (la mayor parte de ellos tan religiosos como los propios israelitas), de los no judíos.
La idea mesiánica del Primer Testamento está basada en la fuerza político-militar de un enviado del Dios de Israel para dominar a todas las naciones de la tierra y hacer que Israel se convierta en una nación fuerte y poderosa capaz de someter a todos los pueblos que no tienen a Yavé por Dios. Como se ve, un mesianismo muy humanamente comprensible...
El Mesianismo es una de las herencias que el Segundo Testamento recibe de la tradición veterotestamentaria. En tiempo del Nuevo Testamento, gobernado el mundo de entonces por Roma con toda su fuerza, riqueza y pretensiones, también hay grupos mayoritarios que esperan la llegada definitiva de un Mesías que los liberará del domino explotador romano. Todos esperaban entonces la intervención de Dios en la historia a través de un líder que fuera capaz de derrocar el poder imperial y hacer de Jerusalén la gran capital de Israel.
En el ciclo C de la liturgia leemos el relato de la Pasión del Señor según Lucas. Consideremos las características teológicas que nos presenta este relato.
Lucas, como es sabido, es considerado el evangelista de la misericordia, o lo que es lo mismo, como el evangelista del amor infinito de Dios que se ha manifestado en Jesucristo. Ninguno de los evangelistas ha percibido como él la sensibilidad del amor del Padre, que se deja sentir de manera especial entre los pobres, entre los que sufren, entre los marginados. No es difícil constatar en el evangelio de Lucas la preocupación de Jesús por los débiles, las viudas, los huérfanos, las mujeres, los pecadores...
Este mismo interés se manifiesta en la narración de los acontecimientos de la Pasión del Señor. En primer lugar, porque todo este relato está sustentado por un conocimiento del alma de Jesús, cuya intimidad nos es desvelada por el evangelista cuando nos deja ver su estrecha relación con el Abba misericordioso, en los momentos de oración (Lc 22,42); o cuando su Padre le da valor en medio del sufrimiento (Lc 22,43).
En segundo lugar, la cruz aparece en este relato de la Pasión como un verdadero sacramento del amor divino: la revelación de la misericordia en medio del sufrimiento. Lucas no pone la atención en los aspectos negativos y crueles de esta situación. En su narración se omiten recuerdos o referencias que aparecen en los otros evangelistas como la flagelación o la coronación de espinas que sirven para inculpar a los que llevaron a Jesús a la muerte. Lucas nos quiere hacer descubrir el amor del Padre hacia su Hijo y hacia todos los seres humanos, aún en esta situación de dolor. Jesús no aparece abandonado en el Calvario (no se cita a Zac 13,6 sobre la dispersión del rebaño): está acompañado de amigos y conocidos (Lc 23,49 en contraposición con Mt 27,55-56 y Mc 15,40-41). Y reemplaza el grito del Salmo 21 (22) que cita Mateo por la manifestación ilimitada de confianza del Salmo 30,6 (31,6): “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.
A la luz de todo esto es comprensible el papel que desempeña en este relato de la Pasión la actitud del perdón, sólo explicable desde el misterio de la misericordia. En definitiva todo el mundo queda limpio y se insiste en hechos positivos, sólo explicables desde la virtud reconciliadora del sufrimiento de Jesús o desde su actitud de perdón: el caso de Pilato (Lc 23,4.13-15.20-22); el del agresor a quien Pedro cortó una oreja y que es sanado por Jesús (Lc 22,51); el de Pedro (Lc 22,61); el de todos los judíos (Lc 23,34); el del malhechor bueno (Lc 23,39-43); el del centurión (Lc 23,47); el de la reconciliación entre Herodes y Pilato (Lc 23,6-12).
Jesús aparece claramente como el inocente, el justo perseguido. Aun en el proceso de los romanos, Pilato proclama la inocencia de Jesús. El centurión también reconoce su inocencia.
Sólo en Lucas Jesús se dirige con palabras consoladoras a las mujeres que de lejos los siguen. Realmente, Lucas ha sido llamado el evangelio de las mujeres y de la misericordia con los más pobres e ignorados, y las mujeres hacían parte de la clase marginada en Israel. Pero para Jesús, en todo el evangelio de Lucas, las mujeres hacen parte del discipulado y merecen un trato respetuoso. Ahora, camino del Calvario, la fidelidad de las mujeres a su maestro es reconocida por el Señor.
La Pasión y la muerte de Jesús son una verdadera revelación: la manifestación de la misericordia del Padre. Sólo quien ha comprendido una actitud tan conmovedora, como la que nos trae este evangelio en la parábola del padre misericordioso, podrá entender por qué el evangelista ha mirado así el misterio del sufrimiento y de la muerte de Jesús.
Lucas concibió el relato de la Pasión como una contemplación de Jesús. Por eso este relato es una invitación al lector-oyente a aproximarse a Jesús, a seguirlo, a llevar con él la cruz de cada día (9,23). En la palabra que dirige en la cruz al malhechor arrepentido, ese ‘hoy’ nos remonta a Lc 4,21 cuando en la sinagoga de Nazaret, Jesús declara que “hoy se ha cumplido” el pasaje de Is 61,1-2 que acababa de leer. El tiempo se ha cumplido y él, que ha venido para anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos y para proclamar el año de gracia del Señor” ha cumplido su misión, porque va a morir colgado de la cruz, pero seguirá viviendo en medio de nosotros.
JESUS EN GALILEA
Después de la detención de Juan, Jesús inició oficialmente su misión. Lo hizo en su
patria, Galilea, gobernada por Herodes, el perseguidor del Bautista. Con una energía
incansable “recorrió todo el país, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios
(Mc 1,39; lea B46)
De todas partes la gente acudía a Él para escucharlo. Los primeros milagros confirmaban
sus palabras, y con gran entusiasmo los pobres comentaban cómo había liberado a un
poseído (Mc 1,23-28) y sanado a la suegra de Pedro y muchos enfermos más (Mc 29-34).
Todo le salía bien a Jesús en esos comienzos prometedores. Era una verdadera
primavera, la primavera de Galilea. No sabemos cuánto tiempo duró ese período
maravilloso. Lo que sí sabemos por Marcos, Mateo y Lucas es que a ese ministerio de
Galilea pertenece lo esencial de los hechos y dichos de Jesús anteriores a su Pasión.
EL REINO DE DIOS
La predicación de Jesús en Galilea está centrada sobre un tema fundamental: el Reino,
Reino de Dios, según la fórmula de Marcos y Lucas, Reino de Los Cielos, según la
fórmula equivalente de Mateo quien, como muchos judíos, no se atrevía a pronunciar el
santo nombre de Dios. La expresión “Reino de Dios” estaba en la boca de todos, y el
pueblo pudo entenderla cuando Jesús, a continuación la usó solemnemente en su
predicación.
La imagen del Reino de Dios tiene raíces profundas en el Antiguo Testamento. Así
Gedeón Samuel rechazan la idea de tener un rey como las demás, porque Yavé
es el Rey de Israel (Jueces 8,23; 1Samuel 8,7)
- Varios pasajes de los profetas y de los salmos afirman que Yavé es Rey de
Israel, Rey de todas las naciones, Rey de la naturaleza, por ejemplo Isaías 6,5;
Jeremías 10,7 y 10; Salmos 93, 1s y 95,3ss.
- Los profetas y los salmos presentan a Yavé también como un Rey guerrero y
un juez, porque así eran los reyes en el antiguo mundo oriental: Jeremías 25,
30-38; Salmos 2 y 60.
Sin embargo, bajo la influencia de los profetas, sobre todo Isaías, el concepto de
Reino de Dios toma un aspecto más moral que político. Es por el fiel cumplimiento
de la Ley del Sinaí que los hombres deben reconocer la realeza de Yavé (Is 32,
15-17; 32,33). Tendrán acceso a Él los humildes y los que tengan un corazón
arrepentido.
Pero los demás pueblos, por ser paganos, no reconocen la soberanía de Yavé.
más aun, cuando el mismo Israel deja de ser un Estado, varios se preguntan cómo
Yavé puede ser el rey de un pueblo que ya no existe... Algunos profetas y máxime
la opinión popular empiezan a creer que el Reino de Dios exige primero una
liberación de la tierra santa, una restauración del Estado de Israel, una intervención extraordinaria de Yavé para aplastar los paganos y hacer de
Jerusalén el centro del mundo.
Cuando Jesús sale de Nazaret, en la primavera del año 28 ó 29, el prestigio del pueblo
judío, dominado por los romanos, está muy bajo y la expectación del Reino de Dios está
muy viva. Pero, por lo general, se espera de Dios un liberador político que traiga la
prosperidad y el bienestar material a los descendientes de Abraham. Esto explica en algo
la petición de la madre de los hijos de Zebedeo (Mt 20,21) y la pregunta de los apóstoles
antes de la Ascensión: “Señor, ¿es ahora cuando vas a restablecer el Reino de Israel?
(Hechos 1,6). Para muchos, el “Reino de Dios” era un mero medio para lograr las
ambiciones de Israel.
LA BUENA NUEVA DE JESUS
Es por eso que Jesús, ya desde el comienzo, rectifica las mentalidades por lo que al
Reino de Dios se refiere y recoge el tema allí donde las enseñanzas más puras lo habían
dejado, para llevarlo a su perfección. No dice bruscamente a sus oyentes que están
equivocados: sencillamente propone el Reino como algo nuevo, pero en la línea del
verdadero Reino anunciado por los profetas (Lea B 47 y C 87).
Ante las primeras palabras de Jesús en las sinagogas de Nazaret y Cafarnaúm la gente
se pregunta: “¿Qué es esto? Una doctrina nueva, expuesta con autoridad!” (Mc 1,27). Sin
embargo lo esencial de su mensaje se halla en esas sencillas palabras: “se ha cumplido
el tiempo y ha llegado el Reino; arrepiéntanse y crean en el Evangelio” (Mc 1,15).
SE HA CUMPLIDO EL TIEMPO: Al decir que “el tiempo se ha cumplido el día de la visita
de Yavé anunciado por los profetas hasta Juan. La presencia de Jesús es un evento
decisivo, no hay que esperar otro. Con ella el plan de Dios y las esperanzas de su Pueblo
llegan a su verdadero cumplimiento.
Es lo que también recalca el episodio de la primera visita de Jesús a Nazaret después de
su bautismo (Lc 4, 16-22). Para la celebración de la Palabra de aquel día, Él mismo
escoge un pasaje bien conocido de Isaías (61, 1-2), pero la novedad consiste en el
comentario que hace: “Hoy se ha cumplido esta Escritura que acaban de oír”. Así que
Jesús es el Profeta que trae la salvación al Pueblo de Dios.
HA LLEGADO EL REINO DE DIOS: Los milagros de Jesús son signos de que el Reino
de Dios está llegando, y esto condena el dominio de Satanás, del pecado y de la muerte a
desaparecer (Mt 12,28). Con Jesús empieza un orden nuevo y definitivo, que corresponde
a la voluntad soberana de Dios, Creador y Salvador. Este mundo nuevo:
* Crece como una semilla depositada en la tierra: seguirá creciendo hasta la
cosecha: Mc 4, 26-29.
* A pesar de los humildes comienzos contiene una fuerza secreta que lo llevará
hasta su perfecta realización: Mc 4, 30-32.
* Actúa como un fermento en la masa: Mt 13-33.
* Encuentra obstáculos, es una lucha: Mt 13, 24-30.
* Cuenta con los esfuerzos de todos los hijos del Reino: más que meros receptores
de los dones divinos, debemos ser agentes mediante los cuales Dios actúa: Mt 25,
14-30.
* Llegará a su plenitud cuando el Hijo del Hombre vuelva en gloria: Mt 25, 31-46 (lea
C88 y 89).
CONVIERTANSE Y CREAN EN EL EVANGELIO: Conversión y fe son las dos partes de
la decisión que cada hombre debe tomar frente a la proclamación del Reino de Dios. Las
Bienaventuranzas y el Sermón de la Montaña explican en qué consisten; son pasajes que
el cristiano debe siempre volver a leer: Mt 5-7 y Lc 6, 20-49
¿QUIEN ESCRIBIO EL APOCALIPSIS?
El autor del Apocalipsis no firmó su libro, ni puso fecha. Poco
sabemos de su vida, pero dejó algunas informaciones. El se presenta
así: "Yo, Juan, hermano de ustedes, con quienes comparto las
pruebas, el reino y la perseverancia en Jesús, me encontraba en la Isla
de Patmos a causa de la Palabra de Dios y por haber dado testimonio
de Jesús" (1,9).
Su nombre es Juan. No muestra ningún título, ni de obispo, ni de
padre, ni de evangelista, ni de apóstol. El título que vale para él es:
"Hermano y compañero en la tribulación" (1,9). El mismo es un
perseguido por causa de su fe. Sufre lo mismo que los otros. Conoce
por dentro el drama de los compañeros y por esto, está en condiciones
de animarlos.
Juan tiene conciencia de ser el portador de una profecía de parte de
Dios para el pueblo de las comunidades (1,1-3; 22,6-8). Se presenta
con autoridad y pide obediencia (22,18-19). Su autoridad viene de la
palabra de Dios (1,2). El mismo encarnó esta palabra en su propia vida
(10,8-11) y por eso tiene autoridad para hablar.
Parece ser que Juan era el coordinador general de las comunidades
del Asia Menor, pues para ellas envía su libro (1,14.11). Además de
eso, está bien compenetrado de la situación, y de los problemas de
cada una de las siete comunidades, como lo demuestra en las siete
cartas (2,1-3.22). A pesar de su autoridad, Juan parece haber sido un
persona humilde, que no tenía miedo ni vergüenza de confesar lo que
no sabía (5,4; 7,13-14).
Juan no escribe para todos indistintamente. El escribe para los
"hermanos y compañeros" perseguidos (1,9). A primera vista él sólo se
dirige a los hermanos perseguidos de las "siete comunidades que
están en el Asia" (1,4.11). Pero muchas veces el número siete significa
todos en el Apocalipsis. Y así, escribiendo para aquellas siete
comunidades, Juan quiere orientar y animar a todas las comunidades,
inclusive a las de hoy en día.
¿QUE ES LO QUE EL APOCALIPSIS TIENE QUE DECIR AL PUEBLO
DE LAS COMUNIDADES?
Apocalipsis es palabra que viene del griego y quiere decir
revelación. Revelación es lo mismo que quitar el velo, develar. Cuando
una cosa está cubierta por un velo, nadie puede verla. ¿Cuál es ese
asunto encubierto del cual Juan va a levantar el velo para mostrarlo al
pueblo?
El asunto encubierto era la propia situación del pueblo de las
comunidades. Nadie observaba clara y correctamente las cosas. Ya no
entendían la persecución. El pueblo estaba impaciente y decía:
"¿Hasta cuándo, Señor?" (6,10). Si Dios era el dueño del mundo,
¿cómo permitía él esa persecución tan prolongada? Dios parecía
haber perdido el control de la situación: ¡el emperador de Roma era el
que realmente mandaba en el mundo!
Ahora bien, el Apocalipsis es la respuesta de Dios al pueblo afligido
y perseguido de las comunidades. Fue escrito por orden de Dios
(1,11.19), para ser revelación. Esto es, para levantar el velo y
esclarecer la situación del pueblo con la luz de la fe. El libro comienza
con estas palabras solemnes: "Revelación de Jesucristo" (1,1).
Por medio de esta "revelación de Jesús" que es transmitida por
Juan, Dios va a quitar el velo y revelar al pueblo su plan de salvación,
etapa por etapa. Va a "mostrar a sus siervos las cosas que deben
suceder muy pronto" (1,1). Va a dar luz al pueblo y a desenmascarar
las falsas propagandas del imperio.
Las cosas que Dios realiza para su pueblo, "tanto las cosas
presentes, como las que deberán suceder después de éstas" (1,19),
se dan en los mismos acontecimientos de la vida. Pero el pueblo no se
daba cuenta y por eso se encontraba impaciente, triste. Para poder
percibir la acción de Dios dentro de la vida no basta que Juan levante
el velo. Es necesario que el pueblo colabore escuchando y
practicando la palabra de Dios que Juan le transmite. Así
re-encontrará la alegría. "¡Feliz el que lee y los que escuchan las
palabras de esta profecía, si practicaran lo que en ella está escrito,
pues el tiempo está cerca!" (1,3).
Esta es la Buena Nueva que el Apocalipsis quiere revelar al pueblo
de las comunidades: "¡El tiempo está ya cerca!" (1,3). Dentro del
tiempo de la historia marcado por las persecuciones, existe el tiempo
de Dios, la hora de Dios, el plan de Dios. Este plan entró en su fase
final. Se agotó el plazo. ¡Dios está por llegar! El Apocalipsis va
levantando el velo para que el pueblo descubra dentro de los
acontecimientos de la persecución, la Buena Nueva de la llegada de
Dios, que viene para liberarlo.
Cómo leer el Génesis ¿Cómo debemos leer el Génesis como católicos modernos? Debemos leer el Génesis en sus propios términos –los cuales son religiosos, no científicos ni históricos en el sentido moderno, secular y racionalista. El Génesis no fue escrito como si fuera un libro de texto de ciencias o antropología. Podemos aprender mucho de la Biblia acerca de física, evolución, geología, cosmología, etc.- pero no fue para eso que el Génesis fue escrito. Todo lo que la Biblia tiene que decirnos –desde moral hasta historia- es verdad. Pero es verdad en la manera que tiene la Biblia de decir la verdad, la cual es la verdad de Dios, una verdad religiosa.
Esta respuesta no es una manera de evadirse. No se lee un libro de matemáticas buscando verdades religiosas. De la misma manera, no se lee este libro religioso con la intención de encontrar pruebas matemáticas y científicas. La Escritura nos ofrece historia religiosa, verdad religiosa, y nos proporciona esta verdad e historia a través de símbolos y figuras y diferentes estilos literarios. Así es como está escrita la Biblia, especialmente el Antiguo Testamento.
Si leemos el capítulo siete del libro de Daniel, encontraremos que describe 400 años de la historia de Israel en términos de bestias, cuatro animales horribles que oprimen al pueblo de Dios, uno detrás del otro. Ahora, a través de la investigación, podemos ver que esas “bestias” representan naciones –Babilonia, Medo-Persia, Grecia y Roma- que oprimieron a Israel. Daniel nos está presentando historia sólida, pero a través de símbolos. Por tanto, el objetivo al estudiar el Génesis no es discutir si Dios creó el mundo en seis días de 24 horas, o si el relato bíblico apoya una de las teorías de la evolución. (Para información de estos temas se puede consultar el libro del Dr. Scott Hann “One Holy Tribe”). Lo que vamos a hacer es acercarnos al Génesis tal como éste fue escrito –como una narración hebrea antigua que nos cuenta una historia desde el punto de vista religioso, no secular. Ésta es una historia familiar. No es una historia de naciones y ejércitos y economías como nosotros las conocemos. Es una historia desde la perspectiva de Dios.
Las características del Proyecto de Dios
¿Cuáles eran las características de este "Proyecto de Dios" en oposición al sistema anterior? Para que todo quede un poco más claro, vamos a enumerar aquí algunas características de la sociedad que ellos intentaron organizar.
Primera característica: Organización al servicio de la igualdad
Antes: Al servicio de la clase alta
Después: Al servicio de todos
Se suele decir que ellos se organizaron en un "sistema tribal". Formaron doce tribus, las doce tribus de Israel. Esto es cierto. Pero conviene clarificar que el sistema tribal no era, en un principio, un sistema basado en relaciones de sangre y de parentesco, sino, en primer lugar, un sistema basado en un determinado relacionamiento económico, social, político y religioso totalmente distinto al sistema vigente en Canaán y en Egipto (sistema basado en la explotación del pueblo por disposición de la Ciudad-Estado y del imperialismo de Egipto).
Ellos "tribalizaron" la vida. Este tipo de organización se basa en la solidaridad mutua. La unidad menor de esta organización era la "familia patriarcal". La unidad intermediaria era el "clan", conjunto de familias patriarcales. La unidad mayor era la "tribu". Las doce tribus vivían unidas en una especie de confederación. Todo se organizaba de manera que la unidad menor, la "familia patriarcal", el poblado, la comunidad local, tuvieran autonomía productiva.
Ellos querían una sociedad igualitaria en oposición al sistema opresor de los reyes de Canaán. El texto de 1 Samuel 8, 1-22 revela la situación del pueblo a finales del período de los Jueces, alrededor del año 1025 antes de Cristo.
En este texto notamos varias cosas. El sistema igualitario estaba decayendo. Samuel ya estaba viejo y sus hijos eran malos. La amenaza de afuera, venida de los filisteos, ponía en peligro la propia sobrevivencia del pueblo como pueblo libre. Todo eso hizo decaer el compromiso interno del pueblo con el proyecto igualitario y, por lo tanto, con Dios. Y en lugar de renovarse a partir de sus propias raíces y tradiciones, comenzaron a buscar salida imitando el modelo de los reyes de Canaán: "Queremos ser como los otros pueblos. ¡Queremos un Rey!". ¡La propaganda funcionó y cambió la cabeza del pueblo! Entonces Samuel describe el derecho del rey de la forma como éste era practicado por los pueblos vecinos (ver 1 Sam 8, 11-18).
El libro del Deuteronomio 17, 14-20 es de una época bastante posterior. Es del tiempo del rey Josías, alrededor del año 640 antes de Cristo. Desde David hasta Amón, predecesor de Josías, el pueblo tuvo la experiencia dolorosa y desastrosa de la monarquía (monarquía quiere decir "gobierno de uno solo", el rey). La reforma deuteronomista pretende retroceder a los orígenes del pueblo y realizar el proyecto de Dios dentro de las posibilidades reales que el momento histórico ofrecía. La monarquía ya era un hecho. El texto de Dt 17,14-20 intenta adaptar la figura del rey al ideal de la sociedad igualitaria. Llama al rey "hermano" y dice que no debe acumular bienes. Era lo mismo que mantener el nombre, pero no el contenido. Aparte de eso, los libros de los Reyes (redactados por la misma persona que redactó el libro del Deuteronomio) hacen un juicio negativo de la monarquía. Todos los reyes son criticados, menos David, Ezequías y Josías. La crítica de la monarquía aparece también en los profetas Ezequiel 34, 1-30; Oseas 7, 1-7 y 13, 9-11; Jeremías 22, 13-19, etc.
David
se hizo rey no para adueñarse del pueblo, sino para ser el lugarteniente de
Dios, único Señor del pueblo (ver 2 Sam 7, 8-16). Pero los reyes
olvidaron cuál era su "lugar" en medio del pueblo. Se hicieron
dueños del pueblo. La monarquía contribuyó para que regresase la
sociedad opresora de los reyes de Canaán. Por eso en el pueblo se quedó
la nostalgia del gran rey David, y nació la esperanza de un nuevo rey,
como David, que restaurara la Alianza, el Reinado de Dios. ¡Jesús es el
Hijo de David!. El es el nuevo Rey. "Yo soy rey". (Jn 18,37).
Pero el reino de Jesús es distinto de los reinados de este mundo (Jn
18,36). El reino de Jesús es servicio (Mt 20,28).
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Cómo leer el Génesis
¿Cómo debemos leer el Génesis como católicos modernos?
Debemos leer el Génesis en sus propios términos –los cuales son religiosos, no científicos ni históricos en el sentido moderno, secular y racionalista. El Génesis no fue escrito como si fuera un libro de texto de ciencias o antropología. Podemos aprender mucho de la Biblia acerca de física, evolución, geología, cosmología, etc.- pero no fue para eso que el Génesis fue escrito.
Todo lo que la Biblia tiene que decirnos –desde moral hasta historia- es verdad. Pero es verdad en la manera que tiene la Biblia de decir la verdad, la cual es la verdad de Dios, una verdad religiosa. Esta respuesta no es una manera de evadirse. No se lee un libro de matemáticas buscando verdades religiosas. De la misma manera, no se lee este libro religioso con la intención de encontrar pruebas matemáticas y científicas.
La Escritura nos ofrece historia religiosa, verdad religiosa, y nos proporciona esta verdad e historia a través de símbolos y figuras y diferentes estilos literarios.
Así es como está escrita la Biblia, especialmente el Antiguo Testamento.
Si leemos el capítulo siete del libro de Daniel, encontraremos que describe 400 años de la historia de Israel en términos de bestias, cuatro animales horribles que oprimen al pueblo de Dios, uno detrás del otro. Ahora, a través de la investigación, podemos ver que esas “bestias” representan naciones –Babilonia, Medo-Persia, Grecia y Roma- que oprimieron a Israel. Daniel nos está presentando historia sólida, pero a través de símbolos. Por tanto, el objetivo al estudiar el Génesis no es discutir si Dios creó el mundo en seis días de 24 horas, o si el relato bíblico apoya una de las teorías de la evolución. (Para información de estos temas se puede consultar el libro del Dr. Scott Hann “One Holy Tribe”).
Lo que vamos a hacer es acercarnos al Génesis tal como éste fue escrito –como una narración hebrea antigua que nos cuenta una historia desde el punto de vista religioso, no secular. Ésta es una historia familiar. No es una historia de naciones y ejércitos y economías como nosotros las conocemos. Es una historia desde la perspectiva de Dios.
Carácter de las Alianzas Bíblicas
Ahora destacaremos algunas de las características especiales de cada una de estas alianzas. Conforme avancemos en el curso estaremos estudiando cada una de las alianzas con mayor detalle. Para cada una de estas alianzas, trata de aprender y recordar las cinco características especiales: −el mediador de la alianza (la persona con la que Dios hace la alianza) y su rol (a quién representa el mediador) −las promesas de bendición en la alianza −las condiciones (o maldiciones) de la alianza −el “signo” por el cual la alianza será celebrada y recordada−la “forma” que la familia de Dios toma como resultado de la alianza.
La Alianza con Adán (Génesis 1,26 – 2,3)
La palabra “alianza” no es usada, pero como veremos a detalle en nuestra siguiente lección, la historia de Adán y Eva es narrada en lenguaje “de alianza”. Adán es el mediador de la alianza en su rol de esposo. Dios promete bendiciones –que su unión será fecunda y sus hijos llenarán la tierra y reinarán sobre ella. Dios establece unsigno por el cual la alianza será celebrada y recordada –el Sabbat, el séptimo día de descanso. Y Dios impone una condición que deben observar para cumplir su obligación bajo la alianza –que no coman del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Dios acompaña una maldición a la desobediencia –que morirán. Por esta alianza, la familia de Dios asume la forma de un matrimonio entre el esposo y la esposa.
La Alianza con Noé (Génesis 9,8-17)
La palabra “alianza” es usada en el caso de Noé. Dios promete nunca volver a destruir el mundo con un diluvio. La alianza es hecha con toda la humanidad, a través del mediador Noé, en su rol de padre de su familia. La alianza incluye bendiciones a Noé y su familia (que ellos serán fecundos y llenarán la tierra) y condiciones que deben obedecer (no deben beber la sangre de los animales, no deben derramar sangre humana). El signo de la alianza es el arcoíris en el cielo. Por esta alianza, la familia de Dios asume la forma de una unidad familiar, una familia extendida.
¿Qué es una Alianza?
Diferencia Entre Contrato y Alianza
Hemos establecido que la alianza es la clave para leer y entender la Biblia. Es también el concepto central que necesitamos para entender y vivir las realidades que la Biblia nos revela y que la Iglesia nos trae en los sacramentos. Pero, ¿qué es una alianza?
Empecemos con la palabra. “Alianza” viene del latín “convenire” (“concurrir” o “acordar”). Hoy en día usamos la palabra “alianza” casi indistintamente con la palabra “contrato”. Pero esto nos puede desorientar cuando tratamos de comparar nuestra noción de contrato con las nociones bíblicas de “alianza” expresadas en la palabra hebrea “berit” y la palabra griega “diateke”. La diferencia entre alianza y contrato en el Antiguo Testamento y a todo lo largo de la Biblia es profundo. Es tan profundo que casi pudiéramos decir que es la diferencia entre prostitución (contrato) y matrimonio (alianza). O entre poseer un esclavo (contrato) o tener un hijo (alianza).
Existen dos grandes diferencias entre la noción de contrato y la noción bíblica de alianza.
• Primera, los contratos implican promesas, las alianzas implican juramentos. Cuando se firma un contrato, digamos, para comprar una casa, tú haces una promesa al comprador: “Te doy mi palabra que pagaré esta cantidad de dinero por tu casa”. El vendedor hace una promesa también: “Yo te doy mi palabra que si tú me pagas la cantidad de dinero pactada, yo te daré a cambio la propiedad de mi casa”. La “palabra” que cada una de las partes compromete no es ninguna otra que su nombre. Y cada uno firma su nombre en el contrato como “signo” de que cumplirá su parte del trato, mantendrá su promesa.
Las alianzas son muy diferentes. En una alianza se eleva el nivel de la promesa. Ahora no solamente das tu palabra, sino que haces un juramento, invocas una autoridad superior – llamas a Dios a que sea tu testigo. Pensemos en el juramento que nos es más familiar, el juramento que hacemos en un tribunal antes de testificar: “Prometo decir la verdad y solamente la verdad, que Dios me ayude”. En este caso tú has hecho una promesa, has dado tu palabra de que dirás la verdad. También le has pedido a Dios que te ayude a mantener tu promesa. No son sólo el juez y tú. Ahora son tú, el juez y Dios. Si tú mientes bajo juramento, no sólo podrías ir a la cárcel, también eres responsable ante Dios. En el momento en que pides la ayuda de Dios en un juramento, te estás rindiendo ante el juicio de Dios. En efecto estás diciendo, “Seré condenado si no digo la verdad”.
En tiempos atrás, se usaba que los políticos juraran sobre la Biblia, y la Biblia se abría en el libro del Deuteronomio, capítulo 28, donde aparecen las bendiciones y maldiciones. Se les pedía que juraran que cumplirían la constitución o sufrirían las maldiciones contenidas en esas páginas. Aún ahora en nuestra sociedad secularizada retenemos elementos de esta antigua comprensión de los juramentos. Hacemos que los doctores, oficiales de policía, personal militar y oficiales públicos hagan juramentos. ¿Por qué? Porque dependemos de ellos; literalmente nosotros ponemos nuestras vidas en sus manos.
Queremos que hagan un juramento ante Dios de que harán su trabajo. No podemos simplemente tomar su palabra, queremos que sepan que tendrán que responder ante una autoridad superior. Incidentalmente, ¿saben que la palabra “juramento” se traduce del latín sacramentum, de donde viene la palabra “sacramento”? En un curso futuro, veremos a los sacramentos como juramentos. Pero por ahora, sólo recuerden, como mencionamos anteriormente, que la noción de alianza y juramento es crucial para entender los sacramentos y nuestra relación con Dios.
• La segunda gran diferencia entre contrato y alianza es esta: los contratos intercambian propiedades, las alianzas intercambian personas. En un contrato tú prometes que pagarás una cierta suma de dinero y la persona con la que estás pactando promete entregarte algún producto o servicio. Las alianzas son muy diferentes. Cuando las personas entran en una alianza, ellas dicen: “Yo soy tuyo y tú eres mío”. En un contrato tú intercambias algo que tú tienes –una habilidad, una propiedad, dinero. En una alianza tú intercambias tu ser, te estás dando tú mismo a otra persona. El matrimonio es una alianza. El hombre hace un juramento a la mujer: “Yo soy tuyo para siempre”. La mujer hace un juramento al hombre”: “Yo soy tuya para siempre”.
Significado de Alianza en la Biblia
Tenemos ejemplos de cómo se hacían las alianzas en el mundo
antiguo. Existen ciertas
similitudes entre los tipos de alianzas que realizaban, por
ejemplo, los antiguos hititas y otros
pueblos y las alianzas que encontramos en la Biblia.
Se puede mencionar, por ejemplo, que las alianzas antiguas
tomaban una cierta forma: Existe
un especie de preámbulo que introduce la alianza, seguido de
una revisión histórica de la
relación entre las dos partes; luego aparecen una serie de
estipulaciones que describen las
obligaciones de cada parte, seguida de una serie de
bendiciones y maldiciones por mantener o
incumplir la alianza. Generalmente, la alianza es
“ratificada” en una ceremonia religiosa
donde se hace la lectura del documento que contiene la
alianza y se come y se bebe. (Para
mayor detalle sobre este tema consultar “The Meaning of
Covenant” en la biblioteca bíblica de
salvationhistory.com).
Queremos centrarnos aquí, no tanto en cómo se hacían las
alianzas, sino en lo que Dios está
haciendo al realizar las alianzas en la Biblia.
¿Cuál es propósito de Dios al realizar estas alianzas? Está
forjando relaciones de parentesco
sagradas. Le está diciendo a Su pueblo: “Yo seré su Dios y
ellos serán Mi pueblo… Yo seré un
padre para ustedes y ustedes serán hijos e hijas para Mi”
(ver 2 Corintios 6,16).
Por medio de sus alianzas, Dios está tomando a las
“criaturas” que hizo y las está elevando al
estatus de hijos. A través de sus alianzas, el Creador está
engendrando una familia. La raza
humana está siendo transformada de algo físico y natural a
algo espiritual y sobrenatural. Los
humanos están siendo cambiados de una simple especie que
comparte rasgos y características
comunes a una hermandad, a una familia de Dios.
La línea de historia y el drama de la Biblia se desarrollan
con este telón de fondo, Dios
formando una familia.
La Biblia empieza con la alianza de Dios con Adán y Eva
(aunque la palabra alianza no se usa,
como veremos en la siguiente lección). En las páginas
finales de la Biblia, vemos que la Nueva
Alianza hecha en Jesús ha abrazado al mundo entero.
¿Recuerdan todos los detalles de la Biblia que parecía muy
difícil encontrarles sentido –las
leyes y los mandamientos, las reglas rituales; los
juramentos que Dios hace a Su pueblo y Su
pueblo le hace a Él; los episodios históricos de pecado y
traición y arrepentimiento y perdón;
los castigos y liberaciones; los salmos y las enseñanzas de
los sabios, las profecías de una
nueva y final alianza redentora?
Todo esto hace sentido cuando las comprendes como parte del
plan divino de Dios de hacer
de todos los hombres y mujeres sus hijos e hijas a través de
alianzas, las cuales culminan en la
Nueva Alianza, donde Dios nos envía “un Espíritu de hijos de
adopción, en el que clamamos:
‘Abbá, Padre’” (ver Romanos 8,15; Gálatas 4,5; Efesios 1,5).
El Señor le preguntó a Caín: “¿Dónde está tu hermano Abel?”. “No lo sé –respondió–. ¿Acaso soy yo el que debe cuidar a mi hermano?”. —Génesis 4:9
La esperanza de Adán y de Eva de regresar al Jardín del Edén, ahora tenía la forma de un bebé, la sonrisa de una pequeña maravilla hecha ser humano. Todas las alegrías, los sueños y las ilusiones de nuestros primeros padres se hacían “carne y hueso” en el pequeño Caín.
Si la promesa de Dios se cumplía, Eva tenía en sus brazos al pequeño Mesías, el Salvador. Pero, la historia nos cuenta que las elecciones del pequeño bebé –cuando creció– lo transformaron en el primer asesino de la historia.
Duele pensar que el ser humano, sin llegar a los extremos que Caín simboliza (es decir, pasar de Salvador del mundo a fratricida), es capaz de actitudes de esta naturaleza. No importa cuántas y cuán profundas esperanzas se puedan colocar en nosotros, de una u otra manera conseguimos destrozarlas.
En pequeños detalles o en grandes errores, somos “mega” o “mini” Caínes, al decir a nuestros padres, hermanos, amigos, conocidos, e incluso a personas que apenas nos conocen, que no es una buena idea que confíen en nosotros. El mensaje que transmitimos es que no es conveniente que centren muchas esperanzas en nosotros.
Siempre hay alguien que espera algo bueno de tu parte; por extraño que parezca, a pesar de las barbaridades que podemos llegar a cometer en algunos momentos.
Gracias a Dios, Cristo sabe de nuestras deficiencias y de nuestra natural inclinación a destruir las esperanzas que depositan en nosotros.
A pesar de eso, nos ama. No consigo explicar cómo; no puedo llegar a entender la razón. Lo único que puedo decir es que lo hace por amor, pero es un amor que no puedo ni explicar ni entender. No tiene lógica. No tiene límites. No tiene cambios.
Es por ese amor y es en esa esperanza que podemos vivir el día de hoy, sabiendo que hay un Dios en el cielo que nos mira con tierno amor, y nos da la posibilidad de levantarnos cada vez que nos caemos.
La elección final es tuya. Tu vida quedará marcada por esas buenas o malas decisiones. No dejes pasar esa oportunidad hoy.
Por Milton Betancor
ABRAHAM, PADRE DE LOS CREYENTES
Abraham ocupa un lugar fundamental en la historia de la salvación:
ha sido llamado “padre de todos los que creen en Dios” (Romanos 4,11), “amigo
de Dios” (Santiago 2,23) y el Génesis habla de él del capítulo 12 al 25. ¿De
dónde le viene tanta importancia?
UNA VOCACION La
importancia de Abraham le viene de su vocación. Pero ésta le viene de Dios,
quien lo llamó no por algún mérito propio y personal, sino por la gracia.
„Quién era Abraham antes de ser llamado por Dios? La Biblia no dice nada, salvo
que:
· Era descendiente de Noé y
Sem, personas que se salvaron del diluvio por pura misericordia divina.
· Era
hijo de Téraj, cuyo nombre aparece en Génesis 11,26, después de fracasar la
empresa impía de Babel.
·
Nació en Ur, pero se trasladó a Jarán con sus padres y Sara, su esposa estéril,
sin hijos: 11, 30-31. Los padres de Abraham adoraban varios dioses, eran
idólatras, como lo dice Josué 24,2 Pero, ¿por qué motivo Dios llamó a Abraham?
No hay otra respuesta que ésta: Porque así lo quiso Dios. Dios es totalmente
libre. El relato del llamado de Abraham (Gen 12, 1-4) es fundamental (ver C
15). Es el inicio de la historia de la salvación. Consta de dos elementos: una
orden, una promesa.
UNA ORDEN: “Vete
de tu tierra”. Dios exige de Abraham una ruptura con lo que un hombre quiere
más, su país, la casa de su padre. Abraham debe alejarse de los santuarios
paganos donde se buscaba a Dios como a tientas (Hechos 17,27). Debe
desprenderse de toda seguridad humana para apegarse al Dios todopoderoso y
único. De hombre tranquilo, sin historia y seguro, como era antes, llega a ser
un errante, un vago, según dice un texto muy antiguo (Deuteronomio 26,5). Es la
condición para lograr una mayor libertad y disponibilidad en el servicio de
Dios. Jesús pondrá la misma condición: “El que ama a su padre o a su madre…. a
su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí” (Mateo 10,37)
UNA PROMESA: El
llamado de Dios no se limita a ser una orden, una ruptura; es ante todo una
promesa. Si Dios exige tanto es para dar. Lo que Dios promete a Abraham es
fundamentalmente una bendición. Fíjese cuántas veces las palabras “bendecir” y
“bendición” aparecen en el Génesis 12, 1-4. Pero para un hebreo la bendición
debe abarcar unos bienes muy concretos. Por ejemplo la bendición que El Creador
impartió a la primera pareja tenía dos elementos: la fecundidad y el dominio de
la tierra (Gen 1,28). Lo que Dios prometió a Abraham era algo parecido: una
tierra y una descendencia. [ABRAHAM, PADRE DE LOS CREYENTES] Capítulo 4: Unidad
1 www.tufecatolica.com Página 2 Sólo con el andar del tiempo se descubrió el
significado pleno de las promesas, la verdadera Tierra prometida, la verdadera
descendencia de Abraham.
UN MODELO DE
RESPUESTA: LA FE La respuesta de
Abraham (Gen 12,4) no consiste en palabras (ni una sola pregunta!), sino en
hechos. Salió hacia lo desconocido sin más seguridad que la Palabra de Dios.
Así nos enseña que la fe es mucho más que rezar el “Creo en Dios”, o saber la
doctrina. Es ante todo aceptar la Palabra de Dios tal como se presenta, dejarla
transformar nuestras vidas según el plan de Dios, aun cuando éste contradiga
nuestros proyectos, y andar en presencia del Señor (Génesis 17,1). Abraham
confió en la Palabra de Dios a pesar de que ella le hacía promesas humanamente
imposibles de realizar. Ya le había pasado la edad de tener hijos cuando salió
de Jarán (según v.4 tenía 75 años) y a Sara también, quien además era estéril.
Y como si esto fuera poco, cuando llegó como errante a la tierra de Canaán
encontró escasez (12,10) y la guerra (cap. 14). Eran motivos más que
suficientes y razonables para regresar a su lugar de origen; pero nada de eso
ocurrió. Después de vencer a sus adversarios, ofreció el diezmo a Melquisedec,
sacerdote y rey de Salem o Jerusalén, misteriosa figura del Mesías (Hebreos
5-7)
LA ALIANZA En los capítulos 15 y 17 del Génesis, Dios le repite a
Abraham las promesas del principio: “Mira el cielo y cuenta las estrellas, si
puedes contarlas. Así será tu descendencia y Abraham creyó”. Entonces Dios
confirmó sus promesas con un pacto solemne, una alianza. Lo hizo a la manera
antigua de aquel tiempo. Cortaban un animal en dos partes y los contratantes
pasaban por entre ellas, anunciando así cómo iba a ser tratado quien no
respetara las condiciones. Pero aquí solo Dios pasa (Gen 15, 17), y esto nos
enseña que la Alianza, igual que la vocación, es un don gratuito; una
iniciativa divina, una gracia. Además Dios pasa en forma de fuego, símbolo de
la presencia divina (por ejemplo la zarza ardiendo, la luz de la
Transfiguración, el fuego de Pentecostés: Exodo 3,2; Mateo 17,2; Hechos 2,3).
El capítulo 17, que es del mismo grupo de sacerdotes que escribieron Génesis 1
(lea B 9), añade dos cosas:
a. Dios le cambió el
nombre a Abram: le puso Abraham, lo que significa “Padre de muchos pueblos” (v.
5). Es la confirmación de las promesas. Abraham tenía entonces 99 años (Gen
17,1)… y seguía esperando.
b. Dios dio a Abraham
la circuncisión, como señal y recuerdo de la alianza, para que todo varón de su
descendencia tuviera presente la misericordia y fidelidad de Dios para con el
antepasado y actuara como hijo agradecido.
Personajes bíblicos: Sara
También le dijo Dios a Abraham: “A Sarai tu esposa, ya no la llamarás Sarai, sino que su nombre será Sara”. —Génesis 17:15.
A pesar de los milagros que Dios realizó en su vida, Sara es uno de esos personajes bíblicos tan parecido a nosotros que hasta nos hace sentir bien.
Ella forma parte de aquel grupo de seres humanos que intentamos hacer las cosas como Dios manda, obedecemos algunas de sus órdenes, somos sumisos en algunas ocasiones, disfrutamos de su poder en algunos momentos; pero que nos reímos (en secreto o no tanto) en ciertas circunstancias, no creemos en sus promesas cuando nos parecen fuera de nuestro alcance, intentamos ayudarlo cuando creemos que su poder es ilimitado para todo, menos para nuestro caso.
Seguramente, como buena esposa, la influencia de Sara sobre Abraham debió de haber sido grande. Por más que ella lo acompañó en su salida de Ur, por más que compartió la mentira en Egipto, también fue ella quien lo convenció para que tomara a Agar como su esposa, a fin de conseguir tener el hijo de la promesa.
Imagino que cuando aquel pequeño milagro en forma de bebé, llamado Isaac, ocupó su antiguo seno estéril, se llenó de fe en el Señor. Una fe muy similar a la que nosotros sentimos cuando el mensaje nos toca en una Semana de Oración, o en una situación especial desde el punto de vista espiritual, que nos produce fuertes emociones.
¿Notas las semejanzas? Momentos de profunda fe. Y momentos de mentira. Una vida espiritual hecha de momentos, de “a veces”. A veces muy bien, a veces no tan bien. Y a veces muy mal. Sí, Sara se parece mucho a nosotros.
Quizá, lo más importante de la caminata espiritual que la vida de Sara nos enseña es que, a pesar de los altibajos, a pesar de la poca estabilidad espiritual, a pesar de todos los pesares, Dios nos mira con aquellos ojos que brillan por la luz de una suave sonrisa dibujada en los labios, y con la misma voz que hace miles de años le anunció a Abraham.
Y hoy nos dice: “Ustedes dejen de ser lo que son porque los voy a transformar en príncipes y en princesas, que serán partícipes de las mayores bendiciones, de los mayores milagros. Príncipes y princesas de un Reino de amor, con alcance eterno y celestial”.
Por Milton Betancor
Personajes Bíblicos: Melquisedec
Este Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, salió al encuentro de Abraham, que regresaba de derrotar a los reyes, y lo bendijo. —Hebreos 7:1.
No voy a discutir las cuestiones teológicas que envuelven (hasta con un poco de misterio) a este personaje. Su aparición sorpresiva en el libro de Génesis, su recuerdo en los Salmos y los comentarios que Pablo organiza en torno a su figura, son lo único que tenemos de él en la Biblia; a pesar de eso, los teólogos han discutido (y algunos continúan haciéndolo) sobre la naturaleza, la función y los simbolismos que este hombre tiene.
Solo te invito a pensar en Melquisedec bajo dos aspectos: ser un tipo de Jesús y ser sacerdote. El primero de los asuntos, es (o debería ser) el sueño de todo cristiano. Vivir una vida de tal naturaleza que podamos ser llamados “tipos de Señor Jesucristo”. Parecernos tanto a él que podamos ser su sombra. Ser tan similares, que nos puedan llegar a confundir.
Melquisedec nos permite ser una nación de sacerdotes. No necesitamos ser hebreos ni ser hijos de Aarón. La orden de Melquisedec es universal, y nos incluye a ti a mí. No exige pruebas de sangre ni de ADN, apenas un corazón entregado en las manos de Dios, para que él realice la obra que debe hacer.
Cuando Pedro, en su Epístola, nos llama a ser un “real sacerdocio” nos está colocando en manos la mayor responsabilidad espiritual que un ser humano puede tener: representar a Cristo delante de sus semejantes.
Pensándolo así, podemos llegar a entender por qué es más fácil predicar de Cristo a los “desconocidos” con quienes nos cruzamos en el camino de la vida, que predicarlo a quienes tienen el “placer” de convivir con nosotros todos los días. Mostrar a Cristo a una persona con la que nunca tuve ningún tipo de contacto, desde un púlpito, es mucho más fácil que representarlo cada día y en cada hora a tu hijo, a tu hija, a tu mamá, a tu papá, a tu vecino, a tu amigo…
Es más fácil morir por Cristo una vez que vivir por él cada día. Ser un mártir es cuestión de minutos; ser discípulo, es cuestión de toda una vida.
Melquisidec nos posiciona para ser reales sacerdotes, con una enorme responsabilidad delante del cielo y la tierra. Pide fuerzas a Cristo, para que hoy lo representes de la mejor manera posible.
Por Milton Betancor
Personajes Bíblicos: Isaac
“¡De ninguna manera debes llevar a mi hijo hasta allá! –le replicó Abraham–. El Señor, el Dios del cielo, que me sacó de la casa de mi padre y de la tierra de mis familiares, y que bajo juramento me prometió dar esta tierra a mis descendientes, enviará su ángel delante de ti para que puedas traer de allá una mujer para mi hijo”. —Génesis 24:6-8.
Me gustaría ser un hijo como Isaac. Sin duda, pienso en el monte Moriah, en el sacrificio voluntario que aceptó ser. Definidamente, sin saber cómo Dios iba a solucionar el problema de haberse acostado sobre el altar, marca una fe al nivel de la de su padre. Yo soy de los que hubieran corrido. Y sí… hubiese sido mucho más fácil.
Para llegar a acostarte en el altar del sacrificio, debes conocer mucho al Padre que te pide el sacrificio. No sé si tu altar será el del dinero, el de las amistades o el de tu trabajo; no sé sobre qué altar Dios te está pidiendo que te sacrifiques. Pero, solamente te vas a animar a acostarte en el altar cuando conozcas a tu Padre. Antes, es sencillamente imposible.
En realidad, no sé si me gustaría ser un esposo como Isaac. Acepto que las costumbres de la época marcaban la responsabilidad de buscar las futuras esposas de los hijos sobre los padres, pero es una idea que no me termina de alegrar. Realmente, preferiría recibir la bendición de mis padres sobre una elección que yo haya realizado. Al hijo de Abraham le fue muy bien: Dios dirigió la historia, el ser humano se dejó guiar por el Omnisapiente, y el resultado fue alegría.
Siempre me llama la atención que Eliazer, el siervo, nunca mencionara –siquiera– el hecho de que la joven que Dios le iba a mostrar tenía que ser linda; ni siquiera simpática. La lista de “cualidades” iba por otros senderos. De todos modos, como Dios no nos deja a mitad camino, la elegida cumplía con los requisitos pedidos por el padre del novio al siervo, por los que el siervo le pidió a Dios; y –por añadidura– la desconocida agradó al prometido.
¡Ese es Dios! Cuando dejas que él guíe todas tus elecciones y todas tus decisiones (observa que repetí la palabra “todas”), las cosas salen mejor de lo que tú habías soñado.
Por Milton Betancor
Pascua de Resurrección (B) Juan 20,1-9
No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!
Oración Inicial Señor Jesucristo, hoy tu luz resplandece en nosotros(as), fuente de vida y de gozo. Danos tu Espíritu de amor y de verdad para que, como María Magdalena, Pedro y Juan, sepamos también descubrir e interpretar a la luz de la Palabra los signos de tu vida divina presente en nuestro mundo y acogerlos con fe para vivir siempre en el gozo de tu presencia aún cuando todo parezca rodeado de las tinieblas de la tristeza y del mal. AMEN.
Qué dice el texto
a. Introducción: Vamos a leer hoy el pasaje que describe el sensacional descubrimiento de la tumba vacía por parte de María Magdalena y de los dos discípulos. El relato contiene elementos muy valiosos que nos ayudan a dinamizar nuestro propio camino pascual. Durante la lectura, tratemos de prestar atención a los detalles del relato. Abramos nuestros corazones a la Palabra de Dios.
b. Leer el texto: Juan 20,1-9: Hacer una lectura atenta, pausada y reflexiva para escuchar a Dios. Releerlo una segunda vez.
c. Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para dejar que la Palabra de Dios impregne el corazón y la mente. Terminar cantando: “Tu Palabra me Da Vida”.
d. ¿Qué dice el texto? 1) ¿Qué versículo o parte del texto te impresionó más? ¿Por qué? 2) ¿Quién fue la primera persona en llegar a la tumba de Jesús? ¿Qué día fue? ¿Qué hace? 3) En la carrera con Pedro, ¿Quién llegó primero al sepulcro y qué hizo? ¿Qué hizo Pedro al llegar? 4) ¿Qué pasó con el discípulo amado cuando entró al sepulcro vacío? 5) ¿Qué es lo que no entendían inicialmente en la Escritura?
¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida?
No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.
a. Para dar testimonio no basta saber que Jesús ha resucitado, hay que experimentarlo presente. Cada uno(a) relata, ¿cuál es su experiencia de encuentro personal con el Señor Resucitado? ¿Qué ha hecho Cristo en mi vida?
b. Nuestro pueblo vive situaciones de muerte cotidianas (cesantía, salarios injustos, situaciones de corrupción, violencia e injusticia). El Dios de la Vida nos invita a ser testigos de la Resurrección. ¿Cómo podemos ser testigos del proyecto del Reino donde vivimos y trabajamos? ¿Cómo celebrar el gozo pascual en medio del sufrimiento humano?
c. ¿Qué significa ser testigo de la Resurrección del Señor en nuestros días?
d. ¿Has pasado ya por una experiencia de pérdida o de muerte? ¿Qué te ha dado nueva vida o qué te ha devuelto esperanza y alegría de vivir?
e. ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad en nuestra vida?
Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra?
Hacer oraciones dirigidas directamente al Señor. Dirigirse al Padre, a Jesús o al Espíritu Santo. Hablar con él, contarle, decirle lo que uno quiere o siente. “¡Alabado sea Cristo, que ha resucitado de entre los muertos dándonos la vida!”
Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto y Comprometernos con la transformación de la realidad
Compromiso: ¿Con qué signos externos concretos voy a celebrar la Resurrección de Jesús en mi casa y en mi comunidad? Llevamos una “palabra”. Esa palabra o versículo nos va a acompañar hasta que nos encontremos nuevamente. Seguramente esta “palabra” o versículo se hará presente durante el día (semana) mientras participamos en nuestros quehaceres diarios.
Oración final Señor de la vida, que nos llenas de gozo con ocasión de las fiestas anuales de Pascua. Ayúdanos para que, renovados por la gran alegría experimentada por la comunidad, trabajemos siempre por vencer los signos de la muerte y hacer crecer la Vida, hasta que experimentemos la plenitud del Reino de Dios. AMÉN
Carlos Mesters oc
Cielo nuevo y Tierra nueva. Esperanza de un pueblo que sufre
El Apocalipsis de San Juan: Una clave de lectura
QUINTO CAPITULO
“QUIEN TIENE OIDOS, OIGA LO QUE EL ESPIRITU DICE A LAS COMUNIDADES” LA CARTA A LAS SIETE COMUNIDADES(Apocalipsis 1-3)
LA HISTORIA DE COMO NACIO Y CRECIO EL LIBRO DEL APOCALIPSIS
Un albañil experimentado es capaz de contar la historia de una casa. El examina la construcción y dice: “La baranda de la entrada fue hecha después. Basta ver los signos en la ventana y en la puerta. La cocina fue agrandada. Vea el piso y aquella viga de concreto allí, en el techo. En el dormitorio de los niños se levantó el tejado, se aumentaron dos paredes y se aprovechó el ángulo vacío que había allí. Al principio sólo había dos cuartitos, una pequeña cocina y un baño”. El albañil sabe, porque entiende de construcciones.
El Apocalipsis es como una casa popular. Creció poco a poco, de acuerdo con las necesidades del pueblo de las comunidades. Algunos albañiles experimentados examinaron las señales en las paredes, en el piso, en el techo y en el tejado del Apocalipsis y concluyeron lo siguiente:
Primero Juan hizo los capítulos 4 hasta el 11. Fue el comienzo. Probablemente en el año 64, época de la persecución de Nerón. Pero la persecución aumentaba y los problemas crecían. Ya no cabían en los capítulos 4 al 11. Era necesario aumentar la casa. El pueblo estaba pidiendo una reflexión más profunda sobre la persecución y sobre la política del Imperio Romano. Para responder a este problema, Juan escribe los capítulos 12 hasta el 22. Esto fue en el año 95, época de la persecución de Domiciano. Finalmente se hizo el pórtico del frente, los capítulos 1 al 3. Arregló el patio de atrás (22,21) y, ¡la casa quedó lista!
Ustedes preguntan: “¿Cómo es que nosotros podemos saber todo esto?” Y yo pregunto: “¿Cómo es que el albañil sabe acerca de las construcciones?”. Pero esta conversación de albañiles no es el asunto de nuestro libro. Son cosas que se discuten en la escuela profesional, en un curso de albañilería.
El pórtico de entrada hace a la casa acogedora. Los capítulos 1 al 3, o sea, la “Carta a las siete comunidades”, sirven como puerta de entrada a todo el libro. Es la percha donde se cuelga el resto. Estos capítulos transforman el Apocalipsis en una carta cariñosa y acogedora, con una dirección precisa. Son el pórtico de entrada del Apocalipsis donde Juan recibía al pueblo perseguido de las comunidades. ¡Vamos a penetrar en ese pórtico!
TITULO Y RESUMEN DEL APOCALIPSIS (1,1-3)
El título es “Revelación de Jesucristo” (1,1). El resumen (1,1-3) explica el origen de esa revelación: viene de Dios, a través de Jesús (1,1). Explica su valor: es Palabra de Dios, confirmada por Jesús (1,2); su exigencia: debe de ser escuchada y practicada (1,3); su recompensa: la felicidad (1,3); su urgencia: “¡El tiempo está cercano!” (1,3).
SALUDO INICIAL (1,4-8)
Juan inicia el libro deseando al pueblo de las comunidades de Asia “gracia y paz” de parte de la Santísima Trinidad (1,4). Hoy decimos: “Padre, Hijo, Espíritu Santo”. Juan dice lo mismo, pero de manera diferente. El dice “El que era, que es y que viene, los Siete Espíritus y Cristo Jesús” (1,4-5). En el nombre uno dice lo que piensa y espera de una persona. Vamos a ver lo que Juan piensa y espera del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo:
1. El Padre: “El que era, que es y que viene”. Al principio, el Padre es llamado “El que era, que es y que viene” (1,4.8; 4,8). Al fin de la historia, su nombre es ya: “El que era y es” (11,17). Al final él ya no viene más, pues ¡ya vino! Ya realizó su plan. O sea, el Apocalipsis describe la venida de Dios en la historia de su pueblo. No es un Dios distante, fuera de la historia, sino que es un Dios que tiene historia. ¡Tiene pasado, presente y futuro! ¡Era, es y viene! La historia de Dios es la historia de su pueblo ¡Dios está con él, camina con él!
El nombre era, es y viene, recuerda la frase con la que Dios explicó a Moisés el sentido de su nombre. Yavé: “¡Yo soy el que soy!” (Ex 3,14). Para Juan, el Dios de las comunidades continúa siendo el mismo Dios que, a la hora de liberar al pueblo de Egipto, cambió de nombre y se dio a conocer presentándose como Yavé, Dios presente, Dios liberador “¡Este es mi nombre para siempre!” (Ex 3,15).
2. El Espíritu Santo: “Los siete espíritus que están delante del trono de Dios”. Son espíritus, esto es, son la acción invisible de Dios en la vida y en la historia de los hombres. “El Espíritu del Señor llena el universo” (Sab 1,7). El número siete representa la plenitud de acción con la que Dios actúa en el mundo para realizar su plan. Están delante de su trono, es decir, están siempre listos para atender a cualquiera orden del Padre (5,6).
3. El Hijo: Cristo Jesús, Testigo fiel, Primogénito de entre los muertos, Rey de reyes. Jesús recibe muchos nombres. Cada nombre revela un aspecto de su rostro. Testigo fiel: Jesús dio la prueba de que Dios es fiel en el cumplimiento de sus promesas. Primogénito de entre los muertos: Jesús, nuestro hermano mayor, venció a la muerte y está vivo (1,18). En él ya está realizada la promesa que el Padre hizo para todos. Rey de los reyes de la tierra: Jesús tiene el poder de realizar la promesa del Padre. Los reyes de la tierra y el emperador de Roma no conseguirán impedirlo. Jesús es más fuerte, está muy por arriba de ellos y los domina.
Este Jesús fuerte, fiel y hermano, nos ama (1,5). Llegó a derramar su sangre para liberarnos (1,5) y hacer de todos nosotros un “reino de sacerdotes” (1,6). El tiene “el dominio por los siglos de los siglos” (1,6). Al final de los tiempos, él volverá sobre las nubes. ¡Todos lo verán y se golpearán el pecho! Incluso aquellos que lo clavaron en la cruz (1,7).
Y todo esto es lo que Juan piensa y espera del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. El saludo inicial es un breve resumen de toda la Buena Nueva del Apocalipsis.
EL ORIGEN DEL LIBRO, LA VISION DE JESUS (1,9-20)
El Apocalipsis nació de una visión que tuvo Juan de Jesús. Juan hasta recuerda el día y el lugar. Fue un domingo, “un día del Señor” (1,10), allá en la Isla de Patmos (1,9). Jesús apareció y dijo: “Escribe en un libro lo que veas y manda ese libro a las siete comunidades” (1,11). Al final de la visión Jesús repite la misma orden (1,19). Fue una visión importante. Conviene estudiarla más de cerca.
1. Una llave de lectura para entender mejor la visión que Juan tuvo de Jesús
Una visión es como un sueño. No puede ser tomado al pie de la letra, palabra por palabra. ¡Sería imposible y hasta inútil! ¿Cómo entender, por ejemplo, pies de bronce (1,15), rostro como el sol (1,16), una espada saliendo de la boca (1,16)? ¡Juan es más artista que técnico, y más poeta que profesor! Su visión es fruto de una experiencia. Juan debe de haber tenido una experiencia profunda del poder, del amor y de la santidad de Jesús. Y ahora, por medio de imágenes, trata de comunicar a otros lo mismo que él experimentó. Usa imágenes conocidas, que el pueblo entendía. El pueblo tal vez no llegará a entender todos los detalles, pero adivinará el sentido del conjunto, pues tiene la misma fe en el mismo Cristo Jesús.
Conclusión: el solo estudio no basta para entender las visiones; es necesario tener la misma fe y la misma experiencia de Dios y de Jesús. ¡Las visiones son un verdadero desafío para nosotros!
2. Algunas pistas para entender mejor los detalles de la visión
Los siete candeleros (1,12) son las siete comunidades (1,20). El hijo del hombre (1,13) es Jesús, el Mesías. La túnica larga (1,13) es signo de su sacerdocio. El cinturón de oro (1,13) nos dice que él es Rey. Los cabellos blancos (1,14) sugieren su eternidad. Los ojos como llamas de fuego (1,14) indican su ciencia divina. Los pies de bronce (1,15) son señal de firmeza y de estabilidad. Su voz fuerte, como el estruendo de aguas torrenciales (1,16), revela majestad y poder. Las siete estrellas en su mano (1,16) son los siete coordinadores o ángeles protectores de las comunidades. La espada que sale de su boca (1,16) es su palabra, que tiene el poder de Dios. Su rostro como el sol (1,16), sugiere autoridad. Al ver a Jesús, Juan cae como muerto a sus pies (1,17). Esto refleja la situación de las comunidades, que tenían miedo a la persecución y a la muerte.
A esta altura de la visión, Jesús comienza a actuar. Coloca su mano derecha sobre Juan (1,17) y dice: “¡No tengas miedo! Soy Yo, el Primero y el Ultimo! ¡Yo soy el que vive! Estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo en mis manos las llaves de la muerte y del infierno!” (1,17-18). Este gesto y esta frase de Jesús explican mucho más que todo lo que yo antes intenté hacer comprender.
LAS SIETE CARTAS A LAS SIETE COMUNIDADES (2,1 - 3,22)
Son cartas muy pequeñas, sencillas y personales, para las comunidades de Efeso (2,1-7), Esmirna (2,8-11), Pérgamo (2,12-17), Tiatira (2,18-29), Sardes (3,1-6), Filadelfia (3,7-13), y Laodicea (3,14-22). No vamos a explicar cada carta. Damos sólo algunas informaciones generales para todas las cartas.
1. Las siete divisiones de cada carta
Las siete cartas tienen la misma forma, el mismo estilo. Tienen las mismas siete partes:
A. Todas ellas son dirigidas al “ángel de la comunidad” (2,1.8.12.18; 3.1.7.14).
B. Todas se presentan como palabra de Jesús: “Así habla...” (2,1.8.12.18; 3.1.7.14).
C. En cada carta Jesús recibe un título (2,1.8.12.18; 3,1.7.14).
D. En todas las cartas, Jesús comienza diciendo: “Yo conozco...” y describe las cualidades positivas de la comunidad (2,2-3.9.13.19; 3,8). La comunidad de Laodicea no tiene nada de positivo; ella no es ni fría ni caliente (3,15).
E. Jesús describe lo que cada comunidad tiene de negativo y hace advertencias (2,4-6.14-16.20-25; 3,2-3.15-19). Dos comunidades no tienen nada de negativo: Esmirna y Filadelfia. A éstas, Jesús les da consejos de perseverancia (2,10; 3,11). En la comunidad de Sardes, lo negativo es más fuerte que lo positivo (3,4). Por esto, allá se invierte el orden.
F. Todas ellas tienen la advertencia final: “¡El que tenga oídos, escuche este mensaje del Espíritu a las comunidades!” (2,7.11.17.29; 3,6.13.22).
G. Todas ellas terminan con una promesa al vencedor (2,7.11.17.26-28; 3,5.12.21).
2. Siete sugerencias para la lectura y el estudio de las siete cartas
A. Conocer la situación de las comunidades. ¿Qué es lo que cada comunidad tiene de positivo y de negativo? ¿Cuál es el punto en que cada una debe de esforzarse más? ¿Cuáles son los peligros que la amenazan? Comparar con la situación de hoy en día.
B. Enfrentar la situación. ¿Cómo pide Juan que estas comunidades enfrenten la situación? ¿Cuáles son los recursos que cada comunidad dispone para superar sus problemas? Y ¿cómo enfrentamos hoy los problemas?
C. Alimentarse del Antiguo Testamento. ¿Cuáles son los textos y acontecimientos del Antiguo Testamento que son citados y recordados en cada carta? ¿Cuáles son las fuerzas del pasado que Juan quiere despertar en el pueblo? ¿Qué hacemos hoy para recuperar la memoria y hacer despertar en el pueblo la fuerza de su pasado?
D. Profundizar la fe en Jesús. ¿Cuáles son los títulos que Jesús recibe en cada carta? ¿Cuál es el sentido y cuál es la fuerza de cada título para la vida del pueblo? Comparar éstos, con los títulos que Jesús recibe hoy en día.
E. Saborear las imágenes y las comparaciones. ¿Cuáles son las imágenes o comparaciones usadas en cada carta? ¿De dónde fueron sacadas: del Antiguo Testamento, de la vida, de la naturaleza, o de la cultura del pueblo? ¿Cuál es el sentido y la fuerza de cada imagen para la vida? Tan sólo en la “promesa al vencedor”, las siete cartas usan las siguientes imágenes: árbol de vida (2,7), paraíso de Dios (2,7), segunda muerte (2,11), maná escondido (2,17), piedra blanca (2,17), nombre nuevo (2,17; 3,12), cetro de hierro (2,27), vaso de barro (2,27), estrella de la mañana (2,28), vestido blanco (3,5), libro de la vida (3,5), columna en el templo de Dios (3,12), nueva Jerusalén (3,12), sentarse con Jesús en el trono del Padre (3,21). Esta muestra da una idea de la riqueza contenida en las siete cartas.
F. ¡Animarse con la promesa al vencedor! ¿Cuál es la promesa que cada carta ofrece al vencedor? ¿Cómo ayuda ésta a perseverar en la lucha y a aguantar la persecución? ¿Cuál es la promesa que hoy anima al pueblo en su caminar?
G. Imitar el ejemplo de Juan. Informarse sobre la situación concreta de las comunidades de hoy que ustedes conocen. De vez en cuando, reúnan a su comunidad y en nombre de Jesús escriban una pequeña carta a una comunidad que esté necesitada de una apoyo en su caminar.
Cuarto Capítulo
EL VELO SE VA QUITANDO Y EL ROSTRO DE DIOS REAPARECE
El otro instrumento usado por el Apocalipsis para quitar el velo de los acontecimientos es la manera de dividir la historia en etapas y de presentar como futuro lo que ya pertenece al pasado.
DIVIDIR LA HISTORIA EN ETAPAS
Una comparación ayuda a entender este primer
punto. Imagina lo siguiente: tú estás de viaje. Hace ya tiempo que el autobús
está caminando por la carretera. Afuera está oscuro. Tú no sabes todavía cuánto
más va a durar el viaje, ni por dónde estás pasando. Finalmente te preocupas y
preguntas: “Chofer, ¿dónde estamos? ¿Falta mucho para llegar a San Miguel?”.
El responde: “Ya dejamos atrás Santa Rosa. Pero tuvimos que ir muy despacio a
causa del mal tiempo. En un momento más estaremos en San Miguel”. Entonces,
tú te tranquilizas y dices: “Todo está correcto. Falta poco para llegar, ¡gracias
a Dios!”
El Apocalipsis es como un conductor que ayuda al pueblo de las comunidades a situarse en el largo caminar del plan de Dios, hecho en la oscuridad de las persecuciones. La caminata ya tiene mucho recorrido. Nadie sabe cuánto tiempo va a durar todavía, ni por dónde está pasando. Angustiados, preguntan: “¿Dónde estamos? ¿Vamos a demorar mucho todavía?” (6,10). Juan, el conductor, explica a los cristianos cuántas son las etapas del camino e informa en qué etapa se encuentra la comunidad. ¿Cómo hace esto? La respuesta nos lleva al segundo punto
PRESENTAR COMO FUTURO LO QUE YA PERTENECE AL PASADO
Las visiones transportan al autor del
Apocalipsis al pasado. Al inicio del plan de Dios, o al inicio de alguna etapa
importante de ese plan. Estando allá, en el pasado, él mira hacia el futuro y
anuncia lo que a va suceder, a partir de aquel momento en adelante. Una parte
de ese “futuro” ya pertenece al pasado. Otra parte está apenas sucediendo y
otra va a realizarse. Juan describe el itinerario del camino que el pueblo de
Dios tendrá que hacer desde el inicio, hasta la victoria final. El Apocalipsis
tiene dos itinerarios de este tipo.
Primer itinerario del camino del pueblo (4,1-11,19)
En el
año 95, época de la persecución del Domiciano, Juan tiene una visión. El ve una
puerta abierta en el cielo (4,1). Entra y allí dentro ve el trono de Dios
(4,2-11). A continuación ve un Cordero con una herida mortal (5,6), que recibe
de Dios un libro cerrado con siete sellos (5,7-12). Es el momento de la
resurrección de Jesús y de su entrada gloriosa en el cielo a la derecha del
Padre. Por tanto, viviendo en el año 95, Juan fue transportado en el espíritu
al año 33, al año de la muerte y resurrección de Jesús.
Allá en el pasado, al comienzo de la última
etapa del plan de Dios, Juan mira ahora al futuro y “describe las cosas que
deben suceder” (4,1). Describe el itinerario del camino del pueblo, que va
desde el año 33, hasta el fin de la historia. El itinerario está en el libro
cerrado con siete sellos (5,1). Los siete sellos son las siete etapas del
camino.
Las primeras cuatro etapas (6,1-8) describen
cosas que ya sucedieron entre el año 33 y el año 95 y que el pueblo ya conocía.
La quinta etapa (6,9-11) describe la persecución que estaba sucediendo en el año
95. En la apertura del quinto sello, Juan dice: “Vi debajo del altar las
vidas de los que habían sido muertos por causa de la Palabra de Dios y del
testimonio que habían dado de ella” (6,9). De esta quinta etapa se dice que
va a durar sólo “un poco más de tiempo” (6,11). La sexta etapa
(6,12-7,17) describe las cosas que aún van a suceder entre el año 95 y el fin
de los tiempos. La apertura del séptimo sello (8,1-11,19) marcará el fin del
camino. Ahí “ya no habrá más tiempo” (10,6). ¡Será el final!
Mirando este itinerario, el pueblo
perseguido de las comunidades se sitúa en el camino y se tranquiliza: “Estamos
en la quinta etapa. ¡Nuestro camino está de acuerdo con el plan de Dios! ¡Es él
quien nos conduce! ¡Falta poco para que lleguemos a la meta! ¡Vamos a resistir!
Segundo itinerario del camino del pueblo (12,1-22,21)
El capítulo 12 es un nuevo comienzo. Juan
tiene una visión: ve dos signos en el cielo, una mujer embarazada que grita con
dolores de parto (12,1-2) y un dragón enorme (12,3-4), que es Satanás, “la
antigua serpiente” (12,9). Los dos están en lucha (12,4). Es la lucha
anunciada por Dios en el Paraíso Terrenal, en el comienzo de la creación (Gen.
3,15). El dragón quiere devorar al niño que está por nacer (12,4). Pero el niño,
a la hora de nacer, es arrebatado al lado de Dios, en el cielo (12,5) y el dragón
es derrotado (12,7-9). Es la victoria de Jesús, que resucita y entra victorioso
al cielo (2,10-12). Por lo tanto, viviendo en el año 95, Juan es transportado
en espíritu, al mismo tiempo, al comienzo de la creación del mundo y al
comienzo de la nueva creación, iniciada por la resurrección de Jesús.
Allá en el pasado, desde lo alto del cielo y
al lado de Jesús victorioso, él mira nuevamente hacia el futuro y hace un
segundo itinerario para el camino del pueblo perseguido de las comunidades.
Primero (12,13-17) describe las cosas que ya sucedieron entre los años 33 y 95.
El explica en esta parte el origen de la persecución que asola a las
comunidades. A continuación (13,1-14,5) describe la persecución que estaba
sucediendo en el año 95. Por un lado está el Imperio Romano, la bestia, que
recibió todo el poder del dragón (13,1-18). Por otra parte está Jesús, el
Cordero, que recibió todo el poder de Dios y que tiene un ejército de 144,000 vírgenes
(14,1-5). Finalmente (14,6-13), Juan trae el anuncio final de las cosas que van
a suceder entre el año 95 y el fin de la historia. Todo lo que sigue después
(14,14-22,21) como luego veremos, no es más que la ejecución minuciosa de ese
anuncio final que predice la condenación y la derrota total de las fuerzas del
mal.
Así, por medio de estos dos itinerarios, Juan va quitando el velo de los acontecimientos de la persecución y revela dentro de ellos la presencia de la Buena Nueva de Jesús. Los itinerarios ofrecen al pueblo de las comunidades la visión de conjunto del plan de Dios y del camino a través de la historia. Muestran cómo la misma persecución forma parte de ese plan. La persecución es sólo una etapa del camino, necesaria para llegar al final. Leyendo los dos itinerarios, el pueblo mira como en un espejo y descubre allí mismo en qué altura o paso del camino se encuentra. La oscuridad de la persecución se ilumina por dentro, el velo va cayendo y el rostro de Dios reaparece, de nuevo, en la historia del pueblo.
LOS SIETE CONSEJOS QUE JUAN NOS DEJO
Antes de que comencemos la lectura del
Apocalipsis, capítulo por capítulo, conviene recordar los siete consejos que
nos dejó Juan regados en las páginas del Apocalipsis. Son consejos que enseñan
cómo debemos de hacer esta lectura.
1. Leer y escuchar en comunidad. Juan dice: “Feliz el que lee y los que
escuchan las palabras de esta profecía” (1,3). Es uno solo el que lee. Son
más de uno los que escuchan. Por tanto, Juan sugiere que la lectura sea hecha
en comunidad. Además, él escribe el Apocalipsis para las comunidades (1,4.11).
2. Sin aumentar ni quitar nada: Muchas veces la persona no conoce el texto
del Apocalipsis. Nunca lo leyó; sólo oyó hablar de él. Lo conoce adornado o a
medias. ¡Eso no vale! Es preciso mirar bien lo que está escrito, sin aumentar
ni quitar nada. Juan dice: “A todo el que oye las palabras de la profecía de
este libro, yo declaro: ¡Si alguien aumenta alguna cosa, Dios le aumentará las
plagas descritas en este libro! Y si alguien quitara alguna cosa de las
palabras del libro de esta profecía, Dios también va a quitarle su parte del árbol
de la vida y de la Ciudad Santa, que están escritas en este libro”
(22,18-19).
3. Usar la inteligencia. Juan escribe para el pueblo de las
comunidades, que no era un pueblo muy instruido. El cree en la inteligencia del
pueblo. Por dos veces pide que las personas usen su inteligencia para descubrir
el sentido de las cosas que él escribe (13,18; 17,9). La inteligencia y la
sabiduría del pueblo que se reúne en comunidad, mantienen la imaginación dentro
de la línea correcta.
4. Tener sed de verdad y de vida. Juan dice: “¡Que venga el sediento y el
que quiera reciba gratuitamente agua de vida!” (22,17). O sea, el que va a
leer el Apocalipsis no se debe dejar llevar por los intereses de nadie. Por el
contrario, debe buscar sólo aquella verdad que sirve para mejorar la vida. Ahí,
el sediento encontrará el agua de vida de la que Juan habla. De acuerdo con Jesús,
el amor a la verdad está en los pequeños. Ellos entienden mejor (Mt 11,25-26).
5. Abrirse a la acción del Espíritu Santo. El Apocalipsis no es una palabra
cualquiera. Es una profecía venida del Espíritu Santo (22,6.10.13). Por eso, la
comunidad debe abrir los oídos para escuchar lo que el Espíritu tiene que
decir: “Quien tiene oídos para oír, oiga lo que el Espíritu dice a las
comunidades” (2,7.11.29; 3,6.13,22). La inteligencia humana sola no es
capaz de entender la palabra de Dios. El Espíritu es un don de Dios que se
alcanza únicamente por la oración (Lc 11,13).
6. Hacer que el mensaje se vuelva oración. Juan dice: “El Espíritu y la Esposa
dicen: ¡Ven! Que el que oiga, diga también: ¡Ven!” (22,17). La esposa es la
Iglesia, la comunidad. Animada por el Espíritu, ella reza. Los miembros de la
comunidad deben hacer la misma cosa. En la medida en que van “oyendo” y
entendiendo el mensaje del Apocalipsis, deben expresarlo en oración. Esto es,
deben rezar para que Jesús venga a realizar en ellos el mensaje que han
escuchado. Sin su ayuda, nada se hace (Jn 15,5).
7. Practicar la palabra oída. No basta sólo con oír, ni basta sólo con rezar. Tenemos que practicar la palabra. Juan dice: “Feliz el que practica las palabras de la profecía de este libro” (22,7). Y aún más: “Feliz el que lee y los que escuchan las palabras de esta profecía, si practican lo que en ella está escrito” (1,3). El mensaje de Dios no puede quedarse escondido en el secreto de la conciencia, sino que debe de recorrer el mundo (22,10). Es la práctica de las comunidades la que lo divulga.
LA PUERTA DE ENTRADA AL LIBRO DEL
APOCALIPSIS
Finalmente un último consejo. Juan escribió
el Apocalipsis en forma de carta. Mandó esta carta a siete pequeñas comunidades
perseguidas por el Imperio Romano (1,4.9.11). Ahora bien, la mejor manera para
que tú entiendas el mensaje de una carta es que estés en casa del destinatario
de esa carta en el momento en el que él la recibe y la lee. Ahí sientes muy de
cerca la amistad que une al escritor y al lector de la carta y entiendes mejor
el consuelo que ella trae. ¿No es así?
Esto es exactamente lo que Juan quiere. El
pide que su carta sea leída en grupo, en la misma comunidad (1,3). Por esto,
aquellos siete consejos sólo funcionan si tú lees la carta del Apocalipsis en
una casa de las comunidades perseguidas. Esto es, si te colocas al lado de los
pobres y de los oprimidos de nuestras comunidades de hoy en día; si sabes
entender y defender la causa de los que son perseguidos por la justicia. Esta
es la mejor puerta de entrada al libro del Apocalipsis. Los que se quedan del
lado de aquellos que oprimen y persiguen al pueblo, no van a poder entender
nada del mensaje que Juan tiene hoy para nosotros.
MMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM
Carlos Mesters oc
Cielo nuevo y Tierra nueva. Esperanza de un pueblo que sufre
El Apocalipsis de San Juan: Una clave de lectura
Tercer Capítulo
“¡LAS VISIONES SE ACLARAN! ¡LAS VISIONES SE ACLARAN!”
Sucedió un domingo, en un “día
del Señor” (1,10). Juan estaba en la Isla de Patmos, prisionero por causa
de su fe (1,9). Ahí tuvo una visión. El dice: “El día del Señor fui movido
por el Espíritu y oí detrás de mí una voz fuerte, como una tormenta, ordenando:
Escribe lo que ves en un libro, envíalo a las siete comunidades” (1.10-11).
Enseguida Jesús aparece (1,12-28) y repite la orden: “Escribe lo que viste:
tanto las cosas presentes, como las que deberán suceder después de éstas”
(1,19). Juan obedeció la orden de Jesús. El Apocalipsis es el resultado de su
obediencia. Es la descripción de las visiones que él tuvo (2,8).
Juan vio cosas extrañas: animales
con seis alas, cubiertos de ojos alrededor y por dentro (4,8); un cordero con siete
cuernos y siete ojos (5,6); caballos con cabeza de león y cola venenosa
(9,17.19); una bestia con siete cabezas y diez cuernos (13,1), cuyo número es
666 (13,18); una ciudad que baja del cielo (21,2); y así sucesivamente. Juan llena el Apocalipsis de números: 3, 4,
10, 1000 y sus combinaciones: 7 (3 + 4), 12 (3 veces 4), 40 (4 veces 10),
144.000 (12 x 12 x 1000), 3 y medio (mitad de 7).
¡Es otro mundo! Extraño, irreal, diferente de nuestro mundo. ¿Cómo es que unas
visiones tan extrañas pueden ser instrumento para ayudar a esclarecer la situación del pueblo? ¿Qué será lo que Juan pretendía conseguir con esas visiones? Vamos a dar cinco respuestas. Tal vez tú puedas encontrar otras respuestas más leyendo el Apocalípsis.
¿POR QUE JUAN EXPRESA TODO LO MEJOR POR MEDIO DE VISIONES Y SÍMBOLOS?
Primera respuesta: Para traer consuelo y
valentía en la lucha.
Si alguien pregunta: “¿Quién es Jesús?”, tú
contestas con una frase diciendo: “Jesús es el Hijo de Dios, Mesías, Sacerdote,
Juez, Señor de la historia, presente en la comunidad, vivo para siempre”.
Juan
responde la misma cosa con un visión y dice: “ Me volví para ver qué voz era
la que me hablaba; al volverme vi siete candelabros de oro y en medio de los
candelabros vi a uno que es como Hijo de Hombre, con un vestido que le llegaba
hasta los pies y un cinturón de oro a la altura del pecho. Su cabeza y sus
cabellos son blancos, como la lana blanca, como la nieve y sus ojos parecen
llamas de fuego. Sus pies son semejantes a bronce pulido, cuando está en horno
caliente. Su voz es como estruendo de grandes olas. En su mano derecha tiene
siete estrellas y de su boca sale un espada de doble y agudo filo. Su cara es
como el sol cuando brilla con toda su fuerza. Al verlo caí como muerto a sus pies;
pero me tocó con la mano derecha y me dijo: 'No temas nada, soy Yo, el Primero
y el Ultimo. Yo soy el que vive; estuve muerto y de nuevo soy el que vive por
los siglos de los siglos y tengo en mi mano las llaves de la muerte y del
infierno'” (1,12-18).
Las dos respuestas, la frase y la visión,
dicen una misma cosa, pero de manera diferente. En la frase eres tú el que
habla sobre Jesús; en la visión es el mismo Jesús quien se presenta. En la
frase Jesús aparece sin movimiento dentro de un discurso; en la visión él
aparece actuando. La frase da una definición; la visión pinta un cuadro. La
frase define las márgenes del río de la doctrina; la visión cuenta una
experiencia que alimenta la fuente del mismo río. La frase apela a la
inteligencia; la visión envuelve también al corazón, al sentimiento y a la
imaginación. La frase trae entendimiento; la visión comunica fuerza y valentía.
En la frase tú dices una gran verdad; en la visión Juan anunció la Buena Nueva
de Jesús.
Leyendo u oyendo la visión que Juan tuvo de
Jesús (1,12-18) tal vez no logremos entender el significado de todos los
detalles: túnica larga, cinturón de oro, ojos de fuego, pies de bronce, espada
saliendo de la boca, etc. Pero aun sin entender, la gente siente y adivina
algo. Es como lo que sucede con una música linda: a todos les gusta oírla y se
sienten bien, pero muy poca gente entiende la música. La música no está hecha
para los que la entienden, sino para los que gustan de oírla.
Las visiones son como el niño que pasea con
su padre. El niño no entiende nada de fuerza y protección, pero siente la
fuerza y la protección del padre. Por ello va tranquilo, sin miedo, a su lado.
Ahora bien, las visiones no dicen qué es la fuerza y la protección. Pero hacen
que el pueblo sienta la fuerza y la protección de Jesús caminando con él a su
lado. Doña María José decía: “Entender, no entiendo. Mi entendimiento es débil.
Pero, ¡me gusta mucho! Me da consuelo y ánimo para la lucha”.
Segunda respuesta: Para transformar la
nostalgia en esperanza
Las visiones del Apocalipsis están llenas de
imágenes y de símbolos del Antiguo Testamento. Sobre todo de los libros de
Ezequiel, Isaías, Daniel y Zacarías. Toda la historia es recordada. A veces por
una única palabra: la creación (3,14; 4,11,21,1); el paraíso (2,7; 21,4; 22,3);
el árbol de la vida (2,7; 22,2) la mujer y la serpiente (12,1-4); el arco iris
después del diluvio (4,3); la salida de Egipto (7,14); el cordero de Pascua
(5,6); las plagas de Egipto (8,6-12; 16,1-21); el canto nuevo de victoria (5,9;
14,3; 15,3); las doce tribus (21,12); su empadronamiento (7,1-8); la caminata
por el desierto (7,16-17; 12,6.14); el maná (2,17); la alianza (21,3.7); Moisés
y Elías (11,3-6); Judá (5,5); David (5,5); Jerusalén (3,12; 21,9-13); el Monte
Sión (14,1); Jezabel (2,20); Balaán (2,14); el templo (3,12; 7,15; 11,1;
21,22); las grandes promesas (10,7); la caída de Babilonia (14,8; 18,2.10); la
salida del cautiverio (18,4); el nacimiento del Mesías (12,5).
Además de recordar los acontecimientos y las
personas del Antiguo Testamento, Juan presta del Antiguo Testamento las
palabras y las frases para poder expresar su propio pensamiento. De todos los
libros del Nuevo Testamento, el Apocalipsis es el que más usa el Antiguo
Testamento. ¡Más de 400 veces! En cierta forma, las visiones no son nada más
que construcciones nuevas, hechas con viejos ladrillos del Antiguo Testamento.
Y, ¿cuál es el sentido de todo esto? ¿Por qué las visiones recorren tanto el
Antiguo Testamento?
El pueblo de las comunidades conocía el
Antiguo Testamento. Bastaba que alguien lanzara en voz alta una palabra, y el
pueblo ya se acordaba de toda la frase. El Antiguo Testamento era su pasado. ¡Un
lindo pasado! Donde Dios había manifestado con grandes milagros su presencia.
Pero ellos recordaban el pasado sólo para mantener la nostalgia, como muro de
lamentaciones: “Antiguamente sí. ¡Pero hoy...! ¡Dios no aparece más!”. Morían
de hambre con el pan del pasado en la mano, pensando que era una esponja para
enjugar las lágrimas.
Ahora bien, las visiones rellenadas con frases
y recuerdos del Antiguo Testamento, ¿qué hacen? Hacen descubrir al pueblo que
el pasado no es esponja para enjugar sus lágrimas, sino que es el pan mismo,
pan para comer; ¡pan que hace renacer al hombre! Las visiones presentan el
pasado como un espejo. ¡Es como si estuviera sucediendo ahora! Así, poquito a
poco, la energía del pasado va despertando dentro del pueblo. El velo va
cayendo y el camino se ilumina. El pueblo recupera la memoria perdida y
descubre la Buena Nueva dentro de los acontecimientos: ¡Dios continúa actuando!
Es el mismo Dios de la antigüedad. El no cambió: como era allá, es ahora acá. ¡El
está con nosotros! “¡El era, es y viene!” (1,4.8; 4,8). De este modo, la
nostalgia se transforma en esperanza.
Tercera respuesta: Para comunicar al pueblo
algo de la paz de Dios.
Alguien puede decir: “No me gusta el
Apocalípsis. No queda espacio en él para que pueda actuar el pueblo. ¡Dios lo
hace todo! El pueblo se queda sin posibilidades para luchar, pues deja todo en
manos de Dios!”. De hecho, mucha gente no comprometida se apoya en el
Apocalipsis para no tener que entrar en la lucha. Pero eso no vale para el
pueblo de las comunidades del Asia, que ya estaba luchando desde hacía muchos años.
El problema de ellos no era encontrar una manera para no tener que entrar en la
lucha, sino encontrar una manera para no desanimarse en la lucha.
Juan encontró esta manera. Las visiones
transportan e introducen al pueblo dentro del cielo (4,2-11) y comunican algo
de la paz con la que Dios, allá en lo alto, sereno y firme, dirige la lucha
contra la injusticia y la opresión (11,14-18; 12,10-11). Los soldados del ejército
del Cordero estaban perdidos en el frente de batalla (6,10). Por medio de las
visiones, Juan nos lleva hasta el cuartel general del Cordero que lidera la
batalla (14,1-15; 17,14; 7,9-17). Allá en lo alto del cielo, en el centro de
operaciones, ellos contemplan la lucha con los ojos de Dios. Descubren que la
lucha ya está ganando, a pesar de ser difícil (14,9-12; 17,14). ¡Por esto
vuelven a la lucha muy animados, con sabor anticipado de victoria! Así, por
medio de las visiones, el árbol de la comunidad afianza su raíz en el terreno
de Dios y la tempestad de las persecuciones ya no consigue arrancarlo.
Cuarta respuesta: Para defenderse contra
los opresores del pueblo.
En tiempo de persecución todo cuidado es poco. Quien habla demasiado corre el peligro de denunciar al hermano. Quien tiene algo para comunicar, lo hace de tal manera que sólo los compañeros de lucha lo entiendan; lo otros no (14,3). Decir abiertamente que el Imperio Romano era el gran enemigo a ser combatido, podía llevar a la prisión. Juan encontró el modo. El dice: “¡Aquí se necesita el discernimiento!”. Que el inteligente calcule la cifra de la Bestia, pues es la cifra de un hombre. “Su cifra es 666” (13,18). De acuerdo con el número de cada letra, el lector calculaba y descubría el mensaje por sí mismo: ¡la Bestia es el emperador de Roma! ¡Raimundo no tiene razón! De acuerdo al Apocalipsis, la bestia no es el Papa de Roma, sino el emperador romano que perseguía a los cristianos y que había mandado matar a San Pedro, el primer Papa.
NOTA: Esto nos hace ver que la apariencia es engañadora; atrás de ella se pueden esconder engaños y proyectos malos. Hay que ser más astutos para no ser engañados por falsos profetas, que no buscan el bien del pueblo. Un criterio: sólo en las obras, no en las palabras, se conoce a los verdaderos profetas.
Juan explica de la misma manera el misterio
de la gran prostituta, sentada sobre una bestia con siete cabezas (17,3). El
dice: “Aquí es preciso tener inteligencia para poder discernir: las siete
cabezas son siete colinas sobre las cuales la mujer está sentada” (17,9). ¡Para
el buen entendedor, bastan unas pocas palabras! Todos sabía que la ciudad de
Roma, sede del imperio, estaba construida sobre siete colinas.
Las visiones con sus símbolos, son un medio
para instruir al pueblo y también para defender al pueblo de sus opresores.
Ellas revelan su mensaje a los oprimidos y lo esconden a los opresores. ¡Dios
ordena ser bueno, pero no ser bobo!
Quinta respuesta: Para hacerse entender
por el pueblo de las comunidades.
Un cuadro con dibujos transmite mucho más
que sólo las palabras. Una dramatización es más instructiva que un sermón. Una
imagen dice mucho más que una frase. Para expresarse, el pueblo prefiere usar
dibujos, teatro, imágenes, carteles y comparaciones.
Lo mismo vale para el Apocalípsis. El
Apocalipsis no es una sala de conferencias donde el pueblo entra para escuchar
sentado, a alguien que habla. Se parece más a un salón enorme, lleno de imágenes
y retratos, de pinturas y cuadros, colgados todos en las paredes de sus páginas.
El pueblo de las comunidades puede entrar y andar por ahí, observando,
conversando, rezando. Puede mirar los cuadros en el orden en el que Juan los
colocó, pero no es necesario. Puede elegir a voluntad y andar por donde quiera.
Pues cada pintura, cada visión, tiene su propio mensaje.
Siguiendo sin embargo el orden en el que Juan colocó sus visiones, tú aprovechas más. Poco a poco vas percibiendo el mensaje de conjunto. Ahí, un cuadro ayuda a comprender a otro cuadro y así, el todo se ilumina. La luz del conjunto cae, a su vez, sobre los detalles y los ilumina. Más adelante vamos a intentar descubrir el orden en el que Juan colocó las visiones dentro del Apocalipsis.
LAS VISIONES DEL APOCALIPSIS NO CONOCEN EL TERMINO MEDIO
de la contribución que ellas están dando
para la victoria futura del bien y de la justicia. La victoria ya es segura,
garantizada por el poder de Dios (11,17-18; 21,6-8,27; 22,3-5). Aquello que
contribuye a la victoria es bueno, viene de Dios. Aquello que impide la
victoria viene del diablo.
Ahora bien, el Imperio Romano no estaba
contribuyendo a la victoria del bien y de la justicia así como estaba
organizado. ¡Al contrario! Impedía la victoria, pues perseguía a los que querían
contribuir con el bien y la justicia. Por eso en la descripción que hace del
imperio (13,1-8) y de la ciudad de Roma (17,1-8), Juan no encuentra nada de
bueno. ¡Ahí todo es maldad! El imperio es obra de Satanás, del Dragón (13,1-2).
La ciudad de Roma, la grandiosa sede del imperio, la capital del mundo, no pasa
de ser una gran prostituta que lleva al mundo entero a su perdición (17,1-2).
Y Juan recomienda: los cristianos no pueden ser ingenuos y alimentar un régimen cuya organización está en contra del Evangelio (18,4). No pueden permitir que la falsa propaganda penetre en las comunidades (2,14-20). Al contrario, deben permanecer firmes en la lucha y resistir hasta la muerte (2,10), a pesar de las persecuciones (3,10-11). Es en esta lucha humilde y penosa del pueblo de las comunidades donde está la semilla de la futura victoria del bien y de la justicia (2,7.11.17.26; 3,5.12.21). Resistiendo a toda costa y sin dejarse desviar, ellos serán el ejército del Cordero que enfrenta al imperio (14,1.4.5) y lo vencerá (17,14). Es por todo esto que Juan habla en términos blanquinegros. Es para ayudar a los cristianos a percibir con claridad la política del Imperio Romano y a definirse delante de esa situación.
BREVE EXPLICACION DE ALGUNOS SIMBOLOS
No es tarea de este pequeño curso explicar
todas las visiones y todos los símbolos del Apocalipsis. ¡No alcanzaría! Sólo
vamos a dar una muestra. Esto ayudará a descubrir el sentido de los otros símbolos.
La explicación será breve. Sólo una llave. Sin explicar cómo se hizo la llave,
ni cómo funciona. Esto lo descubrirá cada uno por sí mismo.
1. La mujer embarazada (12,1-2): es
el pueblo de Dios, María, engendrando al Mesías, el Libertador.
2. Dragón o Monstruo (12,3-9): es el
poder del mal que opera en el mundo, Satanás.
3. Bestia (13,1): es el Imperio
Romano, el poder que encarna el mal, matones del Dragón.
4. Bestia con apariencia de cordero y voz
de dragón (13,11): son los falsos profetas que se ponen al servicio del
Imperio Romano para legitimarlo delante del pueblo.
5. Cordero (14,1): es Jesús, el
cordero pascual, cuya sangre produce la liberación del pueblo.
6. Siete: totalidad.
7. Doce: perfección
8. Siete cabezas (12,3): son las
siete colinas de la ciudad de Roma (17,9), o siete reyes (17,9-10).
9. Diez cuernos (12,3): cuerno es señal
de poder o de rey (17,12); diez indica que no es total, mitad entre 7 y 12.
10. 1260 días (12,6), 42 meses
(11,2), un tiempo, dos tiempos y medio tiempo (12,14): es la mitad de 7
años. Indica un tiempo limitado e imperfecto. Dios limita el tiempo del
perseguidor.
11. Alas de águila (12,14): es la
protección con que Dios conduce a su pueblo (Dt 32,11; Ex 19,4).
12. Pantera, oso, león (13,2): símbolos
de voracidad y de explotación.
13. 144.000 vírgenes (14,1-4): es el
número completo: 12x12 x 1000; doce del Antiguo Testamento y doce del Nuevo
Testamento. Son vírgenes, es decir, que nunca anduvieron detrás de las faltos
dioses del Imperio Romano.
14. Babilonia (14,8; 18,2): es Roma
que explota a los pueblos para enriquecerse (18,3.9-13).
15. Hijo del Hombre (14,14): imagen
de Jesús Mesías, tomada del profeta Daniel (Dan 7,13).
16. Harmaguedón (16,16): símbolo de
derrota de los ejércitos enemigos, sacado de Zac 12,11.
17. Color blanco (19,14): símbolo de
victoria.
18. Mil años (20,2-7): es el tiempo
completo entre el fin de la persecución y el fin del mundo.
19. Lago de fuego (20,14): símbolo
del destino que tendrá todo el que se opone al plan de Dios.
20. Segunda muerte (20,14): es la
muerte de la propia muerte. Al final sólo va a quedar la vida.
21. Nueva Jerusalén (21,2): símbolo
del nuevo pueblo de Dios.
22. Bodas del Cordero (21,2; 19,9):
victoria y fiesta final de la unión de todos con Dios.
23. Alfa y Omega (21,6): primera y última letras del alfabeto griego: principio y fin.
SIETE SUGERENCIAS PARA ENTENDER MEJORLAS VISIONES DEL APOCALIPSIS
1.
Para entender bien un cuadro, no basta con mirarlo una sola vez. Hay que
retornar siempre y quedarse ahí, mirando, meditando. Y cada vez, tú descubrirás
cosas nuevas.
2.
Delante de un paisaje bonito no te fijes primero en los detalles. Deja
primero que la belleza y la paz del conjunto del paisaje entre en ti. Después,
estudia los detalles.
3.
Procura descubrir lo que viene del Antiguo Testamento. Ve a verificarlo
al mismo Antiguo Testamento. Esto ayuda a descubrir en la visiones la fuerza
que viene del pasado del pueblo.
4.
Haz una lista de las comparaciones que aparecen en las visiones. Intenta
descubrir de dónde fueron sacadas: de la vida, de la historia o de la religión
del pueblo. Procura descubrir la fuerza y el sentido de cada comparación, para
la vida del pueblo.
5.
Compara las visiones con los sueños que tú has tenido o que otros
tuvieron. Ambos tienen un sentido oculto, muy importante para la vida.
6.
Para los pasajes más difíciles, consulta con alguien, o busca las
explicaciones en los pie de página de tu Biblia. Si es posible, consulta algún
comentario, o algún diccionario de la Biblia.
7. No
te olvides de verificar cómo las visiones correspondían a la situación de
persecución en la que se encontraba el pueblo de las comunidades.
Carlos Mesters oc
Cielo nuevo y Tierra nueva.
Esperanza de un pueblo que sufre
El Apocalipsis de San Juan: Una clave de lectura
SEGUNDO CAPITULO
QUITAR EL VELO DE LOS ACONTECIMIENTOS Y ANUNCIAR LA BUENA NUEVA DE JESUS AL PUEBLO OPRIMIDO
LAS DIFERENTES
MANERAS DE ANUNCIAR LA BUENA NUEVA DE
JESUS
Hoy en día existen varias maneras o formas de transmitir un mensaje. Se puede usar la forma de historietas populares, o de tiras cómicas. También se usa la forma de un canto, sea una polca o una canción religiosa. También temas escritos, o círculos bíblicos.
La elección depende del caso, o del estilo personal. Depende también
de la situación del pueblo al que se dirige. ¡Depende de tantas cosas!
Así también, en tiempo de los primeros cristianos había varias formas de transmitir la Buena Nueva de Jesús. Existía el método utilizado por los cuatro evangelistas, o el estilo en forma de historia usado por Lucas en los Hechos de los Apóstoles.
Existía otra forma de comunicar el mensaje, el usado por San Pablo, la carta.
Otros utilizaban los cantos: María (Lc 1,46-56),o Zacarías (Lc 1,67-79). Había
también otra manera: en forma de Apocalipsis.
El Apocalipsis era un forma inventada para anunciar la Buena Nueva en época de persecución y de cambio. Había muchos Apocalipsis en aquellos tiempos, como también muchos evangelios, muchas historias y muchas cartas. pero no todo entró en el Nuevo Testamento.
Por disposición del Espíritu Santo, manifestado a través del
acuerdo común de las comunidades, sólo entraron cuatro evangelios: Mateo,
Marcos, Lucas y Juan. Se eliminaron los otros. Sólo entró una historia, la de
los Hechos de los Apóstoles. Sólo entraron 21 cartas: 14 de Pablo, 3 de Juan, 2
de Pedro, 1 de Santiago y 1 de Judas. Las otras, como por ejemplo las de
Ignacio, quedaron fuera. Y sólo entró un único Apocalipsis, el de Juan. Los
otros se descartaron.
¿COMO ANUNCIA EL
APOCALIPSIS LA BUENA NUEVA DE JESUS?
El Apocalipsis es,
ante todo, un mensaje de consuelo y de esperanza para un pueblo en crisis,
amenazado en su fe a causa de los cambios y de las persecuciones. El Apocalipsis
quiere ayudar al pueblo a encontrarse nuevamente con Dios, consigo mismo y con
su misión. Quiere animarlo a no desistir de la lucha y quiere armarlo mejor
para el combate.
Por esto,
¡cualquiera interpretación del Apocalipsis hecha para meter miedo al pueblo, o
para aumentar su desánimo, debe ser considerada como errada y falsa! ¡Sería lo
mismo que el usar al sol para mojar, o al agua para secar!
1. ¿Cómo enfrenta el Apocalipsis la crisis de fe del pueblo de las comunidades?
La crisis de fe tenía
dos causas. La causa externa era el conjunto de sucesos de la persecución y los
cambios en la sociedad. La causa interna era la falta de visión del propio
pueblo perseguido. Por tal razón Jesús parecía estar ausente para el pueblo.
Dios parecía haber perdido el control de la situación. Los opresores parecían
ser los dueños de la historia. Y muchos preguntaban: “¿Será que vale la pena
continuar participando en la comunidad?”.
El Apocalipsis
enfrenta el problema revelando la otra cara de los acontecimientos, el lado
oculto. Ilumina los hechos con la luz de la fe y descubre que:
a) Los
acontecimientos no se están escapando de la mano de Dios. A pesar de todas las
apariencias en contra, Dios mantiene el control de la situación. Jesús está
presente en la realidad de los hechos como Señor todopoderoso de la historia.
La historia camina dentro de los planes establecidos por Dios.
b) El poder de los
poderosos no pasa de ser un engaño. Parecen ser los dueños del mundo, pero no
pasan de ser meros funcionarios de segunda categoría. Aún sin quererlo, o sin
saberlo, ellos están contribuyendo a la realización del plan de Dios. El
emperador no pasa de ser un pobre infeliz, por más que grite y que oprima a los
cristianos. Su poder está limitado por Dios. ¡Su destino será la derrota total!
Este es el otro
lado de los acontecimientos, el lado oculto que sólo ven los ojos de la fe. Son
las “cosas que deben pasar muy pronto” (1,1). ¡DEBEN suceder! Nadie va a poder
impedir la realización del plan de Dios. ¡Dios es más fuerte!
2. La Buena Nueva que nace de los sucesos cuando son leídos a la luz de la fe
Levantando el velo,
Juan hace aparecer ante los ojos del pueblo la Buena Nueva que estaba ahí,
dentro de los acontecimientos y que el pueblo no veía. La Buena Nueva es esta: ¡Dios
es el Señor de la historia! El entregó todo su poder a Jesús. Ahora, ¡Jesús
conduce a su pueblo hacia la victoria final! Nadie, por más fuerte que sea,
conseguirá cambiar el rumbo del plan de Dios. Los opresores del pueblo ya van a
ser derrotados y condenados, ¡todos! La resurrección de Jesús es la prueba que
garantiza todo esto.
Por medio de este anuncio fuerte y vigoroso, el Apocalipsis cambia de lugar el peso de la balanza de la vida. Disminuye la carga de la persecución que pesaba en un lado. Fortalece el peso de la fe del otro lado. Y el pueblo se equilibra de nuevo en la vida. Ahora ya no es la persecución la que debilita la fe, sino que es la fe renovada e iluminada por la comprensión real de los sucesos, la que debilita el poder de los poderosos.
El rostro de Dios reaparece en la vida. El pueblo agradece,
estalla en cánticos de alegría y se dispone a resistir. Entona ya mismo el
“canto nuevo” de victoria como Miryam, hermana de Moisés, después de la
travesía del Mar Rojo (Ex 15,20-21).
LA BUENA NUEVA DEL
APOCALIPSIS: UNA MUSICA CANTADA A TRES VOCES DIFERENTES
Ya debes haber notado la diferencia entre el primero y el segundo capítulo de este libro. En el primero señalé muchos textos para que tú pudieras verificar en el mismo Apocalipsis las cosas que yo afirmaba. Hasta ahora en este segundo capítulo no he señalado casi ningún texto del Apocalipsis. ¿Y sabes por qué? Porque la Buena Nueva de Jesús está esparcida por todas las páginas del Apocalipsis. Es difícil decir: “¡Ella está en éste o en aquel texto!”.
La Buena Nueva está en
el corazón, en los ojos y en la mano de Juan y, por eso, acabó por
desparramarse en todos los textos. También tú coloca la Buena Nueva de Jesús en
tu corazón, en tus ojos y en tus manos y podrás reencontrarla en todos los textos.
En ellos se aclara el Apocalipsis desde dentro. La Buena Nueva es como el lecho
de un río que se ve cuando el agua está limpia y cristalina. En el Apocalipsis,
el lecho de la Buena Nueva se ve en todas partes.
La Buena Nueva en
el Apocalipsis es siempre la misma, pero es visto de tres diferentes maneras en
las tres partes que componen el libro:
1. La carta para
las siete comunidades (1,1-3,22)
Presenta la Buena
Nueva de Jesús como exigencia de fidelidad y de compromiso. Escrita por
orden de Dios (1,11), esta carta comienza con una introducción bastante larga
(1,4-20) que sirve de introducción a todo el libro del Apocalipsis. Enseguida
siguen siete pequeñas cartas para las siete comunidades (2,1,3,22).
2. La primera
lectura de los acontecimientos de la persecución (4,1-11,19)
Presenta la Buena
Nueva de Jesús como anuncio de liberación para el pueblo oprimido. La
caminata de las comunidades es vista como un nuevo éxodo; Dios está liberando
nuevamente a su pueblo de las garras del faraón. Algunos hallan que esta
primera reflexión sobre la persecución ya había sido hecha en tiempos del
emperador Nerón, esto es, en el año 64.
3. La segunda
lectura de los acontecimientos de la persecución (12,1-22,21)
Presenta la Buena
Nueva de Jesús como juicio y condenación de los opresores del pueblo. La
historia de la humanidad es vista como un juicio de Dios. Esta segunda
reflexión es muchos más concreta que la primera. Todo indica que fue hecha en
tiempos del emperador Domiciano, esto es, hacia el año 95.
Estas tres formas diferentes de presentar la misma Buena Nueva, son como tres hilos trenzados que, juntos, forman la cuerda del Apocalipsis. Cuerda fuerte, capaz de sustentar la fe del pueblo de las comunidades y de amarrar a sus opresores durante mil años (20,1-3). Son como una única melodía, cantada a tres voces diferentes.
¿COMO SE QUITA EL
VELO DE UN HECHO?
Quien transmite un
mensaje en forma de verso corto, debe conocer el ritmo de la poesía del pueblo.
Quien anuncia una noticia en forma de tiras cómicas, debe saber dibujar. Y
quien anunciaba la Buena Nueva de Jesús en forma de un Apocalipsis, ¿qué es lo
que debía saber? ¿Cuál era el instrumento que debía usar? ¿Qué hacía en
concreto para quitar el velo de un hecho y revelar dentro de éste la presencia
de la Buena Nueva?
Sobre todo, hacía
dos cosas:
1. Expresaba todo
por medio de visiones y de símbolos.
Este es el aspecto
que a nosotros nos causa hoy más dificultades. Juan no usa un lenguaje común.
Se expresa por medio de visiones extrañas, llenas de símbolos. Mucha gente deja
de leer el Apocalipsis porque no entiende nada de esas visiones que aparecen en
todas sus páginas.
2. Dividía la
historia en etapas y presentaba como profecía lo que ya pertenecía al pasado.
A veces la gente no
sabe si Juan está hablando del pasado, del presente, o del futuro. Además de
eso, no queda claro si aquellas etapas son etapas reales de la historia del
pueblo de las comunidades o si tienen otro significado.
En los próximos
capítulos vamos a ver muy de cerca cómo usó juntos estos dos instrumentos en el
libro del Apocalipsis. Es la parte más difícil, pero es aquí donde está
escondida la llave que nos abre la puerta principal del Apocalipsis.
Busquémosla.
MMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM
Curso sobre: El Apocalipsis de San Juan: Una clave de lectura
Cielo nuevo y Tierra nueva
Esperanza de un pueblo que sufre
Carlos Mesters oc Carlos Mesters
PRIMER CAPITULO
APOCALIPSIS: UN MENSAJE CONSOLADOR PARA EL PUEBLO PERSEGUIDO DE LAS COMUNIDADES
¿CUANDO FUE ESCRITO EL APOCALIPSIS?
El Apocalipsis fue escrito entre
los años 90 y 100. No se sabe el año exacto. Para facilitar las cosas, vamos a
decir que fue escrito en el año 95. Era una época de persecución.
Después de la muerte y
resurrección de Jesús, el Evangelio se esparció rápidamente. En todas partes
surgían pequeñas comunidades. En poco tiempo la Buena Nueva de Jesús traspasó las fronteras de Palestina. Entró en
los límites del Imperio Romano: Asia Menor, Grecia, Italia. No fue un camino
fácil. Hubo muchas dificultades y persecuciones, pero el sol brillaba a pesar
de todo. El viento era favorable.
Sin embargo, el cielo fue
cubriéndose poco a poco de nubes. Una tempestad se avecinaba. La escuela del
Imperio Romano enseñaba que el emperador era el Señor del mundo (13,4.14). Y
los cristianos decían lo contrario: “Jesús es el Señor de Señores!”
(17,14; 19,16). ¡Y no era una pelea sólo de palabras! El imperio tenía sus
dioses (2,14) y era en nombre de estos falsos dioses, en el que el emperador se
declaraba Señor del mundo. Todos debían rendirle culto (13,8-15). Así, ayudado
por la religión, el emperador había conseguido un sistema para controlar la
vida del pueblo (13,16-17) y para explotar a los pobres, para aumentar el lujo
de los grandes (18,3.9.11-19).
Para los cristianos, Dios es uno
solo. Y si Dios es uno solo y Padre de todos, ¡entonces todos somos hermanos!
Por esto los cristianos procuraban vivir como hermanos en nombre de su fe.
Ponían en común sus bienes (Hch 2,44-45; 4,32-34). Decían que todos eran igual
(Gál 3,28; 1 Cor 12,13; Col 3,11) Condenaban a los ricos que explotaban a los
trabajadores (Sant 5, 1-6). No querían apoyar el sistema injusto del Imperio
Romano (18,4).
Por tanto, no era una pelea sólo
de palabras, ni una discusión sobre los dioses allá en el cielo. Se trataba
también de la organización de la vida del pueblo aquí en la tierra. La nueva
organización iniciada y anunciada por los cristianos, amenazaba el sistema del
imperio. Tarde que temprano esto iba a traer un conflicto abierto. De hecho,
treinta años después de la muerte de Jesús, el emperador Nerón decretó la
primera gran persecución. Sucedió en el mes de julio del año 64 y fue el inicio
de los males.
Volvió la paz después de Nerón.
Pero no era paz. Era solamente un tregua. Todos sabían que el imperio no iba a
permitir a las comunidades que creciesen y se expandiesen. Las comunidades eran
como hormigas. Ponían de cabeza al sistema del imperio desde dentro. Por eso el
emperador Domiciano decretó una nueva persecución alrededor del año 90, esta
vez más violenta y mejor organizada. Domiciano torturaba a los cristianos para
forzarlos a abandonar su fe.
Por eso al llegar el fin del
primer siglo, parecía haber llegado también el fin de la marcha de las
comunidades. Las puertas estaban cerradas. Todo el poder del mundo se volvía
contra los cristianos. Muchos abandonaban el Evangelio por miedo y se pasaban
al lado del imperio. En la comunidad se decía: “¡Jesús es el Señor!” Pero
fuera, el emperador de Roma era quien mandaba realmente como Señor todopoderoso.
Y es en este fin del primer siglo, época de persecución, cuando fue escrito el
Apocalipsis.
¿PARA QUIENES FUE ESCRITO EL
APOCALIPSIS?
Juan escribió el Apocalipsis para
el pueblo de las pequeñas comunidades esparcidas por el Imperio Romano, sobre
todo por Asia Menor (1,4.11). ¿Cuál era la situación de ese pueblo?
Era un pueblo perseguido (1,9). En
el momento de escribir el Apocalipsis, el mismo Juan estaba preso por causa de
su fe (1,9). La persecución era violenta (12,13.17; 13,7). Había prisioneros
(2,10) y muchos ya habían sufrido el martirio (2,13; 6,9-11; 7,13-14; 16,6.17;
18,24; 20,4). Era muy difícil mantener la fe (2,3-4). El control de la policía
era total; nadie podía escapar a su vigilancia (13,16). Quien no apoyaba el
régimen del imperio, no podía vender ni comprar nada (13,17). La propaganda era
enorme (13,13) y se infiltraba en la comunidades (2,14.20). El emperador era
presentado como si fuera un nuevo Jesús. Hasta decían que él había resucitado
(13,3.12.14). La tierra entera lo adoraba como si fuera un dios y apoyaba su
régimen (13,4.12-14).
El pueblo de las comunidades tenía
además otras dificultades. Estaba el cansancio natural después de tantos años
de caminar (2,2). Había bajado el entusiasmo del primer fervor (2,4). Estaban
los falsos líderes que se presentaban como apóstoles y no lo eran (2,2).
Corrían doctrinas equivocadas que traían confusión (2,6.15); las persecuciones
por parte de los judíos (2,9; 3,9); el problema de otras religiones que se
mezclaban con la fe en Jesús (2,14-15.20). Algunas comunidades se estaban
muriendo (3,1); otras, aunque debiluchas, continuaban firmes en la fe (3,8). En
general era gente pobre y hasta indigente (2,9). Las comunidades más ricas se
acomodaban engañadas por su riqueza (3,16-17). ¡No eran ni frías, ni calientes!
(3,15).
Es para este pueblo de las
pequeñas comunidades, para quien Juan escribe su libro. Como hoy, también en
aquel tiempo eran los débiles y los pobres los que continuaban firmes en la fe
y en la lucha. Había quienes confundían las cosas, sin entender su sentido
correcto. ¡Todos perseguidos! ¡Todos necesitados de una palabra de luz, de
aliento, de coraje! En aquel tiempo eran otros los nombres. Hoy ellos se llaman
María José, Antonio y Raimundo..
¿QUIEN ESCRIBIO EL APOCALIPSIS?
El autor del Apocalipsis no firmó
su libro, ni puso fecha. Poco sabemos de su vida, pero dejó algunas
informaciones. El se presenta así: “Yo, Juan, hermano de ustedes, con
quienes comparto las pruebas, el reino y la perseverancia en Jesús, me
encontraba en la Isla de Patmos a causa de la Palabra de Dios y por haber dado
testimonio de Jesús” (1,9).
Su nombre es Juan. No muestra
ningún título, ni de obispo, ni de padre, ni de evangelista, ni de apóstol. El
título que vale para él es: “Hermano y compañero en la tribulación”
(1,9). El mismo es un perseguido por causa de su fe. Sufre lo mismo que los
otros. Conoce por dentro el drama de los compañeros y por esto, está en
condiciones de animarlos.
Juan tiene conciencia de ser el
portador de una profecía de parte de Dios para el pueblo de las comunidades
(1,1-3; 22,6-8). Se presenta con autoridad y pide obediencia (22,18-19). Su
autoridad viene de la palabra de Dios (1,2). El mismo encarnó esta palabra en
su propia vida (10,8-11) y por eso tiene autoridad para hablar.
Parece ser que Juan era el
coordinador general de las comunidades del Asia Menor, pues para ellas envía su
libro (1,14.11). Además de eso, está bien compenetrado de la situación, y de
los problemas de cada una de las siete comunidades, como lo demuestra en las siete
cartas (2,1-3.22). A pesar de su autoridad, Juan parece haber sido un persona
humilde, que no tenía miedo ni vergüenza de confesar lo que no sabía (5,4;
7,13-14).
Juan no escribe para todos
indistintamente. El escribe para los “hermanos y compañeros” perseguidos
(1,9). A primera vista él sólo se dirige a los hermanos perseguidos de las “siete
comunidades que están en el Asia” (1,4.11). Pero muchas veces el número siete
significa todos en el Apocalipsis. Y así, escribiendo para aquellas siete
comunidades, Juan quiere orientar y animar a todas las comunidades,
inclusive a las de hoy en día.
¿QUE ES LO QUE EL APOCALIPSIS
TIENE QUE DECIR AL PUEBLO DE LAS COMUNIDADES?
Apocalipsis es palabra que viene del griego y
quiere decir revelación. Revelación es lo mismo que quitar el velo,
develar. Cuando una cosa está cubierta por un velo, nadie puede verla.
¿Cuál es ese asunto encubierto del cual Juan va a levantar el velo para
mostrarlo al pueblo?
El asunto encubierto era la propia
situación del pueblo de las comunidades. Nadie observaba clara y correctamente
las cosas. Ya no entendían la persecución. El pueblo estaba impaciente y decía:
“¿Hasta cuándo, Señor?” (6,10). Si Dios era el dueño del mundo, ¿cómo
permitía él esa persecución tan prolongada? Dios parecía haber perdido el
control de la situación: ¡el emperador de Roma era el que realmente mandaba en
el mundo!
Ahora bien, el Apocalipsis es la
respuesta de Dios al pueblo afligido y perseguido de las comunidades. Fue
escrito por orden de Dios (1,11.19), para ser revelación. Esto es, para
levantar el velo y esclarecer la situación del pueblo con la luz de la fe. El
libro comienza con estas palabras solemnes: “Revelación de Jesucristo”
(1,1).
Por medio de esta “revelación de Jesús” que es
transmitida por Juan, Dios va a quitar el velo y revelar al pueblo su plan de
salvación, etapa por etapa. Va a “mostrar a sus siervos las cosas que deben
suceder muy pronto” (1,1). Va a dar luz al pueblo y a desenmascarar las
falsas propagandas del imperio.
Las cosas que Dios realiza para su
pueblo, “tanto las cosas presentes, como las que deberán suceder después de
éstas” (1,19), se dan en los mismos acontecimientos de la vida. Pero el
pueblo no se daba cuenta y por eso se encontraba impaciente, triste. Para poder
percibir la acción de Dios dentro de la vida no basta que Juan levante el velo.
Es necesario que el pueblo colabore escuchando
y practicando la palabra de Dios que Juan le transmite. Así
re-encontrará la alegría. “¡Feliz el que lee y los que escuchan las palabras
de esta profecía, si practicaran lo que en ella está escrito, pues el tiempo
está cerca!” (1,3).
Esta es la Buena Nueva que el
Apocalipsis quiere revelar al pueblo de las comunidades: “¡El tiempo está ya
cerca!” (1,3). Dentro del tiempo de la historia marcado por las
persecuciones, existe el tiempo de Dios, la hora de Dios, el plan de Dios. Este
plan entró en su fase final. Se agotó el plazo. ¡Dios está por llegar! El
Apocalipsis va levantando el velo para que el pueblo descubra dentro de los
acontecimientos de la persecución, la Buena Nueva de la llegada de Dios, que
viene para liberarlo.
Curso sobre: El Apocalipsis de San Juan: Una clave de lectura
Cielo nuevo y Tierra nueva
Esperanza de un pueblo que sufre
Carlos Mesters oc Carlos Mesters, es un fraile Carmelita Holandês, misionero en Brasil desde 1949. Sacerdote Católico, es Doctor en Teología Bíblica. Vive en un barrio de fabelas, chabolas en Brasil.
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Ánimo, necesitamos seguidores de Jesús bien
formados. Gracias
Contenido del Curso:
Esquema del Apocalipsis
Introducción: los tres diálogos sobre el Apocalipsis
1. Apocalipsis: Un mensaje consolador para el pueblo perseguido de las comunidades
¿Cuándo fue escrito el Apocalipsis?
¿Para quiénes fue escrito el Apocalipsis
¿Quién escribió el Apocalipsis?
¿Qué es lo que el Apocalipsis tiene que decir a las comunidades?
2. Quitar el velo de los acontecimientos y anunciar la Buena Nueva de Jesús al pueblo oprimido
Las diferentes maneras anunciar la Buena Nueva de Jesús
¿Cómo anuncia el Apocalipsis la Buena Nueva de Jesús?
La Buena Nueva del Apocalipsis:
Una música cantada a tres voces diferentes
¿Cómo se quita el velo de un hecho?
3. ¡Las visiones se aclaran! ¡Las visiones se aclaran!
¿Por qué Juan expresa todo lo mejor por medio de visiones y símbolos?
Las visiones del Apocalipsis no conocen el término medio
Breve explicación de algunos símbolos
Siete sugerencias para entender mejor las visiones del Apocalipsis
4. El velo se va quitando y el rostro de Dios reaparece
Dividir la historia en etapas
Presentar como futuro lo que ya pertenece al pasado
Los siete consejos que Juan nos dejó
La puesta de entrada al libro del Apocalipsis
5. “Quien tiene oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las comunidades”
La carta a las siete comunidades (Ap 1 - 3)
La historia de cómo nació y creció el libro del Apocalipsis
Título y resumen del Apocalipsis
Saludo inicial
El origen del libro, la visión de Jesús
Las siete cartas a las siete comunidades
6. “Sabrán que yo soy Yavé, su Dios y su Libertador
Primer itinerario de camino del pueblo (Ap 4 - 11)
La visión del trono de Dios
La visión del Cordero herido de muerte
La apertura de los siete sellos
La misión del pueblo de las comunidades
Las siete plagas del séptimo sello
La llegada definitiva del Reino de Dios
Pasando del primero al segundo itinerario
7. “A pesar tuyo, mañana ha de ser otro día”
Segundo itinerario del camino del pueblo (Ap 12 - 22)
El pasado: La lucha entre la mujer embarazada y el dragón de fuego (12,1-17)
El presente: Los dos bandos en lucha, la Bestia y el Cordero (13,1-14,5)
El futuro: Juicio y condenación de la Bestia y del Dragón (14,6 - 20,15)
La fiesta final del camino (21,1 - 22,5)
Siente puntos para ayudar a meditar el futuro que Dios ofrece
Recomendaciones finales (22,6-21)
Revelación del futuro
-1-
Es importante a la
hora de hacer el curso dos cosas: la primera busca un momento para estar
tranquilo o tranquila y leer con calma. Segundo tener en las manos el libro del
apocalipsis (Es un libro del Nuevo Testamento)
ESQUEMA DEL APOCALIPSIS
I. LA CARTA PARA
LAS SIETE COMUNIDADES (1,1 - 3,22)
1,1-3 Título
y resumen del libro
1,4-8 Saludo
inicial
1,9-20 Origen del libro: la visión de Jesús
2,1-3,22
Las siete cartas para las siete comunidades
2,1-7 Para Éfeso
2,8-11
Para Esmirna
2,12-17
Para Pérgamo
2,18-29
Para Tiatira
3,1-6 Para Sardes
3,7-13
Para Filadelfia
3,14-22 Para Laodice
II. PRIMER
ITINERARIO DEL CAMINO DEL PUEBLO:
DIOS LIBERA A SU PUEBLO (4,1 -11,19)
4,1-11 Visión del Trono de Dios
5,1-14 Visión del Cordero con llaga de muerte
6,1 - 7,17 Apertura del libro cerrado con siete
sellos
6,1-8 El
pasado: apertura de los primeros cuatro sellos
6,9-11 El presente: apertura del quinto sello
6,12 - 7,17 El futuro: apertura del sexto sello
6,12-17 Derrota de los opresores del pueblo
7,1-17 La
misión del pueblo perseguido
8,1 - 10,7 Apertura
del séptimo sello: las siete plagas finales de la historia
10,8 - 11,13
Intervalo que prepara el segundo itinerario
10,8-11 Visión del librito dulce y amargo
11,1-13 Visión de dos testigos: Moisés y Elías
11,14-19 Séptima plaga, que marca la llegada definitiva del Reino de Dios.
III. SEGUNDO
ITINERARIO DEL CAMINO DEL PUEBLO:
DIOS JUZGA A LOS OPRESORES DEL PUEBLO (12,1 -
22,21)
12,1-17 El pasado: la lucha entre la mujer y el
dragón
13,1 - 14,5 Los dos campos en lucha: la bestia y
el Cordero
13,1-18 La bestia: el Imperio Romano
14,1-5 El cordero y su ejército: el pueblo de las
comunidades
14,6 - 20,15 El futuro: juicio y condenación de los
opresores del pueblo
14,6-13 Tres ángeles anuncian lo que va a
suceder
14,14-20,15 Se realiza el anuncio hecho por los tres
ángeles
14,14-20 Llegada del día del Juicio
15,1-19,10 La caída de Babilonia
19,11-20,15 Derrota final del poder del mal
21,1 - 22,5 La fiesta final del caminar del pueblo
22,6-21 Recomendaciones finales
INTRODUCCION
CUATRO DIALOGOS SOBRE EL APOCALIPSIS
El Apocalipsis es
un libro muy solicitado por el pueblo. Libro misterioso. ¡Lleno de visiones
extrañas! Todos perciben que algo importante se oculta en su interior para dar
sentido a la vida. Pero hay diferentes maneras de leerlo.
PRIMER DIALOGO
- Doña María José,
¿lee usted la Biblia?
- Sí, Señor, la leo
todos los días.
- ¿Cuál es la parte
de la Biblia que lee usted más?
- ¡Ah! ¡A mí, lo
que más me gusta es el Apocalipsis! Lo leo todos los días.
- ¿Entiende usted
todo lo que lee en el Apocalipsis?
- Entender, lo que
se dice entender, no. Comprendo muy poco. Pero, ¡me gusta mucho! ¡Me da
consuelo y valor para la lucha!
María José lee el Apocalipsis no tanto para entender las
cosas, sino para sentir de cerca el apoyo de Dios. Así, ella hace acopio de
fuerza para la lucha. De hecho, el solo entendimiento sin fuerza que empuje, no
lleva a la lucha. ¡Un buen volante, pero sin motor, no hace andar al carro!
¿Pero bastará la sola fuerza sin el entendimiento?
SEGUNDO DIALOGO
- Señor Delgado,
¿lee usted la Biblia?
- De vez en cuando,
pero me gusta mucho.
- ¿Por qué?
- ¡Porque no la
entiendo! Sobre todo el Apocalipsis. No
entiendo nada; hasta me da miedo.
- ¿Miedo? ¿Por qué?
- Por aquellas
visiones terribles del fin del mundo y de la bestia. Para quien no lo entiende,
da más miedo que consuelo.
El valor para luchar nace de la fe y necesita del
entendimiento. De lo contrario, ese valor se debilita y se pierde en el vacío.
No basta tener un buen motor. Es necesario que el volante sea también bueno. Si
no, el coche puede voltearse y despedazarse todo. No todos somos como María
José: muchos son como Delgado. Si no lo entienden, el Apocalipsis no les dice
nada. Más bien produce miedo y hasta aleja al pueblo. ¿Dónde buscar la luz para
entenderlo?
TERCER DIÁLOGO
-
Hola Petra
-
Hola Natalio
-
Dicen por ahí que el fin del mundo está cerca, cree usted
en eso?
-
Pues claro, Nata. Lee la biblia, el apocalipsis y allí
dice del final de los tiempos, con sucesos cataclísmicos de magnitud enorme que
destruyen la Tierra y a todos sus habitantes.
Para Petra, que lee sin saber lo que quieren decir las
palabras, cree que eso va a pasar y para ella el Apocalipsis es un libro que
predice el futuro, como los Mayas, Nostradamus, Testigos de Jeová…
CUARTO DIALOGO
- Señor Raimundo,
¿ya sabe la noticia?
- ¿Qué noticia?
- ¡La del Papa en
Roma! Sufrió un atentado de bala, ¡pero no murió!
- ¡Ah! Esto ya lo
sabía desde hace mucho tiempo. No me sorprendió.
- Pero, ¿cómo no le
sorprendió?
- Pues este hecho
está de acuerdo con lo que está escrito.
- ¿Escrito?, ¿dónde,
señor Raimundo?
- ¡En la Biblia!
¡En el Apocalipsis! Ahí dice que la bestia es herida de muerte pero sobrevive,
¿no es así? ¡Pues entonces!
Para Raimundo, que no es católico, la bestia es el Papa
de Roma. El lee el Apocalipsis con este entendimiento. Para algunos, la bestia
es el actual gobierno. Para otros, es el capitalismo. Para otros más, el
comunismo. De acuerdo a su propio entendimiento, cada uno lee el Apocalipsis y
saca de él sus propias conclusiones. ¿Quién tiene razón?
Lo mejor será preguntarle
directamente al autor del Apocalipsis: “Señor Juan, ¿cuál es el verdadero
sentido de las cosas que usted escribió?”. Está claro que Juan no va a
respondernos. El murió hace casi dos mil años. Pero a lo largo de las páginas
del Apocalipsis dejó varias informaciones esparcidas que aclaran el sentido de
muchas cosas. Vamos a recoger todas estas informaciones en los siete capítulos
de este libro y a presentarlas como una llave de lectura para el libro del
Apocalipsis.
AVISO: En este
pequeño libro, usted va a encontrar muchas veces algunos números entre
paréntesis, sin ninguna otra indicación. Por ejemplo, (14,13) o (4,1-11,19).
Esto indica siempre el libro del Apocalipsis. Dicho de otro modo sería:
Apocalipsis, capítulo 14, versículo 13, o Apocalipsis, capítulo 4, versículo 1,
hasta el capítulo 11, versículo 19. Los otros libros de la Biblia serán
indicados conforme a sus respectivas señales. Por ejemplo (Ex 19,4) es el libro
del Exodo, capítulo 19, versículo 4.
El Apocalipsis es el último libro de toda la Biblia. Y siempre ha sido un misterio para los seres humanos. Y como es un libro misterioso, ha sido motivo de muchas malas interpretaciones. También ha sido motivo de preocupaciones en todas las épocas, pues muchos han visto en él sólo destrucción y castigo. Apocalipsis significa “revelación”.
El Apocalipsis tiene un especial género literario: su género es
apocalíptico. Es un género usado en tiempos de persecuciones. Es una literatura
de resistencia que busca proporcionar esperanza a los perseguidos. En el
momento que se escribió el Apocalipsis (90 a.d.), el pueblo cristiano sufría
tremendas persecuciones. De allí que esté lleno de muchos simbolismos,
imágenes, números, utilizados para mantener a los perseguidores en la
ignorancia.
En el Apocalipsis
los números son usados como símbolos. El siete, por ejemplo, denota la
perfección (porque la cabeza perfecta tiene siete orificios). Pero el seis
significa la imperfección, pues le falta uno de siete, como la ceguera, por ejemplo,
que es falta de vista, es una imperfección. Y la máxima imperfección es el seis
triplicado (666) que es el número del Mal, el número de la Bestia (Ap.
13, 18).
Otro número
mencionado en este libro es el doce. El doce es un número santo. Simboliza las
doce tribus de Israel y los doce Apóstoles. Doce al cuadrado es 144 (plenitud),
multiplicado por 1000 (gran cantidad) es 144.000. Esta cifra no significa, como
predican algunas sectas, que sólo irán al Cielo 144.000 personas. La cifra es
un número simbólico que indica una gran muchedumbre, como dice también el
Apocalipsis: “luego vi un gentío inmenso, imposible de contar, de toda
nación, raza, pueblo y lengua ...” (Ap. 7, 9).
El Apocalipsis es
también un libro profético, de anuncios futuros. Anuncios inmediatos para los
que vivían en el tiempo en que fue escrito, siempre en la línea de que los
malos serían castigados y los buenos resultarían victoriosos y premiados si
perseveraban en ser testigos de Cristo.
El Apocalipsis
también anuncia que lo que sucedía a los cristianos y a la Iglesia en el Siglo
I, seguiría ocurriendo a lo largo de los siglos hasta el fin de la historia
humana. En otras palabras, siempre habrá un “dragón rojo” y “dos
bestias” persiguiendo a la Iglesia y a sus hijos. Pero, a pesar de los
esfuerzos del dragón y sus secuaces, el Cordero (Cristo) y sus seguidores
siempre triunfarán.
La profecía básica
y constante del Apocalipsis es que siempre habrá persecuciones de los buenos
por parte del Mal. Pero el Mal será castigado y los buenos triunfarán al final.
Dios vencerá el Mal.
XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXxXX
CAMINAR SOBRE LAS AGUAS
Mt 14, 22-33; Mc 6, 45-52; Jn 6, 16-21
El idioma del evangelio no es el nuestro. Nos equivocamos al leerlo como si la gente de hace dos mil años pensara, se expresara o escribiera como nosotros. Su manera de ser estaba mucho más cerca de lo teatral y de la pintura que de nuestra actual escritura.
En esos tiempos, muy pocos sabían leer. Lo que cuentan los evangelios fue contado, mimado y tal vez representado en pequeños grupos ante diferentes públicos, suscitando fervor y admiración y seguramente también controversias y debates. Era un poco como la televisión de esa época, el espectáculo improvisado en el fondo de una callejuela, a la sombra de un árbol o en la galería de un albergue.
Jesús era para muchos "el" héroe. Sus numerosos admiradores no se cansaban de contar su historia. Cada uno le agregaba alguna pincelada y, para mayor regocijo de los oyentes, hasta competían para que el personaje fuera cada vez más querido y aceptado.
Lo importante era hacer conocer a los paisanos al hombre que les había cambiado la vida. Un hombre que simplemente había terminado con las supersticiones, los miedos, con el pozo sin fondo que los mantenía lejos de la intimidad con Dios, lejos de su misericordia, lejos de su corazón.
Un hombre que se había empeñado en abolir un sinnúmero de tabúes y de prejuicios enraizados en lo sagrado, y en derribar una cantidad de muros que separaban a los géneros, a las razas, a las clases sociales, a las naciones, a los pueblos, a las religiones.
Un hombre que desenmascaraba la idolatría de quienes oprimían hipócritamente bajo el manto de la religión. Un hombre que sabía que todo eso le costaría la vida pero no retrocedió, ni siquiera ante la muerte. Un ser fuera de medida, un ser por encima de las normas, un ser asombroso, un ser maravilloso, un ser libre.
Un hombre que inspiraba valor, audacia, dignidad. Que le devolvía la confianza a la humanidad, que le devolvía la esperanza y la alegría de vivir. Que mostraba que las cosas no tenían que ser siempre aguantadas sino que podían ser cambiadas. Que nada era inmutable, que nada estaba clasificado definitivamente o fijado para la eternidad.
Para describir a Jesús, no había expresiones, ni imágenes lo suficientemente fuertes. Ni nada demasiado hermoso y asombroso.
De modo que es inútil romperse los sesos tratando de saber si Jesús nació de una virgen y cómo resucitó de entre los muertos, si caminó realmente sobre las aguas, multiplicó los panes, cambió el agua en vino, devolvió la vista a ciegos. Todas esas expresiones quieren decir más o menos lo mismo: "Todo lo que Jesús ha sido va más allá de la cruz, la tumba, la muerte. Todo lo que ha sido es siempre actual, siempre válido, siempre eficaz y siempre verdadero."
En otros términos, la muerte no pudo nada contra Jesús. Él está vivo. ¡Más que nunca! La prueba de que no se ha ido realmente de este mundo, somos nosotros los que estamos acá. Le hemos dicho no a la muerte. Le hemos dado la espalda. Nos reímos de ella. Puede ser que nos maten, pero viviremos como él vive. Nada de volver a nuestras tumbas, a nuestros miedos, a nuestra esclavitud.
En el apoyo que nos brindamos los unos a los otros, en nuestra solidaridad, en nuestro amor, encontramos la fuerza que antes no teníamos, la libertad que no conocíamos, la alegría y el bienestar que nos eran extraños. Es aquí, en lo que nosotros estamos viviendo, adonde palpamos que Jesús ha derribado el muro de la muerte, que él está vivo, que lo escuchamos hablar y que percibimos su respiración y su mismo aliento.
Es él quién, a través nuestro, continúa iluminando, perdonando, curando, liberando y resucitando.
Para nosotros, entre todo lo que existe, él ha sido, y es aún, lo que más es parecido a Dios y, a la vez, es todo lo más humano y más próximo a nosotros que pueda haber.
Él nos ha mostrado en una forma incomparable que con Dios nada es imposible. Y nosotros, estimulados por su testimonio, creemos lo mismo.
Es por eso que no dudamos en afirmar que otro mundo es posible.
Sí, nosotros creemos que aún desde nuestra impotencia, o de nuestra nada, podemos obrar maravillas y recrear este mundo. Creemos que nuestros corazones de piedra pueden transformarse en corazones de carne.
Creemos que el poder del amor es inmenso y es capaz de todo. Es capaz de audacias, de creatividad, de inteligencia, de ciencia, de libertad, de superación y de humanidad ilimitadas.
Creemos que desde lo más profundo de nuestro ser pueden brotar fuerzas desconocidas y de nuestra roca, ríos de vida. Nuestras tierras quemadas, envenenadas, asesinadas por nuestras guerras, odios, depredaciones y desasosiegos, serán cambiadas en huertos y verdes praderas.
Purificaremos el aire de nuestro cielo y lavaremos el agua de los mares y restauraremos la vida en toda la superficie de la tierra. Haremos milagros. ¡Nada es irreversible! Todo puede cambiar. Todo puede ser transformado. Todo puede ser iluminado y recreado.
¡Sí, podemos caminar sobre las aguas!
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Nuestro Dios es Santo
Los magos de Oriente…
Evangelio según San Mateo 2, 1-12
1Jesús nació en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes. Por entonces sucedió que unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén 2 preguntando: ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Vimos su estrella en el oriente y venimos a adorarle.
3 Al oírlo, el rey Herodes comenzó a temblar, y lo mismo que él toda Jerusalén. 4 Entonces, reuniendo a todos los sumos sacerdotes y letrados del pueblo, les preguntó en qué lugar debía nacer el Mesías.
5 Le contestaron: En Belén de Judea, como está escrito por el profeta:
6 Tu, Belén, en territorio de Judá,
No eres ni mucho menos la última
de las poblaciones de Judá,
pues de ti saldrá un líder, el pastor de mi pueblo Israel.
7 Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, les preguntó el tiempo exacto en que había aparecido la estrella; 8 después los envió a Belén con éste encargo: averigüen con precisión lo referente al niño y cuando lo encuentren avísenme, para que yo también vaya a adorarle.
9 Y habiendo escuchado el encargo del rey, se fueron. De pronto, la estrella que habían visto en oriente avanzó delante de ellos hasta detenerse sobre el lugar donde estaba el niño. 10 Al ver la estrella se llenaron de una inmensa alegría. 11 Entraron en la casa, vieron al niño con su madre, María, y postrándose le adoraron; abrieron sus tesoros y le ofrecieron como regalos: oro, incienso y mirra.
12 Después, advertidos por un sueño de que no volvieran a casa de Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
(Extraído de La Biblia de nuestro Pueblo)
La solemnidad de la Epifanía del Señor, como se denomina en la liturgia este día, suele pasar para muchos inadvertida, o incluso, olvidada tras la fantasía de los reyes magos que traen regalos a los niños cada 6 de enero. A pesar de ello posee gran importancia, no solo en la comprensión del cristianismo como tal, sino también en nuestra propia comprensión como cristianos no provenientes del judaísmo
La palabra mago describe a alguien capaz de hacer que el poder divino se manifieste de forma concreta, física y tangible a través del milagro personal. […] El mago tiene un poder personal e individual, mientras que el sacerdote o el rabino tienen el poder comunitario ritual. […] Los magos cuestionaban siempre la legitimidad del poder espiritual. Algo curioso es advertir que mientras en el relato del éxodo el faraón se encuentra estrechamente vinculado a los magos, que representaban el poder de los dioses de Egipto, en el relato de Mt 2, quienes están colaborando con Herodes son los sumos sacerdotes y escribas, mientras que los magos de oriente están de parte del auténtico plan de Dios”[1].
¿Quiénes son los magos hoy? ¿Podemos ser nosotros? ¿Debemos serlo? La pregunta verdadera no es por los magos en sí, sino por el propio Mesías, el salvador de los hombres. Jesús no sólo es el heredero de las promesas de Israel, Él es la respuesta a la esperanza de todos los hombres y mujeres de la tierra, de todos los tiempos. Y allí en los magos de oriente, en los pastores del relato de Lucas, en José y María, estamos todos representados. Pero también lo estamos en Herodes y los letrados y sumos sacerdotes.
Cuántas veces naciendo entre nosotros lo rechazamos, sin atrevernos a dejar de lado todo aquello que nos deshumaniza, para lanzarnos decididamente en su búsqueda, en lo más humilde, en lo más pequeño, débil y olvidado de este mundo: en el pesebre. Sólo por ese camino de la estrella de Belén, nos encontraremos, como los magos, en el misterio de la presencia amorosa de Dios, en aquella epifanía (manifestación) de Jesús. Y al igual que ellos, no podemos regresar por el mismo camino. Luego del encuentro con Jesús se crea un cambio radical, no podemos seguir como antes. Su presencia, una vez que ha llegado, debe transformar toda nuestra vida. No se puede vivir como una curiosidad, como un fenómeno a entender o estudiar; exige, luego del asombro, la apertura del corazón a la aceptación del Misterio. Cuando se haya hecho carne en nosotros no podremos más que anunciarlo con gozo al mundo, dando testimonio de Él con nuestra propia vida, convirtiéndonos en verdaderos adoradores suyos.
Curso:
Para entender El Sermón del Monte
Por Juan Mateo, Jesuita Español
Contenido:
Presentación
1 - La opción personal por la
justicia
2 - Para entender las
Bienaventuranzas
3 - Los que eligen ser pobres
4 - Dichosos los que sufren
5 - Los sometidos
6 - Los que tienen hambre y
sed de justicia
7 - Los que prestan ayuda
8 - Los que trabajan por la
paz
9 - Los que viven perseguidos
10 - La sal de la tierra
11 - El cumplimiento de la Ley
12 - La verdadera piedad
13 - El Padre Nuestro (1»
parte)
14 - El Padre Nuestro (2»
parte)
15 - No sean como los
hipócritas
16 - La mota en el ojo ajeno
17 - La confianza en la
oración
18 - Los peligros de la
comunidad
19 - Conclusión: Coloquio
sobre el Sermón del Monte
1 - LA OPCION PERSONAL POR LA
JUSTICIA
Estas son las bienaventuranzas
según el evangelio de Mateo, pues Lucas tiene otras distintas, que necesitan
una explicación muy diferente. Las Bienaventuranzas son el código del Reinado
de Dios. Mateo las presenta así, con una solemnidad extraordinaria, como
principio del Sermón del Monte, pero ya Jesús ha hablado antes del Reinado de
Dios, y Juan Bautista mismo en el evangelio de Mateo. Ya sabemos que hay que
considerar cada evangelio por separado, pues cada evangelista tiene una visión
teológica distinta de Jesús. Todos coinciden en lo fundamental, pero presentan
a Jesús de manera distinta. Por ejemplo, para Mateo la comunidad cristiana
universal, los paganos, entran a formar parte del pueblo de Israel, por lo que
en la genealogía de Jesús él escribe: "Jesús, hijo de Abrahán, hijo de
David" . ¿Por qué pone HIJO DE ABRAHÁN, cuando ninguno de los otros
evangelistas comienza así? Porque a Abrahán se le hizo aquella promesa:
"En tu nombre -o por tu nombre- se bendecirán todas las naciones de la
tierra" . Es decir que, de alguna manera, todos los pueblos de la tierra
serían descendientes de Abrahán. Y esta promesa la recoge Mateo interpretando
que, en la edad final, cuando llega el
Mesías, el nuevo Israel, el Israel definitivo, el Israel mesiánico, ya no son
las doce tribus aquellas, sino que será la Humanidad entera, porque toda la
Humanidad participará de la bendición
que se dio a Abrahán. De manera que los paganos se integrarán también en el
nuevo Israel y todas las promesas hechas a Abrahán, y después de él, serán para todos los pueblos
del mundo.
Ante "el hecho de Jesús"
y ante el hecho de la "comunidad cristiana", según las circunstancias
en que se encuentren, los evangelistas lo interpretan de manera distinta. Es
decir, dan una visión teológica diferente, y ésta no viene de Jesús, sino de
ellos. Ellos ven así la cosa. ¿Por qué la ven así? Pues porque las
circunstancias se lo imponen o se lo aconsejan. Mateo se encuentra ante una
oposición furibunda de los fariseos. Está viviendo en un ambiente donde hay una
hostilidad enorme de los judíos. La comunidad donde escribe Mateo es una
comunidad fundamentalmente judía y, entonces, los judíos no cristianos están
diciéndoles a los suyos que son unos traidores y que, al admitir a los paganos
dentro del judaísmo, han traicionado a éste. Y, ante esa acusación, Mateo tiene
que explicar este problema, y por eso dice : "Ya en Abrahán estaba dicho
que todas las naciones se bendecirán con su nombre": por lo tanto, todos
los hombres tienen derecho a llamarse hijos de Abrahán y descendientes suyos. Y
éste es el plan de Dios también: que toda la Humanidad entre dentro de la
bendición que se prometió a Abrahán y a
su descendiente, que es el Mesías. De manera que la bendición de Abrahán va a
ser realidad en el Mesías, y el Mesías va a realizar aquella promesa universal.
Por tanto, toda la Humanidad entra dentro. No somos traidores; ustedes son los
que han ignorado esa promesa universal. Esto es lo que responde Mateo a los
judíos que les atacan. Las circunstancias en que viven fuerzan a Mateo a hacer
una síntesis teológica de la obra y de la figura de Jesús, que responda a la
polémica que tiene delante. Pero eso es ya la visión teológica de Mateo. Por
eso, siempre decimos que cada evangelista hay que considerarlo por separado,
teniendo en cuenta la visión teológica que ha dado de la vida de Jesús. Según
esto, ahora hablamos de la Bienaventuranzas de Mateo exclusivamente, sin
compararlo con los demás.
Juan Bautista ya habla en
Mateo del Reinado de Dios: "Enmiéndense, porque el Reinado de Dios está
cerca" . Jesús toma de nuevo ese pregón de Juan Bautista y dice
exactamente lo mismo. El Reinado de Dios se da como una realidad conocida. De
hecho, era la gran expectativa de Israel. Ya se dice en muchos salmos -por ejemplo - que Dios es el rey de Israel.
Pero la época en la que se escriben esos salmos y en que predican los profetas
es una época de desastre político: Israel está en gran inestabilidad -la
Monarquía está para caer o ha caído, y están sometidos a imperios extranjeros-,
por lo que poéticamente podían decirle a Dios: "Tú eres nuestro rey",
aunque la realidad era que eso no se veía por ninguna parte, pues estaban
sometidos a reyes extranjeros. Por eso, hay una esperanza, que va creciendo, de
que llegará un momento en que, realmente, Dios sea el Rey de Israel, y así los
libere de todo dominio extranjero. ¿Cómo se concebía ese reinado?: Se pensaba
que se instauraría por medio del Mesías.
El Mesías sería un hombre extraordinario, lleno de fuerza de Dios, que
cambiaría inmediatamente la situación y vendría el reino de la prosperidad, de
la paz y del dominio sobre los extranjeros. El Mesías era considerado como un
segundo Moisés, que había de aplicar la Ley y llevarla a su perfección; y un
segundo David, un rey guerrero, que liberaría a Israel del dominio romano y
que, además, impondría su yugo sobre todas las naciones.
Este es el concepto común del
Reinado de Dios, y esto se esperaba de diversas maneras.
Estaban los saduceos , que eran la clase
dirigente, puesto que tenían el poder económico. Este partido estaba integrado
por la aristocracia civil -las grandes familias con extensas posesiones de
tierra- , y la aristocracia religiosa o sacerdotal. Por tanto, éstos no tenían
ningún interés por el Reinado de Dios, ni por el Mesías, ni por nada. Todo
cambio les parecía peligroso, porque ponía en peligro su situación de privilegio. Ellos tenían su
componenda con los romanos y se arreglaban bien.
Estaban después los
fariseos, que eran los observantes
devotos de la Ley, los espiritualistas: éstos decían que el Reinado de Dios
vendría cuando el pueblo observara perfectamente la Ley. Eran unos
espiritualistas inactivos. Odiaban a los romanos, por supuesto, pero la única
táctica que ellos proponían para que viniera ese Reinado de Dios, que era la
observancia de todos esos mandamientos, no hacía vacilar el poder romano. Por
lo tanto, eran unos espiritualistas no comprometidos, pues, de hecho, no movían
un dedo para mejorar la tristísima situación social en que se encontraba
Palestina, donde había una enorme opresión y muchísima hambre. Los
latifundistas habían acaparado la tierra, especialmente en Galilea -la región
más rica- , y la gente no tenía para comer y se organizaban bandas para robar ,
ya que no podían conseguirlo de otra manera. Ante esto, los fariseos decían:
"Ya Dios lo arreglará; vamos a ser buenos y a cumplir la Ley, que ya Dios
se encargará de solucionarlo". Esta era la actitud farisea: espiritualistas,
tremendamente religiosos, pero sin ningún compromiso con la realidad social en
que vivían. Y éstos eran los guías espirituales del pueblo. No eran ricos, y
muchas veces ejercían un oficio, pero, por su religiosidad extrema, tenían un
gran influjo sobre la gente y se ponían a sí mismos como modelo.
Otro partido, otra facción que
había en el pueblo eran los zelotes, los nacionalistas fanáticos, que habían
salido de los fariseos, pero decían que eso de cruzarse de brazos ante la
realidad no podía ser, que había que hacer algo para que se acelerara la
llegada de ese Reinado de Dios. Y eso lo concebían como una "guerra
santa" contra los invasores, una guerra empezada por la iniciativa humana,
pero en la que Dios intervendría milagrosamenate por medio del Mesías y
salvaría la nación. Estos pertenecían a la clase oprimida y proponían -además
de este tipo de guerra- una revolución social nacional, que mejorase la
condición de los pobres, por lo que una de las cosas que hicieron en la guerra
fue quemar los archivos de las deudas que la gente tenía, y que estaba en
Jerusalén. Proponían también una revolución política para sustituir a toda
aquella jerarquía traidora y colaboracionista con los romanos, que pertenecía a
la clase adinerada, a los saduceos.
Y, por último, había otro
partido o facción, otro sector, que eran los esenios, que no se nombran en los
evangelios (los zelotes sí se nombran, pues uno de los Doce era zelota). Estos
esenios se retiraban al desierto, porque estaban en ruptura total con todas las
instituciones: no iban al Templo, ni aceptaban a los Sumos Sacerdotes ni a la
jerarquía. Eran observantes de la Ley y vivían allí retirados en el desierto,
donde tenían sus ceremonias y sus ritos, siendo unos célibes y otros casados.
Se consideraban "los elegidos", el auténtico Israel que heredaría
todas las promesas. En la época de Jesús habían adoptado también el fanatismo
de los zelotes: participaban en ese deseo de la guerra santa y, de hecho, entre
los libros de aquella comunidad, existe un tratado sobre la guerra santa, donde
se describe cómo el Mesías se pondría a la cabeza de unos escuadrones, tocarían
unas trompetas y vencerían a los paganos. Todas las fantasías propias de un
pueblo oprimido y poco realista.
Estos eran los principales
grupos o facciones. Todos concebían el
Reinado de Dios: Los saduceos, para rechazarlo, ya que eran la clase
dirigente y no querían cambios. Los fariseos para decir que sí, que Dios lo
mandará y que, para que llegue, lo que hay que hacer es ser buenos. Los
zelotes, para decir que, además, hay que arrimar el hombro, por lo que eran
violentos y terroristas. Y los esenios, compartiendo esta misma ideología. Pero
todos estos partidos suponían que las "instituciones de Israel" eran
intocables; incluso los más extremistas, los fanáticos zelotas, eran unos
reformistas radicales. Nadie ponía en cuestión las instituciones de Israel: ni
el templo, ni la monarquía, ni la Ley; todo debía continuar, aunque, como
estaba mal dirigido, había que cambiar los dirigentes, de forma que todo
funcionase en el plan jerárquico que ellos concebían.
Esta era la concepción del
Reinado de Dios en aquel tiempo. Y ahora Jesús pronuncia la frase "Enmiéndense , porque está cerca el
Reinado de Dios" (Mt 4,17). Este "
enmiéndense" ya le quita muchos
aspectos en los que pensaban los judíos. Por ejemplo, el Reinado de Dios no va
a ser cuestión de una guerra, ni cuestión de un cambio de régimen, que es lo
que ellos querían, sino que necesita una opción personal por la justicia: y eso
es antes; es decir, primero es una opción, y luego vendrá el Reinado de Dios.
De manera que lo primero que tiene que hacer el hombre es decir "Yo acabo
con mi vida de injusticia y empiezo una vida de justicia con el prójimo".
O sea, lo que se llama ser honrados. Una vida de honradez, una vida de no hacer
daño, de no explotar a nadie.
Este
"enmiéndense" se suele
traducir en algunas Biblias por "conviértanse", pero esto último está
mal traducido. Este verbo hebreo nunca se traduce en griego por
"convertirse", sino por "metanoeo", que es igual a
enmendarse. Y la diferencia es ésta: 'convertirse o volverse hacia...' es un
verbo de contenido teológico: uno se vuelve hacia Dios y, entonces, por respeto
a Dios, se porta bien con los hombres. En cambio, el otro verbo, 'enmendarse',
no dice relación a Dios, sino que significa 'cambiar de actitud mental': es
decir, que yo tengo una actitud y tomo otra distinta; de una actitud, por la
que me porto con el prójimo como me da la gana, paso a otra por la que me porto
bien con mi prójimo. O sea, que no es
por respeto a Dios, sino por respeto al hombre. Y esto es muchísimo más fuerte. De manera que,
sin necesidad de recurrir a Dios, el mismo hecho de que 'todos somos personas'
ya me obliga a comprender que yo no puedo comportarme mal con otro hombre. Este
es el verbo que usan los evangelistas en este caso. Jesús lo que dice es
'enmiéndense', pasar de un modo de vivir injusto a un modo de vivir justo; y
esto, por el hecho mismo de que todos
somos hombres.
Eso es motivo suficiente para
que no nos portemos mal. Y antes de recurrir a Dios, de manera que sea un acto
humano: y esto es condición para el Reinado de Dios; sin esto no hay
posibilidad de que llegue el Reinado de Dios "que está cerca" . Y no
se trata de un cambio exterior, como cuando dice 'ahora viene el Mesías, cambia
el régimen, quita a los dirigentes corrompidos, pone a otros que sean buenos,
se pone él al frente y dirige el cotarro, que son todas cosas exteriores al
hombre; sino que lo primero que pide Jesús es un cambio interior: este
propósito de portarse con justicia, de no contribuir personalmente a la
injusticia que existe en el mundo. De modo que, con esto, quita ya toda la
cuestión guerrera que estaba contenida en el concepto de Reinado de Dios.
El Reinado de Dios significa que
Dios es Rey y, por lo tanto, que él se entiende con el hombre directamente.
Esta afirmación del Reinado de Dios supone una amenaza virtual para todo poder
que se interponga entre Dios y el hombre. Dios va a gobernar directamente al
hombre. Esto lo entendían los judíos como que sucedería a través del Rey
Mesías, pero aquí Jesús, hasta ahora, no dice más que eso: el Reinado de Dios
puede tener ese significado.
Después de este pregón, Jesús
llama a cuatro pescadores, a dos parejas de hermanos. Esta llamada -que es distinta para el primer caso y para el
segundo- es para hacerlos "pescadores de hombres", es decir para
atraer a los hombres a este Reinado de Dios que va a empezar. Y ellos "lo
dejan todo y siguen a Jesús". Ya tenemos aquí el modelo de cómo hay que
seguir a Jesús: hay que desprenderse de un pasado. Esta llamada de los cuatro,
en realidad, no es de los cuatro, sino de dos y dos. Dos parejas de hermanos,
de los cuales la primera pareja son dos hermanos que no tienen ningún vínculo
más que el de la igualdad de hermanos; y tienen nombres griegos -Simón y
Andrés-, lo que indica que son gente más abierta. En cambio, la segunda pareja
-Santiago y Juan- tienen nombres hebreos y, además, no sólo son hermanos, sino
que tienen un padre -Zebedeo-, que es la figura de la autoridad. De manera que
están unidos, no sólo por el vínculo fraterno, que es un vínculo entre iguales,
sino por un vínculo de superioridad que domina a los dos. Con esto está
describiendo Mateo -como Marcos- dos grupos de la sociedad judía: los más
abiertos y los más conservadores; los que pueden tener mayor libertad, porque
no están sometidos a una autoridad, y los que viven en una sociedad jerárquica,
que es lo que representa la figura dominante del padre. Y ésta es la llamada a
Israel, la invitación a Israel, representada por estos dos grupos. Después,
Jesús va por toda Galilea enseñando y curando a todos los enfermos que llegaban
de todas partes. Y ahora viene el SERMON DE LA MONTA„A.
mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm
HABLEMOS DE LA BIBLIA:
Decíamos la última vez
que….
y sus amigos le seguían
llamando Jesús.
-- ¿Quién nos habla
hoy de Él?
*Tenemos la Biblia... tenemos la Iglesia.
Ayer
Existen en diversas
culturas los libros sagrados. Todos los consideran palabras de su Dios y han servido de
enfrentamiento entre distintas religiones.
Se han quemado los libros de otras religiones, por esos libros la gente se ha matado, y
fíjense qué terrible entre los mismos
católicos han quemado biblias por el
crimen de ser “protestantes” aunque prácticamente decían lo mismo que las
suyas (y, peor, no sólo se han quemado
biblias sino personas). Es importante
tener conciencia de lo lento que progresa la
conciencia en la humanidad
Cuando hablamos de la brutalidad de personas y países
tendríamos que hablar más benévolamente de la inconsciencia de las personas y
de las mentalidades de los pueblos.
Afortunadamente, con el tiempo los seres humanos han ido
avanzando en lo que llamamos conciencia y hoy…
Dejemos hablar a U.P
(usted por ejemplo) y EMI (ella misma)
Hoy
U.P.- ¡Huy la Biblia! ¡Qué cosas más raras cuenta!
* EMI.- Si la miras
como un libro de ciencia o de historia al estilo moderno, claro, no la
entiendes.
-U.P. ¿Tú crees que la Biblia es Palabra de Dios?
* EMI.-¡Sí! Pero sin dejar de ser palabra de los hombres que
la escribieron, cada uno con sus ideas y
su carácter
- U.P. Y mira que eran brutos, a veces, los personajes de la
Biblia.
* EMI Sí. Como te
digo, Dios no se anda por las ramas sino
por nuestros caminos. Nos habla a través de narraciones, de historias que no son como la historia
moderna. Nos habla con leyendas,
poemas, cantos a través de
las iras, los amores, las salvajadas, los sacrificios de aquella gente,
en el Antiguo testamento, siglos antes
de Jesús.
-U.P. ¿Y en el Nuevo Testamento?
* EMI.-Pues al final,
nos habla por su Hijo... a través de aquellas primeras comunidades de sus
discípulos.
--U.P. O sea, ¿que no hay que creerse todo lo de la Biblia?
* EMI.- Al pie de la letra no; y agarrando las frases
sueltas por los pelos tampoco.
- U.P.Pero bueno, ¿no les iba Dios soplando al oído a los
autores todo lo que pone la Biblia?
*EMI.- ¡No seas ingenuo!
Aquel pueblo se iba aclarando poco a poco de lo que Dios era y quería de
ellos.
-U.P. O sea, que desde el principio no lo tenían todo claro.
-EMI.- No; les pasaba
como a nosotros, que no somos capaces de aceptar de golpe toda la verdad,
que es demasiado fuerte para nuestra
vida cómoda. Sólo poco a poco esa
verdad se nos mete en la cabeza y el
corazón.
- U.P. ¿Y si yo saco una frase de la Biblia separada de todo
lo demás?
EMI. Te quedas en la
luna. Así hacen algunos predicadores y
con una frase suelta se pueden decir barbaridades. Una frase, un TEXTO, se entiende unido con el
CONTEXTO, con lo que se dice en las
frases de antes y después. Por eso
mucho de lo que se dice en la Biblia
debemos comprenderlo sin separarlo
de su contexto. Si no, podemos utilízalo como “PRETEXTO” para llamar “palabra de Dios” a lo que a nosotros se nos ocurra
U.P. - Cada vez te entiendo menos. Me estáis hablando,
compañera, del "pueblo que escribió la Biblia". ¿La escribió el
pueblo o unos cuantos señores?
-*EMI.- Buena pregunta. No fueron unos cuantos sabios los que la escribieron, sino muchas personas
a lo largo de miles de años los que fueron recordando, contándose unos a
otros aquellas historias, pensamientos,
oraciones, cantos, que reflejaban su vida y su búsqueda de Dios: lo que Dios
les inspiraba.
- U.P. Pero los
cuatro Evangelios, eso sí, ¿los escribieron cuatro?
- EMI.- ¡Hombre!, alguien los tuvo que escribir al final.
Pero antes de estar escritos se fueron pasando de boca en boca y en papeles
sueltos. Eran las conversaciones, las reflexiones, las oraciones, las
catequesis de aquellos primeros grupos de creyentes que habían vivido con Jesús
y sus apóstoles.
-U.P. ¡Natural! Ahora me doy cuenta de que entonces no
existían grabadoras
*EMI.- Eso. Y no iba
nadie con un micrófono detrás de Jesús para
registrar al pie de la letra sus palabras.
- U.P. Es que desde
aquel Evangelio hasta hoy ha pasado mucho tiempo y...
*EMI. Entonces no había
grabadoras, te decía y pocos
sabían leer pero tenían muy buena
memoria y mucho amor; por eso a pesar de
todo, ¡a pesar de todo eh!, ese mensaje se ha mantenido a través de la Iglesia
durante años y años.
U.P. Has dicho iglesia?...
( continuará)
¿Dónde está tu hermano?
En el libro del Génesis, además de la primera pregunta que hace Dios al ser humano: ¿Dónde estás?, aparece una segunda tan decisiva como la primera. En aquel ¿dónde estás?, descubríamos que Dios es el interlocutor más importante y favorable para el ser humano. De la mano de aquella pregunta decíamos que Dios es el misterio más íntimo y radical que, en forma de pregunta, nos ayuda a tomar conciencia de nuestra propia realidad personal y comunitaria. La segunda pregunta de Dios al ser humano se encuentra en el capítulo 4 del libro del Génesis y está formulada a la persona de Caín. Esa pregunta se formula de forma similar a la primera y, como se dijo, ya no se orienta a profundizar la conciencia de la realidad profunda del ser humano, sino que se orienta a despertar la pregunta por sentido radical de la vida. Esa pregunta es lacónica y radical: ¿dónde está tu hermano? (Gn.4,9)
Antes de entrar al sentido de la pregunta como tal, conviene recordar que el Génesis no pretende relatar en forma descriptiva cómo fue el inicio del mundo y de los pueblos, sino que se trata del libro de “los principios” de los dinamismos que generan historias de distinto signo. En el Génesis debemos buscar los principios que rigen siempre. Dios fue y será siempre nuestro interlocutor preguntándonos de mil maneras y a través de distintos modos ¿dónde estamos? Ayudándonos, de esa manera y sin colar juicios de ningún tipo, a tomar conciencia de nuestra propia interioridad que se expresa en deseos, propósitos, anhelos, miedos, proyectos, imaginaciones, y muchos otros etc. La segunda gran pregunta que Dios dirige al ser humano en el libro del Génesis no pretende, al igual que la primera, descubrir la ubicación de una persona, en nuestro caso la ubicación geográfica de Abel, sino de alentar la pregunta por el sentido de la vida: ¿Dónde está tu hermano? Se trata de la pregunta por el otro, por las relaciones que nos constituyen y que todo ser humano habrá responder de una forma o de otra a lo largo de la vida.
Bien podemos afirmar que cada vez que nos preguntamos o nos vemos interpelados por el otro, se desata un movimiento interior que interpela y despierta sentimientos y preguntas de distinto tipo. En años posteriores al concilio Vaticano II era frecuente escuchar entre los cristianos una frase que decía: “quién una vez abrió los ojos, ya no puede volver a dormir tranquilo”. La pregunta por el hermano nos impele a abrir los ojos y mirar al otro. El conocido filósofo Emmanuel Lévinas llegó a sostener que el verdadero humanismo es la responsabilidad absoluta por el otro y destaca al rostro del otro, del hermano, como el desencadenante de la ética. Llega, incluso, a afirmar que son los otros quiénes nos constituyen.
En efecto, la pregunta por el hermano entraña la pregunta por el sentido de la vida. En la relación con los otros descubrimos que estamos hechos para la relación y que somos relación. En este contexto ayuda recordar que el origen (etimología) de la palabra hermano remite a “germen” o “brote”, en el sentido de capullo, yema, retoño, etc. ¡Qué hermoso y significativo que la palabra “hermano” provenga o tenga relación con esas realidades! Esos conceptos aluden a la vida que viene, como si se tratase de los albores de realidades que contienen vitalidad y que están llamadas a crecer. Los brotes anuncian vida de muy diferentes maneras ya como frutos, ya como aromas y colores, en definitiva, como signos de esperanza y como anuncio de la belleza que todo lo recrea.
¿Dónde está tu hermano?, es una pregunta que nos remite, entonces, a la vida que viene, a la vida que se puede construir; a la vida que se puede esperar. ¿Dónde está tu hermano?, es la pregunta fundamental que hemos de hacernos para encontrar sentido a nuestras vidas. El libro del Génesis nos recuerda, de esta manera, que la vida pasa por el encuentro con el otro a la espera de ser hermanos, de compartir la misma sangre y los mismos sueños. La pregunta nos ayuda a descubrir que somos seres radicalmente sociales, que somos desde los otros y con los otros. El “yo”, tan inflado y protegido por nuestra cultura, viene del tú. ¡Los otros nos llamaron a la vida! ¡Los otros son constitutivos de nuestra propia identidad! Son los otros quienes nos enseñaron a hablar, a imaginar, a amar y a soñar.
Renunciar a ser hermano, es acallar y aplastar el llamado radical de la vida. Renunciar a los propios orígenes, renunciar a la pregunta por el hermano, en el sentido profundo de la palabra, conlleva la muerte. Eso fue lo que hizo Caín. Cuando bajó la cabeza y no vio a su hermano, destruyó la fuente de la vida. Por ese motivo, el Génesis afirma: “maldito seas lejos de este suelo que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Aunque labres el suelo, no te dará más su fruto. Vagabundo y errante serás en la tierra.” (Gn.4, 11-12). Cuando se afirma que Caín andará errante y vagabundo por la tierra de Nod ofrece una clara alusión a caminar sin norte, sin sentido, sin saber por qué ni para qué vivir. Por ello, siempre que se ignore o desconozca al hermano y todo lo que ello supone, se terminará masticando el barro del fracaso. Los distintos emprendimientos y proyectos serán en vano y la vida de unos y de otros se escurrirá de nuestras manos para hundirnos en el sinsentido, por no decir en la mera animalidad.
¿Dónde está tu hermano?, es la pregunta que emerge cuando reconozco que existen los otros y que sólo con ellos, los otros, los hermanos, es posible vivir con sentido. La Palabra de Dios se acerca como pregunta y para que miremos a los otros como hermanos, es decir, como promesa de vida. También cabe afirmar que cada vez que miro al otro y me dejo interpelar por él, podré intuir la presencia de Dios que me invita a vivir con sentido.
Las profetizas en la historia del pueblo de Dios: mujeres con autoridad espiritual
En la Biblia aparece un problema recurrente: el ocultamiento y el anonimato de las mujeres; la primacía del hombre con postergación de la mujer. ¿Por qué acontece esto? Por el simple hecho de los procesos históricos de la humanidad. Recuérdese que casi siempre los nombres de las mujeres eran sustituidos por la función que ocupaban en la familia o en la sociedad; con frecuencia se les identificaba por su cargo o condición, por ejemplo: la madre de los Macabeos (2Mac 7); la mujer del profeta (Is 8,3), la viuda de Sarepta (1Rs 17,9-24); la viuda de Naím (Lc 7,12), la madre de los hijos de Zebedeo (Mt 20,20) y tantas otras viudas.
Este contexto patriarcal de la Biblia nos previene sobre el hecho de que se ha escrito muy poco sobre las mujeres profetisas. Tan sólo se logran rescatar el papel de Débora (Jz 4,4); Miriam (Éx 15,20); Julda (2Re 22,14); la mujer de Isaías (Is 8,3); Nadías (Ne 6,14); las profetisas sobre las que habla Ezequiel (Ez 13,17) y Ana (Lc 2,36-38).
Sin embargo, la vida y la Biblia nos enseñan que aunque no aparezcan en la lista oficial de los profetas clásicos (Isaías, Amós, Jeremías, Oseas y tantos otros), las mujeres destacan por su papel decisivo de animación profética a lo largo de la historia del pueblo de Dios.
Miremos a continuación aquellos textos bíblicos que mencionan a mujeres profetisas:
1. Miriam, la profetiza que canta y baila
Cuando hablamos del libro del Éxodo, casi siempre nos acordamos solamente de Moisés como el gran líder del pueblo. Sin embargo, junto a él actuaron su hermano Aarón y su hermana Miriam. Pero esta última es identificada como “profetisa”.
Miriam entra en escena tocando el pandero, danzando y cantando para celebrar la alegría de la liberación del pueblo escogido y homenajear a Yahvé, el libertador de Israel (Éx 15,21b). Su presencia es alegre, llena de resonancia y vida. Con su liderazgo es capaz de atraer y contagiar a todas las mujeres que con ella danzaban en coro.
Sin embargo, el pasaje de Miriam en los textos bíblicos es fugaz. No sabemos más sobre su actuación profética. Tan sólo el profeta Miqueas menciona a Miriam en pie de igualdad con Moisés y Aarón, como enviada por Yahvé para la liberación de su pueblo.
2. Débora, la jueza consagrada
Débora es una figura femenina muy querida por el pueblo por su liderazgo valiente y liberador. Su papel fue decisivo en el momento de aguda crisis por el que pasaban las tribus de Israel. Cuando se prevía la extinción del pueblo de Dios, Débora tomó la iniciativa: llamó a Barac, despertó a los líderes adormecidos, convocó a la unión a las tribus dispersas, organizó y sumó fuerzas contra el enemigo; levantó el ánimo de todos y suscitó la esperanza y la fe en el Dios liberador, el Dios de la Alianza.
Por cierto, el cántico de Débora (Jz 5) es uno de los poemas más antiguos, hermosos y vibrantes de la Biblia. En él se manifiesta la actitud sabia, valiente, perspicaz y estratégica de Débora, la cual quedó en la memoria del pueblo judío, al grado de que se le llamó la “madre de Israel” (Jz 5,7).
3. Julda, profetisa en tiempos de reforma
La profetisa Julda aparece en
tiempos del rey Josías (608-
Cuando Josías se enteró de que el libro de la Ley había sido escondido en el Templo y encontrado por su secretario se quedó preocupado por la infidelidad del pueblo y de su antecesor Manasés. Entonces envió a cinco hombres de su confianza, entre ellos al sacerdote Helquías, a consultar a Yahvé. Ellos acudieron a la profetisa Julda, quien les predijo la desgracia sobre Jerusalén y sus habitantes. Al rey Josías le predijo que no presenciarçia esos acontecimientos, a causa de su arrepentimiento (cfr. 2Re 22,14-20).
La actuación de Julda como profetisa es semejante a la de tantos otros que eran consultados por los reyes, sacerdotes y jefes del pueblo, en los momentos decisivos de la historia del pueblo de Dios. Su función era avivar la memoria y despertar la conciencia adormecida de la fe entre los habitantes de la comunidad
4. La mujer de Isaías, una profetisa anónima
El libro de Isaías (Is 8,3) menciona una profetisa a la que el gran profeta de la justicia y del derecho se “arrimó”. Con ella Isaías tuvo dos hijos.
No obstante, el nombre de la mujer de la que hablamos permanece anónimo, pues sólo se sabe que se le identificaba con el título de “profetisa”.
Este hecho bíblico nos recuerda el papel profético de tantas mujeres que, tanto ayer como hoy, siguen en el anonimato, pero ejercen una influencia sabia y orientadora al lado de los líderes del pueblo.
5. Nadías y las falsas profetisas
El libro de Nehemías (6,14) evoca
a Nadías, una profetisa. Lo malo es que el texto bíblico no nos dice
absolutamente nada sobre su actuación en el pueblo de Dios.
También el profeta Ezequiel habla de mujeres consideradas como profetizas falsas (Ez 13,17). El mismo Javé le manda que profetice contra ellas, que desenmascare sus mentiras engañosas y sus promesas ilusorias con las que seducen al pueblo (Ez 13,17-23).
6. La profetisa Ana y las hijas del pueblo
El evangelista Lucas (Nuevo Testamento) nos muestra con evidencia la presencia decisiva de la profetisa Ana, una viuda de edad avanzada, quien se encontraba en el Templo en la hora en que José y María presentaron a Jesús, de acuerdo a sus tradiciones. El anuncio profético de Ana no tiene como contenido central la Ley, ni la promesa de fidelidad de parte de Yahvé, sino que ella agradecía a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la liberación del pueblo elegido (Lc 2,38). Ella anunciaba un Dios encarnado, con rostro humano. Previó el nacimiento de Jesús como cumplimiento de la promesa de Yahvé. Por eso Ana agradece y anuncia la Buena Nueva a todos los que están receptivos del mensaje de liberación a través de la fragilidad de un niño
Jesús reconoce el papel de la mujer en el Reino
Como sabemos, el comportamiento de Jesús con las mujeres nos dio una nueva clave de lectura para interpretar toda la Escritura como vida. Para hacer comprensible la realidad del Reino de Dios, Jesús encontró en la mujer, ocupada en su faena cotidiana, un símbolo muy expresivo: ¿A qué cosa puedo comparar el Reino de Dios? Es semejante a la levadura que toma una mujer y la mezcla con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta (Lc 13,20-21).
Así como el fermento escondido en la harina, también está escondido el profetismo de las mujeres en el campo milenario de la historia.
Hoy vemos a muchas mujeres que, igual que en la Biblia, asumen un papel de verdadera animación profética en medio del pueblo. Ellas permanecen casi siempre escondidas y sus nombres se recuerdan muy poco.
Por ello, hemos de reconocer, hoy día, a aquellas mujeres que se vuelven fermento en la masa para hacer crecer la realidad profética del Reino de Dios. Du profetismo está asociado al de Jesús, quien se identifica con la Buena Noticia para los pobres y los humildes que reciben su mensaje de vida y liberación.
LOS PROFETAS MAYORES:
ISAÍAS, JEREMÍAS, EZEQUIEL, DANIEL.
1. ¿Qué son los profetas? Las palabras hebraicas que la Biblia usa para llamar a los profetas son: Nabi, Hozé, Zoé (vidente). La más frecuente es Nabi: el que habla con vehemencia, bajo el influjo de una fuerza superior, un inspirado.
La palabra profeta es griega y significa: “Hablar en nombre de...”. Por tanto, el nombre profeta indica claramente la misión de estos hombres: el profeta es el que habla en nombre de Yavhé; es su voz viva en medio del pueblo, para recordar las promesas entre Dios y su pueblo, para enderezar y corregir. Por tanto, tiene doble finalidad; ANUNCIAR Y DENUNCIAR.
En la Biblia también los profetas son llamados como: guardianes del pueblo, centinelas de Yavhé. Son hombres de fuerte personalidad y espiritualidad, intermediarios, siervos de Yavhé. Son hombres que, bajo el impulso de Dios, comprenden lo que está sucediendo y transmiten al pueblo un continuo llamado a la conversión, y su misión es discernir la voluntad de Dios sobre el presente del pueblo, para proyectarlo a un futuro de esperanza y de salvación.
2. ¿Cómo nació el profetismo? En el plan de salvación, Dios siempre ha llamado a algunas personas, a quienes envió a su pueblo. Sin embargo, cuando hablamos de profetas nos referimos a aquellos que dejaron escritos su pensamiento y sus profecías, y constan en el Canon bíblico.
3. ¿Cuáles son las enseñanzas principales de los profetas? Recordarles la Alianza; reprocharles la infidelidad y las consecuencias de esa infidelidad, si no se convierten: juicio y condena; la restauración, como esperanza; el resto; el Mesianismo; la perspectiva escatológica, es decir, la proyección de las promesas proféticas más allá del tiempo.
4. ¿Qué características tienen los profetas? Un llamado de Dios, esa llamada reviste al profeta de una misión: ser la voz de Dios; esa llamada nace siempre en una experiencia fuerte de Dios; la misión trae consigo contrariedades y cruces, pero el Señor les protege y les ayuda.
5. ¿Cuántos son los profetas? Son cuatro mayores: Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel; y trece menores: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías y Baruc.
Hay que tomar conciencia de que por ser bautizados, también nosotros somos profetas, participamos del carácter profético de Cristo. De ahí la urgencia de salir a evangelizar nuestro mundo.
Los libros proféticos son un género de libros “ardientes” e “inflamados”, que pintan la lucha por la fidelidad a Dios por parte de un pueblo que una y otra vez es sorprendido con las manos en la masa de su pecado y de su fracaso. Los profetas se convierten así en los grandes incitadores del pueblo de Dios, los que mantienen la fidelidad a la Alianza, los creadores de la esperanza en el futuro. Son hombres inspirados que se adelantan a su tiempo y van creando, poco a poco, nuevas relaciones entre el Dios vivo e Israel, el pueblo escogido.
6. Autor y fecha
a) Isaías: Vivió en el siglo
b) Jeremías: Vivió en el siglo
c) Ezequiel: Vivió en el siglo
d) Daniel: Vivió en el siglo
7. Características literarias
Los profetas como “hombres de la Palabra” usan muchos géneros literarios para transmitir el mensaje de Dios; los principales son éstos:
a) Los relatos: relatos de su vocación, hechos de la historia de su pueblo para evidenciar la presencia de Dios dentro de la historia.
b) Oráculos: son una declaración solemne hecha en nombre de Dios. Los oráculos pueden ser: de juicio, donde se da el juicio de Dios contra una persona o un pueblo; oráculos de felicidad, que son promesas de salvación.
c) Acciones simbólicas: no son palabras, sino hechos, que luego explican al pueblo.
d) Parábolas: que son comparaciones.
8. Características literarias en estos profetas:
a) Isaías: es un hombre con una cultura muy profunda, rica y letrada. Su estilo es considerado de lo más puro y clásico. Usa el recurso de los oráculos.
b) Jeremías: su estilo es menos imaginativo que el de Isaías, pero
tiene gran expresividad y fuerza interna. Es un estilo hondo, profundo,
sensible, muy vívido. Cuenta sus luchas, dudas y gritos angustiosos. Casi es un
retrato de su propia vida. Usa imágenes sugestivas como el yugo roto, la viña,
etc. Usa también el recurso de acciones simbólicas y visiones que tienen este
esquema: el mandato de Dios, la ejecución del profeta y el discurso que explica
el significado de la acción simbólica. Cf. Je 18, 1-12.
c) Ezequiel: es un hombre fuertemente dotado, por influjo de la literatura oriental de Babilonia, de vivísima fantasía e imaginación, un místico como Teresa de Ávila o Francisco de Asís. Usa visiones, en las que actúa y participa; acciones simbólicas, algunas extrañas. Usa el género apocalíptico, enigmático, con narraciones, oráculos y visiones. Las narraciones son casi todas en primera persona, lo que da un fuerte temple autobiográfico a cada página. Por la unidad, sistematicidad y coherencia de la estructura del texto, podemos llamar a Ezequiel el primer dogmático del Antiguo Testamento.
d) Daniel: es el único libro que nos ha llegado escrito en las tres lenguas bíblicas: hebreo, arameo y griego. Emplea el relato ejemplar inventado con un lección moral y el género apocalíptico, lleno de alegorías, visiones, imágenes extrañas y grandiosas. Los personajes y las naciones se transforman en bestias u otros seres fantásticos; los años y los números son tratados de una manera simbólica, el tiempo presente y el futuro se mezclan para dar una visión sintética de la historia humana.
Partir de nuestra realidad
Se trata de que en pocos minutos se reavive la problemática que se pretende iluminar con la Biblia:
a) ¿En qué nos falta vida? ¿En qué cosas no tenemos una vida plena?
b) ¿Cuáles son nuestros principales conflictos en la lucha por una vida mejor?
c) ¿A qué cosas tenemos derecho para poder tener una vida digna?
Leer el texto: Ex 1,15-21
Narrar el texto
Hacer, con tus propias palabras, un resumen de lo leído.
Después, procuramos recordar los pasos de la narración bíblica, sus personajes, quiénes hablan, qué dicen, qué grupos hay, qué sucede. ¿En qué conflicto entraron las parteras? ¿A quién obedecían al no cumplir la orden del faraón, que era representante del dios de Egipto? Lo importante es escuchar todo lo que nos quiere decir el texto bíblico.
Profundizar el texto
a) La realidad de entonces:
El Faraón, emperador de Egipto, teme que sus esclavos se puedan sublevar, pues los trata muy mal y ya son demasiados. Por ello programa la reducción de su número a través de un control de natalidad: ordena a las parteras que maten a todos los niños varones que nazcan. Con esta crueldad piensa mantenerlos sometidos y controlados. El se siente dueño de la vida y de la muerte de su pueblo.
b) Palabras y frases difíciles:
El nombre de las parteras, "Sifrá y Púa" , indica que son egipcias, y no conocen al Dios de los hebreos. "Temer a Dios" es respetar las leyes que garantizan el plan de vida de Dios.
Escuchar el Mensaje.
a) ¿En qué se parecen los problemas de entonces a los problemas que tenemos nosotros hoy? ¿Cómo hoy "los grandes" disminuyen y controlan la vida de los pequeños?
b) ¿En qué forma se reveló a las parteras el Dios de los hebreos? ¿Qué es lo que quiere Dios? ¿A quién apoya El?
c) ¿Qué nos enseña acerca de nuestros derechos y obligaciones? ¿A qué nos llama?
d) ¿En qué completó Jesús este mensaje? (ver Jn 10,10-11). ¿Para qué vino Jesús al mundo? ¿Cuál es el plan de los enemigos de Jesús?
e) Compromisos concretos que sacamos de este tema.
Orar con el texto
• Repetir en forma de oración, adaptada a nuestras circunstancias, el versículo que más nos gustó, en forma de:
- acción de gracias; alabanza a Dios; perdón; peticiones...
• Rezar el Salmo 139, como respuesta al Mensaje recibido.
LOS LIBROS DEL NUEVO TESTAMENTO
EL ESPÍRITU PROMETIDO Y RECIBIDO
El Plan de la Alianza Cumplido
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¿Qué hacemos con la resurrección de Jesús?
Al enfrentarnos con los relatos de la resurrección de Jesús tenemos que decidir si se trata del hecho más glorioso que ha tenido lugar en la historia de la humanidad, o si por el contrario es un fraude colosal. Lo cierto es que no hay un punto intermedio en el que nos podamos detener.
Si Cristo ha resucitado de la forma en la que los evangelios lo describen, esto quiere decir que hay vida más allá de la muerte y que Jesús es el único que ha logrado salir victorioso de la tumba y traer así esperanza a una humanidad que sigue mirando con horror y temor a la muerte. En ese caso, ignorar la resurrección de Cristo nos dejaría sin otra alternativa que esperar el fin de nuestros días sobre este mundo sobreviviendo lo mejor que podamos.
¿Se trataba simplemente de una mentira inventada con el fin de perpetuar la memoria de Jesús? Si sólo fuera eso, no podemos entender cómo es que la mayoría de ellos estuvieron dispuestos a morir por defender algo que sabían que era falso. Además, ¿de dónde sacaron la valentía y el poder para enfrentarse a los dirigentes judíos que unos días antes habían crucificado a su Maestro? Esto tampoco era normal, sobre todo si recordamos que desde el momento en que arrestaron a Jesús, todos ellos habían huido cobardemente y habían permanecido ocultos por miedo a los judíos (Jn 20:19).
Examinando la evidencia
Pero para tomar una decisión correcta acerca de la resurrección de Jesús, antes tendremos que examinar la evidencia histórica de la que disponemos.
Los documentos en los que se relata la resurrección de Cristo fueron escritos por los apóstoles y sus colaboradores. Ahora bien, ¿es fiable este testimonio escrito?
Los avances que la investigación moderna ha realizado en la determinación de la fecha y paternidad de estos escritos ha estableciendo una fecha extraordinariamente cercana a los hechos, remontándose en algunos casos a la primera década de la era cristiana. Por lo tanto, podemos estar seguros de que fueron escritos cuando muchos de los testigos oculares de la resurrección de Cristo todavía estaban vivos. Veamos cómo lo expresa el apóstol Pablo en la carta que escribió a los corintios sobre el año 55 d.C.:
(1 Co 15:3-6) "Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen." Notamos que cuando Pablo escribió esta carta, muchos de los testigos de la resurrección todavía estaban vivos y se les podía consultar.
Lucas al comienzo de su evangelio dice : (Lc 1:1-4) "Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido."
Cosas que se dijeron:
1. Los discípulos robaron el cuerpo de Jesús
Esta teoría enfrenta varias dificultades. En primer lugar debemos recordar que los sacerdotes habían previsto que algo así podía ocurrir, puesto que ellos sabían que Jesús había anunciado que al tercer día iba a resucitar. Esto les llevó a pedir a Pilato que asegurase el sepulcro hasta entonces, a lo que el gobernador romano respondió facilitándoles una guardia para que ellos mismos organizaran el asunto (Mt 27:62-66). A partir de ese momento la custodia del cuerpo de Jesús estaba a cargo de Roma y de las principales autoridades judías. Ahora bien, cuando Jesús resucitó y salió triunfante de la tumba, la guardia romana no pudo hacer nada para impedirlo, sino que se fueron de aquel lugar huyendo a toda prisa (Mt 28:1-15). Ellos fueron los primeros testigos de la resurrección de Jesús. Sin embargo, las autoridades judías compraron su silencio con una gran suma de dinero. Así que, si alguien les preguntaba, decían lo que los judíos les habían mandado: "Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos".
¿Cómo es posible que unos hombres pudieran retirar la gran piedra que tapaba la entrada del sepulcro sin que ninguno de los soldados escuchara nada? Y otro detalle aún más sorprendente, es que los supuestos ladrones se tomaron la molestia de quitar todos los vendajes del cuerpo de Jesús y dejarlos colocados allí mismo con todo cuidado (Jn 20:6-7).
Además, como ya hemos señalado, los discípulos habían quedado completamente abatidos después de la muerte de Jesús y estaban escondidos por temor a las autoridades judías. En esas condiciones, no era razonable pensar que intentaran robar el cuerpo de Jesús, arriesgando para ello sus vidas.
2. Las mujeres se equivocaron de sepulcro
Este argumento tampoco es digno de ser tenido en cuenta. Recordemos que además de las mujeres, también los discípulos fueron hasta el sepulcro en aquella mañana (Jn 20:1-10). ¿Acaso se equivocaron todos los que fueron allí?
3. Cristo no estaba muerto cuando lo sepultaron
Sugieren que fue sepultado vivo, tal vez desmayado, y que después se fue recuperando gradualmente hasta lograr salir de la tumba por sí mismo. Luego fue a buscar a sus discípulos y se presentó ante ellos haciéndoles creer que había vencido a la muerte.
Pero supongamos por un momento que Cristo solamente había sufrido un desfallecimiento momentáneo. ¿Cómo es posible que después de tres días en un frío sepulcro, sin alimentos y sin atención médica pudiera reanimarse? ¿Cómo pudo liberarse de todos los lienzos que lo tenían inmovilizado? ¿Cómo pudo en esas condiciones mover desde dentro la gran piedra que cerraba el sepulcro? ¿Cómo pudo salir sin que ningún soldado romano se diera cuenta de ello y se lo impidiera? ¿Cómo logró en esas condiciones llegar hasta la ciudad y buscar a sus discípulos?
¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?
La fe en la resurrección de Jesús no sólo ha encontrado oposición en tiempos recientes, sino que los mismos discípulos fueron los primeros en mostrar una enorme resistencia a creer en ella y sólo después de ver las evidencias por sí mismos y de encontrarse en repetidas ocasiones con el Señor Jesús resucitado, llegaron a creerlo.
Y de igual manera, cuando las mujeres fueron al sepulcro, no fue para comprobar si Jesús había resucitado, sino para ungir el cuerpo de Jesús. Esto queda confirmado por la preocupación que llenaba sus mentes mientras se dirigían al sepulcro cargadas con sus especias: "¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?". Y su preocupación era razonable, puesto que como Marcos nos aclara, la piedra era "muy grande"
Nos encontramos aquí con un ejemplo muy vívido de lo que muchas veces nos ocurre a los cristianos. Con frecuencia nos sentimos angustiados y abatidos pensando en dificultades por las que creemos que vamos a pasar, pero cuando llega el momento de la verdad, el Señor ya las ha quitado antes de que tengamos que pasar por ellas. Y hay que decir también que muchos de estos obstáculos nunca llegan a existir fuera de nuestra imaginación, por lo que todo sufrimiento anticipado resulta ser completamente inútil. En lugar de esto debemos confiar en el Señor, estando seguros de que si nos encontramos caminando en su voluntad, él se encargará de quitar cualquier obstáculo.
La visita de las mujeres al sepulcro no debió de durar mucho tiempo, pero sin duda fue muy intensa y difícilmente la olvidarían. Una vez que escucharon las indicaciones del ángel, ellas "se fueron huyendo del sepulcro, porque les había tomado temblor y espanto; ni decían nada a nadie porque tenían miedo".
La resurrección de Jesús inauguró una nueva era para el hombre y la mujer. Como ya hemos dicho, él no regresó a la vida en las mismas condiciones en las que murió. Por lo tanto, nuestra identificación con él nos introduce en una dimensión de vida humana completamente nueva, en la que libres de la muerte tenemos un futuro realmente esperanzador.
(1 Co 15:20) "Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho."
(Col 1:18) "Y él es la cabeza del cuerpo que la iglesia, el que es el principio, el primogénito de entre los muertos para que en todo tenga la preeminencia."
(1 P 1:3) "Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos."
La resurrección de Jesús transforma también a los creyentes en su vida presente aquí.
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MÉTODO PARA LA LECTURA DE LA BIBLIA:
1. LA LECTURA DE PERSONAJES (Ponerse en la piel de cada personaje)Este método se llama lectura de personajes, porque consiste en identificar a los personajesque intervienen en el relato y descubrir cuáles son sus palabras, sus acciones, sus actitudes, gestos y sentimientos.
Este método de lectura se usa, sobre todo, con textos que han sido escritos según el estilo deuna obra de teatro o de una novela, en las que cada personaje cumple un papel específico.
La lectura de personajes busca hacer revivir el texto escrito con el fin de que el lector o
lectora entre en la piel de los personajes y pueda identificars e positiva o negativamente
con alguno de ellos. Este método permite, además, descubrir diversos aspectos de la vida de
las comunidades y de sus protagonistas. No hay que confundirlo con las simples “dramatizaciones
o “sociodramas” que suelen hacerse de los relatos bíblicos; estos intentan sólo reproducir el
texto, sin hacer el análisis de los personajes. Algunas preguntas nos ayudan en el desarrollo
de este método:
¿Cuáles son los personajes que aparecen en el texto? ¿Qué hacen? ¿Qué dicen? ¿Qué sienten?
¿Con cuál de ellos nos identificamos y por qué? Pasos del método Este método requiere una cierta
preparación de los textos porque no todos permiten la lectura de personajes. Además, cada lector
o lectora debe aportar con una suficiente dosis de imaginación. Veamos cuáles son los pasos a
seguir:
1 . Escoger un texto.Se debe escoger un relato donde aparezcan varios personajes y haya acción y
movimiento. Para nuestro ejercicio escogemos el texto de Lc 10,25-37, la parábola del buen
samaritano. Pedimos a todos que lo ubiquen en sus Biblias.
2. Leer el texto y analizar los personajes. Se hace una lectura pausada y atenta del relato, buscando
responder a las siguientes preguntas: ¿Qué personajes aparecen en el relato?
¿Qué hace cada uno de ellos? ¿Qué dicen? ¿Qué sentimientos expresan? En el caso de la parábola
del buen samaritano los personajes que aparecen son: el maestro de la ley, Jesús, el hombre herido,
los bandidos, el sacerdote, el levita, el hotelero y el samaritano. Luego hay que analizar cuáles son
las acciones, las palabras o los sentimientos de cada uno de ellos. Para realizar bien este paso
podemos ayudarnos del cuadro modelo (ver figura), elaborado sobre la base de la parábola que
estamos estudiando.
3. Descubrir el mensaje para hoy. Una vez realizado el estudio de los personajes, nos preguntamos:
¿Con qué personaje me identifico? ¿Cuál es el mensaje que el relato quiere dejarnos para hoy?
¿A qué me compromete? En el caso de la parábola del buen samaritano aparece la exigencia para
conseguir la vida eterna: ser solidario con el que sufre, hacerse prójimo del necesitado, romper
con el egoísmo y la indiferencia.
4. Compartir creativamente. Este tipo de textos se prestan para la dramatización o representación
teatral de los personajes de acuerdo a nuestro contexto actual de vida. Esto significa recrear o
reinventar el relato; o mejor todavía, crear nuevas parábolas sobre la base de nuestra realidad
concreta. Para nuestro ejercicio invitamos a inventar una nueva parábola sobre este mismo tema.
5. Sintetizar el mensaje. Es importante siempre realizar una síntesis oral o gráfica del mensaj
central del texto leído. En el caso de la parábola leída, la síntesis es: la clave para la felicidad plena
(tener vida eterna), está en comportarse como prójimos y en mostrarse compasivos con los demás.
Es decir, imitar las acciones y sentimientos del buen samaritano
2. LA LECTURA DEL GOTEO (Escuchar y saborear el texto)
L a Biblia es el libro más leído en todo el mundo. Pero con frecuencia escuchamos preguntas como éstas: ¿Cómo podemos leer la Biblia con provecho? ¿Cómo hacer una lectura vital, enraizada en el sentido del texto y en las necesidades de nuestra vida? En esta parte vamos a estudiar tres métodos o instrumentos de lectura que nos permitan buscar y escuchar a los protagonistas de la Biblia: Dios, el pueblo, Jesús y las comunidades. A este método se le llama del goteo porque trata de leer un pasaje bíblico de manera pausada, destacando aquella palabra o frase que ha resonado en nuestra mente y en nuestro corazón. Y es que la Palabra de Dios es como agua viva que hay que beberla y saborearla gota a gota, palabra por palabra. Así calmamos la sed y fortalecemos nuestras vidas.
Este método consiste básicamente en leer con calma el texto escogido y ver cuál es la frase que más nos ha gustado. Este método exige una actitud de escucha activa y deseo de saborear el texto. Se puede usar en diferentes momentos:
• Para iniciar a las personas en la práctica de la lectura bíblica, despertando en ellas el gusto por la Biblia.
• Para compartir un momento de oración al iniciar una reunión grupal, de manera especial cuando hay personas no acostumbradas a hablar en público.
• Para profundizar textos bíblicos difíciles. Pasos del método Este método es sencillo y no requiere de mayor preparación. Cualquier texto bíblico nos puede ayudar para ejercitarnos en él.
Veamos cuáles son los pasos a seguir:
1. Escoger un texto. Debe ser un texto sencillo, corto y narrativo. Para nuestro ejercicio escogemos el texto de Ex 3, 1-10
2. Leer el texto escogido. Hacemos una lectura clara y pausada, respetando los signos de puntuación y, si hay necesidad, repetimos la lectura.
3. Hacer silencio. Para que las palabras resuenen en el corazón y en la mente, volvemos a leer personalmente el texto en silencio. Nos preguntamos: ¿qué palabra o frase resuena en mí?, ¿qué palabra o frase me gusta o impacta más?
4 .. Sintetizar el mensaje, recoge los puntos claves del texto. En el caso de Ex 3,1-10 puede destacarse lo siguiente:
Moisés vive una experiencia de Dios en el fuego, símbolo de poder y misterio.
- Dios se comunica con él y le dice que ha visto el dolor de su pueblo y se solidariza.
- Escoge a Moisés para que realice la misión liberadora.
- El texto nos invita a vivir la experiencia del Dios solidario y a comprometernos en el trabajo por la dignidad del pueblo
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