Para comenzar una
cita:
“La exclusión de la
población, la subversión y la destrucción de la naturaleza, todo esto no
es producto de una maldad, sino de una racionalidad perversa. Un malvado es
capaz de matar a mil personas, pero termina fastidiado, y muchas veces sucumbe al
suicidio. Pero alguien que opera con una razón instrumental, mata a
millones y no tiene problemas. Tiene capacidad infinita de matar. Es la
racionalidad de nuestra sociedad la que produce las irracionalidades”
(Hinkelammert: “Teología profana y pensamiento crítico”).
La violencia puede ser
analizada en tres dimensiones:
- Los sujetos directamente
responsables de la violencia
- Las estructuras que organizan
la violencia
- La racionalidad perversa que
hace posible la violencia.
Hay un texto de Pablo
de Tarso a los Efesios que distingue estos tres niveles: “Nuestra lucha no es
fundamentalmente contra la carne y la sangre, tampoco es solo contra las
potestades y autoridades, sino sobre todo contra los poderes espirituales
y trascendentes de la maldad” (ver todo el texto: 6, 10-20)
Ciertamente hay que
analizar los sujetos (“la carne y la sangre”) y las estructuras de la
violencia (“potestades y autoridades”). Pero es necesario ir mas allá y más
adentro hacia esos “poderes espirituales y trascendentes de la maldad”,
que hemos llamado la “racionalidad perversa que hace posible la
violencia”.
La gente que ha
sufrido en forma cruel y permanente la violencia, conoce quienes son los
sujetos y las estructuras que la ejecutan, pero la pregunta que queda sin respuesta
es siempre: “cómo es posible que esta violencia cada día tenga más
fuerza. Hay un “algo más” que no es tangible: una “racionalidad perversa”,
“poderes espirituales y transcendentes”.
En este contexto
veremos algunas citas de la Exhortación Apostólica “Alegría del Evangelio” del
Papa Francisco
“Algunos desafíos del
mundo actual” (números 52 - 60)
52: “…la mayoría de
los hombres y mujeres de nuestro tiempo vive precariamente el día a día, con
consecuencias funestas. Algunas patologías van en aumento. El miedo y la
desesperación se apoderan del corazón de numerosas personas, incluso en los
llamados países ricos. La alegría de vivir frecuentemente se apaga, la falta de
respeto y la violencia crecen, la inequidad es cada vez más patente…”
53.”Así como el
mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la
vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la
inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de
frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos
en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida
cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del
juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se
come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la
población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin
salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se
puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del «descarte» que,
además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación
y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su
misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está
en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los
excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes».
55. “Una de las causas
de esta situación se encuentra en la relación que hemos establecido con el
dinero, ya que aceptamos pacíficamente su predominio sobre nosotros y nuestras
sociedades. La crisis financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su
origen hay una profunda crisis antropológica: la negación de la primacía del
ser humano. Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro
(cf. Ex 32,1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo
del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo
verdaderamente humano. La crisis mundial que afecta a las finanzas y a la
economía pone de manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia
de su orientación antropológica que reduce al ser humano a una sola de sus
necesidades: el consumo.”
56. “Mientras las
ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan
cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio
proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la
especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los
Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía
invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus
leyes y sus reglas. A todo ello se añade una corrupción ramificada y una
evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. El afán de poder
y de tener no conoce límites. Cualquier cosa que sea frágil, como el medio
ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado,
convertidos en regla absoluta.”
57. “Tras esta actitud
se esconde el rechazo de la ética y el rechazo de Dios. La ética suele ser
mirada con cierto desprecio burlón. Se considera contraproducente, demasiado
humana, porque relativiza el dinero y el poder. Se la siente como una amenaza,
pues condena la manipulación y la degradación de la persona. En definitiva, la
ética lleva a un Dios que espera una respuesta comprometida que está fuera de
las categorías del mercado. Para éstas, si son absolutizadas, Dios es
incontrolable, inmanejable, incluso peligroso, por llamar al ser humano a su
plena realización y a la independencia de cualquier tipo de esclavitud. La
ética –una ética no ideologizada– permite crear un equilibrio y un orden social
más humano. En este sentido, animo a los expertos financieros y a los
gobernantes de los países a considerar las palabras de un sabio de la
antigüedad: «No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y
quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos».
59.”Hoy en muchas
partes se reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se reviertan la exclusión
y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será
imposible erradicar la violencia.“
60. Los mecanismos de
la economía actual promueven una exacerbación del consumo, pero resulta que el
consumismo desenfrenado unido a la inequidad es doblemente dañino del tejido
social.
75. No podemos ignorar
que en las ciudades fácilmente se desarrollan el tráfico de drogas y de personas,
el abuso y la explotación de menores, el abandono de ancianos y enfermos,
varias formas de corrupción y de crimen.
“La dimensión social
de la evangelización” (números 186-216)
202. “Mientras no se
resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía
absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas
estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en
definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales.”
204. “Ya no podemos
confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado. “
210. “Es indispensable
prestar atención para estar cerca de nuevas formas de pobreza donde estamos
llamados a reconocer a Cristo sufriente: los sin techo, los toxicodependientes,
los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y
abandonados. Los migrantes me plantean un desafío particular por ser
Pastor de una Iglesia sin fronteras que se siente madre de todos.”
201. “Siempre me angustió
la situación de los que son objeto de las diversas formas de trata de personas.
En nuestras ciudades está instalado este crimen mafioso y aberrante, y muchos
tienen las manos preñadas de sangre debido a la complicidad cómoda y muda.
Doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de exclusión,
maltrato y violencia.”
(Fin citas del Papa
Francisco).
Reflexiones sobre
estos textos del Papa Francisco.
Lo primero es definir
que es el fetichismo o idolatría. El Papa habla del fetichismo del dinero, del
mercado y de la economía en general. El fetichismo nace cuando las cosas se
transforman en dios, y dios se transforma cosa. Dios no muere, se transforma en
dinero. El oro es un metal precioso, pero se transforma en el dios del sistema
económico. El oro es el dios del mercado.
El problema no es el
ateísmo, sino la idolatría. La pregunta fundamental no es si crees o no
crees en Dios, sino en cual Dios crees. El Dios de la vida o el dios del
mercado
La crisis económica es
también una crisis antropológica, pués reduce al ser humano a una sola de sus
necesidades: el consumo. El fetichismo del dinero y del mercado es
inhumano, crea esa economía que mata, un sistema asesino del ser humano.
Es este el fetichismo o idolatría, la fuerza perversa que da vida a la
violencia criminal organizada
A partir de esta
primacía del ser humano, Francisco elabora un humanismo de la praxis, contrario
a las ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados, la
especulación financiera, y la consecuente negación de los Estados, como los
encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía
invisible.
Ni el mercado, ni el
capital, ni el Estado, ni ninguna otra institución o ley, es el ser supremo
para el ser humano. El ser humano mismo es este ser supremo. Por tanto, todos
los dioses que declaran al mercado o al capital o al Estado o cualquier
institución o ley como el ser supremo para el ser humano son dioses falsos,
ídolos, o fetiches.
La política por tanto
tiene que ser una política de humanización, no de comercialización. Eso incluye
la humanización de la naturaleza que presupone el reconocimiento de la
naturaleza como sujeto.
La sociedad
capitalista pone al mercado, no el hombre, como ser supremo para el ser humano.
Esto lo hace hoy presente el neoliberalismo en la forma hasta ahora más
extremista. Nuestros medios de comunicación y la gran mayoría de nuestros
economistas muestran su desprecio del ser humano, al reducirlo a “capital humano”.
Lo que distingue a las personas es nada más que la suma de dinero que dispone
cada uno. Es todo un rito religioso.
Aparecen lugares
sagrados donde se concentra el culto a los dioses del mercado. Son
especialmente los bancos, las grandes corporaciones y también muchos lugares
eclesiásticos. Contienen inclusive una teología expresa, que es la teología de
la mano invisible del mercado. Se trata de una fuerza mágica que, según los
teóricos del mercado, asegura un funcionamiento perfecto del mercado, por el
cual éste se autocorrige y se autorregula, de una manera tal, que siempre
asegura, por el acto de su magia, resultados óptimos, algo que ninguna
intervención en los mercados podría alcanzar y menos superar.
La cultura del
bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que
todavía no hemos comprado. Francisco ve una situación de simple indiferencia
que permite cometer los crímenes y genocidios más grandes, sin siquiera un
reacción mínima frente a eso.
Cuando Dios se transforma
en dinero, y cuando el oro se transforma en Dios tenemos el fetichismo o
idolatría que asesina al ser humano.
Esta es la
racionalidad perversa de la violencia, que da vida al Crimen Transnacional
Organizado, es el fetichismo o idolatría, que niega al Dios de la vida
cuya gloria es el ser humano vivo.
El padre de la Iglesia
San Irineo resume:
“La gloria de Dios es
el ser humano vivo
y la gloria del ser
humano es la visión de Diós”
(“Gloria Dei vivens
homo, gloria autem hominis visio Dei”)
Mons. Romero solía
decir: “La gloria de Dios es el pobre vivo” Pablo Richard
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