León XIV, un papa continuista
con estilo propio
El 8 de mayo pasado, cuando el
nuevo papa León XIV apareció en la logia central de San Pedro, fue recibido con
cierta expectación y, al mismo tiempo, incertidumbre tanto por los que
esperaban que la Iglesia siguiera el camino abierto por Francisco como por
quienes deseaban una vuelta a un catolicismo más centrado en la doctrina rígida
y la moral tradicional, en consonancia con la línea de Juan Pablo II y
Benedicto XVI.
De entrada, hubo satisfacción
en los círculos conservadores de la Iglesia. Llevaba la muceta roja sobre los
hombros; esto significaba que iba a cerrar el desastroso paréntesis de
Francisco. Esta sensación fue corroborada por otros signos, como el abandono de
la residencia de Santa Marta, los besos al anillo del Pescador (gesto que
irritaba a su predecesor) o la querencia por Castel gandolfo, al que sigue
escapándose todas las semanas. Pronto surgió una narrativa clara: sería el
“Papa de la unidad”. Subtexto: el otro era el Papa de la discordia. León XIV
apenas había dicho ni hecho nada, y ya tenía un papel asignado.
Al final del verano, los
grupos tradicionalistas comenzaban a ponerse nerviosos. Se habían enfriado las
expectativas. Cuatro meses después de su nombramiento, el papa no hacía nada.
¿Por qué? No se oían las condenas que esperaban. No derogaba la declaración
Fiducia supplicans, que permite la bendición de parejas homosexuales, las dos
bestias negras. No solo no rodaban cabezas como la del prefecto para la
Doctrina de la Fe, Víctor Manuel Fernández, Tucho, sino que, como hizo cuando
estaba a la cabeza del Dicasterio para los Obispos, ha seguido nombrando a
mujeres para altos cargos vaticanos.
La más destacada, tal vez, ha
sido la nueva presidenta de la Academia Pontificia de Bellas Artes y Letras,
Cristiana Perrella, impulsora de exposiciones sobre la desnudez, la identidad
queer o exploraciones explícitas de la sexualidad.
Una mirada lenta
Es cierto que León XIV parece
haber asumido una mirada lenta que chirría ante los frenéticos tiempos
actuales. Desde sus primeras intervenciones, dejó claro que su papado no sería
de gestos o titulares llamativos. “Habla con discursos y homilías”, ha contado
un colaborador cercano. En ellos, durante estos meses, ha mostrado su
compromiso tanto con la tradición como con la modernidad. Así, ya hay quienes
lo han tildado de modernista en quien no se puede confiar; que todo lo hará con
una sonrisa y vistiendo una ropa que gusta a los conservadores, pero que no hay
vuelta atrás.
Las alusiones continuas a sus
referentes espirituales reflejan esa misma combinación de tradición y
modernidad y pueden dejar entrever un cierto programa continuista. Como buen
hijo de su orden, no han faltado las citas a San Agustín y “la unidad de la Iglesia”.
Del mismo modo, ha expresado su admiración por León XIII, del que ha tomado el
nombre, especialmente por ser el gran Papa de la Doctrina Social de la Iglesia
y defensor de la justicia social y la dignidad humana. Pero también ha llegado
a citar varias veces, por ejemplo, a San Óscar Romero, el mártir salvadoreño,
que representa para él la unión entre fidelidad evangélica y compromiso con la
justicia, como modelo de un obispo que “no abandona al pueblo, ni en la
persecución ni en el silencio”.
Y, sobre todo, han sido
constantes las alusiones directas a Francisco. No han sido meros recuerdos o
agradecimientos, sino claras menciones a las líneas eclesiales del pontificado
anterior, sobre todo a la apuesta por la sinodalidad y el diálogo ecuménico
(será él quien haga el deseado viaje de Francisco a Nicea) e interreligioso,
que permiten pensar que será un pontificado a su manera, pero continuista.
Como continuista será en otro
punto controvertido para los más intransigentes con el pontificado de
Francisco: su apuesta por la ecología integral, como demostró al hacer suya
Laudato Si’ el día en que se cumplía el décimo aniversario de la publicación de
la primera encíclica ecologista. Y, desde luego, continuista es –aunque esta es
una opción seguida también por sus antecesores– su labor de hacedor de puentes,
su voz, casi única, a favor de la vía de paz y del diálogo, redoblando
esfuerzos desde el Vaticano para hacer viable ese camino, aunque con sello
propio, dando más cancha a la clásica vía de la diplomacia vaticana, algo que
Francisco se saltaba de tanto en tanto.
El estilo Prevost León XIV está
mostrando un estilo más conciliador, evitando la polarización en lo posible. Y
ese estilo propio ha empezado a verse también desde sus primeros pasos como
papa, pero eso no le está evitando las críticas. Antes, al contrario, con el
inicio del curso empezaron a surgir posiciones y declaraciones “sospechosas”
para los conservadores. Primero fueron el “jubileo gay” y el festival “musical
mundano” celebrados en Roma, que podían pasar como actos planificados de
antemano.
El Papa le ha dicho a los
antiabortistas. “Quien dice ‘Estoy en contra del aborto’, pero está a favor de
la pena de muerte, no es realmente provida. Quien dice ‘Estoy en contra del
aborto’, pero está de acuerdo con el trato inhumano a los inmigrantes en
Estados Unidos, no sé si eso es provida”. Y concluyó: “La enseñanza de la
Iglesia sobre estos temas es muy clara”.
Coherencia al límite También
ha manifestado con firmeza su visión pastoral, centrada en la defensa de los
Derechos Humanos, la promoción de la paz y la justicia social, y el
fortalecimiento de la familia como núcleo fundamental de la sociedad. Al mismo
tiempo considera que Francisco abrió procesos irreversibles que hay que
consolidar: la sinodalidad, la ecología integral, la descentralización, la
promoción de la mujer, la misericordia pastoral.
Si hacía falta más
confirmación, llegó a primeros de octubre con la publicación de su primera
exhortación apostólica Dilexi te (Te he amado), dedicada a la pobreza. León XIV
retoma un texto iniciado por Francisco antes de su muerte, confirma el
compromiso de su predecesor con los pobres y lleva la coherencia al límite. El
mensaje es claro: olvidar o despreciar a los pobres no es simplemente una
cuestión de indiferencia moral, sino una ruptura con el Evangelio: “la caridad
no es un camino opcional, sino el criterio del verdadero culto”. El compromiso
con los precarios, los migrantes, los enfermos, los ancianos aislados, los que
viven en la calle, no es una consecuencia social de la fe: es la fe misma.
León XIV propone hoy un modelo
de Iglesia evangelizadora y humilde, abierta al mundo, enfocada en el servicio
más que en el poder, en la presencia más que en el control, en la profundidad
espiritual más que en las estructuras, que avanzó en su primer mensaje desde el
balcón de San Pedro: «La Iglesia no es una fortaleza para custodiar, sino una
casa para habitar y compartir» y que podría considerarse el lema de este
todavía incipiente pontificado.


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