NUESTRAS PARROQUIAS

Buscamos unas Parroquias que sean Comunidades generadoras de vida, en ella fuimos engendrados por el Bautismo, y ella acompaña a sus hijos desde que nacen hasta que mueren. Escuela en la que nos formamos y maduramos unos con otros en la fe por la evangelización y la formación, como tarea permanente de conversión personal y comunitaria, entendida como un proceso dinámico que nunca acaba, como experiencia profunda de Dios e interiorización de la vida de Cristo (Gál 2,20; Filp 1,21). Debe ser un lugar de encuentro y vínculo de comunión, casa abierta a todos, hogar de los pobres, plataforma misionera, donde aprendemos y vivimos en libertad, fermento de nueva humanidad. Atenta a los signos de los tiempos y a las necesidades de nuestra gente


Bizitza sortzen duen Parrokia baten bila gabiltza, bertan Bataioaren bidez sortu ginen, eta gure seme-alabei jaiotzetik hil arte laguntzen diena. Katekesi eta ebanjelizazioaren fedean hezten eta heltzen garen ikastetxea da, bihurtze pertsonal eta komunitarioko etengabeko zeregin bezala, inoiz bukatzen ez den prozesu dinamiko bat bezala ulertua, Jainkoaren esperientzia sakona eta Kristoren bizitzaren barnerapen bezala (Gal 2,20; Filp 1,21). Topagune eta elkarte-lotura izan behar du, denontzat irekitako etxea, behartuen etxebizitza, plataforma misiolaria, aske ikasi eta bizitu dezakegunak, gizarte berri baten hartzigarria.


martes, abril 13, 2021

 Reflexionando sobre el Padre Nuestro

NUESTRO

Decir 'nuestro' no quiere decir 'mío' ni 'tuyo' ni 'de él'. Cuánto nos cuesta, en este mundo de propiedades y dueños, pasar de lo propio a lo común, de la pertenencia que excluye a la pertenencia que incluye. Decir 'nuestro', con verdad y honestidad, implica e incluye.

Nada sería 'nuestro' si nos mantenemos solos. Decir 'nuestro' nos obliga a levantar nuestras barreras más íntimas y personales para incluir a otros en ese decir. Un levantar barreras y muros que muchas veces no es nada fácil porque supone desestabilidad, salir de nuestras zonas más cómodas, supone implicarnos en lo que decimos. Decir 'nuestro', además, nos ayuda a derribar fronteras, tanto físicas como internas. A derribar muros políticos, religiosos, personales… Pero por suerte, un derribo que, al mismo tiempo, también construye. Construye fraternidad, acogida, paz, alivio. Y estamos llamados a ello. Decir 'nuestro' nos hace más familia, más empáticos, más amigos, más hermanos. Nos invita a abrir nuestras puertas, nuestros brazos, nuestros hogares, nuestras entrañas para dar cabida a la acogida del que llega, del que nos ofrece otro punto de vista, del que nos enseña otro modo de sentir, del que nos provoca otro modo de mirar, del que nos suscita aquella nueva pregunta, que nos lanzan a descubrir otros modos de ser y de existir. Porque es ahí donde el decir 'nuestro' tiene su sentido más pleno. Nos da respiro porque nos llena el interior y la vida de esperanza, y alivio porque nos permite abandonar las intemperies no escogidas.


Remueve y complica. Nos remueve porque nos obliga a un cambio que, de nosotros depende, sea más o menos existencial o con más o menos tonos de profundidad, y nos complica porque ¿quién se ha quedado indiferente al comprometerse en una causa que rompe con la exclusividad?

Decir 'nuestro' nos introduce en el terreno común de la humanidad, del ser persona, del ser humano, de ser –en definitiva– más allá de la raza, el color, la nacionalidad, la espiritualidad o la creencia. Así, decir 'nuestro' nos invita a ser audaces y humildes, valientes y vulnerables, osados y cautos, creativos y fieles, y también, por qué no, al final, ciegamente confiados. Y con todo, qué afortunados al poder llamar a Dios así, Dios Padre, pero 'nuestro'.


 

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