Aprendamos a vivir juntos
Quita un eslabón y la cadena se romperá. Saca del juego a un jugador y el partido probablemente se perderá. Elimina el microchip de la computadora de a bordo de tu automóvil, y este dejará de funcionar. ¿Cuál es la lección que se debe aprender de todo esto? Que todos esos componentes son imprescindibles. Trasplantando eso a la esfera humana, la lección es que nos necesitamos unos a otros.
Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular. —1 Corintios 12:27.
Como creación única que eres, también tú desempeñas un papel importante en la obra de Dios. Nunca te consideres innecesario en la iglesia. Hay una función exclusiva que te ha sido asignada. No obstante, no olvides que esa función no debe ser realizada de manera separada del resto de los miembros del cuerpo de Cristo. No actúes como si estuvieses solo, de forma estanca con respecto a los demás.
Para que tu vida sea útil, sé tú mismo una aportación, un beneficio y no un desperdicio. Hay mucha sabiduría en que reconozcas la conveniencia de apoyarte en otras personas, y más aún en que tengas la disposición de ser un apoyo para los demás. Sé lo suficientemente generoso para dar. Sé también lo suficientemente humilde para recibir. Sé honesto para confesar tus faltas y estate siempre dispuesto a perdonar los yerros de tus semejantes.
El amor y la aceptación, la tolerancia y la comprensión, el entendimiento y la paciencia no son elementos opcionales en la vida del cristiano. Tú mejor que nadie sabes que necesitas todo eso de los demás cuando las cosas no marchan bien en tu vida. Por eso mismo, es la voluntad de Dios que tú y yo manifestemos esas virtudes en nuestro trato con todos.
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