La llegada de Jesús representa un cambio sustancial y supone la mejor noticia que los seres humanos podríamos recibir: Dios no es el que nos manda calamidades por nuestros pecados, el que distingue entre personas predilectas y rechazadas por Él, el que nos juzga y nos quema «con fuego que no se apaga»... Dios es nuestra madre, nuestro médico, nuestro aliado contra el mal.
Los cristianos creemos que a Dios lo vemos en Jesús cuando quita el pecado del mundo, cuando no rechaza a los pecadores, cuando se acerca a los leprosos y cura a los ciegos y a los paralíticos, cuando no quiere honores de Rey, cuando se hace servidor de todos, cuando lava los pies, cuando nos invita a no pasar de largo al toparnos con la necesidad, cuando acoge siempre y sin condiciones, cuando se juega la vida —y la pierde— por salvar la de una adúltera, cuando perdona a sus verdugos que le están crucificando... Como decía Ruiz de Galarreta «Tenemos foto de Dios»... y es estupendo.
Por supuesto, esto hay que celebrarlo por todo lo alto, y las celebraciones importantes hay que prepararlas bien para que adquieran todo su sentido.
Es tiempo de preparar.
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