La terrible existencia de más de 400 millones de niños esclavos hoy en el mundo es un crimen genocida que nos acusa a toda una civilización, y que la Historia, como lo ha hecho siempre ante lo inhumano, algún día juzgará.
Creyendo
algunos que viven en el mejor de los mundos posibles, produce pavor
alzar la mirada y contemplar a toda una inmensa multitud de millones de
niños que deambulan por este mundo condenados a ser esclavos, es decir, a
ser propiedad de otros.
Vivimos en un mundo en el que la
infancia constituye un tránsito por años de desolación y muerte en vida:
niños abandonados sin hogar, niños prostituidos, niños soldados, niños
desechados en las minas, niños huérfanos en campos de refugiados, niños
esclavizados en fábricas de muerte… y un largo etcétera en el que
incluimos un reguero inimaginable de sufrimientos de millones de niños.
Toda esclavitud humana es fruto de una injusticia. La esclavitud
infantil es consecuencia de una concepción de la existencia donde se ha
perdido el sentido moral. En este caso, observando las escandalosas
cifras que ni los organismos internacionales se atreven a negar, podría
decirse que se ha perdido la conciencia moral de toda una civilización.
Cada niño esclavo, único e irrepetible, es consecuencia de algún
lucrativo negocio, que forma parte de una economía que asesina. Un
sistema económico que mata sin ningún tipo de escrúpulos. Un capitalismo
basado en la explotación del hombre por el hombre, en la guerra a
muerte del poderoso frente al débil. Esos negocios tienen nombres y
apellidos conocidos y no tan conocidos: guerra y armamentismo, turismo
sexual y cibersexo, prostitución infantil, comercio de recursos
naturales y energéticos, especulación de alimentos, comercio de órganos,
venta de ropa barata online, etc.
Cada niño esclavo, único e
irrepetible, es consecuencia también de la inacción política, del
silencio cómplice de los que se aprovechan de las ventajas que procura
su infierno en vida.
Cada niño esclavo, único e irrepetible, es
consecuencia de los que justificamos nuestra “buena vida” y nuestra
“buena conciencia”, viviendo anestesiados ante este mal. No queda más
que reconocer que, como beneficiarios que somos de esta globalización
tecno económica, también nos convertimos en el inmoral “propietario” y
“dueño” de cada niño esclavo, único e irrepetible.
Y por todas
estas causas, la esclavitud infantil ha sido y es una injusticia a la
que nadie le interesa poner fin. ¿Seremos capaces de seguir permitiendo
esta barbarie?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Bienvenido amig@, gracias por tu comentario