UNA AUTÉNTICA ALEGRÍA
Llevamos ya varias semanas escuchando esas
voces de sirena que nos llaman a preparar «estas fiestas». Y parece también que
por todas partes se nos invita y casi se nos «obliga» a la alegría:
las luces de colores, los papeles de regalo, los especiales de la prensa con
«mil ideas para preparar la Navidad (lugares donde ir, menús que den poco
trabajo, regalos para los que no saben qué regalar, moda, juguetes), artículos
de broma y los «divertidos» disfraces, las cenas de empresa, las múltiples
comidas, las artificiales carcajadas de Papá Noel, los villancicos, el
olenchero (cada vez más a menudo en inglés...), la alegría del Gordo...
¡Alegría, alegría!
Sin embargo, no es raro escuchar a quienes
hablan de que éstos son para ellos los días más tristes del año: la salud ya no
les responde, la soledad se nota más, la ausencia de personas queridas que ya
no están, las tensiones familiares que afloran, la invasión de anuncios que te
invitan a gastar lo que no está al alcance de tu bolsillo, los recuerdos y
nostalgias... Además de que no podemos ignorar que las circunstancias de
nuestro mundo no están como para lanzar serpentinas y confetis...
Pues la Iglesia, especialmente en este tercer
domingo de Adviento, nos hace una invitación a la alegría. Pero se trata de una
alegría distinta, profunda, que puede ser incluso silenciosa. De sobra sabemos
que por mucha comida y mucho champán que tomemos, no conseguimos la auténtica
alegría. Por muchos regalos que nos hagamos, por mucho papel de colores, muchos
belenes y árboles iluminados que pongamos por todas partes... hay que reconocer
que a menudo nos está faltando la ALEGRÍA con mayúsculas.
El poco
conocido profeta de la primera lectura, de extraño nombre, (Sofonías = «Dios
protege») nos ha invitado a la alegría, dándonos varias razones. A saber:
§ Lo
primero es que EL SEÑOR HA CANCELADO TU CONDENA, Dios te ha
perdonado definitivamente tus culpas y penas. Porque sí. Desde la raíz.
De sobra
sabemos que, aunque no somos mala gente, estamos bastante lejos de vivir como
auténticos discípulos de Jesús; estamos lejos de que otros hombres puedan leer
el Evangelio en nuestras vidas. De sobra sabemos que nos falta complicarnos
mucho más la vida en los asuntos del amor y la justicia, y el cuidado de la
creación. En esto nunca hacemos bastante, siempre podemos más y mejor.
Dios nos
está colmando continuamente de regalos, de oportunidades, de capacidades... Y
más de una ni siquiera la hemos desempaquetado. En la lista de «deudas» con
Dios siempre andamos en números rojos. La cercanía de Dios conlleva el
ofrecimiento de una paz profunda y a nuestro alcance: nos permite
sentirnos profundamente reconciliados, con una nueva oportunidad de ser mejores
y vivir más desde Dios y para los otros. Los ángeles de nochebuena nos anuncian
la Paz a los hombres que ama el Señor. Y el Niño será llamado «Príncipe
de la Paz». El Adviento es una ocasión estupenda para que saborees esas
palabras del profeta, dirigidas expresamente para ti ¡EL SEÑOR HA CANCELADO TU
CONDENA!, que por el ministerio de la Iglesia te conceda el perdón y
la paz. Ponte a tiro.
§ En segundo
lugar: EL SEÑOR HA EXPULSADO A TUS ENEMIGOS.
Enemigos de
fuera que hacen daño... ¡pero también de dentro!, que son incluso peores,
porque es bien difícil huir de ellos, vicios, apegos, complejos, manías y miedos,
tentaciones, rencores... Pues el Señor los vence, los «expulsa» de ti,
los aleja... aunque a ti te toca poner de tu parte, claro. Es la
alegría de verse liberado.
§ En
tercer lugar. EL SEÑOR SERÁ REY EN MEDIO DE TI. Él puede
tomar posesión de ti. No hay ninguna zona oscura de tu vida, de tu corazón, de
tu historia, a donde no pueda llegar Él para salvarte. Allí entra él con toda
tu fuerza. Es cuestión de hacer silencio, quitar candados y pestillos, y
dejarle que vaya pasando en tu oración, en tu Eucaristía... hasta el centro de
tu Casa Interior, a cada rincón, y acomodándolo todo a su gusto. La
alegría de tener siempre contigo al Rey Huésped.
§ Y tal
vez la más sorprendente: EL SE GOZA Y SE COMPLACE EN TI, TE AMA Y SE
ALEGRA CON JÚBILO. Esta es la razón principal de la alegría y de la
fiesta. Dios está enamorado apasionadamente de ti. Se ha fijado concretamente
en ti para ofrecerte todo su cariño. Te lleva observando desde siempre, hagas
lo que hagas, con un cariño impresionante. No te lo mereces, claro. Te pondrás
mil máscaras, te esconderás detrás del activismo y tus ocupaciones y
superficialidades, te salpicarás de barro. ¡Es igual, no le importa! Te
olvidarás de Él, pero como buen enamorado, Él seguirá buscándote y esperándote.
Nos cuesta creerlo, siempre nos vemos poco dignos de que entre en
nuestra casa. Pero realmente le importamos, tanto que es capaz de vencer a
la mismísima muerte, para poder estar siempre con nosotros. Y cuando uno sabe
que alguien le ama de esa manera... se llena de sorpresa y de alegría... ¿no?
§ En
resumen: EL SEÑOR ESTÁ CERCA. Está cerca en Navidad y en
cada Eucaristía, hablándote y poniendo en común contigo todo lo que es y puede
y le dejes. Está cerca en el hermano y en la comunidad cristiana. Está cerca:
en el pobre y en el que sufre. Está tan cerca de ti como tu propio corazón:
precisamente ahí. Y entonces se esfuman los temores: su victoria ante cualquier
tropiezo, fracaso, dificultad ¡es la nuestra! Si Dios está con
nosotros, ¿quién podrá contra nosotros? Nada ni nadie os
preocupe; sino que, en toda ocasión, vuestras peticiones sean presentadas a
Dios. Tendremos problemas, es obvio, pero los enfrentaremos de otra
manera: con esperanza, con serenidad, con equilibrio, con fortaleza. «Y
la Paz protegerá y cuidará de nuestros pensamientos y corazones en Cristo Jesús».
Necesitamos
esta alegría: es más sencilla, dura más, no cuesta dinero y merece la pena.
Cuando esta alegría nos envuelve, podemos planteamos vivir una Navidad de otra
manera. Y entonces, ¿qué hacemos?, podríamos preguntarle al
Bautista, o al Evangelio. ¿Cómo vivir una Navidad alegre, distinta?
- ¿Por qué
no recuperamos a los verdaderos Reyes Magos, que llevaron sus mejores regalos a
una familia pobre de Belén, en vez de atiborrarnos de objetos innecesarios y
carísimos?
- ¿Por qué
no leemos todos los días, junto al Belén, solos, aunque mejor en
familia, unas palabras del Evangelio, y hacemos una sencilla oración?
- ¿Por qué
no pensamos a quién podríamos dar una gran alegría, una sorpresa con una
visita, una llamada, una invitación a cenar o tomar algo con nosotros?
- ¿Por qué
no nos repasamos o aprendemos, con los más pequeños, los villancicos de
siempre, y dejamos a un lado tantas cancioncillas insulsas y vacías, que ni
huelen a Navidad ni a nada?
- ¿Por qué
no, en vez de comprar alimentos carísimos para la Nochebuena y Navidad,
preparamos algo todos juntos, aunque sea sencillo? La Navidad es la ocasión en
que más comida se tira a la basura.
- ¿Por qué
no, en vez de hacer limpieza de ropa y juguetes en casa «para los pobres»,
compramos algo nuevo, en condiciones, para los que nunca tienen casi nada?
- ¿Por qué
no preparamos una buena bendición de la mesa para el día de Nochebuena/Navidad?
- ¿Por qué
no nos acercamos a «cancelar» esa deuda que tenemos con Dios, celebrando el
sacramento del Perdón?
- ¿Por qué
no nos sentamos en familia a hablar de cosas importantes: Qué tal le va a cada
uno, qué le preocupa de veras, qué necesita de verdad?
Mejor no digo más porque las Navidades
son las fiestas de la fantasía. La fantasía de Dios le llevó hasta un Portal en
Belén. A ver a dónde nos lleva a cada uno de nosotros la nuestra. Ahí dejo la
pregunta del Bautista para que cada cual se la responda: Entonces,
¿qué hacemos?
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