La vocación laical sólo se ilumina desde la vocación de la Iglesia.
La búsqueda de la propia identidad señala el tránsito de la infancia a la madurez, no sólo en el proceso de configuración personal, sino también en el desarrollo de la fe. A medi-da que ésta madura, el creyente se interroga sobre su sentido y consecuencias: ¿En qué consiste creer? ¿Qué significa, en definitiva, ser cristiano? Y cuando descubre que la fe personal está indisolublemente ligada a la fe de la Iglesia, que no hay un "yo creo" al margen de un "nosotros creemos", entonces las .preguntas adquieren una mayor especificidad carismática: ¿Qué es ser cristiano desde mi condición de laico, de ministro orde-nado o de religioso? ¿Cómo vivir el seguimiento del único Señor en situaciones per-sonales diferentes? Ninguna de ellas puede ser respondida aisladamente, sino desde una comprensión sinfónica de la Iglesia como comunidad carismática. .
Si durante siglos ha prevalecido, más bien, una concepción piramidal , parece lógico que la diversidad se entendiera en clave de subordinación y no de comunión. Esto explica la poca densidad eclesial concedida a los carismas laicales a lo largo de la historia. De ahí que para recuperar su significado sea preciso reinterpretar de nuevo la comprensión de la Iglesia. Este es el camino abierto por el vaticano II y desarrollado por las numerosas experiencias y reflexiones de los últimos veinte años . Sin una comprensión de la Iglesia más ajustada al NT se corre el peligro de plantear la vocación y misión de los laicos como un asunto de estrategia y no como algo esencial.
0.2. La Iglesia es antes una experiencia móvil que una estructura fija
A la pregunta ¿qué es la Iglesia? se le han dado res-puestas muy diversas. Para algunos, su carácter multisecular y su permanencia a pesar de los numerosos conflictos vividos es motivo de admiración. Para otros, esto mismo constituye su punto débil, ya que tal permanencia sólo ha sido posible a costa de traicionar su origen y adaptarlo una y otra vez a las cambiantes situaciones.
En cualquier caso, quien quisiera comprender con profundidad lo que la Iglesia es no podría contentarse con estudiar sus estructuras organizativas —tal como las presenta, por ejemplo, el Código de Derecho Canónico—, ni sus actividades culturales o asistenciales, ni siquiera la lista completa de todos sus miembros.
La Iglesia puede aparecer, a los ojos del sociológo y del hombre de la calle, como una entidad multinacional, extraordinariamente numerosa y jerarquizada, que desarrolla unas actividades específicas y que, por su voluntad e incluso contra ella, ejerce una vasta influencia en la sociedad humana.
Pero esto no basta para dar razón suficiente de su naturaleza. La Iglesia se constituyen sobre todo, a partir de la fe de sus componentes. Y, aunque esta fe implica la aceptación de unos contenidos objetivos (dogmas, ritos, normas) y la inserción en una comunidad visible, es una experiencia inalienable) que no puede encerrarse en los estrechos límites de un esquema jurídico o sociológico.
La Iglesia, antes que una estructura fija destinada a repetir una y otra vez, a lo largo de la historia, un contenido invariable, es una experiencia que surge constante-mente en el tiempo. Allí donde se proclama la fe en Jesucristo y encuentra acogida, no sólo como opción personal sino como actitud compartida, allí se está produciendo el nacimiento de la Iglesia. Y este es, cabalmente, el aspecto más original y, al mismo tiempo, el menos perceptible.
0.3 El modelo "comunión" explica en qué consiste la unidad y la diversidad
Si la Iglesia nació —y sigue naciendo— por la comunión que el Espíritu crea entre to-dos los que se adhieren libremente a Jesucristo, entonces no hay posible separación en-tre la fe en Cristo y la pertenencia a la Iglesia, tal y como algunos proponen en la actualidad.
El texto del NT que mejor resume esta concepción comunional es el prólogo de la primera carta de Juan (4). En él aparecen en síntesis todos los elementos que a continuación serán estudiados:
Hay un acontecimiento (el anuncio de la experiencia de Jesucristo)
Que produce la comunión entre el que anuncia y el que acoge el anuncio (dimensión horizontal de la Iglesia).
Pero no meramente una comunión jurídica o exterior. Es tan profunda que relaciona al creyente con el Padre y con Jesucristo (dimensión vertical de la Iglesia).
Sólo después de profundizar en \'este fundamento —que garantiza la esencial igual-dad/unidad de todos los creyentes— es posible iluminar el sentido. de la diversidad, de las peculiaridades carismáticas y, más concretamente, el de los carismas laicales .
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Bienvenido amig@, gracias por tu comentario