La 4ª oleada
La comunidad autónoma donde trabajo fue bastante respetada por la 3ª oleada, que siguió a la Navidad. No ha sido así en la 4ª: en las últimas semanas han aumentado los ingresos, además de personas más jóvenes, algunos muy graves. Con la mayoría de la población mayor de 80 años ya vacunada, el peso de los contagios recae en el grupo de edad 50-79 años. Los porcentajes de contagiados que requieren asistencia hospitalaria se mantienen bastante estables desde el inicio de la pandemia, así como el número que necesita cuidados intensivos: alrededor de 15% para los primeros, 5% los segundos.
Atendemos a familias enteras, en algunas ocasiones asistimos a situaciones dramáticas, en las que tenemos que utilizar todos nuestros recursos para no venirnos abajo. A veces evito ponerme en el lugar del paciente o los familiares, simplemente porque mis recursos son finitos y no puedo permitirme consumirlos todos.
Visito a un paciente, apunto los resultados de la exploración y los análisis, doy información telefónica a la familia, paso a otro, en una rutina en la que me refugio para no pensar en las consecuencias que la información que facilito puede tener al otro lado del teléfono, en el hijo o la esposa que me escuchan. Prescribo tratamientos sin certeza de su eficacia, caminando en el molesto terreno de la incertidumbre clínica, consciente de que, aunque conocemos más que hace unos meses, nuestro conocimiento es muy imperfecto.
Algunos ensayos clínicos apuntan a la eficacia de un tratamiento, otros los contradicen. Ponemos nuestras expectativas en un nuevo grupo de fármacos, para desecharlos o desconfiar de sus resultados poco después, cuando nuevos datos refutan los resultados que parecían prometedores. Tras más de 30 años ejerciendo la medicina, me encuentro en no pocas ocasiones dando palos de ciego, en espera de datos robustos sobre mejora de la mortalidad, de hecho, el único objetivo consistente en una infección que resulta mortal en no pocos casos. De todos los fármacos que utilizamos hasta ahora, sólo la dexametasona ha demostrado su eficacia en los pacientes graves, la inmensa mayoría de los que atiendo.
Ojalá lleguen pronto tiempos mejores. Recen por los enfermos y por quienes les cuidamos: olvidados hace tiempo los aplausos, quizás es el tiempo de las oraciones.
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