La guerra de Ucrania sigue siendo noticia después de muchos meses. Quizás porque tiene una repercusión económica directa sobre nuestra economía diaria. De otras guerras más lejanas y crueles, ni se habla. A veces pienso que somos “solidarios” solo para defender nuestros pequeños intereses.
Mientras
escribimos estas líneas seguirán muriendo por causas no naturales
absolutamente evitables más de 100.000 personas por hambre y miseria,
permanecerán en campos de refugiados huyendo de la guerra más de 80
millones de personas (un número superior al que se alcanzó después de la
segunda guerra mundial), seguirán lejos de sus familias y hogares de
forma forzosa más de 200 millones de personas. Y podríamos seguir.
Nuestra vida diaria, personal y colectiva, tiene su motor en una
violencia estructural: el triunfo del más fuerte sobre el más débil. Y
esta lucha sin piedad siempre termina de una de estas dos maneras:
llevándose el botín como trofeo de su victoria o, no contento con eso,
convirtiendo al vencido en esclavo.
Lo que ha evolucionado de esta
primacía del Capital sobre la Persona han sido los medios. Si antes
predominaba la brutalidad, ahora la tecnología permite una combinación
del “poder duro” y del “poder blando”: la ingeniería de la conciencia y
la ingeniería social.
No será posible la Paz, como la posibilidad
de convivir como hermanos, decía Gandhi, si no somos capaces de
revertir estos procesos y lógicas. Por eso es comprensible que no
hayamos renunciado a hablar de algo tan necesario como la verdad, la
justicia y el perdón.
La Paz no solo es el fin, sino el camino.
La fraternidad es su principal fundamento. El amor de servicio,
desinteresado, es el único motor que funciona en esta lógica. Solo un
largo proceso educativo, transformador de nuestra mentalidad, de
estar por encima de los demás, nos hará a los unos responsables de los
otros. Por vocación. Por voluntad propia. El diálogo y la no-violencia,
la amistad cívica, requieren un largo aprendizaje. La colaboración y la
cooperación, la solidaridad como determinación firme y perseverante de
empeñarse por el bien común, requieren de un largo proceso. Y, sin
embargo, este es el camino más corto para la Paz.
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