NUESTRAS PARROQUIAS

Buscamos unas Parroquias que sean Comunidades generadoras de vida, en ella fuimos engendrados por el Bautismo, y ella acompaña a sus hijos desde que nacen hasta que mueren. Escuela en la que nos formamos y maduramos unos con otros en la fe por la evangelización y la formación, como tarea permanente de conversión personal y comunitaria, entendida como un proceso dinámico que nunca acaba, como experiencia profunda de Dios e interiorización de la vida de Cristo (Gál 2,20; Filp 1,21). Debe ser un lugar de encuentro y vínculo de comunión, casa abierta a todos, hogar de los pobres, plataforma misionera, donde aprendemos y vivimos en libertad, fermento de nueva humanidad. Atenta a los signos de los tiempos y a las necesidades de nuestra gente


Bizitza sortzen duen Parrokia baten bila gabiltza, bertan Bataioaren bidez sortu ginen, eta gure seme-alabei jaiotzetik hil arte laguntzen diena. Katekesi eta ebanjelizazioaren fedean hezten eta heltzen garen ikastetxea da, bihurtze pertsonal eta komunitarioko etengabeko zeregin bezala, inoiz bukatzen ez den prozesu dinamiko bat bezala ulertua, Jainkoaren esperientzia sakona eta Kristoren bizitzaren barnerapen bezala (Gal 2,20; Filp 1,21). Topagune eta elkarte-lotura izan behar du, denontzat irekitako etxea, behartuen etxebizitza, plataforma misiolaria, aske ikasi eta bizitu dezakegunak, gizarte berri baten hartzigarria.


domingo, febrero 23, 2025

 FE

La fe es una relación de un individuo, con toda su complejidad, con la transcendencia que, por definición, es Misterio.

Cuando nos proponemos evangelizar o realizar alguna actividad pastoral, nos surge la duda de cómo hacer posible el milagro de la fe. No está en nuestras manos, pero tampoco podemos permanecer inactivos. Es un don, pero hay que aprender a acogerlo.

Trabajar la dimensión emocional puede ser un atajo. Creemos al haber sentido algo, como los discípulos de Emaús cuyo corazón ardía mientras Jesús les explicaba las Escrituras (Lc 24, 32). Sin embargo, la fe no es el fervor experimentado. Este es solo una consecuencia.

A veces se habla del creer sin sentir para sortear el peligro del sentir sin creer. Esto es, centrarnos en la experiencia subjetiva, en la volatibilidad de los sentimientos, y no en el encuentro con la persona de Jesús. Sería fiarse de la propia afectividad y no confiar en Aquel que ha venido a visitarnos.

En tiempos de banalidad es fácil sucumbir frente a la tentación de lo emocional, de lo estridente, de lo espectacular. Entonces, la brisa suave (1Re 19, 12) nos puede pasar desapercibida y no prestamos la atención debida a nuestro convecino de Nazaret (Mc 6, 1-6).

Ahora bien, tampoco podemos caer en el extremo opuesto y renunciar a nuestras emociones pensando que así estamos más avanzados espiritualmente. En ocasiones, la práctica rutinaria de la vida religiosa acaba derivando en una moral estoica. Para esquivar el espejismo del sentimentalismo, podemos caer en la trampa de una sobriedad engañosa que, carente de entusiasmo y bajo la fachada de madurez, disimula el hecho de haber renunciado “al primer amor” (Ap 2, 4).

La fe comporta amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todo el ser (Mc 12, 30). Ningún aspecto de nuestra identidad puede quedar al margen de la experiencia de la fe.



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