NUESTRAS PARROQUIAS

Buscamos unas Parroquias que sean Comunidades generadoras de vida, en ella fuimos engendrados por el Bautismo, y ella acompaña a sus hijos desde que nacen hasta que mueren. Escuela en la que nos formamos y maduramos unos con otros en la fe por la evangelización y la formación, como tarea permanente de conversión personal y comunitaria, entendida como un proceso dinámico que nunca acaba, como experiencia profunda de Dios e interiorización de la vida de Cristo (Gál 2,20; Filp 1,21). Debe ser un lugar de encuentro y vínculo de comunión, casa abierta a todos, hogar de los pobres, plataforma misionera, donde aprendemos y vivimos en libertad, fermento de nueva humanidad. Atenta a los signos de los tiempos y a las necesidades de nuestra gente


Bizitza sortzen duen Parrokia baten bila gabiltza, bertan Bataioaren bidez sortu ginen, eta gure seme-alabei jaiotzetik hil arte laguntzen diena. Katekesi eta ebanjelizazioaren fedean hezten eta heltzen garen ikastetxea da, bihurtze pertsonal eta komunitarioko etengabeko zeregin bezala, inoiz bukatzen ez den prozesu dinamiko bat bezala ulertua, Jainkoaren esperientzia sakona eta Kristoren bizitzaren barnerapen bezala (Gal 2,20; Filp 1,21). Topagune eta elkarte-lotura izan behar du, denontzat irekitako etxea, behartuen etxebizitza, plataforma misiolaria, aske ikasi eta bizitu dezakegunak, gizarte berri baten hartzigarria.


sábado, febrero 12, 2022

Menores sin tierra

 

Menores sin tierra

Es la calidad de la tierra y el cuidado de la mano humana lo que genera frutos buenos en un cultivo. Nada crece en un sequedal, ni en una tierra baldía a la que nadie dedica tiempo y atención. El mal fruto es casi siempre la manifestación última de una raíz que nadie cuidó, sin tierra buena en la que nutrirse y arraigar. 

El proceso es similar en el caso del ser humano. El resultado, sin embargo, es infinitamente más dramático. El que no ha sido acogido, amamantado desde el mismo día de su entrada en el mundo, crece mal, torcido, raquítico y con mal aspecto. La fragilidad y el mal son una pareja gemelar. La herida y la perversión van siempre de la mano. 

Un menor, un pequeño que cruza a solas el mar, huyendo de la guerra o el hambre y otras inimaginables atrocidades, es ya un ser raquítico y, a veces, invadido por el mal que supura de la herida. La delincuencia de los MENA (Menores Extranjeros no Acompañados) de Batán es el fruto podrido de unas raíces descuidadas, maltratadas y arrojadas a la boca oscura de lo malvado. 

No se trata de justificar con «buenismos» las acciones delictivas cometidas. No se pueden relativizar los daños ni dejar impunes a los malhechores. Pero tampoco se resuelve el problema solo a través de lo meramente institucional o administrativo. 

Para revertir el proceso del mal es preciso restaurar el origen. Se necesitan nuevas madres, padres, hermanos y amigos que reescriban la historia truncada de estos menores y siembren en sus maldades el germen nuevo del bien, del afecto, de la acogida. Que siembren en abundancia y hasta en exceso, en una real incondicionalidad, como si fueran sus hijos. 

Puede que así cambie la suerte de estos menores y comience para ellos otra vida, otro mundo, en el que el veneno del dolor y la rabia dejen paso a la confianza y el abandono en otros, y descubran entonces la posibilidad de una humanidad plena, buena, bella, feliz.

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